Foja de Poesía No 200: Sergio Rodríguez

Sergio Rodríguez

Presentamos a continuación una muestra del trabajo del poeta chileno Sergio Rodríguez (1963). Fue subdirector de revista Rayentrú (2000-2005). Ha merecido reconocimientos como la Beca de Creación  que otorga el Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1999 y 2004), el Festival de todas las Artes Víctor Jara (1998 y 2002), Juegos Florales de Vicuña (2005), Stella Corvalán (2006), Premio Nacional Eduardo Anguita (2008).

 

 

 

 

RITUAL DE LA RESURRECCIÓN

 

 

Escogeremos el calendario viejo

para iniciar nuestra memoria.

 

Escribiremos para que otro sentido herede la voz:

un atrapa niebla de palabras ausentes

ahogadas en el río ligero del olvido.

 

Y cuando este pueblo baje óvulo su invierno

a buscar nuevos hijos para la arruga

nuestro silabear será la lluvia jugando

con dibujos que un niño traza en la ventana.

 

Dejemos que estas redes

sean remendadas por los muertos,

un hombre envejece

sólo cuando olvida su primer sueño.

Es hora de conversar y beber con mis parientes.

Están alrededor de la mesa:

el tío que ha de morir bajo las patas

de un caballo loco y la abuela que conocí

a través de la altiva tristeza de mi madre.

No tenemos medallas para este siglo.

Somos destino y sucesión:

el tiempo suficiente

de la oruga en su arrastre

de la sílaba en su tierra

del amor en su preñez.

Estamos bebidos hasta las sienes

pero recogeremos el canto, porque

si algo perece estas manos sabrán forjar

nuevamente su tierra

y cuando para uva sea, entonces

su cielo.

 

(de Memorial del Confín de la Tierra, 2003)

 

 

 

 

 

 

BOCETO DE BAHÍA PARA HOMERO

 

Escribo memoria en este embarcadero

cuando sus redes traen más frío

del que podemos recordar.

Queda sólo el tejido de las barcas,

el grito de Ulises llamando en vano

a este perro ahogado en otro siglo.

Rostros que hace tiempo parecen

condición del pasado

observan sospechando que trafique

el vino amargo de los naufragios.

He cambiado sandalias al ausente

dejándoles sumidos

en nombres que ya nadie intenta evocar.

Tal vez la pregunta sea devolverse,

abandonar nuestros candados a la bruma

dejando que entre el padre a contar

otro día como peces dispuestos para cebar,

coger esos libros que jamás leyó,

acariciar sus lomos preguntando cuál es la tarea,

cerrar los ojos pensando si ha crecido la casa

o es el mar quien camina más cerca,

comenzar amando los días

porque se han ido tantos años

y se cree escuchar ladridos

donde revientan estos huesos

ya salados por la espuma.

 

(de Memorial del Confín de la Tierra, 2003)

 

 

 

 

 

 

A VECES, ÍTACA

 

Seré la tumba de mi padre algún día.

Navegaré esos pasillos de la casa natal

gritando entre su niebla

un nombre que nadie escucha.

Odiseo convocará estos ausentes

al viaje de la lluvia.

Pero la vida

no puede navegar sin tus remeros

– me dice.

 

(de Memorial del Confín de la Tierra, 2003)

 

 

 

 

 

 

CORPUS DE MUJER CIMBRANDO EN EL SONIDO

 

Que es la voz

sino otro silencio

abrazándose a un cuerpo,

el tuyo sin ir más lejos,

con esa mariposa

que me nombra cada día

y sale a volar

siempre a ciegas

como una culpa torpe

escondiéndose en cada rincón

de la casa.

Insecto o rocío

después del beso,

ozono la lengua,

cigarra este pálpito,

larva la mirada que nos reconoce

y nos vigila dos veces ángel

en su demonio de querer decir.

por eso no me hablas

del capullo

y su paso salival en la garganta,

libélula sobre charco

cada sonido

al otro lado del sol,

temblor de labio

su frío escondite,

camino por tu voz

como sólo el poema

puede crecer del silencio.

