Brasileirismos: ensayos sobre literatura brasileña

Pintura- Víctor ArrudaDaniel Orizaga Doguim (México, 1983) inicia, con este texto introductorio, una serie de ensayos sobre literatura brasileña, tan próxima a la tradición literaria mexicana. Daniel Orizaga Doguim es miembro del Consejo de Redacción de la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea (UT El Paso/Eón) y autor de Minuta: ensayos sobre literatura (2007).

 

BRASILEIRISMOS

 

Quien no tuvo heredad

Y nombre apenas,

En ti encontró la mar,

Brasil y las arenas 

Hugo Vidal

 

 

Brasil nos es ajeno: la lengua, el espacio, sus atributos esenciales. Pero contamos entre nosotros con lectores inteligentes—casi diríamos, heroicos—que nos lo han hecho visible, deseable. Recordemos, por ejemplo, que Alfonso Reyes se establece en Río de Janeiro como embajador de México en Brasil. Su voracidad “ecuménica” –así se le ha llamado— encontró un exquisito manjar para saciarse. Los Romances del Río de Enero (1933), cuentos impecables como “La obrigadinha” o la “Fábula de la muchacha y de la elefanta” (1938) son testimonios a veces desconcertantes de una cercanía que no se ha repetido. Otros después, como José Vasconcelos—leamos su Raza Cósmica—no supieron obtener los beneficios del ambiente y espíritu brasileños. Octavio Paz tiene otra historia: fue traductor inicial del poeta portugués Pessoa—vía el francés—por un lado, y por otro acudió a la cita latinoamericana en el reconocimiento de las coincidencias con ciertos movimientos, como el Concretismo y su relación con Haroldo de Campos. Los experimentos se dieron y los buenos saldos pueden apreciarse.

 

Esa “ajenidad” ya ha sido discutida, lamentada y convertida en lugar común. No nos rasgaremos las vestiduras. Hasta el momento el Brasil (las letras brasileñas, la historiografía, la ciencia, la cultura y su arte, incluso el popular) se conoce en México fragmentariamente. No puede ser de otra manera, la vastedad propia del país impide un cuadro de conjunto. Lo “Hispano” parece obnubilarnos frente a lo Latinoamericano.

Pero el devenir ofrece “rimas históricas” como lo dice el mismo Paz, aunque sean “asonantes”. Nuestros modernismos son diferentes; Gutiérrez Nájera y José Juan Tablada—o en otro caso, Darío y Martí— no pueden identificarse con los poetas de la Semana del 22 en São Paulo. Nuestras vanguardias sí. Algunos han empezado a construir genealogías paralelas que se cruzan o intersecan. La historia continental ha tenido sus conjunciones y particularidades. Comenzar por las conjunciones nos hace ver que de la literatura colonial –Gregório de Matos (1633-1696) y Sor Juana—a la contemporánea –Raúl Bopp (1898-1984) y José Gorostiza—  nuestros tiempos y nuestras estéticas tienden a la correspondencia: encuentran vasos comunicantes.

Así sea “poco a poco pero inexorablemente” –Horácio Costa dixit— México y Brasil (y Portugal) se van acercando. Ciertos autores—curioso, algunos de ellos con las vetas lúdicas más evidentes— se encuentran en el gusto de los lectores mexicanos: Machado de Assis (1839-1908), “los Andrade”, rara coincidencia en el apellido– Oswald (1890-1954), Mário (1893-1945), y Carlos Drummond (1902-1987)—, Vinicius de Moraes (1913-1980), Clarice Lispector (1925-1977),  Rubém Fonseca (1925). Y claro, Guimarães Rosa (1908-1967), tan comparado con Rulfo.

            El interés ha sido recíproco por momentos. Conocida es la amistad de la poeta Cecilia Meireles (1901-1964) con un folclorista mexicano y su poema a los tacos, antológico. Érico Veríssimo (1905-1975) prolífico novelista escribió un volumen llamativo desde el título, México, historia de un viaje (1957).

             De Pero Vaz de Caminha (s .XV-1501), a Jorge Amado (1912-2001), a Lygia Fagundes Telles (1923), la literatura brasileña admite composiciones dispares, temas, preocupaciones y modos de habla que apenas vislumbramos; Brasil, un país que es un “continente mestizo” y, sobra decirlo, es el más diverso del mundo.

Quien traduce e interpreta requiere de una vocación para el fracaso. Lo que a cada uno atraiga del poema, lo que intente trasladar a la otra lengua es una elección privada –controvertible. Éste es un itinerario (“roteiro”) propio que no pretende ser ejemplar. El número de poetas comentados será arbitrario, aunque cada uno tiene un valor tienen que, espero, el lector sabrá atender.

 

Daniel Orizaga Doguim

 

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