Foja de poesía No. 138: Jorge Ruiz Dueñas

Jorge Ruiz DueñasA continaución un atisbo a la poesía de Jorge Ruiz Dueñas (Guadalajara, 1946). Sobre su poesía ha dicho Juan Domingo Argüelles: “Toda la obra del autor es un tornaviaje; ese tornaviaje que se inicia al nacer y que sigue el curso de las mareas interiores de la memoria y su celebración.”

 

 

 De Cantos de Sarafán

 

Sombra de eucalipto

(8)

 

 

Qué embeleso colmó tu existencia

                                                       preguntaba la Señora de los llanos

mientras mi potro discutía con las verjas

Cómo la almendra cotidiana

inoculó su presencia

su hábito cubierto de flores comestibles

en valles donde los equinos coitan

y el trapiche exhuma la violencia del alcohol

 

Cuándo la perversidad pasó sin lastimarte

acompañado de canes dispuestos a tu defensa

 

Dónde los suntuosos panes

celebraron tu premura

y con las fibras cordiales

alabaste su masa nutricia

Para quién desenvainaste tu espada de madera

y desplazaste los aros

                                    la gendarmería de pájaros

                                    el tizne de la noche estallada por bengalas

Por qué  aún huele a canela

a clavo y a pimienta

a café molido

                      en la víspera de los quinqués

mientras el horno mantiene su infierno

y la tahona alivia la purificación de las pastas

 

Qué embeleso colmó entonces tu existencia

 

 

 

Hojas

(1)

 

Fue algún domingo inglés en los senderos

bajo el domo de los árboles

Ignoraba si la última llamada del verano es el otoño

y los humos de las carboneras

diluían su tizne en la giba del cielo

Todo era pulcro en el otoño inglés:

la hora sexta sobre el Carfax de Oxford

el arroyo que cruza el jardín del becario americano

las simétricas nalgas de una falda breve

Para entonces

no estaban los amigos

ni rondaban pacifistas en St.-Martin in-the-Fields

Kostas no decía los prodigios de Plaka

                                                              en  un tabuco de Queens

ni las dependientas esmeraban su sonrisa

Protestaban

                   sí

                   los obreros en Trafalgar Square

reacios a la modernidad ajena

y Theodorakis padecía con la mirada en el Egeo

 

No sé cuánto duró en mi alma aquel otoño

pero ya vuelca su miel sobre mis ojos

y en el embarcadero

un murmullo repite algunas noches:

Let’s forget any acquaintance!

 

 

 

 

 

Evángelos

 

para Niki, nuestra cronista en Creta

 

Evángelos murió en septiembre

como la palabra en la tinta

 

El mensaje nubló la sonrisa de mis hijos

 

Les digo que no le conocí

y la geometría del azar me contradice

 

Quizá mojamos nuestros dedos

en la fuente Morozini

alguna tarde camino de la Fortaleza

 

Acaso le escuché a hurtadillas 

hablar del Taurocéfalo bajo el sol de la historia

o seguí sus pasos en el Megaron de la reina

 

No lo sé

Les digo que no le conocí

pero tampoco puedo asegurarlo

porque el otoño sella la memoria

 

Les digo también

que pudimos sentarnos

en medio de alguna callejuela

No hablaríamos mucho

rodeados por el vocerío de los niños y el busuki

Señalaríamos

                      sin azoro

alguna nube

sobre el mar incandescente

 

Insisto en que no le conocí

pero

ambos podríamos decir

que la pasión es el silencio

 

Ahora lo sé

Evángelos no murió en septiembre

como la palabra en la tinta

lo digo para mí

                        que espero

 

Y él

       probablemente me susurra:

el mundo es icono de sí mismo 

como la palabra en la tinta

desnuda y sola

 

 

 

 

Calibán

 

(10)

 

He aquí el futuro

que no responde a la ansiedad

ni da lugar a la neblina del olvido

He aquí lo que nos dejaste

                                           Señor

en los reflejos de tu vastedad

sin dar motivo para recordarte

o considerar tu presencia en la silla de la montaña

Diste a uno más de lo necesario

Consistencia para las enfermedades

el polvo que descansa en sus objetos

Medraste a otro la oferta

El rendimiento de su manada

la autonomía del vuelo

su interés en la vileza

He aquí el futuro

                           nos dijiste

y no sé si te conocí entre los ingenuos

tendido en la playa como un padre de familia

a la espera de los rayos benignos

y de embarcaciones donde transportas emigrantes

Quizá elegiste un número para la fortuna

o bebías café

                      aparentando escuchar

en los estuarios donde flotan los fieles

ante tu elaborado caos

Ofreciste tareas y empleaste una legión

para cuidar la exactitud de las estaciones

la obesidad del ecuador

                                     y la pulcritud del templo

He aquí el futuro

                           decías con arrogancia

cuando llegaste sin manos

 

