Sobre “Silencia” de Balam Rodrigo

Balam RodrigoEl poeta y ensayista Víctor García Vázquez (1975) reseña el poemario “Silencia” de Balam Rodrigo, uno de los autores más premiados en la poesía mexicana reciente. Fue Becario del programa Jóvenes Creadores del FONCA en el período 2009-2010. Forma parte del consejo editorial de la revista Tierra Adentro

Silencia de Balam Rodrigo

  

Amargo y espeso

 

En la última plática que sostuve con el poeta Balam Rodrigo, me expresó su discrepancia en torno al significado que se le atribuye al vocablo Soconusco. La mayoría de los diccionarios registran más o menos la misma definición; incluso, la enciclopedia de Internet más confiable, Wikipedia, lo define como “lugar de las tunas agridulces”.

Si atendemos a las características de la región del sureste chiapaneco nombrada Soconusco, no encontramos ninguna para asociar el significante con el significado; aunque sabemos que esta relación es arbitraria, no lo es tanto cuando hablamos de topónimos; sobre todo los de origen náhuatl.  

El Soconusco es una de las zonas  más fértiles y lluviosas del país; está dividida en tres subregiones: la altiplanicie de la sierra, las faldas de la sierra y la planicie costera. En ninguna de ellas es posible encontrar nopal, por tanto, es plausible que la duda de Balam, y ahora también mía, tenga fundamentos. Para nuestro poeta, la palabra Soconusco quizá era utilizada para nombrar al grano del cacao. No dudo que la intuición poética, la amplia información antropológica, biológica y lingüística de Balam sean elementos para cuestionar el significado que se le atribuye a esta región. Si la realidad ayuda a desentrañar el sentido verdadero de las palabras, no cabe duda que el Soconusco es la región del cacao, la tierra del chocolate. Allá todo es amargo y espeso, dulce y oscuro a un mismo tiempo.

Soconusco son las inmensas zonas cacaoteras que se pueden ver por toda la planicie costera; Soconusco los ríos que la mayor parte del año arrastran aguas rápidas y lodosas; Soconusco la densa vegetación que al mecerse imita al sonido de la marimba. Soconusco es la tierra de donde los Olmecas llevaron el cacao para convertirlo en la bebida de los dioses.

 Balam, que es un jaguar para las palabras no sólo en su poesía sino también en su diaria conversación, ha tirado una tarascada y ahora no le permitiremos recular, porque su rugido ya ha causado incertidumbre.

            Pero no estamos aquí para discutir la etimología de nuestro suelo, sino para comentar su libro Silencia.

 

Entre los bejucos de los árboles

 

Silencia es el cuarto libro de Balam. Al contrario de lo que se acostumbra decir en las presentaciones de libros, éste no es el último ni el más reciente; desde su aparición hasta nuestros días, el autor ha visto aparecer dos publicaciones más: Larva agonía e Icarías. El primero en una hermosa edición del Instituto Mexiquense de Cultura; el segundo es el poemario ganador del Premio Nacional de Poesía San Román (2007), otorgado por el estado de Campeche y publicado por la editorial independiente Literal en su colección Limón Partido (2010). Así que Balam debe sentirse como un padre que espera un parto normal y, a la mera hora, le resultan trillizos. Por lo pronto, vamos a atender al primero en ver la luz de estos tres.   

Es paradójico que, a pesar del gran palabraje que contiene, este libro de Balam se titule Silencia. Aunque quizá la contradicción tenga un sentido mucho más profundo que el que podemos apreciar superficialmente. El título me lleva a pensar que, si la creación es femenina, si la Dadora de vida, la gran paridora del Todo Universal es mujer, su antecedente debe expresarse también en femenino: Silencia. Nadie nos puede negar la oportunidad de especular que quizás en su lengua original el Popol Vuh iniciara diciendo: “Sólo Silencia e inmovilidad había bajo el bejuco de los árboles…” 

Aquí debo aclarar que no es gratuita la mención del Popol Vuh, porque de muchas maneras este libro de Balam hace referencia al libro sagrado de los mayas.

Silencia está dividido en nueve partes, como si cada una representara un nivel del inframundo. Cada fragmento inicia con la evocación de Silencia, referente femenino que no es necesariamente la amada o la mujer sino la Gran madre, la Engendradora, la hermusa como es nombrada desde el principio. Los nueve fragmentos constituyen un solo poema que bien se puede leer como la épica de lo que está antes del nacimiento, de la etapa previa al alumbramiento; es la pica que se hunde para conocer el espacio de la gestación:

 

Silencia la matriz del viento. Silencia la preñez de los pájaros. (:11)

 

En ese viaje al inframundo, el sujeto poemático es acompañado por ella, la animala, la pájara, la hembra misteriosa que es vida y muerte a un mismo tiempo. Su trino es celebración de la vida y signo del mal agüero. El yo lírico hace que nos enfrentemos a la dualidad, a lo contradictorio/complementario, un concepto muy frecuente en nuestras culturas indígenas; de esta manera, Silencia no es la ausencia de voz sino más bien la Voz que reproduce la visión del alba de la vida:

