Foja de Poesía No. 030: Margarita Laso

Margarita Laso

Margarita Laso (Ecuador, 1963) es escritora y cantante. Ha publicado cuatro libros de poesía: Erosonera (1991), Queden en la lengua mis deseos (1994), El trazo de las cobras (1997), Los lobos desarmados (2004). En el año 1997 obtuvo el premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade por su libro El trazo de las cobras. Actualmente es articulista del periódico Hoy de Quito. Su trabajo musical se ha concentrado en la interpretación de géneros tradicionales y regionales del Ecuador, aunque ha extendido su trabajo hacia otros géneros latinoamericanos. Su vocación siempre fue la canción popular. Ha grabado pasillos, boleros, tangos, canciones latinoamericanas, música ecuatoriana tradicional, música navideña, canciones de cuna. Tiene once discos compactos con énfasis en lo nacional ecuatoriano donde ha combinado el legado del cancionero patrimonial con compositores contemporáneos. Ha propuesto el encuentro de músicas regionales y generacionales en escenarios donde se fortalecen vínculos de identidad.
Margarita Laso ha llevado su voz a casi todo el Ecuador y también a Colombia, Perú, Cuba, Brasil, Venezuela, Estados Unidos, Chile, Panamá, El Salvador, Turquía, Guatemala, Nicaragua.

Su poesía después del salto.

un ceibo que cuida el horizonte
tiene menos orgullo
que el que orilla tus piernas

un ceibo en tus piernas africanas
matará mi deseo

la cadera cruje como un cangrejo

un crujido en la tenaza de mis huesos
matará mi deseo

trago de ardienteagua
un ceibo te orilla los crujidos
una huella de hollín
los vellos y tobillos
y una equis que enrosca mi cintura

una equis matará mi deseo

(de Erosonora)

bautista empuña los cabellos de mi nuca
y la cuerda del cuello doblega
fragoroso

hidráulica la yugular bombea su cauce
y pasos de pestañas
rozan mis sienes
como veloces pisadas de perdices

bucéfalo bramante
los labios despliega
sobre el riel perpendicular de mi columna
cepo de bíceps amenaza quebrarme
las costillas
y cerca de mi boca sus mordiscos
son brevas maduras

préndeme
bautista
crótalos vertebrales
bailan descalzos
bajo tu brazalete
y al pozo de mi clavícula
van las moras encarnadas
que sorbes

besa la arena sobre la que pondrás
mi espalda
captura del pecho los pistilos
que en tus belfos ampollas
animal de las llamas

bautista bárbaro hambriento
al alba caes con mis quejas
me vas a separar
me vas a separar
me vas a separar

(de Queden en la lengua mis deseos)

_

en el polo los cazadores de pieles acechan a las focas
recién paridas son despojadas de sus crías
apaleadas las capturan antes de cumplir diez días de vida
antes de perder el primer pelo

las de capa blanca nacen sobre témpanos flotantes
desde lejos
sólo pueden distinguirse los discos de carbón de sus ojos negros
de su nariz mojada

con la pelusa del hielo de ellas mullida
en los cuentos infantiles se hacen escarpines para nubes
pero este vestido y su tierna pulpa nada duran

lobas tubulares
las madres marinas que amamantan
aúllan ante los garrotes pero no huyen

así es mi agonía


pielero del ártico
hábil en el manejo de las varas
tú permites que sangre
y arrastre el pecho impulsada por mis aletas cortas
por mi largos bramidos

al filo de la mole de hielo
apenas quieres la piel del lomo que apaleas

en el polo

el sol cae como una puerta de hierro
aldaba el mar aldaba el día

en el cielo

no hay pájaro que sospeche la crueldad del corazón humano

(de El trazo de las cobras)

_

ven a mi encuentro si te atreves
ven a mi encuentro si te atreves
pa’ bailar conmigo
riñones hay que tener

zamacueca peruana

permito que pases la lengua por el filo de una carta que no me has dirigido

permito que roces con la piel de las ternillas pétalos ajenos
que no los de mi lirio de agua

permito que las rodillas distancies al ritmo de otras danzas
que no las del catre que sostiene mis amores
tolero que te rías porque sé que te sobran mandíbulas
y no me nutren tus huesos pero de ellos haré buenas castañuelas

tolero que te duermas porque sé que sueñas que yo te persigo

tu sudor soporto serpiente que se levanta al paso de otras
tu vello pertinaz porque con él cepillo mis caballos

pero escúchame alicia

¡ay! de una mentira

antes de que juegues conmigo

aunque en mis labios rebote tu negra sangre de drago

guisaré un bistec
alicia

una mentira
y guisaré un bistec con tus riñones

(de El trazo de las cobras)

_

el arco de carnero de mi lengua no te susurra
tu cabeza alumbrada por los instintos escucha su estela de saliva

en los raudos comandos de nuestro trapecio
esta pelvis es horquilla que leve retiene mi sexo en tu boca

tú eres un bosque de lianas y éste un columpio mortal
al tacto de mis muslos cuando tuyos
los roces de tu anverso y tu reverso parecen iguales como en una rosa

y tu boca
-chimpancé de las arenas
músculo desaforado que agita un coco
descubre agua dentro de él
y lo destripa-
rosa inversa también de tu boca bebo
beso tu carne de ángel ilícito

tú me nombras solo dos veces
margarita margarita
tu voz se desquicia en esta carpa
arde la red de nuestro trapecio
la horquilla vuela

¡sé amar sé amar!
digo

aunque me olvides
sé amar

(de El trazo de las cobras)

_

SANGRE FRÍA

I

Es un cajón de 90 x 90 x 90.
En él se exhibe la espléndida pitón.
Carnívora de bronce y estaño.
No oye a su mandíbula elástica quebrantar
los huesos calientes de su comida.