 

 

 

De Las restricciones del cuerpo

(Fragmentos)

 

Ahora digo que ánimo y ánima conjuntos se tienen

entre sí, y por sí, forman una sola natura (…)

Lucrecio 

 

Para  Lêdo Ivo

 

                                                                       *

Los límites

                  el contorno

los bordes de la piel al escalar la fiebre

la ceniza

                entre los miembros y su eje

 

El movimiento

                        cartílago nutriente

sube en la bruma del recuerdo

y la agilidad del párvulo o del simio

es emoción para el trapecio

Pero la incertidumbre y la vida

determinan el visado                 

Aquel mozo que ansiaba el periplo asido al mástil

no permuta más poemas

ni recorre senderos cubiertos de hojarasca

 

Entonces

                una alfombra sembrada de castañas

el esplendor arbóreo

y en el fondo de sus brazos el azoro                                     

 

Entonces

                el tiempo era futuro

con el mensaje de los mancos y los ciegos

o las llagas del crucificado  

y la astilla del hueso

y el trance de mi sacrificio

 

Antes

           en el camino al universo de las gasas

más allá del urinal 

                              y los vapores de amoniaco

la certeza de lo impuro abrió su pasmo

las cofias y las batas

el cuerpo colmado de platino

la miseria personal tan abrumante

sin alivio ni resurrección

 

Mas

        en el cuarto

donde el paso de las nubes

sólo era receptivo a la desdicha

los órganos se entrenaban para consultar a los augures

medir los fluidos

                           sopesar los alimentos

                                                                y navegar con la palabra

 

Después

                hablé de las cartas amorosas de un profeta

al amparo de custodios

Del vagar untuoso de los cuerpos

De callejones eternos

y cadáveres al sol

No era el caso de esperar en los túneles

donde la turba gritaba camino de batallas dominicales

Tampoco de curar la herida del caído

o reprimir la violencia derramada

si la marea ocultaba a los sicarios

 

En aquel tiempo el agua cortaba los puentes

y veía el ciervo del parque

por entornadas ventanas donde moraron los poetas

 

En aquel tiempo ascendí a la Torre

por párrafos descritos

                                     como no la vieron invasores

y la cerveza podrida corría en las catedrales

al dejar a su suerte una postal del mundo

 

Los edificios decrépitos

                                       los domos con verdín

apenas otra pradera para cuervos

habituados a colgar sus excrementos

en las lianas del voltaje

 

Después volvía

      al jardín de tulipanes

donde la perfección impedía ver los pederastas

en su labor sobre la vulva de las niñas

y los perros corrían liberados de correa

y las madres leían revistas cuidando las carriolas

alejadas del canto de los agentes de bolsa

 

 

 

                                                                       *         

Ahora

            una emoción inicia el recorrido

y el calosfrío pone en movimiento los músculos drenados

 

Ahora

            a la espera del zarpazo en la ribera corporal

arponeado en nosocomios

 

Ahora

            sé que el cuerpo tenía límites

y la temperatura interior seguía leyes rigurosas

 

Las bragas que tanto inquietaban al banquero

cuando la doncella servía el té

y distribuía copas de jerez ahumado

Sus piernas que tanto endurecían nuestra vulgaridad

mientras ganaba el alquiler

                                             y la madre sucumbía

eran pilares de placer y ocaso

 

El mayordomo aspiraba al pago puntual de la ginebra

los tutores se envolvían con lana

y ella iniciaba el preinfarto de los viejos profesores

saciados por la turgencia de sus senos

 

Sin embargo aquella muchacha también tenía límite

 

 

La linfa que fluía en la aurora                                                             

y el pecado escurrido de los pies a la cabeza

apenas le auguraban su derrame

Un venero desbordado

                                       en el fondo de la dorada testa                      

 

 

 

                                                                       *                                

Cómo olvidarnos del ciego y de su eco

que advertía tropiezos al chasquear la lengua

No lució desaliñado

No hizo nada impropio

Veía sin ver y una luz quebró su apócrifa mirada

mas las mujeres escondían los muslos

                                                                que él adivinaba

 

De los colores recordaba todo

De los sonidos

                         el del piano fue la infancia

Lleno era de conocimientos

y nadie resentía su juicio de la divinidad

 

Entonces

                 transitaba los territorios del recuerdo

y en las aguas flotaban otras materias residuales

pero 

         la  balsa del profeta llegó a su corazón

 

