Algún día será, cuento de Vanessa Hernández

Vanessa Hernández

A continuación un cuento de Vanessa Hernández, narradora guerrerense. Hernández es diseñadora y periodista.

 

Algún día será

 

 -¿A qué…?- cuestionó Ella. -Ni siquiera deseas que lo haga.

             Era verdad, después de las citas, después de los encuentros y caricias con sabor a prohibido y placer, lo que quedaba era el final de un día de seis horas…Aquellos amantes al fin ponían distancia en una relación que a ningún lado pareció llegar. Estaban ahí, mirándose sin hablar, enviciados y sedientos de un poco de verdad.

            -¿Te lo llevas todo?

            -Lo que es mío y nada más.- enfatizó Ella.

            Caminó de nuevo por el departamento, aquél cuya calidez reconfortaba al igual que un hospital a las tres de la mañana. Las paredes blancas y aquellas imágenes tatuadas e impresas, como símbolo inerte de soledad, abandono o simple curiosidad. Ella, cansada, débil de tanto soñar… y es que eso había sido aquello, un sueño del cual en lunes habría de abandonar. Él, distante, costumbre nata de su edad. Pálido, sin ganas ya de conversar. Unos últimos recuerdos, algunas tímidas breves sonrisas, unos cabeceos y la cotidianidad.

             -¿Recuerdas el primer beso?- preguntó Ella.

             -Te besé para que callaras, hablabas tanto aquella noche.

            -Ve a dónde nos llevó ese beso?- le dijo Ella con cierta pesadez incluida en sus palabras.

            -Algo nos debió dejar.- agregó Él.

            Aquel silencio trajo nuevos recuerdos, después de todo, habían conversado sobre lo mismo todo el día, más que cansados, estaban ya sin ganas de iniciar otro tema. Pensaban cerrar, finalizar lo dicho con las mismas ideas en diversas versiones.

             -Espera a mañana, ya no tarda en llover.- propuso Él

             -Igual lloverá, siempre llueve.-

            Y siguió haciendo la maleta, algunos libros, unos cd`s, y unas prendas… nada más.

            Afuera del departamento la lluvia iniciaba. Un relámpago en el cielo estallaba con toda su furia. La luz de pronto despareció, dejando en tinieblas aquel instante.

            -Espera que vuelva la luz, has dejado el auto lo suficientemente lejos como para peligrar.

           -Lo he dejado donde siempre, está cerca, y tú ya querrás dormir.

           -Hazlo, quédate…-insistió Él. Un mustio “sí” dijo Ella.

           Afuera la lluvia acariciaba el cielo, y Ellos sin moverse. De pronto Ella con una invitación imposible de esquivar.

           -¿Bailamos?

           -Creo que nunca lo hicimos ¿verdad?

           -¿Bailamos?- lo volvió a invitar Ella.

            Nunca como en ese instante supieron donde estaban situados, en un delicioso lenguaje corporal aquellas sombras danzaron con asombrosa agilidad. Sin música que escuchar, mas los pies guiándoles en el andar. Eran después de todo, amigos de verdad. Amantes que habían olvidado lo que en principio les había provocado quererse un poquito más de lo común. Se habían mirado tantas veces bajo el mismo techo, acompañados de las mismas paredes, custodiados de los mismos muebles, todo aquello era familiar, pero más aún circunstancial.

            Él, y su mirar. Él y su caminar. Ella, y su boca, pedazo distante de un beso por haber. Ellos, los dos, besándose, caminando sobre el mar, con la arena y el cielo para tocar, y hoy, igual. Ellos, sin promesas, sin sueños.

            -¿Escribirás esa historia que prometiste…?- le preguntó Ella.

            -¿La leerías?

            -Sólo si es de amor, recuerda lo que te dije.

            -No es esa la razón de que no las escriba, es sólo que…

            -Lo sé, tú lidias con las rupturas, mas no con el amor. No sabes qué hacer con él. Es la verdad. La que te empeñas en negar y descubres en cada texto de desamor, ahí estás, en el que se va, o en la que abandona, pero nunca en quien se queda.

            -Algún día la escribiré.

            -Cuando te enamores será.- Confió Ella.

             Miró por la ventana, aunque a oscuras, aquello ya olía a amanecer, eran pasadas las tres de la madrugada. Se sentía el fresco acompañado del aroma de los jazmines del patio trasero, a menudo a Ella le molestaba ese olor que se impregnaba en cuanto mueble hubiese. Y a la vez tanto de allí le gustaba, la paz adquirida en momentos mundanos, la quietud de la vida en instantes pequeños, su mirada añeja y sus cabellos rizos, aquellos que en canas se volvían eternos. A Él tanto de Ella le encantaba, su sonrisa franca y coqueta, sus castaños mechones, y su boca pequeña a sabor de tierno durazno.

             -Siempre tuvimos reservas.-dijo Ella.

             -Siempre – le miró El.

             -Ya no llueve, pero seguro en el camino volverá a llover. Siempre es así. Ese era el adiós. Ella buscando la maleta, aun no había luz, y ya eran las cinco de la mañana, estaba por amanecer.

             -¿Y…?

             -No hay un “y”, aquello siempre lo supimos, cuando nos besamos en aquel bar, cuando me tomaste la mano en aquel restaurante, cuando delante de todos procurábamos callar, es la hora y ya no hay marcha atrás. -Dijo Ella. Tenía al fin la maleta en su mano, y el adiós en cada movimiento de su cuerpo, aquella mañana se despedirían. -Fue un placer.- Dijo…Y al instante la puerta se cerró, mil imágenes se agolparon en Ellos, el inicio, el intermedio y el adiós. El domingo había finalizado. Ya Ella se había ido, el motor de su auto se escuchaba cada vez más lejos, había ganas de cambiar el destino, de cambiar la suerte, mas nada era posible de hacer. Aquello estaba hecho. Recordó Él, algunas frases…

             -Nos parecemos.

            -Sólo lo necesario.-dijo Ella.

            -¿Y si nos parecemos más?- preguntó El.

            -Pues nos desaparecemos.

 

 

Datos vitales

Vanessa Hernández. Nace en el D.F.  Se considera guerrerense por adopción. Diseñadora de profesión. Participó en el Segundo y Tercer Encuentro Nacional de Jóvenes Escritores en Acapulco. Ha publicado en las revistas El Chiquihuite, Revolución, y en el periódico Trinchera. Por el momento limita sus ideas absurdas y narrativa en ciernes, en su bitácora cibernética:  http://elektratieneunrevolver.blogspot.com/.

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