Consideraciones sobre poesía mexicana contemporánea

A propósito de la publicación de Vientos de siglo. Poetas mexicanos 1950-1982, en la colección Poemas y Ensayos de la UNAM, el poeta Mijail Lamas (Culiacán, 1979) nos ofrece el siguiente ensayo que refiere el estado actual de la poesía de México. Lamas es uno de los antologadores del libro, junto a Margarito Cuéllar, Luis Jorge Boone y Mario Meléndez. El texto fue leído en la presentación del libro en la Feria de Minería.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Consideraciones sobre poesía mexicana contemporánea

 

Ha sido superada la valoración de tradición de la ruptura que se extendió en México con mayor fuerza a partir de la publicación de Poesía en movimiento y que terminaría imponiéndose como “inconciente y secreta continuidad”, así como manera casi única y legítima del desarrollo del quehacer poético (impuesta gracias a la fuerte intervención de Octavio Paz en la vida cultural del país)[1]. En este escenario una nueva recopilación de voces de la poesía mexicana ya no atiende necesariamente a dicho precepto. El impulso de homogenizar la escena poética en un solo registro parece haber quedado atrás  para admitir que el eclecticismo y la heterogeneidad son un impulso legítimo de la modernidad puesta en crisis. Se debilita entonces la restricción de un canon que sólo admite un tipo de poesía que emplea recursos estructurales de “apertura” o tomados de las vanguardias históricas.

Muestra de este cambio son dos trabajos que anteceden al que hoy nos ocupa y que representan un acercamiento interesante al fenómeno poético nacional de los últimos diez años; me refiero a La luz que va dando nombre: Veinte años de la poesía última en México 1965-1985 y El oro ensortijado, poesía viva de México. La primera propone una lectura desde la identificación de ocho distintos lenguajes de la poesía mexicana actual,[2] a la vez que alienta el diálogo y la discusión sobre las distintas interpretaciones del fenómeno poético y apoya la visión de una poesía mexicana diversa. La segunda propone una lectura que reúne una colección de poemas de importantes poetas vivos de México, de ahí la variedad de registros que, sin embargo, coincide en poemas de elevada precisión expresiva y una fuerte connotación del pathos, estos últimos como elementos estéticos de mayor valoración para los antólogos. Ambas privilegian la importancia del poema como objeto de estudio, por encima de la filiación estética de los autores.
Es por eso que mi contribución en Vientos del Siglo, coincide con estos dos esfuerzos al intentar definir de manera mucho más amplia las formas que impulsan nuestra poesía actual.
 

 

Tensiones de la tradición
 
 El juicio recurrente acerca de que la poesía mexicana no ha corrido riesgos formales o de ruptura como la poesía sudamericana de vanguardia o aquellas que la preceden, ofrece un último intento por mantener vivo el cliché crítico de una literatura nacional conservadora. Sin embargo, para nosotros ser modernos (o posmodernos) se ha convertido en una fatalidad, habitantes del mundo contemporáneo. En el momento histórico en que surge Poesía en movimiento, se busca desprender las ramas de los lenguajes explorados durante el modernismo, que seguían presentes en muchos poetas descartados por los antólogos. Desde entonces la poesía mexicana sobresale por utilizar procedimientos que experimentan desde la connotación del pathos; la innovación formal atiende a una necesidad emotiva. Los poetas mexicanos que encarnan mejor el impulso de exploración y ruptura, en distintos niveles del lenguaje, han sido José Juan Tablada, Manuel Maples Arce, Salvador Novo, Gilberto Owen, Octavio Paz, Abigael Bohórquez, Gerardo Deniz, José Vicente Anaya, Max Rojas, David Huerta, Coral Bracho, José de Jesús San Pedro y Ricardo Castillo entre otros y se extiende hasta nuestros días. La importancia de estos en el escenario de nuestra lírica nacional nos dice lo contrario de aquellos que alegan una poesía mexicana conservadora. Tal vez se le reproche a la poesía mexicana no haber redundado en escuelas de manifiestos vanguardistas, no obstante, sus individualidades han repercutido profundamente a nivel de la lengua en una indagación penetrante del fenómeno poético, del mismo modo que se han incorporado aquellos elementos que de las vanguardias han creído valiosos y desdeñado aquellos que por su afectada artificialidad poco o nada podrían aportar al corpus sustancial de su obra.

