Destino, cuento de Mario Calderón

Mario calderon 2El poeta, narrador y crítico Mario Calderón (1951), nos presenta un cuento que ejemplifica el método de “adivinación” o lectura del entorno individual que ha creado a partir de sus reflexiones en torno a la literatura, la psicología y la física. El cuento que aparece a continuación forma parte del volumen de relatos “Destino y otras ficciones” (1998). Su último libro de poemas es “Deletreo del mundo” (2012). 

 

 

 

Destino

 

Desde muchos años atrás, percibirías del ambiente como si algo se te quisiera comunicar. ¿Qué? Tal vez la fuerza del discurso a punto del desglose.
Ahora tú llegarías a un colegio de bachilleres ubicado en el corazón de una populosa unidad habitacional de la ciudad de México.
Sería la primera vez que tú pisarías esa colonia y aquella escuela. Por eso, al entrar al salón no conocerías las posibles reacciones en los rostros de los muchachos, como recordarías los gestos y actitudes de la gente con la que habrías convivido: serías momentáneamente un ciego social por proceder de otra región y otro núcleo. Por esta causa, entrarías al salón y desarrollarías la case con la idea de lo que tú, desde tu personal punto de vista, considerarías adecuado.
Poco a poco tu cerebro almacenaría claves, y en el momento que te pareciera poseerlas te sentirías relajado.
Al llegar, habrías sido un muchacho vacilante, buscándose; pero en los ojos de los alumnos, espejos limpios, habrías encontrado tu efigie firme y la habrías seguido constante.
De ese modo habría llegado el momento, tal vez a los 40 años, que para ti no podía existir ninguna situación fuera de dominio.
Ahora, a los 45, hombre moreno, con barba y algo gordo, por la seguridad adquirida, estarías en el salón por que dos muchachas estudiantes te pedirían que leyeras su inconsciente.
Ellas lo solicitarían, porque tú, el primer día de clases, no pospondrías a los jóvenes que realizaran su propia presentación, sino que tú los presentarías sin que ellos se expresaran oralmente.
Efectuarías la práctica con el fin de establecer el valor de los posibles símbolos, tornar la clase atractiva y que los estudiantes obtuvieran fe en el estudio, especialmente en literatura.
Habrías leído El gran teatro del mundo de Calderón de la Barca, Teatro crítico universal de Feijoo, la novela Niebla de Unamuno, y supondrías que el mundo es una obra de arte narrativo. Más tarde, habrías estudiado textos narrativos con análisis psicoanalítico rastreando en las obras dos historias: La Evidente, común y La Profunda, al que subyace en la realidad aparente; como es de suponer, siempre estarías fundamentando en la teoría freudiana y en las ideas de Carl Jung.
Habrías entendido que la historia el mundo se relata con actos y que el hombre puede interpretarlos considerando dos lenguajes: el denotativo o el de la observación trivial y el connotativo o del inconsciente, que se descifra atendiendo los símbolos establecidos en La interpretación de los sueños de Freud y en la obra de Jung. Entenderías que naturalmente fue imposible que estos autores refirieran todos los símbolos, pero que Freud remite al principio para interpretarlos: la asociación por analogías recomendada por Aristóteles.
Considerarías después, como otra aportación tuya, que existe el inconsciente externo, el que pertenece al contorno del individuo, y no únicamente el exclusivo del interior del hombre, como propone Freud. Siguiendo este particular concepto te habrías dedicado, por algún tiempo, a la tarea de comprender los cuadros surrealistas de Magritte y Delvaux.
En seguida, sólo como broma o pasatiempo, habrías intentado adivinar el pasado, presente y devenir de tus alumnos: al pasado sabrías que pertenece lo que se encuentra tras una persona, al presente, lo inmediato; y al futuro, lo que se halla adelante. Con la práctica ya sabrías que un asiento, un plano más o menos de medio metro, corresponde a un ciclo o un año y que el espacio es lo plástico del tiempo.
Después de varios ejercicios habrías descubierto que todo el contorno del hombre guarda relación con él: personas, acciones, objetos, etcétera. Sabrías que lo situado al lado derecho o al izquierdo no se relaciona, como pensaba Freud, con los conceptos del bien o del mal respectivamente, sino con la importancia que todo posee para el individuo a quien se lee el inconsciete: a la derecha se localiza lo muy importante; a la izquierda, lo que reviste menor importancia.
Habrías deducido, de pronto, que sin reflexionarlo leías la forma o el conjunto de acciones, objetos y detalles componentes de la forma de esta obra de arte que es el mundo, y que el hombre primitivo o el supersticioso, en su modo de vida, sí consideraba la forma o el medio, pero que al evolucionar lo olvidó y confió únicamente en su interior, en el análisis somero de situaciones, y nunca en la sugerencia profunda de su medio.
Sabrás también que así como hay una lógica en la naturaleza, buscada por los científicos mediante sus experimentos, existe una inteligencia en todas las acciones humanas y que, como pensaba Ortega y Gasset, el hombre es él y sus circunstancias.
Indicarías a las estudiantes que tomaran el asiento de su preferencia y comenzarías a describir, a través de la lectura del medio externo, lo que se encontraría en su interior, ya que el mundo externo únicamente es metáfora del interno.
Nelly sería una muchacha tal vez de 18 años con blusa blanca y falda roja. Llevaría una cadenita de color plateado rematando en un corazón también de plata. Usaría tenis delgados y blancos.
Karina, la otra joven, vestiría falda negra y blusa rosa con una pequeña ancla bordada del lado izquierdo. Calzaría botas negras y toscas.
Iniciarías la lectura con Nelly en un salón de clases semiocupado, tal vez porque habría receso entre la case anterior y la posterior.
En la plataforma de su pupitre amarillo habría u corazón con el nombre de dos enamorados: Antonio y Silvia. Por este detalle comentarías que Nelly amaba a alguien en ese instante, pero que los dos enamorados no constituían una pareja armoniosa. Harías esa afirmación por que la s en fonética, así como muchos otros sonidos, es cerrada, mientras que la a es una vocal abierta: uno representa la oscuridad y el otro la luz.
Sabrías que las personas cuyo nombre empieza con un sonido oscuro (s, g, h, v, i, o, t, u, x, z) suelen ser rígidas, demasiado formales, escépticas ante un suceso novedoso y, hasta vierto punto, egoístas. Entenderías además que los individuos que poseen nombre con fonema abierto tienden a ser tolerantes, poco rigurosos en sus juicios, dispuestos a escuchar y generalmente generosos.
Ella aprobaría tu afirmación con un movimiento de cabeza.
