Presentamos, en versión de César Bringas, un ensayo de la poeta conceptual norteamericana Vanessa Place (1961), “La poesía ha muerto, yo la maté”, presentado por el crítico de poesía experimental Kenneth Goldsmith. La poeta Rae Armantrout ha calificado la obra de Place como “poesía terminal”. Para Goldsmith, la poesía de Place es la más desafiante, compleja y controversial de nuestro tiempo. Su libro más reciente es Boycott (Ugly Duckling Press, 2013).
LA POESÍA HA MUERTO, YO LA MATÉ. UN ENSAYO DE VANESSA PLACE
Incluso si el conceptualismo se enfrenta a una crisis y a una decadencia, también está en constante (y artificial) reinvención, reinterpretación, remodelación, renacimiento, redirección y rembolsado. Lo que esto permite es un aparato -un mecanismo de supervivencia- capaz de sobreponerse a cualquier técnica para crear su propio camino de vida: modulación, cambio constante, camuflaje, mutación, depredación, sabotaje, parasitismo, vigilancia. Mientras la tecnología se vuelve más sofisticada, también lo hacen las modulaciones del conceptualismo que adquieren más alcance, más agilidad y velocidad. Luego de que nuestra producción se volviese ilimitada en tamaño y alcance, fue cuantificada, analizada y abandonada para morir, y el conceptualismo encontrará un nuevo vehículo a través del cual sobrevivir y expandirse.
Kenneth Goldsmith
LA POESÍA HA MUERTO, YO LA MATÉ
Mientras Johanna Drucker afirma que el conceptualismo ha muerto y Christian Bök señala que el cadáver aún sangra, me gustaría confesar el mayor de los crímenes- o al menos esa es mi ambición. Aunque la esperanza, como sabemos, es sólo una cosa con plumas, mi deseo es que la poesía salga al fin de esa miseria. En otras palabras, lo que preocupa a Drucker es un conjunto de inquietudes falsas e internamente contradictorias; lo que celebra Bök es la perspectiva de los placeres por venir y lo que me hace casi feliz es la certeza de que el cambio no cambia nada. Si el conceptualismo está muerto, es porque la poesía ha muerto. Si el autor se ha disminuido, es porque la autoridad ahora es mínima. Si el precioso copo de nieve ha seguido por sí mismo el camino de todos los copos de nieve, o la crítica cristalina se ha vuelto aburrida y menos agradable es porque estamos en una época que comprende que las corporaciones también son personas y la poesía es una cosa que sólo va en pancartas. O viceversa.
La tesis central de Drucker dice que el conceptualismo es un síntoma de la crisis en el limpio rostro de la Zeit, en el que los sistemas existen para perpetuarse a sí mismos más que como trabajadores. Donde sólo somos los eslabones de una cadena que sirve para tener más relaciones que un objetivo claro y para tener una red sin fin. Esto parece exacto en un sentido ¿pero qué hay con ello? Puesto que, en un sentido estricto, lo que somos es una cadena más o menos atractiva de regulaciones de ADN ¿por qué nuestras almas deberían ser menos útiles, ni estar inclinadas a ser algo más que tontas repeticiones? Como dijo Hegel “el espíritu es un hueso”. O, como Craig Dworkin ha ilustrado, con el Man Booker Prize que es otorgado anualmente al trabajo más singular y poco original, como muchas de las páginas de las antologías poéticas que se van de cabeza contra sus incautos lectores. Es demasiado, demasiado fácil notar que la mayoría de la poesía que se produce está hecha bajo montones de subjetividad y la capacidad de vender una más interna y/o un ethos es la llamada del mercado para conseguir un MFA. Incluso se puede pensar que la poesía es en gran parte una industria artesanal de la universidad y como muchos otros discursos de la institución está hecha para la mano que la alimenta. O como la poesía política que presupone que debe ser escrita en favor de las masas que mugen. Pero el argumento de Drucker falla en los puntos particulares, desde su creencia de que los movimientos estéticos se siguen los unos a los otros como el pie derecho al izquierdo, hasta su floreada cadena de falsas sentencias y suposiciones enjauladas. A saber: el arte (valido) es sobre oposición, la oposición es sobre la crítica (valida); la política es sobre la crítica (valida); y