El fundamento de la experimentación formal de la poesía mexicana se cristaliza en una estirpe de poetas que se distinguen por reafirmar con Ramón López Velarde uno de los más altos postulados de nuestra poesía: “Yo anhelo expulsar de mí cualquier palabra, cualquiera sílaba que no nazca de la combustión de mis huesos…”. La emoción será entonces el signo distintivo de la mejor poesía mexicana.
En la poesía mexicana actual encontramos que los elementos que dan personalidad al discurso de la lírica son preeminentes. Se intuye con María Zambrano que la “poesía es vivir en la carne, adentrándose en ella, sabiendo de su angustia y de su muerte”[3] .
La poesía mexicana siempre ha estado en contacto con elementos de la oralidad (Renato Leduc, Efraín Huerta, Eduardo Langagne) y la búsqueda de una cadencia que puede ser dicha en voz alta y a la vez recordada (Octavio Paz, Jaime Sabines, Efraín Bartolomé), de ahí la noción de perdurabilidad que le es inherente. Por lo anterior la poesía mexicana no está en conflicto con la sonoridad de la versificación de acentuación prosódica o con las indagaciones hacia dentro de la preceptiva tradicional, esto se debe a su fuerte temperamento clásico (Bonifaz Nuño, Alí Chumacero).

También conserva el amor por el significado por encima de las isotopías del significante, pero no es raro que se encuentre flexionando la frase poética -sin llegar a la incomunicación o al sinsentido (Salvador Novo, Abigael Bohórquez, Max Rojas). La poesía mexicana también ha mantenido una fuerte presencia del yo de la poesía lírica y a su vez ha explorado otras formas de la enunciación que acentúan la efectiva transmisión del pathos. La poesía mexicana recupera y actualiza estrategias de otras tradiciones como la galaico portuguesa, la poesía catalana, el epigrama latino o la lírica prehispánica, esta actitud es sensible de ser tomada de los “varios movimientos de ruptura [que] promovieron activamente la recuperación de tradiciones alejadas o despreciadas”[4] (José Juan Tablada, Octavio Paz, Bonifaz Nuño, Eduardo Lizalde, Francisco Cervantes).

La poesía mexicana dialoga con otras disciplinas artísticas, aunque sigue considerando a la palabra como vehículo efectivo de su expresión. Como podemos observar el fundamento de la experimentación formal de la poesía mexicana se diversifica en muchas direcciones, siempre en busca de la perdurabilidad. Nuestros poetas también han atendido el cambio de sensibilidad que determinan los procesos tecnológicos actuales, incorporado a su poesía la fascinación por la inmediatez, el uso del léxico proveniente de la mercadotecnia, el mundo cibernético, el lenguaje de lo tecnológico, el discurso académico (sobre todo la jerga de la ciencia lingüística, ya sea como apoyo o parodia), el zapping, la chat poetry y el slogan, siempre como procedimientos que determinen nuestro estar en el mundo (José Emilio Pacheco, Francisco Hernández, José Eugenio Sánchez, Alí Calderón), donde la sensibilidad se modifica pero las preocupaciones humanas siguen siendo el amor, la muerte, la soledad, la nada.

En los últimos tiempos se ha revalorado con nueva energía rasgos de la obra de tres importantísimos poetas mexicanos, dignos renovadores de la estirpe lopezvelardeana: Alí Chumacero (la pulida elaboración técnica), Eduardo Lizalde (la contundencia y la eficacia en el decir) y Rubén Bonifaz Nuño (la exploración formal y la manera en que su personaje encara la realidad del mundo), poetas que paralelamente a la poesía de Octavio Paz, crean obras tan singulares que enriquecen con una fuerte personalidad a nuestra poesía nacional.

También en estos tiempos se ha puesto mucho más atención a la poesía de Francisco Cervantes y Abigael Bohórquez, dos poetas que han sido poco atendidos por la crítica, el primero por la extrañeza que causa su propuesta estética que recupera estructuras y valores del pasado medieval galaico-portugués, el segundo por su abierta temática homosexual además su actitud combativa socialmente.

Entre los libros que representan de manera eminente a la poesía mexicana más actual podemos encontrar Vivir al margen: poemas, 1981-1986 deSergio Cordero, que mediante un uso eficaz de la silva crea poemas donde todo pende de un hilo ante el desastre; Fuego de Roxana Elvrige-Thomas, con poemas de una melodía cercana a los pies métricos latinos, donde la enfermedad y el dolor son formas de la expiación o la venganza; Los hábitos de la ceniza de Jorge Fernández Granados, es una esplendida escenificación del amor y los paraísos perdidos a través de una cuidada e inusual elaboración estrófica; Physical Graffiti de José Eugenio Sánchez, mantiene algunas formas tradicionales del verso, la prosa poética e incorpora tópicos de la cultura pop desechable y un tono humorístico bien logrado; El deseo postergado de Mario Bojórquez, es un libro con poemas de preeminencia heptasilábica donde se va creando un testimonio en que el conocimiento de la imposibilidad es a la vez desencanto y aprendizaje; en De las tantas voces de Ofelia Pérez Sepúlveda, que construye desde la asimilación de la oralidad una polifonía de fronteras geográficas y vitales; Hay batallas, de María Rivera realiza una cartografía del desconsuelo y el desamparo que nunca abandona la precisa musicalidad; Cantalao de Álvaro Solís, mitología de un pueblo imaginario que sólo es posible entre un río de largo aliento y un mar de imágenes entrañables; Ser en el Mundo de Alí Calderón, que echa mano de una buena cantidad de procedimientos clásicos que construyen una poesía de temática erótica que lo distingue de otros libros escritos por poetas de su generación; y finalmente Contracanto de Iván Cruz, que incorpora a su poesía el discurso de la historia a la vez que consigue un tono íntimo, pocas veces logrado en la poesía de tema social. Como podemos ver, estas obras, aunque parten de la emoción como un principio que las distingue, se han cristalizado en realizaciones muy distintas.

