La Revista Trilce y la Poesía Chilena en la década de los 60. Aportes y Aperturas

Omar LaraEl poeta y editor chileno Omar Lara nos presenta una crónica sobre la labor de la revista Trilce, hoy fundamental para comprender la poesía latinoamericana, durante los años sesenta.

 

Una tarde marzo de 1964, una barca destartalada al mando de un botero al que bautizamos desde el primer día como Caronte, cruzó el río Calle Calle, que une (o separa) la ciudad de Valdivia de la Isla Teja. Luego de ascender un sendero empinado y abrupto cuatro jóvenes estudiantes universitarios se encaminaron hacia una oficina minúscula aledaña a la Facultad de Filosofía y Letras, y se encerraron en una confabulación poética que, luego de unas dos horas de dimes y diretes con la historia de la poesía chilena, con las ocurrencias literarias de la provincia cuna de Camilo Henríquez  -fundador del periodismo chileno desde su Aurora de Chile-  de quienes son y no son en las letras de la república pero, sobre todo, de la necesidad, utilidad o sentido de reunirse y organizarse de los poetas, concluimos que sí era necesario, que sí era útil y, por cierto, tenía sentido agruparnos y proyectar nuestra acción. ¿Qué acción? Nada sabíamos al respecto, por lo cual continuamos nuestros altos y elocuentes diálogos otras dos horas más. Nació así el Grupo Trilce de Poesía, no sin antes protagonizar una enconada lucha con la facción, liderada por Claudio Molina, que intentó bautizar nuestro Grupo como Taller. Grupo Taller. Personalmente ni intenté siquiera tomar muy en serio esta proposición. Ocurre que un año antes, en Temuco, yo le había jurado solemnemente a mis amigos poetas Juan Irarrázaval y Carlos Muñoz que al año siguiente, al regresar a la Universidad Austral, donde era alumno reciente de la Escuela de Castellano,  yo formaría un grupo de poesía y ese grupo se llamaría Trilce. Nada que hacer entonces. Creo que constituyó el único, el único golpe de autoridad (sin tener ninguna autoridad) que me permití ejercer en los dominios trilceanos. Mis compañeros de aventura se llamaban Enrique Valdés, el ya mencionado Claudio  Molina, Luis Zaror y un quinto que después de 1973, y sin ponernos de acuerdo, optamos por no nombrar nunca más. En todo caso este personaje que después del golpe militar apareció  firmando sus crónicas periodísticas como “corresponsal en guerra” y vestido de uniforme, cuentan algunos testigos, se retiró del Grupo ese mismo año de 1964. Fui elegido Presidente del Grupo y Director de las Hojas de Poesía Trilce, antecedentes de lo que un año más tarde sería la Revista de Poesía Trilce, en el formato que  mantiene hasta ahora.

            Enrique Valdés me acusa permanentemente de ser el único Presidente vitalicio que va quedando en el país y propone, cada cierto tiempo, la realización de elecciones. También, inevitablemente, se le retruca que las condiciones no están maduras para tamaña circunstancia.

            A los pocos meses de nuestro nacimiento, y mientras preparábamos la publicación de nuestra primera antología, invitamos a integrarse a Carlos Cortínez, a la sazón un joven secretario general de la Universidad. A comienzos de 1965 quien tomó su puesto en el seno del grupo fue Federico Schopf, un también jovencísimo profesor de estética. Y formal o informalmente, circulaban muy cerca nuestro Juan Armando Epple y Walter Hoefler, y desde Santiago viajaba para trabajar a la par de nosotros el poeta Waldo Rojas.

            No teníamos sede, no teníamos un reglamento, no teníamos libro de registro ni de actas, no pagábamos cuotas, no firmábamos nada. Los límites de ser y no ser de Trilce eran vagos y sutilísimos. Recuerdo que una vez, en la bella plaza de Valdivia, me encontré con Carlos, Carlos que podría llamarse Luis, Wladimir o Humberto. Me saludó, me detuvo perentoriamente y me dijo: sabes, Omar, he decidido ser de Trilce. Recuerdo que tal decisión –por unipersonal que fuera-  no me sorprendió. ¡Por supuesto! ¡Bienvenido! Eres de Trilce, por qué no. A muchos de nuestros profesores, muy jóvenes, casi coetáneos nuestros, los considerábamos miembros de Trilce  por el simple hecho de colaborar en la revista o mirarnos con benevolencia y simpatía.

