Arte Poética No. 16: Luis Rogelio Nogueras

Luis Rogelio NoguerasEn esta entrega de Arte Poética, Mario Meléndez nos presenta el trabajo del poeta cubano Luis Rogelio Nogueras (1944 – 1985). Fue uno de los fundadores de la revista literaria “El caimán barbudo”. Entre sus libros figuran: Cabeza de Zanahoria (Poesía), Las quince mil vidas del caminante (Poesía), El cuarto círculo (Novela), Y si muero mañana (Novela).

 

 

Arte poética

Ahora sé
que el poema, antes de ser las líneas trazadas
con prisa,
es la conversación en el café,
la sonrisa azul de Blanca Luz,
la muerte de este hombre,
el apretón de manos o la vida entre dos.

Ahora sé
que trazar estas líneas
no es
sino la forma última de hacer la poesía,
el último acto del poema,
la función de trasplantar la vida a la hoja.

La poesía empieza en todas partes
y termina siempre en los papeles.

 

 

 

Ama al cisne salvaje

No intentes posar tus manos sobre su inocente
cuello (hasta la más suave caricia le parecería el
brutal manejo del verdugo).
No intentes susurrarle tu amor o tus penas
(tu voz lo asustaría como un trueno en mitad de la noche).
No remuevas el agua de la laguna no respires.
Para ser tuyo tendría que morir.

Confórmate con su

salvaje lejanía
con su ajena belleza
(si vuelve la cabeza escóndete en la hierba).
No rompas el hechizo de esta tarde de verano.
Trágate tu amor imposible.
Ámalo libre.
Ama el modo en que ignora que tú existes.
Ama al cisne

salvaje.

 

 

 

 

 

El último caso del inspector

 

El lugar del crimen
no es aún el lugar del crimen:
es sólo un cuarto en penumbras
donde dos sombras desnudas se besan.

El asesino
no es aún el asesino:
es sólo un hombre cansado
que va llegando a su casa un día antes de lo previsto,
después de un largo viaje.

La víctima
no es aún la víctima:
es sólo una mujer ardiendo
en otros brazos.

El testigo de excepción
no es aún el testigo de excepción:
es sólo un inspector osado
que goza de la mujer del prójimo
sobre el lecho del prójimo.

El arma del crimen
no es aún el arma del crimen:
es sólo una lámpara de bronce apagada,
tranquila, inocente
sobre una mesa de caoba.

 

 

 

Vida de un poema

El poema nace
mira con ojos asombrados e inocentes su primera
mañana en el mundo
–aún no sabe que lo que le acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema balbucea una palabra pura
descubre los objetos cercanos y distantes
toca su propio rostro
sonríe
–aún no sabe que lo que le acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema crece
rompe sus juguetes
da unos pasos
cae
vuelve a levantarse
–oye decir que lo que le acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema sale a la calle
tiene su amor imposible
su pedazo de dicha y un rencor
–comienza a sospechar que lo que le acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema se hace adulto
derriba ídolos de barro
gana amigos y enemigos
se casa fecunda un vientre
–tiene ya casi la certeza de que lo que le acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema madura
aprende a comportarse en la mesa
perfila su estilo
suple pasión con experiencia
aprende a hacer posibles los amores imposibles
–está absolutamente seguro de que lo que le acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema envejece
mira con paternal ternura
a los jóvenes poemas inexpertos
les envidia en secreto su fuego y desaliño
–no les dice que todo lo que les acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema agoniza
mira con ojos tristes y culpables su última
noche en el mundo
–no lo consuela saber
que también su muerte es simple repetición–

 

 

Poética

Lo que he escrito
tiene a veces el aspecto gastado de algo escrito ya por otros
pero también mucho de lo que han escrito otros
lleva mi firma
en la eterna espiral yo soy igualmente una consecuencia y una referencia
las palabras vuelven siempre
las oscuras palabras cada cierto tiempo
toda palabra tiene pasado
toda palabra hizo ya el amor
pero no hay palabras de uso
cada palabra tiembla de nuevo
entre las manos del escritor

 

 

 

El entierro del poeta

 

A Víctor Casaus

 