Continuarías diciéndole, basándote en su adorno, que el corazón de lata parecería desproporcionado, que posiblemente padecería algún problema de salud del corazón; ella aprobaría nuevamente tu comentario. Por su blusa blanca afirmarías que ella es de carácter muy sociable; por su falda roja, que su inquietud sexual era muy intensa en aquel momento. Ella, con cierta pena, aprobaría tus aseveraciones.
En el pupitre anterior habría un papel convertido en fragmentos. Por ese detalle le comentarías que el año anterior habría tenido un plan frustrado; ella aceptaría la interpretación.
En el pupitre siguiente, hacia atrás, observarías la huella de una mano extendida en actitud de despedirse. Por este indicio comentarías que hacía dos años ella habría vivido una despedida impresionante. De nuevo ella constataría tu afirmación.
En la misma dirección, ya sobre la pared, a una distancia aproximada de dos metros antes del pupitre observarías una grieta vertical. Por este detalle comentarías a tu alumna que seguramente habría vivido una separación. Ella reafirmaría tu suposición contando que sus padres se habrían divorciado cuando ella apenas era una niña. En seguida le advertirías que podría creer lo relativo al futuro únicamente si tú hubieras acertado en lo que se había referido al presente y al pasado.
Te respondería que habrías atinado en todo; pero preguntaría que por qué no aparecían otros detalles de su vida. Tú le contestarías lo mismo que argumente Jung cuando habla de que ignora por qué hay detalles del inconsciente que no aparecen de manera constante:”Es como cuando vamos en el automóvil por una calle recta y, de pronto, damos la vuelta a la derecha. No se pierden experiencias del pasado, sino que permanecen ocultas en alguna parte”.
Sobre los acontecimientos del devenir, le dirías que posiblemente, en el futuro, ella se dedicara al campo de la computación. Expresarías esa suposición porque, a dos pupitres después del suyo, verías un dibujo con una especie de pantalla formada mediante seis pequeñas espirales constituyendo un cuadrado. Ella se alegraría y te confirmaría el acierto contando que eso es lo que había pensado estudiar.
Y a una distancia de tres pupitres, así como se forman y descomponen imágenes en las nubes, observarías en los rayones que los muchachos haben sobre las bancas, el rostro de un bebé. Lo comentarías, sin hablar del símbolo de referencia. No parecería creerlo, pero cuando pasara el tiempo previsto efectivamente sabrías que ella se habría embarazado sin estar casada.
Comenzarías el análisis de Karina. Con base en su blusa rosa le descubrirías que sentía la viuda muy hermosa, en el momento actual; pero basándote en el ancla, le harías conciencia de que su corazón permanecía detenido en un afecto, el amor a un hombre. Le expondrías, apoyado en su calzado toso, que le faltaría tacto en el trato con la gente que la rodea, y por la referencia de su falda negra, el negro simboliza la negación, la harías consciente de que tal vez en ese momento ella se negaba a cualquier experiencia relacionada con el sexo. La plataforma de su pupitre tendría una goma para borrar y ésta sería símbolo de olvidar algo. En el pupitre anterior verías la palabra “Manuel”. Como éste sería el nombre de un alumno rebelde que te habría causado un pequeño disgusto, le dirías a la alumna que haría un año que habría conocido a un joven que había tenido un problema con un profesor. Ella confirmaría tu aseveración.
Arriba, en el techo, estaría una lámpara encendida. Por este detalle le comentarías que el año recientemente pasado había comprendido todo perfectamente y que habría experimentado gran éxito en sus estudios; ella, por supuesto, lo admitiría. Tú recordarías que Freud se refiere en La interpretación de los sueños a ese hecho como un típico caso de magia; pero tú sabrías que éste, tu procedimiento para descifrar escenas o sucesos es, en realidad, interpretación del lenguaje literario donde también debe considerarse la experiencia del emisor o descifrador; pero que no tiene relación alguna con la magia.
En el pupitre anterior, el correspondiente a una distancia de dos años, habría un muchacho estudiante con mucho internes. En el momento de observarlo, se tocaría la nariz con gran detenimiento. Por este cuadro le recordarías que, haría dos años, ella habría estado enamorada de un joven estudioso que en ser tiempo padecía de problemas de salud de las vías respiratorias; ella nuevamente apoyaría tu observación.
En el pupitre de atrás, el que correspondería a una distancia de tres años antes, verías formada, mediante huellas de dedos sobre el polvo, una escena consistente en un hombre golpeando un caballo. Lo comentarías a tu alumna y ella te platicaría que este episodio había ocurrido un día que, estando de vacaciones, un caballo de su propiedad la habría tirado. Su padre se habría puesto furioso y por eso había golpeado al animal.
En el pupitre cuarto, hacía atrás a partir de donde ella se encontraría, es decir a la distancia de cuatro años, habría un cuaderno con el grabado de una jovencita tomada de la mano por un muchacho en el interior de un templo. Tú le recordarías a al estudiante analizada que ella había vivido precisamente esa experiencia; ella narraría que, en efecto, un pretendiente le habría declarado su amor dentro de una iglesia.
Sobre los posibles detalles por encontrar en el futuro, advertirías que sólo podría creerlos si habías acertado en tus aseveraciones relativas al pasado,
Sobre el futuro verías el pupitre delantero, es decir durante el próximo año, una cruz. Supondrías que el significado era una defunción; pero para no alarmarla o caer en un posible error, le comentarías que el año próximo viviría una experiencia religiosa importante; algún tiempo después te enterarías que habría muerto su madre en el plazo previsto.
Ahora estarías convencido de que de igual manera que existe lógica en la naturaleza, en el transcurso de la vida del hombre también ha hay. Comprenderías que otras formas adivinación, lectura de cartas o lectura de café, en realidad, sin que se sospechara, se han basado en el mismo principio: la lectura de un lenguaje literario, figurado o metafórico. En adelante reflexionarías en que debe darse mayor importancia al estudio de la literatura porque, mediante ella, se puede penetrar en el conocimiento profundo de la realidad por constituir un juego de imágenes y semejanzas.
Conocerías que el hombre, igual que Cristo, actúa con un libreto previo.
Meditarías en el hombre moderno que, en la euforia de estar vivo, se cree conductor de su propio destino, mediante su razón; ignora que ésta no es brújula, es únicamente remo. Orgulloso, el hombre contemporáneo no valora la sorprendente sabiduría de los pueblos antiguos, griegos, hebreos o mayas, que invariablemente creían en un destino determinado.

