Una forma de orgullo, antología de Luis García Montero en Colombia

Luis García Montero Los torreonesFederico Díaz Granados ha preparado para la colección Los Torreones, en Colombia, una antología de Luis García Montero (Granada, 1958), el poeta español más leído en nuestros días. A continuación un fragmento del prólogo del libro así como una selección de poemas.

 

 

 

Luis García Montero nos recuerda que “más flexibles que el mar / han sido las palabras”. Así  el idioma, nuestra lengua castellana, es el instrumento con el que el poeta llena de múltiples sentidos y significados cada palabra, cada emoción, cada signo o señal que testimonian nuestro tránsito y periplo vital por el mundo.

Así, García Montero reinventa el linaje maravilloso que nos definió, nos pintó la cara y nos dio una voz: Garcilaso, Quevedo, San Juan de la Cruz, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Rafael Alberti Ángel González entre tantos otros quienes ya habían llenado de matices y claridades nuestro habla. El español que hereda García Montero él lo devuelve en un ámbito de ideas y emociones, porque esta poesía que leemos en Una forma de orgullo es la certeza y el testimonio de que solo con generosidad el hombre sobrevivirá y prevalecerá. Y lo sabemos, porque la poesía de García Montero es generosa con el lector porque le entrega variados registros y formas de asumir el presente, el devenir y la historia.  Allí se funden con pertinencia y fluidez los arquetipos, los deseos, los sueños y la experiencia de todos.

Esta poesía es necesaria en su singularidad y en su registro. Da cuenta de la aventura y la azarosa gramática de la existencia y sus sencillas representaciones. Es una poesía que nos deja llenos de preguntas que no nos atreveremos a responder porque de la mano del poeta regresamos siempre a los lugares que dejamos por la prisa y el afán de los días. Esa es su certidumbre, la verdad de una poesía que da cuenta del vigor y la fuerza de nuestro idioma en este siglo XXI tan multicultural y globalizado donde a pesar de tanto caos, al final del día, nos recuerda García Montero, seguimos siendo inocentes.

  

 

Federico Díaz-Granados

 

 

 

 

Primeros versos

 

Hablo de aquellos años honestamente rotos.

El viento imprevisible daba la vuelta al mundo

a través de los bosques y de los cazadores.

Pero como los bosques están en cualquier parte

que conserve una duda, un rumor o un silencio,

y siempre hay cazadores detrás del perseguido,

el viento aparecía y desaparecía

honestamente gris en cualquier desamparo.

 

Por ejemplo en el hombre de los ojos azules

que mira una ciudad recién bombardeada.

En la esquina del niño que espera una limosna.

En la ducha imposible de la mujer del sábado

que abre las ventanas y despide al cliente.

En los hombros de aquel muchacho recorrido

por el viento del mundo,

que se lo lleva todo,

que todo se lo lleva menos al cazador,

 

y menos la piedad, una sombra callada

detrás de la belleza, una sombra que junta

mis últimos poemas y mis primeros versos.

 

 

 

La poesía

 

La poesía es inútil, sólo sirve

para cortarle la cabeza a un rey

o para seducir a una muchacha.

 

Quizás sirve también,

si es que el agua es la muerte,

para rayar el agua con un sueño.

Y si el tiempo le otorga su única materia,

posiblemente sirva de navaja,

porque es mejor un corte limpio

cuando abrimos la piel de la memoria.

Con un cristal partido,

                                  el deseo

hace heridas más sucias.

 

La poesía eres tú,

un corte limpio,

una raya en el agua

-si es que el agua es razón de la existencia-,

 

la mujer que se deja seducir

para cortarle la cabeza a un rey.

 

 

 

 

Poética

 

Hay momentos también en que dejamos

las palabras de amor y los silencios

para hablar de poesía.

Tú descansas la voz en el pasado

y recuerdas el título de un libro,

la historia de unos versos,

la noche juvenil de algunos cantautores,

la importancia que tienen

poetas y banderas en tu vida.

Yo te hablo de comas y mayúsculas,

de imágenes que sobran o que faltan,

de la necesidad de conseguir un ritmo

que sujete la historia,

igual que con las manos se sujetan

la humedad y los muros de un castillo de arena.

Y recuerdo también algunos versos

en noches donde comas y mayúsculas,

metáforas y ritmos,

calentaron mi casa,

me dieron compañía,

supieron convencerme

con tu mismo poder de seducción.