 

…cuando ave y nudísima respiras hondo, cuando vos ya no eres otra sino voz tejiendo la corazonez del mundo, cuando gota a gota escancias de saudades la jícara vacua de mis manos ausencias de ti, llorosas e infantas de ti, cual oquedad y salitosa llaga en mi palabra. (:26)

 

Ese viaje por los nueve niveles del inframundo tiene el propósito de lograr que la palabra germine. Para conseguirlo, el sujeto lírico y el referente poético se hacen uno solo; es decir,  en sentido estricto, este es un libro amoroso en la más pura acepción de la palabra. La amada es el eco de la voz de la amante y éste a su vez, es el silencio que se genera en los espacios de la voz de Ella:

 

¿He de nombrarte? ¿He de callar el eco de tu nombre? ¿Acacia desnuda, pájara de siete voces, flor de ámbar petalía? ¿He de nombrarte a oscuras? ¿He de callar: Oscura y mar ceniza la palabra, la tú, la innombrada, hermusa mía?

 

El sujeto lírico nace en la voz de la amada y muere en su silencio. Silencia, pues, es la épica de un Xibalbá amoroso, el lugar donde todo muere sólo para renacer, no de las cenizas sino de la voz; pero, al mismo tiempo, es un homenaje para aquellos autores que han dialogado con el silencio.

En el caso de un autor vivo y en plena etapa creativa es difícil de hablar de la mejor obra, lo que sí puedo afirmar es que sin duda se trata de su libro más consistente, el poemario que sedimenta las diversas búsquedas estéticas de Balam. En él, el poeta ha reunido poemas con una voz potente, ágil, cargada de emociones: el ritmo encantatorio nos envuelve en  una atmósfera ritual, mitológica y, por tanto, humana.

Con cada libro, este poeta nos deja en claro que su poesía nunca ha sido producto del aprendizaje de talleres. Más bien, creo que Balam es, en toda la extensión de la palabra, un poeta orgánico, un poeta cuyo origen son los almácigos, los campos labrantíos, los manglares y esteros de su infancia. No tanto por su formación como biólogo sino más por su experiencia, plena de trópico y de selva; de tierra negra y fértil. De ahí también que su poesía busque la horizontalidad. Analogía de la exuberancia horizontal del Soconusco, sus versos se mueven a ras de suelo. Ello no significa que el poeta no pueda ver hacia arriba, sino que la selva no le deja quitar la vista del horizonte.

Tanto en Silencia como en sus anteriores poemarios, Balam demuestra que es un poeta cuya vocación es el dialecto; por supuesto, particularmente el dialecto soconusquense. Sin embargo, debo aclarar que el dialecto no debe ser  entendido solamente como la variante geográfica, sino más bien como uno de lo mecanismos más efectivos para preservar la belleza e integridad de la lengua. Los dialectos son los deltas que posibilitan que las lenguas se nutran y se defiendan de la perniciosa influencia de los idiomas extranjeros. La experiencia nos da los elementos par afirmar que la vigencia y la novedad de un idioma es directamente proporcional a sus variantes dialectales. Los dialectos permiten, pues, que la norma, aun en nuestro tiempo, tenga algún sentido.

Balam lo sabe muy bien y aprovecha las riquezas que nos proporciona el español del Soconusco. Por ejemplo, algunos sustantivos que son exclusivamente masculinos, Balam los feminiza: donde es silencio el pone silencia, pájara en lugar de pájaro, animala en lugar de animal, verba en lugar de verbo, murciélagas en lugar de murciélagos, etc. Y es que en el Soconusco, a los hablantes nos da por trastocar el género de algunos sustantivos: decimos el costumbre en lugar de la costumbre, la Mahoma en vez del Mahoma.     

Otro procedimiento que se deriva de los arcaísmos soconusquenses es colocar siempre el adjetivo posesivo: un hablante del Soconusco siempre dice: quiero una mi coca, un mi tamal, un mi caimito, traéte una tu silla. Balam consigna en su poesía: la tu muesca de mil nombres/ Llueve en la tu boca/ la redondez de la su grupa; etc.

En fin,  por el uso de ciertas palabras, la transgresión de la sintaxis, el voseo, los referentes a la flora y la fauna de la región, este libro está escrito en dialecto soconusquense; ello no impide que cualquier lector pueda acercarse a él y disfrutarlo, sino todo lo contrario: la  fuerza y extrañeza de esos significantes obligan a tratar de comprender más allá de las palabras; incluso, obligan a leer más allá de la poesía.

 

Bibliografía

 

Rodrigo, Balam. Silencia (2007) Coneculta-Chiapas, México, 91 p.  

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