Alegoría de la contemplación. En torno a la poesía de Coral Bracho, de María del Rocío González

Coral BrachoMaría del Rocío González, colaboradora del Diccionario de Escritores Mexicanos, adscrita al Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, nos presenta el siguiente ensayo en torno a la poesía de Coral Bracho.

 

ALEGORÍA DE LA CONTEMPLACIÓN. LA OBRA LITERARIA DE CORAL BRACHO.[1]

 

                                                                “…aún hallándonos a mil

                                                                                                         leguas de la poesía,                            

                                                                                                       dependemos de ella

                                                                                                    todavía por esa súbita

                                                                                            necesidad de aullar último

                                                                                                      estadio del lirismo.”

                                                                                                                     E.M. Cioran.

 

 

Coral Bracho, poeta y ensayista, ha publicado varios volúmenes de poesía. Algunos de los cuales fueron traducidos al inglés y francés. Fue becaria por la Fundación John Simon Guggenheim y pertenece al Sistema Nacional de Creadores. En 1981 fue galardonada con el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por El ser que va a morir y en el 2003 con el Premio Xavier Villaurrutia por Ese espacio, ese jardín. Con motivo de la celebración del aniversario de la autora, nos reunimos para comentar su obra.    

   De las múltiples lecturas e interpretaciones que puedan darse a una obra literaria; este trabajo lo titulé precisamente alegoría de la contemplación, como mencionó alguna vez Óscar Wong, quien ha estudiado su obra.

   A lo largo de todos sus escritos, desde sus inicios, con la publicación de su libro Peces de piel fugaz (1977) hasta su más reciente volumen, Así oye el emperador, la autora, anuncia, evoca y remite a los sentidos. Ella instiga a percibir profundamente con los ojos, a sentir, a probar, a oler y a oír un todo: como uno de sus fines de llegar a la quintaesencia del cosmos y hacia una realidad que no esté ensombrecida de lo material. En los textos de Bracho, la recreación de todos los actos con los sentidos son los ejes generadores de toda su poesía; para intentar ofrecernos la realidad más pura.

   En sus poemas se conjuga el acto creativo y la observación de un todo. Su ejercicio poético es totalizador. Se distingue por su afán de escudriñar la naturaleza de los objetos, animales y personas; Bracho logra así una sincronía del poema, complementar: el fondo y la forma en sus versos.

   Mucho se ha mencionado de la lírica de Coral como un universo poético que resulta complejo, cerrado, hermético, de gran complejidad sintáctica y abundante en diversos códigos, difíciles de descifrar. Julio Ortega en su Antología de la poesía hispanoamericana actual, apunta: es una poesía reflexiva, “… se produce en primer término como un ensayo de escritura analítica y fragmentaria”.[2] Esto me hace reflexionar sobre las virtudes de creación poética, además de sus aciertos formales; debe ser emotiva, lúdica, reflexiva, intelectual, creativa, que dialogue con el lector y alimente el goce del receptor. Pero, además, la que representa un deslumbrante ejercicio poético.

   Los estudiosos han señalado sobre estas virtudes del poetizar en su propia obra poética y ensayística como Octavio Paz, José Gorostiza, José Emilio Pacheco, Marco Antonio Montes de Oca, Jaime Augusto Shelley, Julio Trujillo entre otros autores.

   Esto viene a colación porque en el caso de la poesía de Bracho, sí evidencia un universo poético rico en imágenes, simbolismos, juego de palabras, mostrándose como dueña del oficio. No obstante, en sus textos, no existe un discurso o un discurso del antidiscurso como mencionó José María Espinasa en alguna ocasión. No hay por completo retórica alguna. Coral nos presenta no un mundo visto de manera materializada sino un mundo que sea observado desde sus orígenes y su natural esencia. Ella, insisto, urde en su trabajo poético para acercarnos a la percepción natural de un todo; es decir, del cosmos. Como podemos constatar en los siguientes versos del poema: “En las últimas palabras están contenidas las primeras”:

 

Del espacio impalpable, una certeza:

tu voz;

 

tu voz que funde

y permanece.

                      -Cortada en vilo

por el tiempo,

cortada al calce por una flor,

como un oleaje refulgente, como una estrella,

renace.