 

 

 

Datos vitales

Mario Calderón (Timbinal, Gto., 1951) Es Maestro en Literatura Iberoamericana y tiene estudios de doctorado en Pensamiento y Cultura en América Latina. Actualmente es profesor del posgrado en la UAP. Es poeta, narrador y ensayista. Fue becario del INBA-FONAPAS 1982-1983 y del FONCA por los estados de Guanajuato 1999-2000 y Puebla 2002. Obtuvo mención en el Premio Internacional de Cuento de la Revista Plural de Excélsior, 1982. Parte de su obra ha sido traducida al Inglés y al Húngaro. Aparece en todos los diccionarios Bio-bibliográficos y de escritores que existen en México. Se encuentra incluido en antologías como La región menos transparente de Héctor Carreto 2003; Quinientos Años de Poesía en el Valle de México de Aurora Marya Saavedra, 1986; Poesía Erótica Mexicana de Enrique Jaramillo Levi, 1982; Asamblea de Poetas Jóvenes de México de Gabriel Zaid, 1980; La Vida que él me da (Narrativa Guanajuatense de la migración y la violencia) de Herminio Martínez, Universidad de Guanajuato 2004, entre otras. Poemas suyos aparecieron en Antología de Poesía Latinoamericana en idioma Húngaro. Ha publicado seis libros de poemas (Después del sueño, Universidad Veracruzana, 1976; Viaje a la otra parte del mundo, Liberta-Sumaria, 1980; Lascas y poemas, Oasis, 1984; Trueno del temporal, UNAM, 1996; Hálito del origen, Daga, 2001; Naturaleza Viva, BUAP, 2002), tres de relato (Si te llamaras Federico, La máquina de escribir, 1979; Destino y otras ficciones, Daga, 1998; Donde el águila paró, Universidad Autónoma de Chapingo, 2002) y un estudio y antología sobre la adivinanza en coautoría con Rosa María Farfán. Es creador de un método para la lectura del inconsciente (adivinar sucesos del presente y el pasado) que ha sido sujeto a experimentación con éxito en la Universidad Autónoma de Puebla. De este hallazgo dan fe artículos de Ignacio Trejo Fuentes, Marco Tulio Aguilera Garramuño, Vicente Francisco Torres, además de la constancia de la BUAP.

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