 

(de Memorial del Confín de la Tierra, 2003)

 

 

 

 

 

YA NO LEO A MARX NI MATEO

 

Me limito simplemente a pensar

si el polvo tañe en las campanas o estos caminos

han regresado alguna vez al mar: si en sus lenguas

y lenguajes a todos cantaremos: si salivales

limpiamos aquel idioma empantanado en la ribera

y construimos risa la choza del ausente

o arroyo visitaremos niebla poblando

de musgo y gusano el destino de la casa natal:

Ya sé que pasar la edad de Cristo es entrar

al territorio de la muerte y la taberna: quizás

cuando la barca no sea su madera

estaré para remero descalzo

o cansado al fin de míseros tratos con la nada

plagiaré como tantos la voz ahogada

que ronda a quienes dejaron de nadar

contra la corriente:

Es hora de abandonar

la biblioteca a su candado porque no fuimos

ni el libro ni su llave: lo dijo el ángel

– anda sólo: yo tengo alas –

tal vez sea momento de guardar

para otros más veloces esa palabra ligera: mientras

un viento de todos los siglos tañe cada vez más fuerte

el polvo que nos empieza a llamar:

 

(de Tractatus y Mariposa, 2006)

 

 

 

 

 

 

INBUNCHES 1

(la metamorfosis)

 

Y si poseo

tanta tristeza

como un extraño insecto

de Kafka

 

 

tal vez

ha llegado el momento

que me llamen Sr. Samsa

 

 

y cierren

de una vez por todas

esa maldita puerta.

 

 

(de Tractatus y Mariposa, 2006)

 

 

 

 

 

 

 

CANTAR DE MARÍA DEVOTA

 

Si tengo lengua, pues lamo miel

y si dientes, entonces loba soy a tu sexo.

 

Aunque estés dentro del bosque

siguiendo huellas donde tienes mi caricia.

 

Soy María Devota, desde los quince

el cuerpo que arquea en tus manos.

 

La madre de algunos que vagan por el viento

jugando a ser gotas, pulsando la guitarra

como quien pulsa el destino, riendo cretinos

cuando pasan por hendijas llenas de sudor.

 

Soy tu bruja, ni se te olvide Comandante de la

Tierra, traerme una flor extraña, una rama ensortijada

una mariposa que anide el horizonte

que veré en tus ojos.

 

No te olvides bajarme las ganas

cuando vuelvas esta noche.

 

(de Tractatus y Mariposa, 2006)

 

 

 

 

 

LA HORA DEL FIN SEGÚN EFRAÍN IMELCOY

 

He apreciado una piedra.

No tiene esa majestuosidad del roquerío

ante la zarza de las olas

tampoco velocidad en la cruza del lobo

pero da forma al rigor del ángel

que deja luceros

como quien olvida otra mentira

sobre la mesa del bar.

He pulsado su clavija

tensando el alma de aquellos abandonados

y era su tacto un corazón fósil

su roce un beso mojado por la angustia

este siglo otro marino cansado de secar

las barbas

bajo un cielo perdido en las rutas del sud.

 

He apreciado esta piedra.

De ella entonces nuestras lápidas.

 

(de Tractatus y Mariposa, 2006)

 

 

 

 

 

 

CANCIÓN DEL REGRESADO

                                               a Pedro Lastra

 

Siembro trigo en los ojos de los muertos

pero nadie retorna entre las espigas

 

y quizás sea mejor

 

hay pasos que deben perderse en la lluvia

como hay siluetas que reconocemos desde lejos

cuando se agita el mar

 

y estas semillas serán apenas su ilusión

unas cuantas palabras regadas en los oídos

del viajero más antiguo que recuerde

 

sólo puedo esmerarme en ciertos sueños

digo-  mientras la casa natal pasa de largo

mezclada en el humo de otra tarde hecha hueso

 

siembro trigo en los ojos de los muertos

y sobre sus espigas tañen las campanas

la canción de nuestros nombres

 