Se abre, se ilumina, se adentra

-desde un silencio incandescente- en las cosas.

Todo lo animas, todo lo alumbras,

todo lo abismas en su fuego.

 

   A cada forma le das  su nombre;

a cada nombre

 

su forma: Ahí,

desde ese punto sin fin

y sin principio, abres las aguas en la palabra justa.

 

 

 

 

-En la mirada que entrecruzan los niños,

en su fulgor,

frente al estanque iluminado.

 

Es la frescura de sus voces recorriendo el espacio, vertiendo

entre hondonadas de luz,

su azar de viento y de extensiones. Es la tersura

de sus voces ardiendo en desbandadas de gozo,

de brillo intacto, de plenitud.

Nada

 

 

toca,

entre las carnes de la vida, su centro,

nada lo alcanza y lo despeja,

como esas risas,

esas carreras embriagadas y eternas

que van urdiendo los jardines, los bosques,

las planicies que cimbran y atraviesan el tiempo.

 

Nada lo ciñe y lo ahonda como esos ecos. Ojos niños

                                                                            [que irradian

Infinitud.

 

Nada encarna la vida

y la estremece; nada afirma su cuerpo y su sed, su voz,

como esa cifra de lo eterno en su centro:

un gesto puro

y claro

Una mirada diáfana. Un arranque gozoso: Una gota,

un arroyo,

una corriente: Es el mar reverberando sus formas,

irguiendo en espesores de fuego sus masas,

su orbe

 

   La escritora construye un universo poético que se abre como un abanico de posibilidades. En donde se integran mundos tan disímiles como lo mineral y lo vegetal, lo animal y lo cósmico, lo humano y lo mítico y lo biológico y lo físico[3]. Quizás, encuentro ciertos tonos de erotismo, aspecto que ha trabajado Silvia Quezada, y otro sobre un tema universal, el tiempo, en algunos de sus textos.

   Encontramos, una deliberada intención en sus escritos de invitarnos a ejercer la percepción a través de todos los sentidos, como mencioné líneas arriba. Sus versos nos remiten por diversos horizontes, atrapándonos en una primera observación, podríamos decir, hasta llegar a la más genuina visión totalizadora de los objetos. No una visión impresionista sino una percepción total de las cosas. Eso es en esencia la estética poética de Bracho. Pero, también, hace evidente en que estamos acostumbrados a una escritura automatizada; quizás, por los medios de comunicación o incluso el Internet. No obstante, patentiza las ideas de lo ¿qué se dice? y ¿cómo se dice? Es decir, se refiere a que estamos inmersos al leer un texto cualquiera, no académico, a una escritura automatizada con un lenguaje cotidiano y coloquial. A lo que la escritora aboga por la esencia del lenguaje, de la palabra por la palabra misma. Es decir, de la pureza del lenguaje.

   Es importante señalar, que en este continente múltiple, su lenguaje culto, en muchos momentos erudito. Se distingue por su riqueza verbal y sintáctica, con un lenguaje, a veces, recurrente para sobresaltar términos, abundante en adjetivos y, también, algunas de las veces emplea términos inusuales. Así como hace uso constante de los signos de puntuación. La obra de la creadora es preponderantemente lúdica al extremo: cada palabra que leemos en sus versos, da lugar a muchas posibilidades de interpretación; sus textos han sido elaborados y reflexionados con rigor crítico.

   Uno de sus estudiosos, Óscar Wong, ha definido su obra como la alegoría de la contemplación. Asegura este autor, que la escritora manifiesta en sus poemas una fiesta de los sentidos, un deslumbramiento a través de atmósferas y sensaciones con un imaginario movimiento de la cámara cinematográfica irrumpiendo en un paisaje virgen.

   Para Bracho, dice Wong, en el instante que accedemos al conocimiento de las cosas, tiene como efecto un deslumbramiento.[4] El deslumbramiento del conocimiento. Coral tiene la enorme influencia del poema Muerte sin fin  de José Gorostiza. Para ambos autores reflexionan a través de los sentidos para acceder al conocimiento. En ambos, hay una aspiración o aproximación por el conocimiento del mundo o más bien, del Universo.