            Así recuerdo a Jaime Concha, Eugenio Matus, Guillermo Araya, Gastón Gaínza, Grínor Rojo, Carlos Santander, Juan Guido Burgos. Y desde la barricada de la Universidad Técnica del Estado y la Biblioteca Municipal, el imbatible Carlos René Ibacache.

            Fue Jaime Concha quien escribió el prólogo de nuestro primer libro, audazmente publicado antes de cumplir ni siquiera 8 meses de vida: Poesía del Grupo Trilce:

  

     ¿Poesía universitaria?

     Ningún contrasentido y, por tanto, ningún escepticismo.

     Porque en el fondo de toda escolaridad permanece latente

     la antigua skholé, el ocio creador, ámbito de juego y vida,

     a la vez.

     El surgimiento de la palabra poética en la provincia –mundo

     casi siempre taciturno- es un gesto insólito que debe justipreciarse

     en todo lo que merece.

     Trilce no teme a nada. Huye de las mutuales donde se juega al cacho,

     abre de par en par la imprenta, descerraja burocracias, entra en

     la casa de los profesores y les quita sus anteojos, reparte libros,

     cruza el río, distribuye tareas a los holgazanes y escribe poemas:

 

               con celeste voz y con zapatos húmedos.

 

     Sólo conocemos lo que vemos nacer, dijo Vico y repitió Ortega.

     Hemos visto nacer a Trilce y lo hemos visto crecer rompiendo

     todos los récords biológicos.

 

            Ya en la década de los setenta apareció en la ciudad un escritor conocido y prestigioso, Luis Oyarzún. Venía de ejercer como agregado cultural de Chile en Nueva York, y en la Universidad fungiría como profesor de filosofía y estética, también como Director de Extensión Cultural de la Universidad Austral. Uno de los últimos recuerdos del Trilce grupal me instala en un automóvil de la universidad, apretujados en su interior Luis Oyarzún, Enrique Valdés, posiblemente Federico Schopf y yo mismo. Vamos tal vez a La Unión, o a Río Negro o a Lanco. Allí leeremos ante un público heterogéneo, escéptico, aburrido, indolente pero respetuoso, y de pronto cautivado mágicamente por la presencia, el tono y la palabra de ese caballero mayor, de cabello blanco peinado descuidadamente, el más joven de todos nosotros, dirigiéndose a la sorprendida audiencia en un lenguaje de exquisita cortesía y comprensión. Luis fue nuestro último compañero de grupo en Valdivia. Con él organizamos el Encuentro Ocho Años de Trilce, y de Luis surgió la iniciativa de integrar a la celebración una Exposición de Escritores Pintores, donde participó el mismo Oyarzún, Enrique Lihn, Walter Hoefler, entre otros.

            De Luis Oyarzún podríamos seguir hablando infinitamente pero sólo digamos, por ahora, que el Premio de Poesía Trilce, instituido por nosotros en 1972, y que aspiraba a una periodicidad anual, se llamó a la muerte de Luis, precisamente a finales de ese año, Premio de Poesía Luis Oyarzún. Luis había formado parte del jurado del Primer Concurso, junto a Enrique Lihn, Grínor Rojo, Waldo Rojas y quien escribe estos recuerdos. Ese premio, el primero (y único) lo había obtenido el poeta Manuel Silva Acevedo, con su grácil y poderoso  libro Lobos y Ovejas, que debía publicarse en el curso de 1973. No se pudo. Es una de las tareas pendientes de Trilce. Otra tarea pendiente es el Encuentro de Escritores Cocineros, que al momento del golpe pinochetista estaba en plena gestación. La idea era instalar el encuentro en un lugar rural, provisto de cocina a leña. Cada autor-cocinero presentaría una proposición de trabajo total: desde el aperitivo al bajativo. Consumido el condumio, un foro riguroso discutiría y evaluaría lo comido y lo bebido. Recuerdo que Grínor Rojo empezó un rápido curso de cocina con la notable maestra Valentina Vega. Él quería estar sin falta presente en el encuentro y muchos amigos escritores también. Es otra tarea pendiente, lo repito. Muchos amigos escritores rumanos y españoles, con quienes compartí más tarde la idea, reaccionaron con impresionante entusiasmo. Pero este encuentro aun está en la lista de tareas pendientes.

 

Ya lo dijimos: Trilce nace en 1964.

