El ensayista Daniel Orizaga Doguim, en su lectura de la tradición literaria brasileña, nos presenta la siguiente traducción, una mirada sobre la naturaleza de la lengua portuguesa, un acercamiento a la obra del premodernista brasileño Graça Aranha (1968-1931).
MEDITACIÓN SOBRE LA LENGUA PORTUGUESA
La perfección es señal del comienzo de la decadencia y de la muerte. En el arte, en la literatura, como en la Naturaleza, la observación nos demuestra la verdad de esta ley de evolución universal.
La escultura comenzó a declinar cuando alcanzó la perfección con Fidias. Praxiteles es un admirable escultor de perfección, pero la fuerza creativa de Fidias estaba ya extinta. La poesía latina murió con Virgilio, Horacio y Ovidio, sus perfectos maestros. La poesía francesa llego a su apogeo en la forma raciniana. Después, incluso con Hugo, Musset, Vigny y Lamartine, nada se renovó. La lengua estaba perfecta y definitiva. Sólo más tarde, con Baudelaire y Mallarmé, tomó un nuevo aspecto. En Portugal, la lengua, que fue pedregosa, dura y difícil, se fue apurando hasta que Camões le dio perfección. Después, la poesía siguió el ritmo camoniano y nada nuevo fue creado. Garret es un romántico amanerado. La prosa portuguesa también quedo fija en Joao de Barros y Vieira; Herculano fue un escritor perfecto dentro de la forma clásica. Eça de Queiroz tuvo la felicidad de traer a la literatura portuguesa dones de vida. Fue un artista que, ignorando a la lengua, escribió de un modo encantador, en una lengua espontánea y corrompida, con cierta libertad, por serle extraños los moldes clásicos. Es así como los principales defectos del escritor que es Eça de Queiroz, contribuyeron a la vivacidad y a la magia de sus libros. En Brasil, la situación de la lengua favorece el genio creador. La perfección es difícil de ser alcanzada. Quien escribe en la lengua de Camões y Vieira, e incluso de Herculano o Camilo, escribe una lengua afectada y postiza. La lengua expresa el gran desorden de la formación nacional. En ese tumultuoso río, varias corrientes se despejan y las aguas son turbias, violentas, bravías y a veces de una libre y grandiosa belleza. La vida se desenvuelve en toda la naturaleza. Cada instante es una nueva afirmación del espíritu humanos sobre las infinitas materias, y las relaciones se manifiestan en la fantasía de las expresiones felices, nuevas, alegres por haber nacido… De todas partes llegan numerosas palabras, que se imponen por la violencia, o se encariñan habilidosas a la atmósfera. Absolutamente todo es un gran aluvión, y la tierra es movediza, y el espíritu allí sopla libre y fecundo. Venidas de la propia naturaleza maravillosa, venidas de la vidas humana que allí se desenvuelve o venidas de lejos, de remotos parajes, encanto de unos, espanto de otros, las expresiones del lenguaje luchan, se repelen y al final se cruzan por instantes, hasta que nuevas expresiones, nuevas formas no lleguen y perturben violentamente a la placidez corriente que se había formado… Y con la lengua así va el estilo, movedizo, tortuoso, sin reglas, en un desorden que irrita, pero que es una señal de la infancia o de perpetua renovación. Y hasta ahora nada queda fijo; las viejas formas portuguesas son absurdas en la tierra incoherente y paradójica de Brasil. Hay una libertad suprema que permite la revelación del genio literario. Y hay un inmenso esfuerzo para alcanzar la perfección. Es el delicioso momento de una literatura, el maravilloso instante de creación en que se lucha por fabricar de tantas materias bellas e informes la obra prima. Y mientras las razas traen sus expresiones propias, mientras el suelo y la civilización en la que se forma el lenguaje es inquieto, tumultuoso, y el esfuerzo es magnífico y soberbio el espectáculo de la creación literaria; ¡pero, cuando en ese extraño mundo el Todo se fije, y una sola raza, una sola nación, una sola alma allí sea definitiva, y grande, y majestuosa, y serena, la perfección será alcanzada y admiraremos el comienzo de la muerte!
[1] De tomado de A Estética da Vida.