estas poéticas (validas) son sobre política; la crítica se basa en el distanciamiento; en cambio el conceptualismo es sobre igualdad; este conceptualismo no es crítico y por lo tanto tampoco valida la política ni valida una poética. Sin embargo, cada punto y coma debe ser como un signo de interrogación, por cada punto que traiciona su propia presunción imperfecta. Para ser igualmente reduccionista/reaccionaria diré: el arte es sobre nada más que el arte, la poesía es inútil más que para otra poesía, y Matrix fue una muy buena película, por cierto. Drucker cree que una vez que un movimiento estético se institucionaliza pierde su prestigio crítico, que es su única carta de presentación. Y ella quiere creerlo mientras declara una máxima posmoderna de que no somos más que productos culturales y productores, al mismo tiempo que reconoce el lugar común de la crítica cultural en una cultura Crítica Pos-institucional de producción en la que estamos inmersos como productores, etc. Pero sí podemos acordar que no es posible una función de crítica externa, que es por sí misma una postura posmoderna, sino desde una postura relacional, que es más una postura conceptualista y evitar caer así en la dulce autosatisfacción – incluyendo una autoflagelación que ya se ha visto antes. Las mejores mentes de mi generación han sido serviles, pero sirven a un propósito. Lo sabemos, lo aceptamos y lo dejamos rumiando en la mente de otras personas. Pues, como afirma Marjorie Perloff, lo genial del conceptualismo está en lo profundo.
Para Bök, en cambio, la crisis conceptual viene de una crisis de jubilación, como si ya no quedase mucho por mezclar, ni siquiera sus propios proyectos extratexuales. A la par Perloff ve el surgimiento de una nueva lírica conceptual, donde hay jóvenes americanos practicándolo, que juegan con el tema hiperbólico, lamiéndolo antes de languidecer ante el espejo. A nivel mundial el conceptualismo es múltiple, en Suecia y Chile conservan una larga historia de escritura que nada tiene que ver las bases de datos en internet, presentes en los poetas mexicanos que escriben en salas de chats marcando líneas de adoquines sobre asesinatos, justo como un escritor francés de crónicas que escribe “la poética de los documentos” en las manos de unos burócratas. Aunque aprecio que funciona como un significante las mujeres también se están acercando, dando vueltas como gatos, ya hay practicantes y profesionales encarnadas de diversas maneras. Para Bök, la autoría individual está vivita y coleando, aunque Drucker hace referencia al autor agregado, afirmando que para ella la apropiación es una forma de autoría, lo que en realidad es algo muy viejo, lo que a mí me parece es que ahora mismo estamos en la zona más feliz de un punto muerto. En donde sea que estampe mi nombre o lo que sea que me venga a la cabeza lo llaman poesía, y es poesía, pero, también, como señala Drucker, si lo regreso a su habitad original (un canal de noticias, un tribunal de apelaciones) sus “elementos poéticos comienzan rápidamente a desparecer”. Mi objeto encontrado al que se le da un valor de arte es a su vez la inversa de sí mismo, y la crítica demuestra que no es tanto una segregación contemporánea sino un encuentro intelectual que puede ser apropiadamente riguroso y correctamente ahistórico porque lo anterior a los postulados de Kant ya no se aplican más.
Alguna vez escribí, en otra parte, que la escritura conceptual es molesta. Kenneth Goldsmith es el primero en decir que puede ser bastante aburrida. Una mala lírica apesta; una mala idea conceptual sólo es otra idea más. Y, como dije antes, lo que el conceptualismo hace no es matar al autor, pero sí al texto mismo. La escritura se vuelve inerte, anteriormente útil, ahora deformada en nada más que un simple objeto estético. Toda aquella superficie reflejante, no proyecta un alma. Como en una fuente contenida. Hay que pensar, en lugar de aprender, que esto es terriblemente igualitario. Si la poesía surgió de la nada, el conceptualismo es la nada misma. Si la poesía ha muerto, actúa como un zombi. El asunto es que me gustan las cosas aburridas. Dejan unos adorables agujeros.