Jair Cortés sobre La luz que va dando nombre

El poeta Jair Cortés reseña la antología La luz que va dando nombre en el número más reciente de la revista Metapolítica (noviembre-diciembre 2008, pp. 142-143).

Alí Calderón, et al. (coords.), La luz que va dando nombre, veinte años de la poesía última en México, Puebla, Secretaría de Cultura de Puebla, 2007.

La desmedida aparición de antologías y muestras de poesía “joven” o “reciente” en nuestro país no es más que una consecuencia natural de la también desmedida producción editorial de proyectos independientes y gubernamentales que ha puesto un énfasis casi obsesivo por las incipientes generaciones de poetas. A la situación anterior se suman dos hechos significativos: la muerte de Octavio Paz en 1998 y, por lo tanto, una búsqueda de “padres poéticos”; y la aparición de una antología más polémica por su propuesta política que por su aportación crítica: El manantial latente. Muestra de poesía mexicana desde el ahora: 1986-2002, en cuyo último apéndice podemos leer una lista de más de trescientos poetas que no “pasaron” la prueba del gusto de los antologadores que, en un par de párrafos, hicieron gala de su precaria destreza crítica aludiendo a ciertos “clichés e inconsistencias”, cerrando así la puerta de su fiesta privada. Una vez suscitadas las respectivas reyertas y protestas, diferentes autores se han dado a la tarea de esbozar un panorama más amplio y definido de la poesía escrita por los autores que nacieron entre 1960 y 1980. Muchos han sido los trabajos que han congregado a muy diversas voces y que dejan claro que en nuestro tiempo ya no basta una sola antología para dar noticia de lo que sucede en la poesía mexicana.

Es en esta circunstancia aparece esta muestra de poemas y no de poetas, coordinada por el poeta y ensayista Alí Calderón, en colaboración con Jorge Mendoza, Antonio Escobar y Álvaro Solís. Esta muestra se sale del diminuto ring de las estériles discusiones sobre quiénes son los poetas incluidos y quiénes los excluidos, y amplía y ensancha el espectro de discusión proponiendo dos ejes: la discusión y el estudio de la poesía a partir de sus obras, es decir de poemas en específico, y el estudio de un corte temporal, que va de los poetas nacidos en México de 1965 a 1985. En el prólogo, Alí Calderón y Jorge Mendoza señalan acerca del libro:

… no se propone dar la última palabra sino abrir el diálogo sobre un modo distinto de organizar nuestra tradición poética. No pretende pontificar ni establecer el canon. Esta antología forma parte de nuestra conjetura -no la única- acerca de la poesía mexicana reciente. Partimos de la verdad débil, no totalizante, no infalible -mucho menos absoluta-, que se resume en un aforismo de Nietszche: “No hay hechos, sólo interpretaciones”. Finalmente, nuestra antología es una reunión, el lector asentirá o no, estéticamente incluyente. Es una antología de poemas, no de poetas (p. 7).

La luz que va dando nombre toma al toro por los cuernos y trata de establecer, desde un estudio serio y crítico, cuáles son las diversas formas del decir poético en nuestro país. La intención didáctica del prólogo establece un análisis sobre cómo se han organizado las últimas generaciones de poetas en México y cuál ha sido la repercusión de éstos modos de organización en la tradición reciente. Plantea la presencia de ocho discursos literarios en la producción poética: 1) Connotación de sentimientos; 2) Trabajo del significante; 3) Neobarroco; 4) Imágenes de la naturaleza; 5) Música; 6) Humor e ironía; 7) Automatismo, y 8) Norma juvenil o slang citadino. En estos ocho discursos agrupan la obra de más de 60 poetas; en su lista incluyen poemas de Jorge Fernández Granados, Mario Bojórquez, Ofelia Pérez Sepúlveda, Ricardo Venegas, Jeremías Marquines, Julián Herbert, Luis Jorge Boone, José Antonio Escobar, Claudia Posadas, Luis Felipe Fabre, Alberto Trejo, Iván Cruz Osorio, Balam Rodrigo y Amaranta Caballero, entre otros. Así, podemos encontrar, en distintos discursos, la obra de un mismo poeta y, como lectores, contrastar estéticas y emitir una última opinión sobre nuestra percepción de la poesía contenida en este volumen.

Volviendo al prólogo, éste hace énfasis en que sólo un estudio desde los diferentes discursos literarios habrá de dar luz sobre las tendencias escriturales. También pone el dedo en la llaga cuando se retratan ciertos hábitos políticos para la legitimación de una obra o, mejor dicho, de un poeta:

… podemos pensar, no para aventurar una respuesta sino para proponer una conjetura, que el canon, es decir, nuestro parnaso literario, nuestra rotonda de poetas ilustres, el cuadro de honor de la poesía nacional, está domeñado y más influido por la cortesanía y la real politik de la vida literaria que por los méritos, merecimientos y cualidades del texto con intención estética. Los compadrazgos, el clientelismo y el modus operandi del “tú me das y yo te doy” han sustentado nuestra poesía y se han convertido en muy efectivos medios para la legitimación de una especie de literatura (p. 13).

¿Cuál es la aportación más importante de La luz que va dando nombre? A mi parecer, la de iniciar una discusión argumentada desde la teoría literaria y no desde las percepciones impresionistas que han viciado el ambiente y que, por demasiado ingenuas o pervertidas, pierden trascendencia en cualquier discusión; además, propicia la reorganización de las generaciones poéticas en México, y desde una argumentación teórica, muestra las características de la poesía mexicana, sus hallazgos, sus manierismos, sus influencias, sus apuestas estéticas y sus preocupaciones temáticas. El lector, especializado o neófito, que se acerque a La luz que va dando nombre, tiene ante sí una antología que establece claramente sus prioridades, y la más importante es la Poesía.

Fuente: Metapolítica

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