El poeta: un nacido dos veces. Ensayo de Obed González

Obed González MorenoPresentamos, a continuación, un muy interesante ensayo del poeta Obed González (D.F., 1969). Mereció el “Premio Internacional de Literatura Areté 2010” que otorga la Asociación Onubense de Altas Capacidades Intelectuales de España, en el género de Ensayo y beneficiado con el “Premio Primera Convocatoria Colección Manual ediciones 2010”.

 

EL POETA: UN NACIDO DOS VECES1 

                                                                        

 

Desperté, vi que no era yo… me volví a dormir…

 

El presente escrito es parte del estudio de investigación (2007-2010) “La otredad y la poética”. Estudio realizado como argumento de apoyo a una tesis con relación al acto creativo.

 

El poeta: un nacido dos veces

  El asombro es la insistente necesidad de preguntar, la inexorable condición del ser hacia presenciar lo extraordinario para hallarse en la extrañeza, en la rareza ensimismada que se devela en la sublimación, aquella que se presenta como un instante que comunica algo de eterno. En ese lugar donde no existen sombras nos sucedemos al attónitus, nos deslumbramos al ser alcanzados por la luz del trueno y comenzamos a decodificar aquello que antes nos parecía tan mundano y sinsentido, logramos percibir lo profuso de la significación que constituye el estar vivos. Los lenguajes con los que diariamente los humanos nos comunicamos los sentimos más cercanos y por lo mismo sabemos también de su lejanía y presenciamos el vacío y la unidad. En ese estar y ser el asombro nos refleja como un Dionisios, aquel que conoce el infierno como un proceso para llegar al Olimpo y estar a un costado del Ser supremo. Nos miramos a través de él y comprendemos que también nosotros nacemos dos veces y reconocemos a Rea como el líquido amniótico que nos reconforta y cuida para ser incluyentes en este nuevo mundo. Nos quitamos la piel y cuernos para ser otros, la feminidad nos brota, conocemos el éxtasis, dejamos atrás la locura que nos llevó a los bacanales, aquellos que nos embriagan hasta nuestra propia destrucción avivando aquello que se encuentra en la oscuridad del inconsciente. Ya no somos errabundos perdidos dentro de los laberintos nuestros, extraviados como un bucéfalo que habitara entre las penumbras de la ignorancia, ahora somos libres porque dejamos de navegar en oscuros mares, ahora llegamos al asombro. Somos los hijos de la puerta doble, aquella que nos muestra esa dualidad: una creadora y conjunta y otra de devastación y egoísmo. Al nacer por vez primera nos sentimos perseguidos por lo desconocido, latigueados por lo femenino, no lo comprendemos, nos sabemos huérfanos de madre, de aquella que ante el asombro de saber por quien fue preñada se desmoronó en cenizas. Somos prófugos de nuestra propia significación femenina, porque la instrucción de nuestro padre a quien consideramos un dios severo y poderoso nos lleva por el camino del deber para alcanzar la gloria hasta caer en el mundo, desterrados del universo. En esa racionalización de todo cuanto se presenta frente a nuestros ojos nos perdemos aunados a la soberbia y la imposición como si fuese ese el último peldaño para alcanzar la gloria. Somos los retoños del engaño. Al igual que Dionisios bebemos del vino en nuestra juventud que es parte de nuestro primer nacimiento, porque deseamos ser libres o simplemente ser, pero no lo logramos y en una fiesta de máscaras nos introducimos en lo externo intentando ser nosotros sin conseguirlo y nos extraviamos confundidos en el amar tanto al éxtasis y la emoción hasta transformarlos en locura y angustia. El mundo nos parte e intentamos encontrar un sentido a nuestra existencia y nos sabemos vagabundos, extranjeros dentro de nuestro propio ser. En este proceso creamos el drama, la acción, el conflicto y bajamos al mismo infierno para encontrar a nuestra madre, nos convertimos en arqueólogos de nuestra propia historia. Nos oponemos al destino e intentamos encontrar los porqués de nuestra confusión y andamos sobre un terreno pedregoso, infestado de obstáculos que nos lástima y lacera… deseamos ser héroes. A través de este épico camino comprendemos que llevamos un algo de tierra y un tanto de etéreo, que somos barro repleto de espíritu.