 

Una nueva muestra de poesía mexicana

Toda antología es polémica.
El trabajo que nos convocó también surge de este impulso que revisa con ojos mucho más atentos las expresiones de la variedad y que sin duda ha puesto hincapié en la búsqueda de la calidad de los poemas, tal vez resulten evidentes las discrepancias en el gusto de los antólogos. Sin embargo, también es indudable el diálogo y la discusión que rodea el consenso que se ha traducido en el trabajo final. Asímismo es evidente, como inédita, la mirada descentralizada de quienes fueron convocados para ello.
Para esta labor, y para decirlo con palabras de Geney Beltrán, se buscó a aquellos poetas cuya “escritura es un incendio íntimo del que no es posible salir intacto”[5]. Finalmente, en el balance general de este trabajo, el lector encontrará una poesía en la que predomina el reflejo boyante del alma humana.


[1] Desde el principio la idea de crear una antología de poemas que “amenazaba con eliminar de cierto canon mucha poesía que es indudablemente moderna, pero que no emplea mecanismo formales o recursos estructurales de apertura”, fue vista con renuencia por Alí Chumacero y José Emilio Pacheco, antólogos también de Poesía en movimiento. Ellos reparaban en la necesidad de observar elementos “nada vanguardistas como la dignidad estética, el decoro y la perfección” (Stanton, Antony, Inventores de Tradición: Ensayos sobre poesía mexicana moderna, Fondo de Cultura Económica, Colegio de México, México, 1998).

[2] Motivados en buena parte por el ensayo de Jorge Fernández Granados “Poesía Mexicana de fin de siglo: para una calibración de puntos cardinales”, donde se reconocen cuatro tipos de lenguajes poéticos: poesía de imágenes, poesía referencial, poesía del intelecto y poesía del lenguaje.

[3] Zambrano, María, Filosofía y poesía, Fondo de Cultura Económica, México, 1939.

[4] Stanton, Antony, “Poesía y poética de Alfonso Reyes” en Inventores de Tradición: Ensayos sobre poesía mexicana moderna, Fondo de Cultura Económica, Colegio de México, México, 1998.

[5] Beltrán Félix, Geney, El sueño no es un refugio sino un arma, UNAM,  México, 2009.

 

 

Vientos de siglo. Poetas mexicanos 1950-1982
Margarito Cuéllar (Compilador,Coordinador,Prólogo,Notas), Mario Meléndez (Compilador, Notas), Luis Jorge Boone (Compilador, Notas), Mijail Lamas (Compilador, Notas)
Programa Editorial de la Coordinación de Humanidades/UANL
Colección: Poemas y Ensayos
México 2012
P.P. 544

Poetas de la muestra: Efraín Bartolomé, José Luis Rivas, Coral Bracho, Eduardo Langagne, Víctor Manuel Cárdenas, Héctor Carreto, Mario Santiago Papasquiaro, Ricardo Castillo, Vicente Quirarte, Víctor Manuel Mendiola, Fabio Morábito, Jorge Valdés Díaz-Vélez, Javier Sicilia, Luis Miguel Aguilar, Silvia Tomasa Rivera, Jorge Esquinca, Minerva Margarita Villarreal, José Ángel Leyva, Juan Domingo Argüelles, Baudelio Camarillo, José Javier Villarreal, Tedi López Mills, Sergio Cordero, Dana Gelinas, María Baranda, Roxana Elvridge-thomas, Jesús Ramón Ibarra, Jorge Fernández Granados, José Eugenio Sánchez, Samuel Noyola, José Homero, Ernesto Lumbreras, Felipe Vázquez, León Plascencia Ñol, Mario Bojórquez, Julio Trujillo, Claudia Posadas, Ofelia Pérez-Sepúlveda, Julián Herbert, Luis Vicente de Aguinaga, María Rivera, Jorge Ortega, Álvaro Solís, Balam Rodrigo, Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal, María Cruz, Rogelio Guedea, Eduardo Padilla, Eduardo Saravia, Jair Cortés, Francisco Alcaraz, Hernán Bravo Varela, Óscar de Pablo, Iván Cruz Osorio y Alí Calderón.

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