Apostilla del vértigo. A propósito de la generación de los setenta

that 70's showEl poeta y ensayista Christian Barrágán (1985) reflexiona en torno a la generación mexicana de poetas inmediatamente anterior a la suya, la generación de los setenta, conformada por algunos poetas entrañables como Balam Rodrigo, Álvaro Solís, Jair Cortés, Rogelio Guedea, Mijail Lamas entre varios otros muy buenos autores.

 

Quien no está en el futuro no existe.

El futuro empezó ayer.

La brújula no quiere marcar más el Norte.  

—Luis Cardoza y Aragón

 

Después de la generación de poetas nacidos en los años cincuenta en el país, surgen escasos nombres en la siguiente década, con Jorge Fernández Granados al frente. Es a partir de 1970 cuando se vislumbra la configuración de una nueva estirpe poética en el país, identificada –quizá nunca antes con tal definición– por su pluralismo de tendencias y dispersión entre sus discursos. Sin embargo, esa aparente ambigüedad generada por el aislamiento entre las diversas y contradictorias posiciones asumidas por los autores ha devenido en rasgo crítico ante su pasado inmediato; si bien en su inicio se mostraba como lejano horizonte merced al azar y la neblina, es ahora que adquiere la condición de punto de partida para su ejercicio más depurado.

            Los autores pertenecientes a los setentas no son ni un grupo (tampoco lo son los poetas de las tres décadas anteriores) ni representan un continuo del tiempo que comprende ese período. A diferencia de las décadas inmediatamente anteriores a ellos (puntualmente los “cincuentas”) la irrupción de estos poetas y su obra se presenta en dos momentos distintos y no en una sola ocasión, como sucedió con aquellos. De este modo, la lectura que en la actualidad se pretenda hacer sobre los “setentas” tendrá que responder necesariamente a este suceso, que no se limita exclusivamente a fragmentar el tiempo tanto como evidenciar el surgimiento dual de la presencia poética más abundante en el medio mexicano vigente. La primera de esta dos escenas puede localizarse entre la publicación de las operas primas, desde 1989, y el fin de siglo con la confirmación de trayectorias reconocibles; en ese lapso encontramos los nombres de Luigi Amara, Luis Vicente de Aguinaga, Hernán Bravo Varela, Rocío Cerón, Dolores Dorantes, Julián Herbert, José Landa, Miguel Ángel Muñoz, Mónica Nepote, Jorge Ortega, Ofelia Pérez Sepúlveda, María Rivera y Alejandro Tarrab.

            El segundo escenario emerge discreto y gradual con el advenimiento del año dos mil. Su conformación es más lenta y su impacto se ve disminuido, en buena medida, por la creciente presencia de sus antecesores, por lo que es hasta recientes días que se distinguen sus integrantes alejados de la sombra arrojada por sus contemporáneos. Podría describirse, así, que la década de los setenta es una generación compuesta (sólo cronológicamente) por hermanos mayores y menores -a propósito, ¿sería vano recordar que el trato entre hermanos no siempre es el más cordial? Continuando con el mismo parámetro, hacia el primer lustro del siglo y hasta los días que corren se cifra el surgimiento de esa segunda, vasta, ola setentera integrada por Luis Jorge Boone, Amaranta Caballero, Víctor Cabrera, Jair Cortés, Luis Felipe Fabre, Rodrigo Flores, Carlos Fuentes Lemus, Román Luján, Hugo García Manríquez, Maricela Guerrero, Pedro Guzmán, Santiago Matías, Oscar de Pablo, Luis Paniagua, Claudia Posadas, Balam Rodrigo, Álvaro Solís, Julio César Toledo y otros más.

            La proliferación de voces y visiones crece, y con ello la distancia que los separa y distingue, aproximándolos en el espectro múltiple que componen. Pero aquí dicha dispersión y lejanía ya no implica ningún gesto desdeñoso, arrogante (de la omisión cínica e imperdonable al parricidio) contra el canon establecido por Octavio Paz, sino su envés. Si existen zonas comunes a los poetas pertenecientes entre 1970 y 1979, aún cuando sea involuntariamente, una de ellas sería la perspectiva que les ofrece la muerte del mismo Paz y su omnipresencia irrefutable respecto a un pasado que a pesar de ser examinado imparcialmente como propio de su realidad, al mismo tiempo les sigue pareciendo en mucho o poco ajeno, extrínseco a su ejercicio íntimo con la palabra.

            A más de veinte años sus manifestaciones inaugurales, el grupo sin grupo o la generación atomizada de los setentas practica la poesía sin ataduras ni preceptos desde la distancia que les provee la historia, y al hacerlo asumen la creación como acto crítico frente al poder encarnado en el universo construido por y alrededor del autor de Piedra de sol –sometiéndolo a prueba con sus propias ideas. No obstante, el ejercicio de los setentas no debe ser considerado bajo los términos de radicalismo ni de ruptura. Tradición, si se quiere, pero crítica en tanto pretende la diferencia a partir ya no más de la mirada parcial y arbitraria (que aún se empecinan en defender unos cuantos pretensiosos y dudosos “herederos”), sino del reconocimiento íntegro del pasado que a unos y otros concierne. Ante la cada vez más débil necedad de afirmar únicamente el costado iluminado e iluminador de Octavio Paz –que también existe, es verdad– contraponen una figura más depurada y completa del premio Nobel y la tradición que representa su vida y obra, donde conviven indisolubles ambos costados en contradictorio juego de luces, incluyendo –naturalmente– los flancos hasta entonces negados.

            El presente poético expresado dinámicamente en claroscuro. Vértice. Pero también vértigo, rotación. ¿Poesía en movimiento? Yuxtaposición de disonancias. Anverso y reverso en un mismo gesto. No ¿águila o sol?, sino águila y sol: canto. ~

 

Datos vitales

Christian Barragán (ciudad de México, 1985) es poeta, ensayista y artista multidisciplinario. Miembro del Consejo de Redacción de la revista Viento en Vela, del Comité Lector del International Board of Books for Young People-México y columnista de Literal. Textos suyos se han publicado en las revistas Tierra Adentro, Luvina, Periódico de Poesía, Crítica, Alforja, Metapolítica y Punto de Partida, y en los suplementos culturales La Jornada Semanal, del periódico La Jornada y Definitivamente jueves, del periódico El Columnista. Poemas suyos aparecen en la antología Mar de vértigos (AEM, 2008) y en el primer Anuario del Periódico de Poesía (UNAM, 2008). Es autor de De un oscuro oleaje, por el que mereció el III Premio Nacional de Poesía Joven “Gutierre de Cetina”. Es profesor de Creación Literaria.

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