   El poeta Roberto Juarroz sintetiza notablemente lo que la autora nos ofrece en su lírica cuando expresa:

 

   “La poesía  abre la escala de lo real y nos impide

    seguir viviendo escuálidamente en el segmento

    convencional y espasmódico de los automatismos

    cotidianos. Es una ruptura para siempre, que nos

    sitúa en el infinito real, el infinito que empieza

    en cada cosa y deja de ser así un anacrónico decorado

    … Esto pone en su lugar al ser humano y desplaza lo

    secundario, desde la política o el deporte hasta los

    carriles mercantilistas de la reputación o el éxito.

    La poesía abre la escala de lo real y cambia la vida,

    el lenguaje, la visión o experiencia del mundo, la

    capacidad de realidad de cada uno, la posibilidad de

    creación. La poesía crea realidad, crea presencia.

    Es una explosión de ser a través de un uso diferente

    de las palabras. Nada está terminado: la realidad

    se crea. La poesía consiste en eso: crear más realidad,

    agregar realidad a la realidad, combinando de nuevo

    el mundo y el lenguaje, llevando al ser humano a su

    punto extremo, gestando la presencia que es el poema,

    para quebrar así nuestra soledad y trascender el juego

    tenebroso de las preguntas y respuestas. La poesía es

    por todo esto el mayor realismo posible…[5]

   En la creación poética de la autora comentada, evidenciamos un lenguaje rico en significados, depurando lo material hacia lo esencial y sutil hasta intentar convertirse en lo que los Contemporáneos perseguían: la poesía pura. No es una casualidad que su volumen titulado Huellas de la luz, que reúne una buena parte de sus escritos[6], incite al lector a un camino de luminosidad que lo lleve al saber de las cosas. Nos traza un camino donde se va transfigurando la realidad, a través de distintos recursos formales hasta instalarnos en una realidad más pura.

   Debemos recordar que, algunos de sus libros (como Peces de piel fugaz y Ese espacio, ese jardín) forman parte de la gran tradición del poema largo, así como otros autores como Vicente Huidobro con Altazor, Sor Juana Inés de la Cruz Primero sueño, Octavio Paz Piedra de sol, José Gorostiza Muerte sin fin y Manuel José Othón con su Idilio salvaje.

   En síntesis, la obra de Bracho, elocuente y llena de hallazgos; representa un exordio de la palabra misma.

   Podríamos considerarla como una escritura que se va gestando como verdaderos artificios verbales. Nos enfrentamos, ante una lírica que desde sus inicios poéticos representa la expresión más acabada de ese mundo natural al que anuncia y enuncia en toda su obra poética; la cual merece más lecturas, interpretaciones y reinterpretaciones de lectores experimentados y apasionados que la creadora demanda.

  

 

BIBLIOGRAFÍA

Anaya, José Vicente, “Perseguir la huella de lo sagrado”, en https://circulodepoesia.com/nueva/2011/02/perseguir-la-huella-de-lo-.

Bracho, Coral, Huella de la luz. México: CNCA, 1994 (Lecturas Mexicanas. Tercera Serie, 92).

————–, Ese espacio, ese jardín. España: Pre-Textos, 2004.

Ortega, Julio, Antología de la poesía hispanoamericana actual. México: Siglo XXI, 2009.

Quezada, Silvia, “El discurso de la intimidad sexual en El ser que va a morir de Coral Bracho”, http://sincronia.cucsh.udg.mx/quezadawinter2010.htm.

Wong, Óscar, “Peces de piel fugaz”, “Rev.MC”, 203, 18 ene, 1987, pp. 2-4.

 

 


[1] Texto leído en la XXXII Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, el 5 de marzo del 2011.

[2] Julio Ortega, Antología de la poesía hispanoamericana actual, p. 481.

[3] Armando Pereira hace hincapié en estos elementos en la poesía de Coral Bracho en el tomo I del Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX, p. 215.

[4] Óscar Wong, “Alegoría de la contemplación. Desde Coral hasta Elva Macías”, “Revista Mexicana de Cultura”, p. 2.

[5] José Vicente Anaya, “Perseguir la huella de lo sagrado”, p. 4.

[6] En este volumen está incluidos los poemarios: Peces de piel fugaz, El ser que va a morir y Tierra de entraña ardiente.

 

 

 

Datos vitales

María del Rocío González es colaboradora del Diccionario de Escritores Mexicanos y forma parte del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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