“De aquel tiempo que precedió a los orígenes de Trilce puede decirse todo, menos que fuera una época tranquila”, escribe Luis Bocaz en un trabajo dedicado a los primeros años del Grupo. Y continúa: “Cuando se tienen dieciocho o veinte años y una mañana uno se despierta con la noticia que la guerra termonuclear puede estallar en el Caribe y que puede destruir el sueño de aquellos jóvenes ya mitológicos y aniquilar de paso a la humanidad –estamos en octubre de 1962- uno tiene el derecho de preguntarse por el sentido de muchas cosas. Entre otras de la poesía. Y también se tiene el derecho de desayunar, en las mañanas, con sospechas fundadas acerca de la sociedad”.

             En ese marco político mayor: la Revolución Cubana y otros movimientos de liberación en Perú, Centroamérica, Bolivia; una izquierda fuerte y abarcadora en Chile, la Reforma Universitaria que se desencadenaría con fuerza en 1967 en nuestro país,  es que surge a la vida cultural chilena el Grupo Trilce. Pero detengámonos por ahora en los límites más íntimos de esos tiempos, el de las almas y callejuelas valdivianas.

            Un profesor recién llegado a la Universidad Austral escribió en el dintel de su casa, con grandes y provocadores caracteres: Valdivia vive en 1950.

            Valdivia era una ciudad apacible, tal vez demasiado apacible. Aunque nosotros, jóvenes y derrochadores de vida, esperanza y ansiedades, pensábamos que ocurrían muchas, muchas cosas. Claro, en mi caso se entiende: yo venía de Nueva Imperial, un pueblito soñoliento de no más de 20.000 habitantes.

            La creación de Trilce no pasó inadvertida. Provocó, incluso, suspicacias, sospechas de alto vuelo. Nadie, o muy pocos, entendía esto de Trilce, una palabra extraña, misteriosa y,  para algunos, peligrosa. Corrió la voz que se trataba de una organización anarquista, de oscuras maquinaciones y sostenida desde el extranjero. Corrieron muchas voces. La opción sostenida durante más tiempo fue que Trilce era la contraseña de una secta internacional de homosexuales y la palabra era el santo y seña para abrir oscuras y poderosas puertas en cualquier lugar del mundo. Precisamente en esos días arribó a Valdivia una delegación de cineastas de italianos, de Cinecitta, y que, por alguna razón, compartieron con nosotros algunas veladas. Esto acrecentó fuertemente las sospechas. Según los comentarios, bastaba llegar a una ciudad (Buenos Aires, Londres, Bruselas, Copenhague, Los Ángeles, por nombrar algunas) y, pronunciando queda ente la palabra Trilce se abrían rápidamente las puertas de una organización fastuosa y temible.

             También, y todavía, me llegan invitaciones que proceden de universidades u oficinas oficiales de cultura que me otorgan un título no subestimable: Omar Lara. Director de Tricel. Tricel es el máximo tribunal electoral chileno.

            Al margen de insinuaciones, sospechas o reproches, el Grupo Trilce organizó, en abril de 1965, el Primer Encuentro de la Joven Poesía Chilena. “Insólitamente”, el Encuentro estuvo dedicado a saludar y revisar la obra de los poetas de la generación inmediatamente anterior, la que se ha dado en llamar “de los 50”.

            Invitamos a Enrique Lihn, Miguel Arteche, Efraín Barquero, Jorge Teillier, Armando Uribe Arce, Alberto Rubio y David Rosenmann-Taub. Estos dos últimos prácticamente arrebatados a las sombras y a un olvido prematuro e injusto. De David Rosenmann incluso se dudaba de su existencia y muchos sostenían que se trataba de un heterónimo de Armando Uribe. Hoy David Rosenmann es un poeta de indudable vigencia y jerarquía y desde Nueva York, donde reside, despliega una intensa actividad creativa y comunicacional. Uribe Arce, por su parte, proclama a los cuatro vientos y desde hace tiempo que se trata del mejor poeta de la lengua española de las últimas décadas.

           Ese primer encuentro fue, entonces, una muestra de respetuoso y encarnizado saludo, también una acción de rescate, además de una apuesta por la ética y la estética de lo que siempre he dado en llamar la tradición en la poesía chilena.

            El esquema del encuentro fue así: siete poetas invitados y siete críticos que oficiaron de presentadores previo a la lectura de poemas y a la discusión posterior. Entre los críticos o presentadores figuraron Luis Bocaz, Jaime Concha,  Alfonso Calderón, Jaime Giordano, Floridor Pérez, Armando Uribe (en doble función) y Hugo Montes.