Recorrimos las clínicas

los ambulatorios

los bancos de ojos y de sangre

en busca del revelador de imagen

 

Entre todas

                     apenas una dispuesta a cooperar

aunque ella misma requería atender su aborto

                                                                            su cansancio

y el invidente la guió por las tinieblas de la depresión

con palabras de deseo

 

En la soledad sabatina                                      

                                       camino al dormitorio

yo imaginaba su talante inerte

y el bastón cruzando la alameda

 

Ahora

           cuando paseo por el sendero

en la aglomeración de sombras

ahora

           cuando el pasado se funde

en la imperfección de las rutas

ahora

           la silueta de caderas recias y senos de manzana

pule las uñas de los académicos

clasificada como caso excepcional y divertido

Ahora los dos se encuentran

                                                en un paso de gato de las nubes

y lanzan acertijos insolubles

 

 

 

                                                                       *

El antiguo sanatorio se hizo de una santa

 

Los pasillos no guardan registro de los pasos de mis viejos

asolados por carencias hormonales

y la inconstancia del calcio

 

En los jardines

                         rosas antiguas abren los labios al sereno

amagadas por el golpe de gracia del jazmín

 

Entre camas de metal

atado a barandillas

                                un paciente se beneficia con el suero

y antibióticos de amplio espectro

No sé si el tomillo ayudará a mis bronquios esquilmados

por el polen y el granito

pero la sombra de la mujer recién llegada

es un rastro de pies que ignoran el camino

 

Hoy importa la calidad de la muerte

                                                           en el terreno de la beata

la posibilidad de los milagros

y mejorar la perspectiva de lo eterno

 

Camino al patíbulo

los campesinos esperan la sentencia clínica

o responden cuestionarios de salud

 

Entonces la santa vigila y pone todo en su sitio

la carrera del polvo

el perfume de la noche

la sonrisa del Capitán del cielo

y el hedor del contribuyente involuntario

recordado en el tiempo de los vivo

 

 

 

                                                                       *

La putrefacción nocturna llega al cuerpo

Las entrañas se doblan en sí mismas

y la cólera también

 

No alcanzo la majestad de la bestia

                                                           tampoco su furor

El cuerpo tolerante

                                busca a tientas

                                                           el placer

 

Ahora le interrogo si valió la pena el goce

y responde que sólo eso le mantuvo

Ahora recuerdo el timbre de su voz

en el redoble

                       que acomete el gran suceso

Ahora le insisto en la pesquisa interna                                                      

y en la idea

 

Por las ascuas del sueño

la memoria baja del torrente

pierde los pasos

y observa las membranas infectadas

 

Así vuelve al silencio

y al amanecer

                        el óxido opaca la vidriera de los ojos

 

Esta es la frontera de mi carne

                                                   le respondo

y el muro sostiene la existencia

y la imaginación avanza a la estación de invierno

 

 

 

                                                                       *

Cuánta aflicción puede mancillarnos

                                                     

Cansa la espera en el portal

la multitud donde no ocurre el encuentro

Cansa al cuerpo la vigilia

la flama insatisfecha por tanto mandamiento

la singladura cotidiana

y cansa el misterio del clima

su asfixia

                o la voluntad del manto níveo

Cansan los fallos

                             la hilvanada casualidad

y la muerte por iniciativa personal

 

Cuánta tortura                          

                         no es asunto de suicidas

es fábula tozuda

                            porque la verdad se nubla

 

Casi al abordar

en el último andén

                               o en la antesala

los obreros terminales alivian el peso

pulen su memoria

                              para eludir la ira de sus beneficiarios

 

 

Luego

           esa descarga en los párpados viene con el fresco

esa tranquilidad de los rayos vesperales                                         

ese delirio social de la filantropía

ese pulso extraviado

                                   diferente al bullir de la palabra

 

Pero están allí

                        la curiosidad y el  guiño

vistos tras las gafas

en butacas de teatros vacíos

 

Otros labios

                     quizá

                                son añorados

y apenas queda tiempo para deletrear

y esa restricción no es de los huesos

ni de la esponja cerebral en riesgo

ni del rigor de las extremidades

sino de la intemperancia del tiempo

 

 

 

 

                                                                       *

Qué te impide matar

                                  preguntó el padre al cazador bisoño

al golpear la aguja el percutor

y el proyectil silbaba dentro del cañón

y el plomo atravesaba el viento estanco

y la carne reventaba con pérdidas irremediables

al entrar la muerte a saco

y tomar por asalto al animal

 

Después

                una sensación de finitud invadía el cuerpo del joven

 