Bebemos de la jarra de Andros y Theos, somos varón y semejanza. Llegamos al asombro, a la consciencia, sabemos cómo abrir y cerrar la puerta, volvemos a nacer.

En el trayecto hacia esta metamorfosis nos encontramos con mujeres y ellas nos llevan de la mano hacia los lagos donde nos reflejamos y reconocemos. Aquellas mujeres que están atrás de ese reflejo se trasfiguran en nuestro rostro y nos vamos juntos, dentro, para andar un camino armonioso donde comprendemos que no hay dolor y satisfacción más fuerte que el parir, porque ellas no necesitan transitar caminos pedregosos para alcanzar el Olimpo, ellas, las mujeres, son el mismo Olimpo. A través de las mujeres aprendemos y crecemos, nosotros transformados somos poetas, ellas… el poema. No somos como Penteo quien mira en las mujeres el éxtasis y la algarabía que conllevan consigo y no lo comprende, y se trasviste para lograr acercarse a aquello que desconoce: la naturaleza femenina. La venda del deber y la racionalización no le permite concebir su sentir. Él sólo es un espectador de aquello que lo atrae por su extrañeza donde su necedad es más terrible que la embriaguez misma. Este, es el hombre ordinario, porque no comprende aquello, porque para él lo que no tiene que ver con reglas y normas es lo otro, lo que no se puede explicar. Él es la antítesis de Dionisio, la contradicción. Dionisios al ser tocado por Hermes para ser cocido al muslo de Zeus también fue dotado por los dones de la interpretación, la comprensión de los significados, la decodificación de aquello que está al alcance de lo que no se puede medir, cuantificar, mucho menos probar a través de cánones o reglas. Lo que no puede hacer Penteo, Dionisio lo logra, que es decodificar aquello que se puede sentir, este entheo, este entusiasmo, este estar en Dios.

El poeta es vida y muerte dentro del mundo, es una cabeza bifronte que vive en éxtasis por ambos lados de ella y en medio lo que no se nombra. Ahí, gozamos al saber que la muerte es la amante de la vida que todo cual inventamos, construimos o creamos es para llegar ella con la convicción de que se experimentó intensamente este idilio. Estamos escritos con tiempo y verbalizados con actos, somos un escrito el cual su función última es la muerte apalabrada. La apalabramos antes de ser nacidos, somos dichos antes de ser orgasmo, y nos pensaron con palabras. De hecho, el Ser no Es hasta que haya dicho o escrito su última palabra.

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1 Fragmento tomado del estudio La poética y el poeta de Obed González

 

 

Datos vitales

Obed González Moreno nace en 1969 en México, D.F. Estudió la licenciatura en Ciencias de la Educación. Diplomado en la Escuela de Escritores de la SOGEM (Sociedad General de Escritores de México). Maestro afiliado al Instituto Politécnico Nacional. Escribe artículos literarios; periodísticos y pedagógicos para periódicos y revistas de México; Perú, Uruguay, Argentina, España e Italia, entre otros países. Ha escrito libros de poesía, cuento y ensayo. Escritos de su autoría están incluidos en libros de México; Perú, Argentina y España. Obtuvo el Segundo Lugar Internacional en el género de Ensayo en el “Primer Concurso Interdisciplinario de Arte 2007″, en Argentina con el estudio “La nota roja y policíaca en el Cine mexicano: Estudio sociológico de 100 años de Cine nacional”. Mención Honorífica en el “Primer Concurso Mundial de Poesía Erótica 2007″, en Perú y Finalista en el género de Cuento en el concurso “Poesía y microficción en España”. Han reseñado libros de su autoría instituciones educativas como: La Universidad Complutense de Madrid; La Universidad de Alcalá y La Universidad Autónoma de México. Ha publicado Hidrofobia, Otra vez los Perros y Muerte de tercera entre otros libros. Textos de su autoría han sido antologados en libros como: La luz que va dando nombre, Bendito sea tu cuerpo, en Perú, Eco de voces entre otros.

 

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