Sobre la poesía breve de José Emilio Pacheco

El poeta y ensayista Christian Barragán reseña aquí Como la lluvia, un poemario de textos breves. ora epigramáticos ora contemplativos a la manera del haiku, de José Emilio Pacheco. El libro fue publicado por Ediciones Era en 2009.

 

 

 

 

 

 

En una ocasión, hará unos cinco años, el poeta y editor Rafael Vargas me comentó, a propósito de Jaime García Terrés: “Creo que se puede hablar de presencia sin importar que su autor haya muerto.” Hoy, sus palabras resuenan incesantes ante la pérdida de José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939-2014). Es, sin embargo, una oportunidad irrepetible para rendirle homenaje como él así lo hubiera querido: “…que mi ambición es ser leído y no célebre / que me importa el texto y no el autor del texto.”

Siendo así, la lluvia es una metáfora que permite entrever la poesía de Pacheco. Quizá por ello, no es otro el título elegido por él para celebrar el medio siglo de su presencia poética: Como la lluvia. La imagen que se decanta de la lectura de este volumen no es un cuerpo de agua inmóvil, sino su cauce, el tránsito y la caída. No el ciclo previsible y monótono del agua, como el devenir inevitable y contingente que damos en llamar vida.

José Emilio Pacheco inicia su escritura con la aparición de Los elementos de la noche, que contiene textos de 1958 a 1962, mientras que en Como la lluvia, volumen coeditado por el Colegio Nacional y Ediciones ERA, recoge poemas fechados del 2001 al 2008. Entre uno y otro suceden quince títulos, recogidos parcialmente en Tarde o temprano (FCE, 2013), donde el impulso de la memoria ante el olvido cifra su mayor conquista: nombrar el presente desde la fugacidad misma que lo instaura. Es, precisamente, la constancia que entraña el ejercicio de la palabra, de la poesía: “Epitafio del fuego / Cárcel / Llama”.
 En el primer texto de Como la lluvia, último poemario publicado y aparecido en el año 2009, leemos al respecto: “No perdura una sola foto.
/ Ya no existe memoria de aquel tiempo, / Del mundo antiguo nada sigue en pie. / Por todo esto / Guardo su última imagen para siempre, / Para siempre la veo en el Parque México / Y aún sigue despidiéndose de mí / Pero a cada instante /
Está más y más lejos / Y nunca cesa de irse.” Es el acontecer, el estar expresado por Ramón Xirau, ese ser siendo, y no el tiempo la preocupación de Pacheco; por ello estos versos son tan cercanos a los de Li Kiu Ling (“En el polvo del mundo se pierden ya mis huellas; / me alejo sin cesar. / No me preguntes cómo pasa el tiempo.”) y a las meditaciones de San Agustín (“Si quieres que te diga qué es el tiempo, entonces no me lo preguntes.”), como bien lo ha analizado Raúl Dorra.

De este modo, la memoria perdura, pero quizá sea insuficiente; o tal vez no, si puede ser nombrada. Ahí, el afán en la poesía de Pacheco. El hombre, al igual que la lluvia, es la presencia de lo fugaz: “Contra el muro del día / El mundo llueve”. El hombre escribe, vive y olvida, muere y canta. Aquella tarde, en su casa, Rafael Vargas parecía anunciar la inminencia de esta noche: “Un autor nos habla desde un presente perpetuo que es el libro.” Para José Emilio Pacheco la poesía es el lugar donde sucede el encuentro con lo desconocido, semejante a  esa “forma de amor que sólo existe en silencio”; y es la obra suya -elogio de la lluvia, de México bajo la lluvia (Vicente Rojo dixit)- el ámbito donde es posible “mirarnos como somos”, en “la extrañeza del mundo, su misterio, / El castigo y alivio de ser mortales, / El terrible milagro de estar vivos.” 
    

 

 

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Como la lluvia, José Emilio Pacheco. ERA, México 2009.

 

Datos vitales

Christian Barragán (Ciudad de México, 1985) es poeta, curador invitado en el Museo Arte Carrillo Gil y coleccionista de arte. En 2009 fundó BaCO, proyecto editorial dedicado al arte contemporáneo.

 

 

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