            Como poetas testimoniales de la llamada generación del 38 fueron invitados Braulio Arenas y Gonzalo Rojas. Y entre los jóvenes, coetáneos del Grupo Trilce, además de éstos llegaron a Valdivia los poetas Hernán Lavín Cerda, Waldo Rojas, Jaime Quezada, Oliver Welden, Alicia Galaz, entre otros muchos.

            En la Bienvenida a los poetas pronunciada por el eminente ensayista y catedrático Félix Martínez Bonatti,  Rector de la Universidad Austral, le escuchamos:

 

   Lo que en este silencio oiremos decir a los poetas no puede ser anticipado

   por nadie. Tampoco por ellos.

   Ellos son los que tienen el sentido más agudo. Desde la alquimia subterránea

   de nuestra existencia, en la que se confunden la naturaleza, los tiempos, los

   sueños, los azares, escuchan los poetas las remotas mutaciones de la vida. Y

   las dicen, sin embargo, nombrando cosas de todos los días, usando las

   formas de antiguas quejas. Porque lo insondable mismo, claro está, no aflora

   sino que sólo resuena en las palabras y cosas del canto del poeta.

 

            El libro Poesía Chilena 1960-1965, aparecido bajo el sello Ediciones Trilce, recogió los trabajos leídos y comentados en esa ocasión.

             El Segundo Encuentro de la Joven Poesía Chilena se celebró en 1967. Esta vez los invitados centrales fueron los poetas de la generación de los 60, o promoción emergente o grupo de grupos o generación de Trilce, como se le llamó indistintamente. Cada poeta invitado debía leer, además de su poesía inédita una autopresentación o Poética personal. Participaron esta vez: Gonzalo Millán, Jaime Quezada, Floridor Pérez, Luis Antonio Faúndez, Ronald Kay, Hernán Lavín Cerda, Waldo Rojas, Oscar Hahn (que al final no pudo viajar) y los dueños de casa Carlos Cortínez, Enrique Valdés, Federico Schopf y Omar Lara. Como moderador general y director de debates fue invitado el crítico Luis Bocaz.

            El nr. 13 de la Revista Trilce acogió los trabajos de nuestro Segundo Encuentro. Lamentablemente se dispersaron los apuntes que recogían los intensos y a veces apasionados e implacables diálogos y debates  que se originaron allí. Dijimos entonces en las palabras prologales:

 

   La última promoción de poetas chilenos se reunió en Valdivia en abril de

   1967, convocada por Trilce al 2do Encuentro Nacional de la Poesía Joven.

   En el primero de estos Encuentros, realizado también en Valdivia, en 1965,

   habíamos centrado nuestra atención en la obra de los poetas de la

   generación del 50. En esa ocasión escogimos los siete más

   representativos, ,escuchamos  sus versos más recientes y analizamos su

   obra conocida. La antología “Poesía Chilena: 1960-1965” recogió tales

   textos. En esa época nuevos  nombres se insinuaban. El volumen

   citado reveló, secundariamente, sus  voces, muchas de ellas inéditas.

   Hoy, la promoción de 1965 ha crecido, por lo menos en años de actividad y

   está, en consecuencia, mejor perfilada. Sería prematuro, sin embargo, entre

   poetas que no entregan aun su obra definitiva, seleccionar a los mejores. No

   es imposible que entre los llamados de esa hora no se encuentren los  

   escogidos de mañana. No importa. En el interior de cada lector se verifican

   las rectificaciones finales.

   No certificamos a nadie. Invitamos, simplemente, a Luis Antonio Faúndez,

   Óscar Hahn, Ronald Kay, Hernán Lavín Cerda, Gonzalo Millán, Floridor

   Pérez, Jaime Quezada y Waldo Rojas. Ellos y nosotros, los de TRILCE

   (Carlos Cortínez, Omar Lara, Federico Schopf y Enrique Valdés) durante

   tres días de diálogo inmisericorde, moderados –o, mejor, estimulados- por

   Luis Bocaz, leímos nuestros versos y pretendimos explicar –y explicamos-

   nuestra relación con la poesía.

 

            En 1972 celebramos los 8 años de Trilce. Hubo, además de poesía, música (Américo Giusti había formado el Cuarteto de Cuerdas Trilce) y, como ya lo señalamos en párrafos anteriores, una Exposición de Poetas Pintores, comandados por Luis Oyarzún. Hubo también inquietud por la peligrosa atmósfera de amenazas y furias, intromisiones y advertencias turbias que se insinuaban en el país. No éramos ajenos a esa realidad, de ninguna manera.