(de Militancia Personal, 2008)

 

 

 

 

 

 

de

“breviario” (inédito aún)

 

1. epílogos del día

 

 

 

 

 

curiosidad

 

si atisbas por esta cerradura mohosa

la arruga aseando su intimidad

 

descubrirás que las huellas del tiempo

se limpian con los años

 

 

 

 

 

 

un niño gira sobre sí 

 

llegado al mismo lugar

descubre su primera arruga

 

entonces vuelve a girar furiosamente

soltando mi mano

 

ahora nadie puede detenerlo

y estas canas

vagan por viento

 

 

 

 

 

naufragio

 

el siglo

llegó en una simple botella de vino

arrastró océano esta playa

                      y la mujer del pescador

abrió su corcho a la bruma

-pobre mujer, pandora se llamaba-

dejó escapar aquel destino

mientras los ancianos bebían

mientras los ancianos

no dejaban de beber

 

 

 

 

 

penélope

 

ella tiene caderas de perra flaca

para recostarse en la llovizna

 

una voz tan humo

como el cigarro que recogió de babel

 

guarda los ritos del sexo

bajo una mirada de agua

 

y puedes jurar

que te abrigará esta noche

 

aunque regreses del fin

 

 

 

 

 

 

postal

 

me gusta ver

como se desmorona

la tarde

 

pero esto rara vez ocurre

 

más bien soy yo

quien lentamente

                                

se rompe

a                    pe

da

zos

 

 

 

 

 

 

1.1 bis

 

 

temprana herencia

 

es hora del olvido en nunca jamás

por el sendero de ida regresan los murciélagos

cargando cuentos escuchados demasiadas veces

 

los boleros de don lucho

soplan entre el follaje desparramando las hojas

sobre tumbas con nombres borrados

 

un niño pasa cargando entre ausentes

la memoria de su padre, y todos

respetuosamente, nos sacamos el sombrero

 

 

 

 

 

 

cuento de hadas

 

cuando se pierde una zapatilla de cristal

cierta muchacha comienza a errar por las calles

 

algunos animales nocturnos vuelven

asustados, aún hambrientos a sus madrigueras

 

la música de violines eriza

pelos de gatos acostumbrados al callejón

mientras el viento arrastra más polvo

a la buhardilla

 

cuando se pierde una zapatilla de cristal

bailamos solitarios a medianoche

 

 

 

 

 

 

notas sobre un tema de serrat

 

el tren llega a medianoche

chirriando la nostalgia de quienes pierden su memoria

 

y penélope, cada día más cuerda

busca entre pasajeros ajados

el rostro de un muchacho

que escribió su promesa en la bruma

 

desde el último vagón borroneo un poema

pensando que no reconocerá esta caligrafía temblorosa

del anciano que vuelve hoy

 

 

 

 

 

 

homero por las tardes

 

la palidez de una página

se mece sobre la arena

 

quedan restos de una sociedad

que muerde el anzuelo

y canta un pescador

espantando los muertos

que llegan entre gaviotas

 

mi rostro hace años

parece una condición del pasado

 

ah ulises

la gangrena del tiempo es lenta

pero siempre alcanza

 

 

narciso

 

hastiado de la mísera pensión estatal

se dejó morir

no si antes afeitarse cuidadosamente

frente a un espejo hecho polvo.

