La mula en la noria, cuento de Ethel Krauze

En el marco de la serie “Los mejores cuentos mexicanos del siglo XX”, preparada por Mario Calderón, presentamos un cuento de la poeta y narradora Ethel Krauze (D.F., 1954). Ha sido profesora en la  SOGEM y conductora del programa de televisión “Cara al Futuro”, del Canal 11. Publicó, bajo el sello de Alfaguara, “El secreto de la infidelidad”, y la novela autobiográfica “Todos los hombres”, ambas en 2012. 

 

 

La mula en la noria

 

-¿A DONDE vamos?

Se ríe, no me contesta. ¿Me va a llevar a aquello? ¿Se cree mucho? ¿Me va a espantar? ¿Y si no me da la gana? Qué, ¿Se debe suponer que a una siempre ha de darle la gana? Me carga; vamos a esperar un poco, le digo, y se lo digo de veras, vamos a tratar de hacer algo antes, yo qué sé, un poco de simpatía, quizá, no sé. Porque francamente no sé qué me pasa. ¿Y si no me mojo lo suficiente? Ayer me pidió que se lo hiciera, bueno, no me lo pidió directamente, lo insinuó, pero no sé si había algo de desdén ¿hacia él o hacia mí? Lo hago o no, pensé, quiero o no quiero, no sé si quiero o no quiero. Bueno, pues, sí, se me viene encima, me atiborra y plácido muy plácido se recuesta en el volante, ¿está feliz? ¿y yo? Me dio un poco de asco, ¿y yo? Se duerme, creo, un minuto, enciende el radio, enciende un cigarro, me aliso el pelo, me seco no precisamente mi sudor, cuál sudor pues, ¿a poco de veras se suda en estos dengues? Ni una palabra. Sus ojos brillan un momento. Enciende el motor, ¿vámonos? Sí tú, ya jalaste, al cerro aunque sea, pero vámonos!

-¿no íbamos a tomar un café o una copa?

-¿cómo?

-sí, ¿no? Por eso nos paramos frente al bar, ¿no?

-bueno, ya estamos aquí, yo pensé que, bueno, lo que me dijiste

-sí, por eso, lo que te dije

-entonces todavía no

-no, no es eso, no te quiero echar mis rollos, sólo dame chance, nada más

-oquéi, oquéi, oquéi, me parece perfecto

¿Perfecto, tú? ¿Qué es lo que te parece perfecto, que te los corte? ¿Qué me castre a mí misma? ¿Eso te parece perfecto? Me lleva a mí el demonio! Y pensar que lo estoy haciendo por este animal, para ver si se logra algo por fin y que no acabemos los dos castrados tan aprisa sin haber sacado siquiera algo bueno de este asunto. Pero me gusta su piel. Es contador o ingeniero o qué sé yo, pero me vale lo que sea, a estas alturas ya me vale lo que ninguno sea. Me gusta, es alto, altísimo, sus brazos bronceados, con vellos, vellos, muchos, y sus ojos grises. Es inmenso, enorme, todopoderoso. Me siento diminuta a su lado como si se rieran en la calle cuando nos miran juntos. Y cómo se ríe y creo que me mira como de reojo y entonces algo brilla en él, sólo en esos momentos y por esos momentos pienso o siento o lo supongo de veras con interés. Y toda su ternura, porque también es gentil, no como la punta de mecos que me rodean toda la vida, todos los días de mi vida. Carajo! ojalá me esté enamorando, ojalá de veras me esté enamorando… pero luego sale con alguna fregadera, no sé exactamente de qué tipo o en qué consista, pero me vale un pelo, quisiera amarlo y ser amada por él, quisiera desmayar y desmayarlo. No voy a meter la méndiga pata esta vez, ¿quieres papacito? sí, pero de buen modo, sí pero que te cueste, con gentileza, con verdadero deseo.

-y entonces no hay problema, ¿verdad? que llegues tarde y esos rollos

-pues…

¿No hay problema? Ya lo hiciste, ¿no? Sólo porque la agarramos con Irma ese día que nos conocimos en el bar y hasta las cuatro de la mañana dale y dale con las chavas a las que les llegaste hasta que las corrimos a las pobres y nos quedamos Irma y yo y tú y tu cuate. Qué bonito, qué bestia, qué bárbara! Pero no voy a meter la méndiga pata esta vez, lo juro!

-…bueno, problema problema, no, pero no hasta que se me antoje, ¿por qué?

-no, nomás, por si se nos hacía tarde

-ah…y tú ya no vives en esta casa, ¿verdad?

-todavía estoy yendo a dormir, pero voy a poner un departamento con unos cuates

-¿Ah sí? y ya trabajas, por supuesto

-bueno, por el momento estoy estudiando todavía

Por el momento, siempre por el momento, tonterías nada más, ya no sabemos de qué hablar si no es de cama. Si se excluye la cama por el momento, todo queda excluido, todo es provisional, pasajero, inútil, intrascendente. Ya pidió la cuenta, ya me va a llevar al coche, a obligarme para que no llegue adolorido a su casa, para que no le cueste dinero lo que tiene que pagar de otra manera y se duerma feliz viniéndose al minuto. ¿Y yo? ¿A mí quién me saca los orgasmos y me pone a dormir exhausta?

