Novedades editoriales: Bitácora de nadie, de Álvaro Solís

Álvaro Solís libro

La editorial española Valparaíso ediciones ha publicado recientemente el poemario Bitácora de nadie del poeta mexicano Álvaro Solís (Villahermosa, 1974), libro ganador del II Premio Alhambra de Poesía Americana. Presentamos dos poemas de este volumen que puede adquirirse en todas las librerías de España y vía web en Casa del libro, cuyo primer envío a latinoamérica es gratis.

 

 

 

 

A la manera de Virgilio, el de Matanzas, me quejo

 

A Waldo Leyva

 

I

 

Si mi reino fuera de este mundo
y no del otro, donde podré algún día conocer la esperanza.
Si mi reino no flaqueara por lo lejos que me queda,
si no tuviera que morir
para conocer el amor correspondido
y la gracia.

Si mi reino de este mundo fuera,
ahora mismo abdicaría por caminar sin rumbo
sabiendo,
que no es fácil morir,
no es fácil renunciar a la caricia de quien más se ama.

Si fuera de este mundo mi reino,
qué poderes, por Dios, qué poderes,
si de este mundo fuera mi reino
alargaría la noche por decreto
y el sol con los dedos unidos de todos mis lacayos taparía.

Si mi reino de este mundo fuera
¿Dime rey, so fuera in este mundo?
Si fuera de este mundo mi rey… No.

 

 

 

 

II

 

Si fuera de este mundo mi reino,
tal vez en la cruz no moriría,
extendería mis manos hacia las cosas de siempre
y no curaría enfermos,
ni vino del agua, ni agua de las piedras,
ni mis pasos sobre el río
porque son grandes mis pies
y se hundieron hace tiempo,
y se pudrieron hace tiempo.

Si mi reino fuera
de este mundo quizás yo no sería.

 

 

 

 

III

 

La muerte anda en secreto y ronda
los rincones de la ciudad donde nadie espera a nadie.
La muerte ronda el aire, el agua,
el reflejo de las hojas que el otoño arranca a los amantes
que mañana llorarán por no estar juntos.
La muerte
____________ronda
sin saberlo nadie por el río, por la sangre, adentro,
y hace migas con los sauces,
con las manchas del jaguar que pronto oscurecerán la tierra.
Sin saberla ronda la muerte nuestros pasos,
sin ganas de salir corriendo a donde ronda ronca la soledad de otras gentes,
donde la muerte ha saciado sus ganas de fermentar la tierra de los sauces,
de la tumba, del jardín, la de las manchas de jaguar, oscurecidas.

Como la muerte ronda los secretos de la vida
y nos alcanza,
es mejor navegar
hacia donde el río rebasa su horizonte.

 

 

 

 

 

 

La lluvia incendia las palabras de los muertos de mi casa

 

 

I

Mi abuela se ha ido hacia otra parte
y ha olvidado su cuerpo en la cama
junto al tanque de oxígeno.

Mi abuela se ha ido hacia otra parte
—no sé a dónde—,
me mira desde otra orilla
y desde otra orilla me pregunta:
¿Cuál es su nombre, señor?

 

 

 

 

II

 

Mi abuela agoniza entre las sábanas,
platica con personas que nadie puede ver.
Ordena a Paloma que prepare la mesa
y regaña a los niños que corren invisibles por la sala.

Las palabras de los muertos de la casa
los escucha mi abuela,
quizá en el sueño seamos sus fantasmas.

Agoniza entre las sábanas oscuras de su cuarto,
ya no camina, ya no regaña el cadáver de mi abuela que aún respira.
Pero hay días, en que la lluvia no le incomoda los recuerdos
y me llama, me pide que la siente, que toque su cara,
dice que otra vez quiere bailar en la playa,
le sobra el tiempo para irse de parranda junto al mar.

Mi abuela de pronto, al cerrarse la ventana,
saluda al hombre que le detiene sus manos,
el hombre de blanco que ha venido por ella con remos en las espaldas.
—Recoge la mesa Paloma, ya comieron los niños,
no olvides regar las plantas antes de irte a tu casa.
Grita mi abuela con el aire que le queda.

 

 

 

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