Qué te impedía aceptar el consejo de los dioses

eficaces en dosis frecuente hasta la llegada del vahído

 

Y después de tantos años

la interrogante sigue suspendida

 

No se alarme

                       ilustra el consejero

al reducirse el ritmo cordial

donde las fibras rugen por el asma

 

Pero es el recuerdo del disparo

alojado en la gaviota

el que vuelve

como la frase de mi padre apoyado en el encino

en tanto el humo de las hojas aromatiza un sueño

y él parte

                 otra vez

con su abrigo grueso bajo el relente de diciembre

en la oscuridad de mi mente

 

 

 

                                                                       *

Ha perdido las vénulas

dijo el mendigo culto a los padres del herido

 

El riesgo es alimento

aunque las causas de la mancha azul en el anémico

y la estadística de la vida

son insuficientes                                                                             

                             concluyó el disertador

 

Los polos del planeta eran los brazos de la madre

y el niño se limitaba a respirar sin convicción

Fue el momento de ver señales en el iris

cíngulos y meteoros nimios

al fundirse el marcapaso con voces en el cuarto blanco

y ya no sintió nada

y se desentendió del cuerpo

sólo en el atrio

el harapiento aún daba consuelo a los transeúntes

y merecía la gracia del Todopoderoso

 

Hablemos por ello de cuánto resiste la materia

siempre sujeta al pronóstico de los hechiceros

y al tratamiento de las mujeres sabias

 

Pensemos en los malestares

en la pena incontenible del silencio                                    

                                                                                               

 

Pensemos en nosotros mismos

                                                    si se quiere

en el vecino de cama

vacío de secretos vesicales

apesadumbrado por constante gozo

llevado hasta su lecho de sábanas rotas

donde las cuitas le corroen

y nada dice para no aceptar presencias parcas

 

Hablemos de los mensajeros de la ciencia

al llegar disimulados sacerdotes y óleos

para reconfortar la atrofia

en la despedida que hace de las vísceras un circo

 

Por qué no hablamos de eso

 

 

 

                                                                       *

Uno puede imaginar de quién es la voluntad

si la higiene solar llega a la piel

 

De quién

                el impulso para abarcar la hora

y los presagios

 

De quién

                la vehemencia de los cuerpos juveniles

atados a sí mismos

en medio de la tormenta

 

De quién la voluntad al ver tus ojos

el propósito de no enmendar pasiones

y el hambre de tu esencia declinante

 

De quién

                el desasosiego

Y esa ansiedad que cruje en el pecho

en la cuaderna antigua

                                       de quién es

 

De quién la soledad de aquel estío

prolongado hasta el otoño

con la misma percepción del tiempo bonancible

apenas limitado por la realidad de piedra

 

De quién la aventura

la sordidez del sueño

la tentación y los ultrajes

 

Dónde los límites del espíritu

                                                inquiría el navegante

y sin respuesta regresó a mal puerto

marchito por la ausencia del océano

 

 

 

                                                                       *

Era una mañana de domingo

y el día atracaba pudoroso en la ventana

 

No preguntamos por el alma

preguntamos por nosotros

Todo lo poseído estaba allí

ignorados por el Espíritu Santo

 

Entraron las campanas

con el árbol del vecino

porque éramos dueños de la arcilla

 

Los ritos domésticos se amotinaron

mas no restringimos el acceso a nuestro ser

ni apareció la Segunda persona

 

Luego

            vino la vaguada

y fue vista el alma

caminando por la playa

 

Con un canto

el sol se puso al centro

 

Así lo supimos

                         la disputa iba a venir

en la semilla                                                                                

                      y los vicios consumados

 

Acaso la mente es el ánima

                                              aludiste presurosa

mientras tu cuerpo tierno caía en cama

 

Un aire narcótico bajó

y se disolvían los bienes y entornabas los párpados

Yo te veía igual a la primera vez

cubierta por la ferocidad del verde

y las naos a vela surcaron de nuevo la corriente

 

Después

                anticipamos el mordisco del tiempo

a nuestros cuerpos

antes del óbito y la caída

 

 

 

                                                                       *

Confiesa que temes perder el cuerpo

por vagar en la orilla de los ríos

Confiesa que dejas huella en las baldosas

y el miasma desciende al remolino

en una dualidad

Confiesa que la perla de la ostra

conserva el grano primigenio

Confiesa cómo el susurro del aliento

silba en la textura del espanto

Confiesa haber oteado la grieta

para avistar el avance del olvido

el corto pabilo que incinera las alas

entre rayos clavados en la pupila de los santos

Confiesa que nunca hubo tal revelación

y expandir la conciencia es tu forma de sanar

y sustraer la emoción en el contrario

Confiesa el recorrido

y aguarda humillado la llegada del perdón

 