Definitivamente es mejor ser hombre. Ellos te llegan, ellos tienen el poder de llamarte por teléfono cuando deseen y de mandarte al caño cuando se fatigan. Y ellos tienen además el pequeñito pero seguro goce de su eyaculación, la libertad de ser siempre lo que son. Pero no les llegues tú porque te lavan y te botan a la primera de cuentas, no les llames porque te creen desesperada y bien dispuesta con las piernas de par en par abiertas para recibir su dulce látigo, tampoco te niegues porque se aburren de esperar, “¿No me das cuando quiera y como quiera? Te largas querida, tengo otras veinte esperando turno, tú dices”. Y qué te dan a cambio, un poquito de saliva, un gruñido, un humor blanquecino para tirar al excusado. ¿Y el orgasmo magnífico? Se quedó adentro, pegado a la piel, o profundamente escondido.

-hoy sí vamos –le digo a Irma

-¿de veras? ¿ya por fin te decidiste?

-no seas idiota, pues qué querías, tengo cinco o seis meses de verlo y eso que lo he extendido a dos semanas

-bueno, ya es record, ¿eh?

-sí, pero creo que si me paso de la raya se me voltea el asunto, el otro día  le dije que esperáramos un poco, el día ese que te dije que me dijo que por qué no hacíamos el amor, cuál amor tú, desde cuándo nos amamos, digo, para saber, ¿no? Pues dijo que estaba bien, que hasta que yo sintiera, no entendió nada, tampoco le quise echar todos mis rollos, pero ya estoy harta de meterme a lo loco con el primer animal que se me presenta, porque te juro, y esto ya lo hemos hablado tú y yo mucho, te juro que llego a mi casa después y me siento una mierda, fea, estúpida, vacía, y para nada, porque yo qué saco, caramba, dime yo qué saco, pues, le dije un  poco de paciencia, a ver qué onda, ¿no? a ver si la hacemos, a ver si vale la pena, bueno, perfecto me dijo, te digo que no entendió nada, por eso tardó después cinco días en volver a hablarme, que porque tenía exámenes y estaba estudiando día y noche y yo qué sé

-bueno, bueno, bueno, pero dices que ahora sí ya te decidiste

-y qué me queda, mira, la verdad yo ya quiero, porque no voy a decirlo, sí, quiero, por qué no, tengo meses esperando a ti te consta, ¿cuánto tiempo más puedo esperar? y me sale este que me gusta, se medio enrolla conmigo, te digo que ya tiene dos semanas dándole, y me gusta sí, me gusta, me fascina, me vale lo que sea pero me fascina, bueno, ya, ¿no? si no cuando, se va a partir el asunto, ¿no?

-pues sí, si yo hubiera esperado tanto tiempo con el imbécil ese que te platiqué, a lo mejor hubiéramos sacado algo, no sé

-mira, y lo que sea que truene, pero ya, ya estoy harta, harta, harta!

Hoy es el día. Carajo. El maravilloso día. ¿Y si no pasa nada? ¿Y si me manda al diablo? ¿Y si me deja de gustar? ¿Y si no siento nada? Pues ya ni modo, ya me fundí, ya vamos para allá. Insurgentes a las cinco de la tarde, el cine Manacar, San Ángel, la universidad, perra facultad, Tlalpan, ¿Hasta dónde vamos? Por la vieja a Cuernavaca, qué odiosos lugares, qué increíble se ve la carretera a estas horas. ¿Y este animal no piensa dirigirme la palabra nunca? Va feliz, rumbo al paraíso y yo me siento como si fuera al matadero a buscar a mi madre en vuelo directo y sin escalas. Me ve, sonríe, ya me estoy riendo yo también, ya las vas a tener, no te preocupes, lo único que te pido es que la mires bien, que veas que la mía es diferente, es mía, no será muy redonda ni muy buena pero es maravillosa. Y cómo te hago ver eso, ya no sé cómo ponerla en charola de plata porque si no la ves no es culpa tuya, ya no sé cómo hacerte sentir que la mía sí vale por encima de todas porque quizá ya no vale la pena, quizá no ha valido nunca la pena. Inútiles, imbéciles. Llegamos ya.

-qué te parece, ¿eh? está bien, ¿no?

-no está mal, me gusta ese tragaluz amarillo, da un ambiente… no sé

-¿no quieres tomar algo?

-no

-… porque podemos pedir servicio al cuarto

-bueno…

-y bueno

-de qué te ríes

-no nada, me dio risa tanto drama…

-cuál drama

-sí hombre, tanto rollo que arma uno si ya sabe que va a llegar a esto, ¿quién lo dijo? no me acuerdo

-ahí está el chiste, ¿no?

-ándale, precisamente, ¿y sabes de qué me estoy muriendo de risa?

-traes un rollo bárbaro

-estoy muriéndome de nervios, qué estúpida, qué bárbara, pero no me mires así, haz algo, jefe, haz algo, desvísteme…!

