Los últimos días de Pablo Neruda

Pablo Neruda

Celebramos el cuadragésimo aniversario luctuoso de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto (1904-1973), mejor conocido como Pablo Neruda. Ganó el Premio Nóbel de Literatura en 1971. En el siguiente texto, el ensayista, poeta y narrador colombiamo José Luis Díaz Granados nos cuenta cómo fueron los últimos días en la vida de Neruda, los posteriores a su cumpleaños 69.

 

 

 

 

LOS ÚLTIMOS DÍAS DE PABLO NERUDA

 

Cuando Pablo Neruda cumplió 69 años, el 12 de julio de 1973, los celebró con media docena de amigos, algo inusitado en el poeta, pues en cada cumpleaños su casa de Isla Negra se llenaba de centenares de invitados no sólo de Chile sino de diversos países, quienes viajaban exclusivamente para participar en el festejo.

 

La verdad era que en esa ocasión, Neruda se hallaba en delicado estado de salud. Sin embargo, con mucho entusiasmo, comenzó a hacer planes para efectuar al año siguiente una “fiesta nacional” con motivo de su aniversario 70.

 

Esa tarde lo acompañaban su esposa Matilde Urrutia, Volodia Teitelboim, Gladys Marín, el poeta mapuche Rosendo Huenimán y el escritor venezolano Miguel Otero Silva. Horas después llegó su editor Gonzalo Lozada, a quien Neruda entregó ocho libros inéditos —La rosa separada, El mar y las campanas, Jardín de invierno, 2000, El corazón amarillo, El libro de las preguntas, Elegía y Defectos escogidos—, con el objetivo de que se publicaran en julio de 1974, “como regalo por su setenta cumpleaños”.

 

Aunque el poeta padecía cáncer de próstata, sus médicos opinaban que el mal era controlable y que podía vivir unos años más. Se le veía cansado, pero sobre todo muy ansioso por la amenaza que se cernía sobre Chile.

 

A principios de septiembre, el secretario general del  Partido Comunista Chileno, Luis Corvalán, junto con Lily su esposa, fueron a visitar a Neruda. Comentaron la situación general del país, los paros provocados por la burguesía nacional, las amenazas del Departamento de Estado y los rumores crecientes de golpe. Neruda manifestó su angustia ante la inminencia de una sublevación militar que significaría la entronización de un régimen de terror.

 

Corvalán trató de tranquilizarlo. Le dijo, entre otras cosas, que de todas maneras a él no lo tocarían, pues era una figura universal profundamente respetada. Neruda, con los ojos tristes, le respondió: “García Lorca era el príncipe de los gitanos y fíjate lo que le hicieron”.

 

Un golpe mortal

 

El fatídico 11 de septiembre, el doctor Vargas Salazar, médico personal de Neruda, llamó a Matilde y le pidió que no permitiera que se enterara de las noticias. “Si sabe lo que está pasando, dijo, será para él un golpe mortal”.

 

Pero era imposible. A través de Radio Moscú y de otras emisoras extranjeras, Neruda escuchó el discurso final de Allende y por la televisión vio varias veces el bombardeo y asalto a La Moneda.

 

Todo estaba perdido. “Tal vez no sea tan horrible”, le comentó Matilde para tranquilizarlo. “No, respondió el poeta. Es el fascismo”. Por la noche, Neruda se enteró de la muerte trágica de su entrañable amigo, el presidente Allende. Eso terminó de quebrarlo.

 

En los días subsiguientes, Neruda dictó a Matilde su impresión personal del golpe, lo cual le ocasionó una profunda depresión. El médico ordenó que lo trasladaran de inmediato a una clínica en Santiago, porque ni él, ni la enfermera podían moverse de sus casas a causa del toque de queda.

 

Matilde llamó una ambulancia y así pudo movilizarlo, no sin antes tropezar con piquetes de soldados que detenían el vehículo y lo requisaban. Un militar trató con brusquedad y grosería a Matilde y por primera vez ella vio llorar al poeta. Entre tanto, la casa de Isla Negra era allanada en busca de armas.

 

Al llegar a la Clínica Santa María, fue atendido por un equipo de médicos y enfermeras. Al día siguiente fue a visitarlo el embajador de México, Martínez Corbalá, quien le extendió a Neruda una invitación del presidente Luis Echeverría Álvarez, el cual acababa de enviarle un avión especial  para trasladarlo a su país. Pero ya era tarde. Matilde aprovechó para enviar por ese medio las memorias inéditas con las últimas páginas que su marido le había dictado horas después del golpe.

 

Durante los días posteriores, la salud de Neruda comenzó a empeorar. Por momentos deliraba. En las noches escuchaba el ruido de los helicópteros, y algunos amigos que iban a visitarlo lo enteraban de los acontecimientos. Así supo del asesinato de miles de chilenos. En sus delirios nocturnos exclamaba: “¡Los están matando! ¡Los están matando!”

 

El 23 de septiembre se agravó. Matilde fue a la casa de La Chascona a buscar ropa y encontró la vivienda destruida y saqueada: el patio y las piezas del primer piso completamente inundados, los ventanales destrozados, el jardín lleno de libros y papeles quemados, cristales rotos, escombros por todas partes, fotos embarradas y ropa revuelta. Durante esos días, soldados en camiones recorrieron las librerías, decomisaron todos los libros de Neruda e hicieron gigantescas hogueras en las calles como en los tiempos de Hitler.

 

Con el ánimo destrozado, Matilde regresó a la clínica. Recordó que días antes del golpe, Neruda se mostraba muy animado, escribía intensamente y había superado bastante su enfermedad.

 

Ese 23 por la noche, Neruda tomó la mano de su “Patoja” y no la volvió a soltar. A las diez y media, ella sintió un estremecimiento interior. Se inclinó sobre su compañero y lo besó. El corazón del poeta se había detenido para siempre.

 

Su existencia se había apagado en medio del dolor, la desilusión y la tristeza de ver a su patria dominada por los seres más abominables del planeta.

 

 

 

 

Datos vitales

José Luis Díaz-Granados (Santa Marta, Colombia, 1946). Poeta, novelista y periodista. Obras principales: El laberinto (poesía, 1968-1984); Las puertas del infierno (novela, 1985, finalista del Premio Rómulo Gallegos); Rapsodia del caminante (poesía, 1996); Cuentos y leyendas de Colombia (1999); El otro Pablo Neruda (ensayo, 2004); Los años extraviados (novela, 2006) y Fulgor de la Calle Grande (novela, 2012). Sus libros de poesía se hallan reunidos en un volumen titulado La fiesta perpetua. Obra poética, 1962-2002 (2003). En septiembre de 2013, Ediciones B publicó su libro Gabo en mi memoria.

 

 

 

 

 

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