No te despiertes más

 

 

 

 

Poemas dispersos

 

 

Albamar

 

 a la memoria de Fernando Ferreira de Loanda

 

Albamar es sitio conveniente

para hacerse de moneda antigua

y verla circular en nuestros sueños

Hay figas

herrajes de una puerta imaginaria

clavos de la Santa Cruz

y ganas de hacer nada alrededor del kiosco

 

Arriba

         con el fragor de platos en cascada

los comensales trinchan frutos

Armados crustáceos enfurecen

sobre valvas

y la tinta de los pulpos se hacen oda

 

Coleccionistas de domingo yerguen la testa

en busca de arroces y mandioca

mientras

ojos de pescado en las neveras

testimonian la pureza de los tragos

la marea creciente de un gol del Fluminense

la sonrisa imaginada por Vinicius

 

Apenas perceptibles en el hemisferio sur

cuando octubre completo

arroja su entraña en la Bahía de Guanabara

Apenas la memoria desliza un verso

escalera abajo hasta la plaza

donde aguarda una nostalgia

                                               sin interés compuesto

segmentada con equidad

en treinta más un gajos

 

 

 

 

El sabor de Dios

para Gonzalo Rojas

 

Provisiones para el cuerpo

y la ración de luz

llegan como la malicia

desde el centro de nuestro corazón

 

Baja el jugo de malvas

 por tu pecho

y ejercitas en él palabra y cólera

 

Una sandalia en la arena

                                          un siseo que nos recorre

pero ignoramos si toda  estación tiene manjares

Sabemos

               sí

de la desolación de dos mujeres

de sus alforjas con plata

 

Sabemos de caracolas

       arrancadas con barreta

de insectos adobados sobre salsa de hoja santa

y sabemos del bronce

al abrir paso en las entrañas

mientras un vino del color del mundo

cae en el cuenco de tus manos

 

Sabemos del aliento misericordioso

que hace la marea de las ciudades

y sabemos tanto de lo no importante

 

“Hábleme usted seriamente”

                                             reclama el emigrante

para extender manojos de cilantro

sobre el lecho

 

Luego

          la cópula de las especies

sobre la tarde escarnecida

tiñe la mesa de sangre y la llena de sabores

 

“Traiga pan de muerto”

                                     demando

“Por supuesto”

                       se escucha decir en el María Sabina

y vuelves tus ojos de bosque sobre mis heridas

y preguntas si tienen algo con el sabor de Dios:

“Por supuesto”

                        te responden

“Por supuesto”

 

 

 

25 de noviembre

 

Cuando el año quiebra la cintura

y los desastres interiores

ilustran nuestras vidas

la familia Tanaka recorre el estero

                                                      y todo el 25 de noviembre

 

Mishima preparó su muerte el mismo día

Para ello:

               abrió obsesiones por el bajo vientre

               y entregó su inteligencia a la decapitación

 

La familia Tanaka cumple con sus tradiciones:

rescata las pequeñas especies

respeta la vejez

y no aspira al coraje del séppuku

Adopta fábulas menos terribles

                                                  y duraderas

Procura leer poco a Mishima

 

 

Datos vitales

Jorge Ruíz Dueñas nació en Guadalajara en 1946, pero arraigado desde su infancia  a Baja California, es poeta y narrador. Hizo estudios de posgrado en la Universidad de Oxford, Inglaterra. Ha sido secretario técnico del CONACULTA; director de Tierra Adentro (nueva época), del IMER y de Talleres Gráficos; gerente general del FCE y director general del Archivo General de la Nación. Es Autor y coautor de quince obras de carácter académico y del libreto Tierra final (cantata para soprano y orquesta de Daniel Catán). Mereció distintos reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía Manuel Torre Iglesias 1980 por Tierra final, Premio Nacional de Periodismo en divulgación cultural 1992, otorgado por el Gobierno de la República. Premio Xavier Villaurrutia 1997 por Habitaré tu nombre y Saravá. Ha publicado el volumen de cuento Las noches de Salé, los libros de ensayo Tiempo de ballenas, Cultura, ¿para qué? Un examen comparado, la novela El reino de las islas y los poemarios: Espigas abiertas, Tierra final, El pescador del sueño, TornaviajeAntología pessoal, El desierto jubiloso, Guerrero negro, Habitaré tu nombre, Saravá, Carta de rumbos 1968-1998, Celebración de la memoria, Cantos de Sarafán.

También puedes leer