Ven amor mío, quiero sentir tu piel quemándose y que me viertas ligera y húmeda y me hagas sentir así tan densa y todo lo que dicen los poetas cuando se convierten en amantes. Qué dureza hay en todo esto. Ven, ensalívame, el peso enorme de tu cuerpo, sí, por favor destrózame, amado mío, ya no sé cómo decirte, cómo nombrarte si no eres nada mío. Qué imbécilmente hago las cosas. Y tú no te asombras, no sufres, no gritas, y sólo te viertes lentamente y como por encargo. No sé si tocarte, ¿dónde? Y tú por qué no me recorres de punta a punta y dulcemente, ya vas a lo tuyo, a lo que debes hacer, y no sé cómo detenerte para que nos miremos primero, para besarte con el alma. Qué digo! Entra pues, que me duela, como toro en brama, parece que ya te acercas y quieres buscarme entre los labios, sí, sí, sí, más, tus dedos deliciosos, vas bien, bien, bien, me estoy hundiendo, hundiendo, dulce frío hundiendo en el calor brutal de tus ingles, hundiendo en mares ríos de espuma bramadora hundiendo, no, no, no, espera, espera, espera desgraciado no te vayas todavía, no me dejes así y ya vienes feliz sobre tu lomo de perro, con tu llantito de perro y yo secándome el ombligo y secándome los ojos y las piernas… tus miserables gotas, ay tu desmadrado amor, ¿por qué me haces esto?…Fuma cabrón, goza tu proeza a bocanadas.

-¿no quieres un cigarro?

-no

-¿acabaste?

-supongo que no te debo preguntar lo mismo, ¿verdad?

Te ríes, que relumbrón eres. Pero no importa, voy a aprender, tengo paciencia, me gusta sentir tu piel, con eso tengo ahora, que tú hayas gozado y que lo diga! Y que lo digas sin amarte, que me llegaras a amar, que te llegará a amar y que pudiéramos adivinar algún sentido en todo esto, y he hecho todo para ti, tú crees que me esperas, que me has tenido paciencia, pero no conoces la mía. Esperar que tú descubras que me puedes amar, que me hagas descubrir entonces que puedo amarte. Paciencia para aprender a no detestarte, no detestarme. Y ahora vienes otra vez. Y después, otra vez, igual, siempre lo mismo, sin saber qué estamos haciendo ni para qué.

-me voy a bañar

-sí, vamos a bañarnos!

-no me digas que te vas a bañar, no vas a llegar con el pelo mojado a tu casa, mejor espérame, no me tardo…

Yo puedo llegar a mi casa como me dé la gana, mojada o seca, y casi siempre llego seca, y si no quisiera mojarme el pelo yo sabría cómo hacerlo, ni siquiera me dejas gozar  de lo que viene después de, porque aquí acaba todo, como si te limpiaras de mí y yo no me he ensuciado todavía, virgen inmaculada!

-y te digo Irma, te dije, no va a hablarme. Nos despedimos como si nada, yo como loca todo el día siguiente, le hablo, le hablo, le hablo, no entiendo cómo puede no llamarme al día siguiente, siquiera por gentileza, por agradecimiento siquiera, ¿no? no, hasta el jueves le llamé yo porque ya no aguantaba, no estaba, le dejé recado. Y esperé… creo que me estaba enamorando, no fui a la escuela en toda la semana, no podía, y este imbécil como si nada, le valí un demonio, Irma, me botó como si yo fuera qué! Entonces dije este se va al carajo. Y una y otra vez como mula que da la vuelta a la noria no valió la pena nada, y dime, dime qué mal hice, dónde metí la pata, esperé, prudencia dije, sí, porque no creas que le hablaba con chingaderas, hasta en eso, fíjate, hasta eso cuidé, fui paciente, quise lograr algo y para nada, ya ves, para nada otra vez, y como estúpida, como si nada me quedo seca, qué ¿me voy a quedar así toda la vida? Y qué crees, lo que es peor todavía, a los quince días suena el teléfono, yo ya andaba completamente en otros rollos…

-¿bueno?

-hola! Vaya, por fin te encuentro!

-ah, eres tú

-te hablé varias veces pero no te encontré y he andado con exámenes que ya me tienen hast…

-sí, ya sé, hasta la madre, ajá

-que me hablaste el otro día y

-¿sí? no me acuerdo, ah sí, fue el día ese que agarré un pedo loco, qué bárbara

-pues, me dieron el recado pero te digo que he estado ocupadísimo y más estos últimos días porque voy a salir de vacaciones en semana santa

-qué buen rollo, yo también a ver qué reventón agarro

-pues sí, me voy a Cancún con unos cuates

-qué a toda madre, vas a agarrar nalga hasta decir basta

-no, qué te pasa

-y nalga güera, de esas mamadoras, de veras, qué buen rollo!

-y tú, qué onda

-no, pues traigo un pedo bien rollero, que pa qué te cuento, grueso grueso está el asunto, a toda madre, cabrón!

-pues a ver cuándo nos vemos, ¿no?

-ándale cabrón, a toda madre, ái chingamos!

 

 

 

 

 

También puedes leer