El Avant-Garde en crisis

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Presentamos, en versión del poeta, crítico y traductor Gustavo Osorio de Ita (Puebla, 1986), el texto “El avant-garde en crisis” del poeta y crítico norteamericano Roberto Tejada (Los Angeles, 1964). Tejada es autor de los poemarios Gift & Verdict (1999) y Amulet Anatomy (2001),  Mirrors for Gold (2006) y Exposition Park (2010). El texto apareció originalmente en “Lara Turner Journal. A journal of poetry and opinión”.

 

 

 

 

 

 

El Avant-Garde en crisis

 

 

De aquellos escritores alineados al menos con una de las columnas visibles del avant-garde en Estados Unidos, más de uno ha sido tan obediente al mandato formal y a las certezas del desarrollo como para descontar la semejanza de que dichas imperativas, como con cualquier peligro de la ortodoxia, son escasamente, en el mejor de los casos, aún desafiantes ante el estado actual de nuestros asuntos. Existe un compromiso discernible con la idolatría modernista y, con esta, la arrogancia sintomática de un avant-garde desconcertado por las noticias de que, actualmente, otras formas de prácticas críticas y hacedoras-de-significado prosperan excediendo cualquier deseo centralizante. Asi que dar seguimiento a los despidos y falta de reconocimiento por parte de la administración superior del avant-garde, son aún otra tardía historia de portada para las actitudes de excepción norteamericanas, con un paternalismo generalmente asignado, incluso como una entrada parcial, a desarrollar regiones juzgadas como en necesidad de modernización. Esta mala fe se muestra paralela con lo que Zygmunt Bauman ha llamado, en su perspectiva de nuestra devoción por la tarjeta de crédito, “modernidad adictiva”, lo cual parece no disminuir. Más perjudicial aún en términos de poesía, esta cerrazón o esencialismo del medio y, típicamente, sus circulaciones domésticas, engendran un oscurecimiento del ciudadano a favor del consumidor. Habiendo encontrado un incremento en la bienvenida de los antes espacios-restringidos – universidades, organizaciones profesionales, publicaciones periódicas de circulación masiva, archivos de colecciones especiales – el avant-garde poético ha proliferado a lo largo de los últimos treinta años debiéndose a una base entre productor-consumidor en continuo crecimiento, la cual ya no es más sustentable como una clase creativa unificada.

 

En un importante sentido, el modernismo profiere un conjuro para arreglar el futuro en un punto de término: nuestra relación con el presente es un proceso obligado con el pasado. Al barrer con las transformaciones hoy, en el despertar del capital financiero global, el desplazamiento intensificado, redes de comunicación de mayor velocidad y reverberantes efectos de estas experiencias sobre la labor y el valor, se ha socavado el desarrollador marco temporal del modernismo y su comprensión de la escala. Para estar seguro, este constante proceso histórico ha rendido, de manera creciente, ambientes de sitio específico de impacto y evaluación; y en dichas locaciones ha modificado las economías del estatus cultural imaginario concretas y potenciales. En tanto que el proyecto modernista y el capitalismo continúan asociándose como un repertorio compartido de aspiraciones, ciertas alegres inflexiones de la práctica hoy aparecen tan carentes de problema como para ampliamente imitar o ignorar los síntomas de estas transformaciones sociales profundamente arraigadas – y el rol de los Estados Unidos en dicho proceso. Esta omisión habla de un modernismo cómplice con “la larga línea de métodos de acumulación capitalista (que han) eventualmente agotado su potencial: una vez más el capitalismo, en el curso de su expansión, ha devorado el medio indispensable para su supervivencia.”[1] En este escenario, los métodos modernistas para producir antagonismo crítico están ya incluidos como sólo otra elección estética despreocupada del consumidor. ¿Porqué no? Si la crisis del avant-garde es conmensurada con la recesión global, con la perversa lógica del boom y la quiebra crediticios, entonces la admisión en el campo de mercado cultural está puesta en riesgo por los crecientes números pensados para garantizar el beneficio cultural de unos cuantos. En la descarada persecución de gratificación inmediata, ¿cuántos abogados de la innovación formal corren el riesgo de perder de vista el razonamiento crítico modernista por principio?

 

Existe un vasto repertorio de prácticas poéticas que, de tal manera que trabajan en conjunto con otras formas de conocimiento, proveen placeres contradictorios, los cuales también dañan un diagnóstico. Dicho tipo de escritura transporta el concepto de cultura como un sistema de actitudes y de instrucción, actividad sensual humana, donde se manifiestan los más amplios ambientes de la vida como activaciones en la esfera publica, mediante un sueño diurno personificado por intervalos de contemplación y experiencia sensorial. Si medimos la profundidad de la denuncia de Nietzche en torno a que un mundo es sólo “una copia en sonido de un estímulo nervioso” y conceptualizamos el “residuo de una metáfora,[2] la apuesta política del arte del lenguaje entonces escala para ser más que un modelo de  “relaciones internas” para el cambio artístico. Esta urgencia nos obliga no sólo a re-direccionar nuestros escritos sociales asignados, sino a establecer más altas ambiciones en torno a aquello que es posible decir, siguiendo a Stephen Greenblatt, sobre la “organización sistémica de la vida ordinaria y la conciencia […], el patrón de frontera creándose y rompiéndose, [y] la oscilación entre objetos demarcados y totalidad monológica…” – esto es, una poética cultural,[3]