 

 

 

 

 

2. epígrafes del amor

 

 

 

 

geisha

 

  encojo los hombros

y soy un gallo anunciando el río

 

flexiono mis rodillas

para demostrar la existencia

de la casa del sol naciente

pero me rasgas

doblas en dos en cuatro partes

y una punta que parece boj

 

entre tus manos

soy un ejercicio de origami

sobre una cama de papel

 

 

 

 

 

 

 

guillermo tell

 

esta flecha la habita el agua

por eso cuando se dirige a su cuerpo

llueve en este pueblo

 

o cuando parte la manzana

un río cruza frente a nosotros

 

aunque su libertad sea llegar al mar

 

atravesando mi corazón

 

 

 

 

 

primer amor

 

perdía mi cabeza

en su almohada

 

los pies en su camino

 

mis manos colgaron

muchas veces

en la puerta de entrada

 

sólo después que se iba

lograba encontrar este ojo

pegado aún

en la cerradura del baño

 

 

 

 

 

 

fin del día

 

el polvo de su fuego se queda en la solapa

y sí, tus caderas me trajeron a esta cama

 

hablo lo que entiendo cuando miro

y todo lo que huela a tiempo sobra por las noches

 

si es necesario, entonces soy los mismos huesos

que cantaron en la calle una canción de amantes

 

posiblemente el mismo camino de ayer

bordeando este vino y su resaca

 

todo lo que necesito es un pueblo sin luz

y una mujer que mueva las caderas

 

algunos libros de onetti y dylan thomas

 

una llave que posea tu sombra

 

 

 

 

 

 

sunami

 

  aunque el agua de la memoria

parece arrasar con todo

 

y el mundo se bambolea

a merced de la corriente

pienso que lo hacemos bien:

 

yo flotando sobre ti

 

tú flotando sobre mí

 

 

 

 

 

 

2.2 ex

 

 

 

 

estás donde te recuerdo

 

                                            ayer

ese largo camino que va del bosque

a la playa

 

hoy

este café al que falta azúcar

 

 

 

 

 

 

instantánea

 

  una pareja mojándose muestra la fotografía

 

pende de un clavo, éste, que abrió una grieta

casi imperceptible sobre aquel muro

 

donde se sabe, hay una ventana

y tras sus visillos, la lluvia

 

 

 

 

 

 

hidropónico

 

  de cuando en cuando

debieses regar con lágrimas

tu vida

 

tal vez entonces

crecería la hierba

 

 

 

 

 

 

cosecha

 

  recogió algunos frutos

escribiéndoles ciertos recuerdos

para su viaje

 

luego deslizó aquel mensaje

bajo la puerta

 

desde entonces

muerdo con rabia cada manzana

 

buscando tu nombre

 

 

 

 

 

 

delito

 

  prófugo de sí

desembocó jadeante

en el jardín

 

donde aquella mujer

enterraba para siempre

 

sus sentidos de culpa

desnuda sobre el pasto

 

 

 

  

 

 

pater familias

 

  tan arruinado estoy

que la casa

ya no entra en mí

 

sus pasillos evitan caminar

por los pasos cansados

que cada noche traigo

 

todas las puertas se cierran

cuando intento abrir

mi corazón

 

 

 

 

 

3. posdatas al oficio

 

 

 

 

la poesía es un juego de niños

 

  corres hacia la casa natal

te magullas las rodillas

dejando

una cicatriz de infancia

en cada poema

 

 

 

 

 

 

el buen maestro

 

  me abrió la puerta de su biblioteca

con una reverencia, después mostró

los tesoros impresos con la sabiduría del mundo

cogió una página en blanco

como si fuera su última semilla

la dobló hasta hacer un diminuto barco

y aprovechando la brisa me empujó

 

para que jugase a orillas del mar

 

 

 

 

 

 

instrucciones de uso

 

  la piedra

que debas recoger

quizás sea negra

 

ésta

que al borde del camino

es el camino

 

y si un ave

cruza el sol con su burla

arrójasela

 

la mano que se libera

puede ser

tu siguiente vuelo

 

 

 

 

 

 

paráfrasis con poesía lárica

 

  entras en una vieja casa

 

enciendes la chimenea

desparramando su fuego

por toda la habitación

 

luego te parapetas tras unos robles

apuntando con el lápiz hacia la puerta

 

y esperas en punto fijo

que salgan huyendo los poemas

 

 

 

 

 

 

brindis

 

entro al bar

y pido uno doble de mariposas

mientras los parroquianos

se ríen de mis gustos

llenando otro jarro de cerveza

-de blake si fuera posible

sin soda-

dejo que el hielo se derrita

con los codos apoyados en el mesón

y la cabeza en cualquier parte de la noche

 

disfruto la última gota como

una línea encontrada entre libros viejos

 

luego salgo a la calle

zigzagueando como un ebrio

dentro de la realidad

 

 

 

 

3.1 etc.