Está enroscada sobre su lujuria.
Sorda y satisfecha.
No puede estirarse pero sus anillos de serpentina
helados se tocan como presas.
Espera su merienda.
Por medio de una persiana
un ratón de blanco impecable
ha sido llamado a esta cena.
Será tragado sin que medie de cascabel o crótalo
advertencia alguna.
Sin que una orquesta de metales le despida.
Sin una danza funeraria.

El público está atento al momento del asalto.
El ratón merodea con unos saltímetros
esos pasitos que da en la epidermis el escalofrío.
Sus bigotes transparentes pronto temblarán
de una vez para siempre.

_

II

También yo
como la gorda constrictora
gozaré en la quietud estos banquetes.
Cada vez mis glándulas termo-sensibles me dirán
si has venido a lucir tu miserable gabardina
tu cola aguzada de escalpelo.
Si has venido quizás a llevarte la piel que mudo
o acaso
a mirarte en las placas y escudos de mi cuerpo.

¿No ves que tendrías que limar mis escamas?
¿Que arrancarme un colmillo?

_

III

Ven pues
que toda yo soy brazo que abrasa y destroza.
Y antes de engullirte
sabrás volar
con la sustancia tóxica que traigo en mi saliva.
Sabrás meterte en cintura.
Y engrosarme.

Ven
que notarás que soy ciega y siseo.
Que toda yo soy cuello y talle.
Que soy una víbora modesta.

Ven ratón que he perdido la línea.
Pero no el apetito.
Y tampoco el veneno.

(de Los lobos desarmados)

_

OSO

y sale del bosque el oso
su musculatura oculta
trae abrigo y debajo un brujo
sedoso no se desnuda
ante la sola idea de trozar mis partes
no se detiene
ávido el oso
de arrancar los lomos de las truchas con los dientes
en el corazón del remolino
hincar entre mis piernas el hocico
la ansiedad la sed la zozobra
el tirón de muerte que la succión mitiga

un dominio de demonios tus patas y mis muslos
maroma marcial llave poderosa runa y mandala

oso que muerdes los finos lomos de mi sexo

ya volverás al bosque
como el tigre a la arena
como al verdugo la máscara y la soga
ya volverás
como vuelve esta contorsionista
a bañar sus partes por partes
en los cultivos piscícolas del río

(de Los lobos desarmados)

_

ORCA

I

Esta orca emerge de las profundidades.
De los líquidos oscuros y sus arcos.
De las bóvedas salinas de mi abismo.
De mis polos donde queman el frío y los naufragios.
Brota maciza.
Eléctrica.
Turbina que bate su formidable cuerpo.
Dos colores en toda mi carnaza.
En la pulpa que has querido desosar.
Como quien viene de lejos crece ante tus ojos.
Exhala las piezas de tu asombro.
Esos rastros de sangre en el océano.
Pócimas íntimas.

_

II

Esta ballena comió entrañas humanas y ha hecho de ellas carne en mi carne. Mamífera cebada con lóbulos y huesos.
Este monstruo que no maniobro. Que ocurre a su albedrío. Que es dentro de mí. Que impone su instinto. Esta bestia que te cela y ahora se disputa tus entrañas. Y las mías.

Es el amor que te ofrecí. Tal vez.
Frágil como la piel de las dunas.
Y tan escurridizo.
Fino como el alma de la aguja o la navaja.
Y tan irreversible.

De lo mío conocido (atroz o bello o ambos) no pude darte a cambio de ti mismo a ti mismo sino estos otros fragmentos del océano:

Uno. Un lobito de mar que roba a los pescadores. Bigotes de púas vibrátiles. Luna negra en el mar menguante de plata. Otea el peligro sin temerle al tridente ni a la red ni a la vara. Pirueta de seda entre los luceros oblongos y moribundos de las lanchas.
Dos. Los círculos que trazan las aletas codiciadas por barcos orientales. Armaduras de toro carnicero en formación de ataque. Cuchillas como cachos que asestan en la superficie la convulsión de las presas. Griterío de mamíferos marinos indefensos. Ojos blancos en el desigual ballet de la batalla. Dientes de obsidiana mortífera.
Tres. La dentellada de las rocas a tus pies. Esos picos habitados por moluscos cangrejos látigos salobres tenazas como broches de collares. Perlas prietas. Valvas impares como yo. Caracolas demudadas igual que yo.

_

III

Y este amor qué ha sido.
¿Acaso la orca no devora a los lobos desarmados?
¿Acaso la orca y su cadalso no han quedado abandonados en la playa?
¿No mi propia voz acaso me estrangula entre sus púas? ¿Entre sus cerdas y cabestros de sal?
Y
Qué dejó sino este destierro.
Sino estas vértebras que ciernen arena.
Qué dejó sino estas espinas de pescado.
Donde estuvo el delta entrañado del vientre.
La espesura manada de la noche.
Humea la destrucción. Tinieblas y olvido detonaron.
Arpones en el lomo de las dunas.

(de Los lobos desarmados)

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