Diálogo sobre la organización de nuestra tradición poética

A continuación ofrecemos un fragmento de la introducción de la antología La luz que va dando nombre (1965-1985) Veinte años de la poesía última en México. Le recordamos que próximamente podrá acceder y descargar esta antología a través de nuestro blog.

La luz que va dando nombre no se propone dar la última palabra, sino abrir el diálogo sobre un modo distinto de organizar nuestra tradición poética. No pretende pontificar ni establecer canon. La antología forma parte de nuestra conjetura -no la única- de la poesía mexicana reciente. Partimos de la verdad débil, no totalizante, no infalible, mucho menos absoluta, que se resume en un aforismo de Nietzsche: “No hay hechos, sólo interpretaciones”. Finalmente, nuestra antología es una antología -el lector asentirá o no- estéticamente incluyente. Es una antología de poemas, no de poetas.

Desde nuestra perspectiva, dos senderos han intentado caracterizar la poesía mexicana de los últimos años. El primero inicia con la antología Poetas de una generación (1940-1949) de Jorge González de León con prólogo de Vicente Quirarte. Este trabajo inauguró en México el arbitrario criterio -aunque operativo- de fijar generaciones literarias por el decenio en que nacieron los poetas recopilados. A esta antología siguió Poetas de una generación (1950-1959), de Evodio Escalante, que reúne a poetas de la llamada “generación de los cincuenta”. Esta tradición es continuada por la antología de la generación de los sesenta Eco de Voces de Juan Carlos H. Vera. Sin embargo, este modus operandi esconde un problema, pues confunde dos niveles de la comunicación: el acto de enunciar (la enunciación) con el resultado de este acto de enunciación, el enunciado. No es a partir de las cualidades intrínsecas de los poemas (enunciado) que se establece una generación -en el caso de que fuese posible- sino a partir del acto enunciatorio del antologador. Es decir, lo que leemos en estas antologías nos habla más del antologador que de los poemas seleccionados, aunque su aporte sea innegable y de pie a una lectura más orientada. Sin embargo, tal vez, a la postre y a mucha distancia, se pudiera hablar de una sensibilidad de época.

El sendero opuesto a esta perspectiva fija su atención en los textos y, a partir de ellos, establece similitudes y diferencias. Este modo de reflexionar la poesía consigue establecer los puntos de contacto entre propuestas heterogéneas en apariencia. El criterio que selecciona, parte del enunciado -de los poemas, de la inmanencia- y no de algo exterior, contingente a ellos (la fecha de nacimiento de los poetas, por ejemplo). En este sentido se han encaminado las reflexiones de Jorge Fernández Granados, Hernán Bravo Varela, Ernesto Lumbreras y Mario Calderón.

Jorge Fernández Granados en “Poesía Mexicana de Fin de Siglo. Para una calibración de puntos cardinales” ordena la producción de los poetas mexicanos nacidos a partir de 1960 en una rosa de los vientos imaginaria, cuatro puntos cardinales que corresponden a cuatro registros poéticos: norte, cultivadores de la imagen; sur, poesía referencial o de la experiencia; este, minimalismo o poesía del intelecto; y oeste, constructores del lenguaje (Toledo, 2000: 219-243). Cada región o punto cardinal es susceptible de entrecruzarse o acercarse a otro, lo cual desemboca en combinaciones que dan cuenta de la poética de algún autor determinado. Sin embargo, Granados tiene a bien advertir: “Pero sería absurdo negar que la variedad real implícita en la voz de cada autor es inclasificable y debe suponerse siempre desajustada de éste y cualquier otro esquema” (:238)

El prólogo del Manantial latente (2002: 32-43) recorre este camino, pero no es consecuente con él. Si bien es cierto que los compiladores detectan cinco “estratos de discurso poético” a partir de criterios temáticos (estratos experiencial, metalingüístico, imaginístico, adánico e inefable) en los poetas nacidos entre 1965 y 1978, surge una primera interrogante ¿los poetas seleccionados sólo escriben en un estrato, son poetas puros en este sentido tal como aparecen en el libro? Evidentemente no es así. La geografía lingüística, disciplina de la que tomamos su método descriptivo, refiere que “un dialecto puro es una ficción y todas las etapas del desenvolvimiento de un lenguaje o dialecto son resultados de la interacción de influencias variables y contienen, por lo tanto, elementos de varios orígenes” (Malberg, 1999: 66).

Nuestra antología lo sabe. Por ello, guías de esta reflexión son las distintas formas de construir el lenguaje literario*. Dentro de estos diferentes lenguajes que describimos, caben poemas del mismo poeta. Un poeta no se agota en el cultivo de un solo lenguaje literario, su búsqueda estética lo puede llevar a poseer un registro poético amplio o también el caso de labrar sobre una sola línea poética. Con ello no nos desviamos de nuestros presupuestos teóricos y describimos de manera puntual nuestro objeto de estudio: la poesía mexicana reciente, entre los poetas nacidos de 1965 a 1985. Desde luego que no agotamos todos los lenguajes literarios que articulan los poetas nacidos en este periodo. Tal empresa requiere un trabajo de constante revisión, de una utopía: un lector absoluto, un Pierre Menard que conociera todos los poemas (los escritos y los que están por realizarse), de todos los poetas nacidos en este periodo. A lo más que se puede aspirar, si se continúa explorando este sendero, apoyándose en el pensamiento inductivo, es a lo que ha llegado la lingüística geográfica: un Atlas Lingüístico de México. En lo que nos ocupa, un Atlas Poético de México.