 

 

 

momentos a pavese

 

bordeo la ciudad silenciosamente

como evitando rozar los muros

 

en ese espacio  donde vacías las calles

escucho el susurro del viaje

 

abro entonces las páginas

dejando a merced de la corriente

 

el lenguaje sutil de las almas

que navegan lejos del puente

 

escribo a orillas de la muerte

aunque este río lleve mi nombre

 

 

 

 

 

 

referencias personales

 

poeta de los diversos oficios

autor de libros que mezclan

el hálito de isabel rawsthorne

con la levitación de aquel ángel

          que movía las caderas

 

un hombre de malas costumbres

según dicen en el barrio

que porta el silencio en su maleta

junto a este cd de Miles Davis y La vida

Breve de Onetti

 

un hombre que sigue confundiendo

la lluvia del sur con su propio espejo

y la foto de una mujer con el olvido

 

éste, que escribe malas reseñas

mientras decide de que vieja corbata

 

colgará su cuello

 

 

 

 

 

 

irrealismo

 

para qué seguir buscando un camino más hacia la aldea

si hemos encontrado esta casa cuya puerta es el sendero

 

un rincón donde las aves traen migajas

para extraviados que vagan sin descanso por la vida

 

aquel lugar donde alicia descubrió

que no existía el paraíso

 

 

 

 

 

 

autorretrato

 

  trazo delgadas líneas en la tela

y una cicatriz alumbra mi rostro

 

espumo el cabello con pinceles

de brocha gorda

pero una mancha roja se apoza a mis pies

 

intento un claroscuro

a la manera del maese rembrant

mientras esta sombra ocupa la cama

 

firmo el lienzo terminado

con restos de una mano

 

blanca como la muerte

 

 

 

 

 

 

el éxito llega con la muerte

 

  marcas tus iniciales en la corteza

y ya el musgo las reconoce

 

fotografías de mujeres que has amado

se esfuman cada atardecer

 

firmas contratos con una editorial

mientras el lápiz

se triza con el viento

 

 

 

 

 

 

el viaje

 

  de reojo observamos la soledad

  atrás nos respira la memoria

 

  de frente el camino parece

  otra página en blanco

 

 

 

 

 

 

Datos vitales

Sergio Rodríguez Saavedra (Santiago, Chile, 1963). Es Profesor de Estado y Diplomado en Literatura Latinoamericana Siglo XXI. Colaborador de reseñas críticas desde los años 90 en diversos periódicos y revistas especializadas como Literatura & Libros, El Siglo y Pluma y Pincel. Fue subdirector de revista Rayentrú (2000-2005), y Editor de reseñas del periódico cultural Carajo (2005-2008). Durante esos años organizó diversos encuentros de revistas de corto tiraje, denominadas micro-medios. Actualmente dirige el proyecto de difusión www.santiagoinedito.cl. Su trabajo poético ha sido reconocido en diversos certámenes entre los que figuran la Beca de Creación  que otorga el Consejo Nacional del Libro y la Lectura (1999 y 2004), el Festival de todas las Artes Víctor Jara (1998 y 2002), Juegos Florales de Vicuña (2005), Stella Corvalán (2006), Premio Nacional Eduardo Anguita (2008). Ha publicado Suscrito en la niebla (1995), Ciudad Poniente (2000 – 2002), Memorial del Confín de la Tierra (2003), Tractatus y Mariposa (2006), y Militancia Personal (2008).

 

 

 

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