             Vino lo que vino. El golpe de Estado de 1973 nos dispersó, nos exilió, nos torturó, nos asesinó. Nos cambiaron el país. Trilce no desapareció sin embargo. Con Juan Epple construimos desde las sombras y el desconocimiento momentáneo del destino de muchos, la primera Antología de poesía chilena pos golpe: Chile, poesía de exilio y resistencia. Se publicó en Bucarest, Barcelona, Moscú y Belgrado.

            En Paris, con la inspiración de Patricia Jerez y Luis Bocaz, se formó el Centro Cultural Trilce que, entre otras actividades, convocó a una sesión de música, pintura, fotografía y baile bajo el lema Los poetas y pintores cantan y celebran a la revista Trilce, en el célebre y prestigioso Trottoir de Buenos Aires.

            Héroes de esa jornada fueron Osvaldo Gitano Rodríguez, Luis Bocaz (eximio cantor de tangos y compositor), Irene Domínguez, Armando Cisternas (el prestigioso científico presentó una exposición de fotografías).

            La revista estaba siendo editada en Madrid al mismo tiempo que entrábamos a una fecunda etapa de ediciones de libros con su prima hermana Ediciones Literatura Americana Reunida. Uno de los números de Trilce recogió una lectura en honor de la revista realizada en el Centro de Altos Estudios Latinoamericanos de la Universidad de París –Sorbona- el 15 de noviembre de 1982. Estuvieron allí Juan Gelman, Jorge Enrique Adoum, Roberto Armijo, Juan Octavio Prenz, Osvaldo Gitano Rodríguez, Waldo Rojas, Patricia Jerez, Orlando Jimeno-Grendi, Omar Lara, Galo Luvecce, Gustavo “Grillo” Mujica, Felipe Tupper. Y Luis Bocaz, que habló de Trilce y presentó a los poetas.

            Colaboramos, organizamos, apoyamos decenas de encuentros, lecturas, publicaciones, acciones de solidaridad. Entre ellos los emblemáticos Encuentros de Rotterdam, bajo la batuta de Hugo Bascuñán.

             Pero ésta, siendo la misma, es otra historia.

 

 

Valdivia-Concepción 2009.

 

 

 

Datos vitales 

Omar Lara (Nueva Imperial, Chile, 1941). Además de su obra de creación literaria –que comprende una veintena de libros, entre ellos Los Buenos Días, Serpientes, Memoria, El viajero Imperfecto, Islas Flotantes, Vida Probable, Fuego de Mayo, Bienvenidas calles del Perú, Voces de Portocaliu, La Nueva Frontera, Delta, Papeles de Harek Ayun, – Omar Lara es traductor del rumano, labor que ejerce a partir de su exilio en Bucarest, entre 1974 y 1981 (exilio que lo llevó antes a Lima y luego a Madrid).  Editoriales rumanas, españolas, mexicanas, chilenas y peruanas han publicado varias de sus traducciones y una de ellas, El Ecuador y los Polos, de Marin Sorescu, mereció el Premio Internacional de Poesía Mística Fernando Rielo, Madrid 1983. Del mismo Sorescu en Mexico se publicó El Centinela de la Galaxia (2007). Lara es traductor de Mihai Eminescu, Al., Macedonsky,  Ion Barbu, Gellu Naum, Geo Bogza, St. A. Doinas, Ion Caraion, Marin Preda, Eugen Jebeleanu, Maria Banus, Dinu Flamand, entre otros escritores rumanos. Algunas  distinciones recibidas por el poeta son el Premio Casa de las Américas (La Habana, 1975), la Beca de Creación John Guggenheim (1983), la Medalla Mihai Eminescu, que concede el Gobierno de Rumanía (2001), la Medalla Presidencial Centenario Pablo Neruda (2004).  En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Fernando Santiván, el Premio Casa de América de Poesía Americana (Madrid) y el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Trieste (Italia). Lara es fundador del legendario Grupo de Poesía Trilce (Valdivia, 1964) y hasta hoy Director de la Revista TRILCE. En tal calidad recibió el Premio de la Sociedad de Escritores de Chile (2006) que conceden los ex-presidentes de la entidad. En 2009 fueron publicados sus libros Foto&Grafia (Chile), Vida, Toma mi Mano (Cuba), Argumentos del Día. Antología Personal, (México), La tierra prometida (España) y Prohibido asomarse al interior. Antología (Chile) En junio de 2009 recibió el Premio Internacional Ovidio de Traducción de la Unión de Escritores Rumanos.

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