 

Ya sé que otros poetas

se visten de poeta,

van a las oficinas del silencio,

administran los bancos del fulgor,

calculan con esencias

los saldos de sus fondos interiores,

son antorcha de reyes y de dioses

o son lengua de infierno.

 

Será que tienen alma.

Yo me conformo con tenerte a ti

y con tener conciencia.

 

 

 

 

 

La poesía sólo existe como una forma de orgullo.

 

Eran días de lluvia en un invierno propio.

Ni siquiera las fiestas,

ni las tardes de sol sobre las calles

llegaban a esconder

la débil soledad de los saludos

sin corazón, la nieve

de los pasos perdidos.

 

Despeinado, deshecho,

la ropa vieja y sucia,

la mano con el vino tembloroso,

la camisa por fuera del pantalón caído

como un adolescente de suburbio,

la sombra descosida en sus talones

y los zapatos rotos.

 

Parecía un mendigo entre la gente.

 

Luego llegaba a casa, se duchaba,

abría los armarios,

con cuidado elegía una camisa nueva,

un pantalón planchado

y unos ojos más suyos

con los que sostener por un minuto

la verdad del espejo receloso.

 

Cuando ya estaba limpio,

se sentaba a escribir.

 

Dichoso tú,

dichoso tú, amigo mío,

que conservas razones para cuidar tu piel

en los días de lluvia y en los inviernos propios.

 

 

 

 

Un idioma

 

                       Un Monarca, un Imperio y una Espada

                                              Hernando de Acuña

 

Oigo una voz, me llaman por mi nombre,

y recuerdo aquel mapa de océanos y mundos

dibujado en el patio del colegio,

que era un charco, un imperio y una espada

en los pobres otoños nacionales,

y se fue deshaciendo con la lluvia

hasta sentirse tierra.

 

Oigo decir la luz, el árbol, las llanuras

teñidas por el cielo

de una tarde heredada con canciones

en la lengua de Roma,

compuesta y descompuesta,

crecida en español,

como niños vestidos de uniforme

que buscaban dos labios

para sentirse cuerpo.

 

El idioma, según nos explicaron,

salió del mundo hacia otro mundo,

y regresó con voces de leyenda.

Oigo el vuelo del cóndor en sus sílabas.

Pasa el viento, reúne

los nombres y el olvido,

no respeta el puñal de los kilómetros.

 

Naciendo de sus muertes y de sus lejanías,

reconoció los puntos cardinales,

comprendió los rumores

de las plazas usadas por la gente,

encontró la violeta del rincón apartado

para que yo viviese

en las calles de Borges y Neruda,

entre Machado y Juan Ramón Jiménez.

 

La lluvia, que no corta,

pero  oxida los filos de una espada,

cayó también sobre el pasado,

como aprendiendo a hablar

en las hojas del bosque.

Oigo una voz,

recuerdo aquellos mapas de colegio.

 

Más constantes que el odio y la avaricia,

más fuertes que el rencor y las prisiones,

más heroicas que el sueño de un ejército,

más flexibles que el mar,

han sido las palabras. 

 

 

 

Datos vitales

Luis García Montero nació en Granada, España en 1958. Es Catedrático de Literatura Española de la Universidad de Granada. Entre sus libros de poemas pueden destacarse Y ahora ya eres dueño del Puente de Brooklyn (1980), El jardín extranjero (1983), Diario cómplice (1987), Las flores del frío (1991), Habitaciones separadas (1994), Completamente viernes (1998), La intimidad de la serpiente (2003) y Vista cansada (2008). Su poesía juvenil fue reunida en el volumen Además (1994). Ha reunido también una selección de su obra en Casi cien poemas (1997), Antología personal (2001), Poesía urbana (2002), Poemas (2004), Poesía 1980 –2005 (2006) y Cincuentena (2010). Se le han concedido los premios: Federico García Lorca de la Universidad de Granada (1980),  Adonais (1982), Loewe de Poesía (1993), Premio Nacional de Poesía (1994) y Premio Nacional de la Crítica (2003). Se le ha concedido también la Medalla de Oro de Andalucía. En 2009 publica la novela Mañana no será lo que Dios quiera, basada en la infancia y juventud del poeta Ángel González, que fue galardonada como Libro del Año 2009, por el Gremio de Libreros de Madrid.

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