Presentamos, como parte de la celebración por los dos millones de visitantes en Círculo de Poesía, un poema inédito del poeta mexicano Mijail Lamas (Culiacán, 1979). Además de escribir poesía Mijail Lamas se ha distinguido por traducir poesía de lengua portuguesa. Recientemente la editorial argentina el suri porfiado ha reeditado su libro Cuaderno de Tyler Durden. Es editor del blog de reseñas La Estantería.
TRENES
Atrás quedan los niños y su interrogación,
las manos destrozadas de las maquiladoras
que en un gesto invisible
dicen adiós,
espérenme,
es posible que un día me encarame a un vagón.
Daniel Rodríguez Moya
I
Trepados a los árboles del joven verano
escuchamos los trenes.
Andábamos con los oídos limpios y las piernas sucias
de tanto correr entre los montes,
con las manos ansiosas por llegar más alto.
Escuchamos los trenes
que pasaban en dirección a la noche,
iban cargados con la última luz del día
y con la voz que se va.
Y ahora qué ganas de escapar en un silbido,
de terminar allá donde inician las vías.
II
Deshojamos la rosa de un tiempo que creímos mejor,
pero el camino que nos lleva a la noche no es el mismo.
Ya no pasan los trenes,
ya no puedo escuchar su sonido a lo lejos.
III
Pero me aseguran que sí pasan los trenes,
pero son fantasmas,
un montón de fantasmas
los que viajan en ellos.
IV
Se subieron al tren como decir que ya no volverán
como mirar el fin donde inician las vías.
V
En el tren de los muertos el maquinista calla.
Él sólo mira al frente
buscando un horizonte que sabe imposible.
VI
Atrás queda el Suchiate,
atrás Ciudad Hidalgo,
pero ya no sabemos si pasaron Reynosa.
Primero está la migra
y luego están los narcos
la mara
la muerte.
Por aquellos senderos
siempre hay algo que perder.
…de Guatemala unos, otros de El Salvador…
se van quedando.
A unos la policía, a otros los zetas,
nunca se sabe bien quién los detiene…
Nadie averigua nada,
los pobres no valemos…
VII
El trampa es el que sube a los cargueros,
él salta a los vagones desde el sur.
Huye de la miseria.
Busca el norte que no es más que otra forma
de nombrar a la muerte.
Los han visto pasar mirando hacia las casas,
deseando estar adentro.
Ellos vienen de paso, están cansados
dice la madre al niño
que mira fascinado el paso del convoy.
Ellos vienen de paso… pero el trampa no vuelve.
¿Alguien después de mucho,
cuando los trenes pasan por los pueblos del sur,
recordará sus nombres?
VIII
Alguna vez viajé en aquellos trenes
con el funcionalismo agrietado, con los asientos rotos
y en sus últimos días de pasajeros pobres,
un poco menos pobres que los trampas del carguero.
Yo también esperé dos noches seguidas
a que el convoy que va hacia el norte llegara,
para subir de prisa y no dormir y mirar
el desierto de Sonora demorarse en la ventana.
Afuera todo era incendio de azoteas
y rostros que se quedan.
No recuerdo a mis hermanos ni a mi madre junto a mí,
sólo el letargo de la arena desde la ventana.
XI
Yo también trenes
y más trenes
y ganas de cortar en dos la lejanía.
Yo también el viaje y en el pecho
las ganas de partir,
dejar atrás.
Yo también esa fuga en que se pierde
el nombre y la ciudad,
los hermanos
los padres
los todos que sujetan.
Yo también solo, trepado en algún árbol,
viendo partir en dos el mundo
desde el andén de lo posible.
X
Aquí
ya
no
hay
más
trenes,
sólo
un
montón
de
nombres
que
ya
nadie
recuerda,
sólo un olor
a cuerpos
que se pudren.