Mundos paralelos No. 1: Eugenides, de Carlos Ríos

Carlos-Ríos[1]En el marco de “Mundos paralelos: Antología de jóvenes narradores argentinos” preparada por Mercedes Álvarez, presentamos un cuento de Carlos Ríos (Santa Teresita, 1967). Ríos escribe poesía, cuento y novela. Vivió en la ciudad de Puebla, México, entre los años 2002 y 2009.

 

 

Eugenides

 

eres perro – toda la vida fuiste perro – dijo eugenides – yo sentí que el mundo se me venía encima – ahora los doctores vendrán por mí – pensé – pero él me tranquilizó – tenés suerte – no sos un perro local – dijo

en este país – uno aprende a desconfiar de todo el mundo – no te fíes demasiado de mí – dijo eugenides – y apoyó la hoja del puñal en mi rostro – le pregunté si él sería capaz de matarme uno de estos días – él no dijo nada – estuvo un buen rato en silencio – luego miró los gansos – mejor vamos a matar un ganso – dijo – es hora del almuerzo

había gansos en el jardín de la universidad – un pequeño lago artificial nada más que para justificar el aumento de la cuota  – esto no lo digo yo – lo escuché de boca de uno de los empleados – cerca del lago habían construido unas terribles cloacas – desagües que conectaban con la otra parte de la ciudad – por esa estructura tubular viajábamos si el agua estaba baja – íbamos con las ratas – con la mierda – escuchábamos el plop de los condones al reventar

era la época de las ambulancias – los cuerpos en la calle – nos movíamos con linternas en las espaldas – casi un juego – macabro – como lumbreras – perdidos – en el bosque de la universidad – los doctores – nos cazaban para sus experimentos – por la mañana – hacíamos el recuento – era la parte más triste del día

éramos dos sin techo que jugábamos a ser propietarios – eugenides tomaba una varita de sauce – hacía una línea divisoria – luego decía – lo que hay a la izquierda del bosque me pertenece – lo que hay a la derecha es tuyo – yo me quejaba porque lo de la derecha era el lago – y yo jamás podría gobernar sobre un lago – porque para eso hay que aprender a matar un ganso – en el territorio del lago no había personas que gobernar

desconfié de eugenides – mucho antes de que me enseñara a desconfiar de las personas – otro día le pregunté si sería capaz de matarme – no dijo nada – estuvo un buen rato en silencio

un día – cerca de la medianoche – nos perseguían los médicos – un terrible aguacero hacía del bosque un caos – llegamos a la parroquia del sagrado corazón – yo estaba muerto de miedo – me arrodillé – ante la cruz juré que me consagraría a la vida monacal – juré que no aprendería a matar a los gansos del lago de la universidad – eugenides rompió el candado de la puerta de madera – pasamos – él golpeó tres veces y luego otras tres – detrás de un pequeño retablo una puerta se abrió – apareció un hombre mayor – prendió una vela y pude ver con más detalle el altar – una mesada blanca como de carnicería – los bancos revestidos de terciopelo negro – aquí estaremos bien – dijo eugenides – saldremos ni bien pase el temporal – fue como si naciéramos de nuevo       

para qué nos cazan los médicos – pregunté – para qué necesitan nuestros cuerpos – qué parte de  nosotros necesitan – eugenides me dijo que no sabía – no le creí

otro día – salimos del gran bosque – a vender unas latas de aluminio – en el centro de procesamiento de metales – yo hacía meses que no salía de mi refugio entre los árboles – fue como nacer otra vez – los edificios – los transportes urbanos – la gente con el pelo hacia atrás – los espejos cristalinos – quise mirarme en uno de ellos pero eugenides lo impidió – había vidrieras saturadas de ropa y artículos de primera necesidad – le pedí que pasáramos por mi antiguo barrio – en ese momento supe que eugenides iba a matarme

mientras eugenides afila su herramienta hablo para convencerme de que estar en este mundo es lo mejor – yo que nunca encontré algo para decir – porque siempre sentí que mis palabras arrancan de alguna parte a mis espaldas y no de adentro mío – como si otro las dijera por mí – por eso no quiero acercarme mucho a nada o a nadie – quédense ahí – abran paso – que atrás viene eugenides – cuando me preguntan si tengo algún deseo  – digo que preferiría ser un misterio – una superficie

 

 

 

 

Datos vitales

Carlos Ríos nació en 1967 en Santa Teresita, provincia de Buenos Aires. Es autor de los libros de poemas Media Romana (2001), La salud de W.R. (2005) y La recepción de una forma (2006); de las plaquetas La dicha refinada (2009) y Háblenme de Rusia (2010). Manigua, su primera novela, fue publicada en 2009. En 1994 integró la Antología del Concurso Nacional de Cuento “Haroldo Conti”, certamen organizado por la Subsecretaría de Cultura de la provincia de Buenos Aires. Vivió en la ciudad de Puebla, México, entre los años 2002 y 2009.

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