 

En al medida en que he perdido fe en la sustentabilidad de un avant-garde como una formación definible, especialmente en un expansivo entorno de medios de sobreproducción y calculada obsolescencia, también deseo que la escritura re-imagine la ciudadanía hoy en términos que incluyen una voluptuosidad del ser y sus contingencias de revestimiento. En esto, busco reconciliar  dos proposiciones expansivas que en muchas maneras son incompatibles: el minimalismo estadounidense,  aterrizado en la especificidad mediática de sus objetos y la materialidad de la forma, resiste puesto que está bien equipado para exponer autonomía artística con los métodos de la labor mecanizada y de tal modo reanimar la relación entre arte e industria; un neo-barroco latinoamericano, la extensión del surrealismo histórico, decreta una pompa de exceso y seducción como compromiso público, en interacciones de violencia y sensualidad, con una perspectiva hacia el campo social no como sistema de valores fijos, sino como un irreverente y abierto archivo de significado.

 

Central para el neo-barroco, el modernista cubano José Lezama Lima identificó la dificultad como una característica motivadora no en términos de mera representación o estrictos efectos formales. Él vio la dificultad con optimismo, como permisión del proyecto interpretativo, un desafío dado para incitar el conocimiento potencial como la “fuerza de ordenamiento” de la “visión histórica.”[4] Con respecto a esto, la dificultad requiere consideración y la comprensión única lograda en la alegre labor de hacer cosas. El lenguaje metafórico se dificulta en tal medida que nuestra relación con la generosidad, en el sentido más amplio, se vuelve así mismo un problema. El sicoanalista Adam Phillips y al historiadora Barbara Taylor retoman esta cuestión sobre el cierre y la disponibilidad al interrogar sobre el porqué existe una ansiedad social en torno a la amabilidad cuando esta sólo produce placer. Ellos aducen esto a que la amabilidad, un estilo de obediencia a la vida de otros, involucra, como la metáfora, una pérdida de fronteras.[5] La disolución, entonces, del imperativo estrictamente formal invita a un reconocimiento más difícil con nuestra inversión en el medio como mensaje.

 

Existe lugar para un ethos de decoro en nuestra era de incrementada labor mecanizada, post-producción y externalización. Incluso, en tanto que el almacenamiento y recuperación digitales pueden facilitar las posibilidades retóricas y la escala metodológica, las interfaces de usuario imponen también limitantes y pugnan por más matizadas imaginaciones tecnológicas para puntualizar la proliferante cacofonía de las estadísticas, pensamientos no deseados, asociaciones accidentales y renovadas colonias de poder en la red global. Richard Sennet asocia directamente las cambiantes relaciones de labor y lugar de trabajo con la manufactura. “Si la artesanía, con su vibrante tradición de… dominio de una habilidad en particular, no constituye un mérito,” entonces con cada incentiva de innovación favorecida sobre la aptitud verificable “…se está constantemente, como sea, alejándose de sus propias consolidaciones.[6] Mi deseo es por la cuidadosa energización de las palabras para estructurar el asombro que es nuestra responsabilidad para con el lenguaje, previsión y gesto. El lenguaje metafórico en el mundo mediatizado puede también rayar en la acción – en experiencia y conocimiento – como para guiar lo imprevisto. Constitutivo de el espacio social y la autoafirmación cultural, el realismo silábico de la metáfora obliga a una suerte de decoro urgente que remarque la imaginación critica para que altere nuestra imagen del presente y la forma de las cosas por venir.

 

(Texto aparecido originalmente en “Lara Turner Journal. A journal of poetry and opinión” www.lanaturnerjournal.com, como Avant-Garde in Crisis, traducción de Gustavo Osorio.)

 



[1] Zygmunt Bauman, “Life on Credit,” Soundings (London, England), 41:1, 56.

[2] Friedrich Nietzsche, “On Truth and Lies in a Non-Moral Sense” en Philosophy and Truth; Selections from Nietzsche’s Notebooks of the Early 1870s, Atlantic Highlands, N.J.: Humanities Press, 1979, p 81; 85.

[3] Stephen Greenblatt, “Towards a Poetics of Culture” in The New Historicism, edited by H. Aram Veeser, New York, Routledge, 1989, p 8.

 

[4] José Lezama Lima, Imagen y posibilidad, editado con prólogo y notas de  Ciro Bianchi Ross, Havana, Editorial Letras Cubanas, 1981, p 19.

[5] Adam Phillips, y Barbara Taylor, On Kindness, New York, Farrar, Straus and Giroux, 2009.

[6] Richard Sennett, “What Do We Mean by Talent?” The Political Quarterly, Vol. 77, Issue Supplement, s1, 163-167, June 2006 [Italicas añadidas.]

 

 

 

 

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