Para la elaboración de la antología, una vez leídos los libros individuales o colectivos, invariablemente se revisaron las antologías que han tomado el pulso a la producción de estos poetas. A las ya mencionadas Eco de voces y El Manantial Latente. Muestra de poesía desde el ahora 1986-2002, le siguieron la recopilación hecha en el 2003 por Rogelio Guedea, Árbol de variada luz, la autodenominada “antología extraoficial de poesía”, Más vale sollozar afilando la navaja de Cuiria ediciones con prólogo de Eduardo Langagne, la muestra de poesía joven editada por Ediciones Punto de Partida y la UNAM, Un orbe más ancho. 40 poetas jóvenes (1971-1983), El decir y el vértigo. Panorama de la poesía hispanoamericana reciente 1965 – 1979, las muestras de poesía que publicaran tres revistas de constante y destacada circulación: “Muestra de poesía mexicana 1964-1985”, seleccionada por Mario Bojórquez y Jair Cortés en Blanco Móvil, “La palabra es un tigre en el pastizal del ojo. La generación poética de los setenta” de Alí Calderón en Biblioteca de México y a la muestra de poetas nacidos en la década de los ochenta, “En el vértigo de los aires”, de Iván Cruz y de Alí Calderón en la revista Alforja.

La segunda interrogante que nos surge a leer la muestra de El manantial latente es ¿solamente los poetas seleccionados escriben poemas de calidad en estos estratos de discurso? Evidentemente no. Liquidar, como lo ha dicho Pablo Molinet, en cinco líneas, el trabajo de una cantidad amplísima de poetas, es querer situarse en la posición de sumo pontífice de la poesía mexicana. Y como lo hacemos ver, es intentar erigirse como el lector absoluto de la poesía mexicana reciente, es decir, un gesto de megalomanía intelectual.

La luz que va dando nombre incluye los poemas de apenas un tercio de los poetas que comprenden este periodo. Los más de sesenta poetas aquí reunidos representan distintos lenguajes literarios y distintos momentos en la realización de una obra. Algunos poseen un trabajo reposado que va ganando en amplitud y calidad, que viene rindiendo frutos hace diez o quince años; otros, los más jóvenes, inician su carrera literaria.

Hemos combatido el intento de establecer generaciones poéticas por el arbitrario criterio cronológico, ¿por qué, entonces, realizar una muestra de poetas nacidos entre 1965 y 1985? En primer lugar, no consideramos generación a los poetas nacidos en este periodo. En segundo, estos parámetros temporales son nuestro punto de partida. Es un corte sincrónico que se desprende de las antologías mencionadas, pero interpreta los resultados, atiende a los poemas para observar las diferentes tendencias y realizaciones que abrigan.

Nuestra posición se desprende de la geografía lingüística. Esta disciplina opera sobre los ejes diacrónico y sincrónico. Cuando trabaja sincrónicamente establece un corte temporal que le permite describir las variaciones dialectales de una lengua, en un territorio geográfico vasto. Los resultados que arroja la geografía lingüística revelan que en un mismo tiempo conviven distintas realizaciones, tendencias, variaciones dialectales de una lengua, todas válidas en tanto permiten la comunicación entre los hablantes.

Al proceder de esta manera, hemos seleccionado a poetas que nacieron entre 1965 y 1985, quienes, consideramos, articulan o remodelan la lengua natural dando como resultado, según sus cualidades formales, ocho tipos o lenguajes literarios: neobarroco, automatismo, connotación o matización afectiva, trabajo del significante, música, humor o ironía, norma coloquial o slang citadino e imágenes de la naturaleza. Vale la pena destacar que en un principio, pensamos incluir al aforismo como lenguaje literario, dada su profusión en poetas como Amaranta Caballero, Luigi Amara, Rogelio Guedea, Ervey Castillo, entre otros. No obstante, una forma poemática, como lo es el soneto o la silva, no alcanza la calidad de lenguaje literario.

Estos lenguajes van dando nombre a la poesía mexicana reciente. Lo apuntamos arriba, no hay dialectos puros, así tampoco el poeta realiza un lenguaje literario único. Hay inclinaciones, tendencias a articular de una manera y no de otra el lenguaje para alcanzar la poesía. Asimismo, hay poetas que se inclinan por un registro poético más uniforme. Otros, por el contrario, buscan la amplitud de su registro, tienden hacia la polifonía lírica.

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* La idea de lenguaje literario sustenta nuestra antología y la organiza. Dentro de cada sección, correspondiente a un tipo particular de lenguaje literario, se apela al criterio cronológico para disponer espacialmente los poemas. De este modo consideramos la noción de continuidad dentro de una historia literaria. Advertimos también que esta apelación a la cronología tiene un carácter más organizacional y menos interpretativo o cercano al concepto de generación. Nos referimos, más bien, a un corte sincrónico.

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