Dijo de los enterradores cosas francamente
impublicables.
Blasfemaba como un condenado
y a sus pies un par de águilas lloraban pensando
en las derrotas.
En el entierro estaba Lautréamont,
yo lo vi desde mi puesto en la cola:
dejaba el sombrero al borde de la tumba
y cantaba algo triste y oscuro
(lloraba honradamente, ya lo creo, y los
caballos devoraban higos en silencio).
Hubo discursos,
sonrisitas de Rimbaud junto a la cruz,
paraguas abiertos a la lluvia como
a él le hubiera gustado.
Hubo más:
hubo viernes y
canciones funerarias,
palomas que volaban sin sentido, como niños,
versos oscuros,
la hermosa voz de Aragón,
suicidios deportivos de Georgette y nunca más
y hasta siempre.
A la hora más triste del asunto
no quería bajar porque decía que allí estaba
oscuro.
Pero estaba muerto y hubo que bajarlo.
Los sombreros abandonaron las cabezas,
se alzaron copas, adioses, letreros de nunca te
olvidamos.
(Un joven poeta a mi derecha le mesaba las
rodillas a la muerte).
Lo bajaron.
Se aplaudió en forma delirante;
la gente corría como loca asumiendo lo grave
del momento.
Lo bajaban.
Las mujeres lloraban en silencio
porque bajaban las águilas, los sueños, países
enteros a la tierra.
Se intentó una última sentencia:
Nerval se acercó con una tiza y escribió con
letra temblorosa:
Su cadáver estaba lleno de mundo.
Desde el fondo, Vallejo sonreía sin descanso
pensando en el futuro,
mientras una piedra inmensa le tapaba el
corazón y los papeles.

 

 

 

 

Labios sim beijos

 

Otra boca besa la boca que mi boca ya no besa
otras manos tocan las manos que mis manos
ya no tocan
otros ojos se miran en los ojos que ya no ven
mis ojos

boca que te fuiste
manos que se fueron
ojos que se fueron

mi mano escribe el poema
que mi boca no quiere repetir, no
que mis ojos no quieren leer, no
mi mano escribe el poema de tu boca
(que tampoco repetirá tu boca)
el poema de tus ojos
(que tampoco leerán tus ojos)
el poema de tus manos
(que tus manos no tocarán)

se fue la boca, sí
se fueron las manos, sí
se fueron los ojos, sí

sólo queda el poema
manco
ciego
mudo

 

 

 

 

Materia de poesía

 

Qué importan los versos que escribiré después
ahora
cierra los ojos y bésame
carne de madrigal
deja que palpe el relámpago de tus piernas
para cuando tenga que evocarlas en el papel
cruza entera por mi garganta

entrégame tus gritos voraces
tus sueños carniceros

Qué importan los versos donde fluirás intacta
cuando partas
ahora dame la húmeda certeza de que estamos vivos
ahora
posa intensamente desnuda
para el madrigal donde sin falta
florecerás mañana

 

 

 

 

Oración por el hijo que nunca va a nacer

 

Éramos tan pobres, oh hijo mío,
tan pobres
que hasta las ratas nos tenían compasión.
Cada mañana tu padre iba a la ciudad
para ver si algún poderoso lo empleaba
-aunque tan sólo fuera para limpiar los establos
a cambio de un poco de arroz-.
Pero los poderosos
pasaban de largo sin oír quejas
ni ruegos.
Y tu padre volvía en la noche,
pálido, y tan delgado bajo sus ropas raídas
que yo me ponía a llorar
y le pedía a Jizo,
dios de las mujeres encintas
y de la fecundidad,
que no te trajera al mundo, hijo mío,
que te librara del hambre
y la humillación.
Y el buen dios me complacía.

Así fueron pasando años sin alma.
Mis pechos se secaron,
y al cabo
tu padre murió
y yo envejecí.
Ahora sólo espero el fin,
como espera el ocaso a la noche
que habrá de echarle en los ojos
su negro manto.
Pero al menos
gracias al buen Jizo
tú escapaste del látigo de los señores
y de esta cruel existencia de perros.
Nada ni nadie te hará sufrir.
Las penas del mundo no te alcanzarán
jamás,
como no alcanza la artera flecha
al lejano halcón.

 

 

 

 

Halt”

Recorro el camino que recorrieron 4000000
de espectros.
Bajo mis botas, en la mustia, helada tarde de
otoño
cruje dolorosamente la grava.
Es Auschwitz, la fábrica de horror
que la locura humana erigió
a la gloria de la muerte.
Es Auschwitz, estigma en el rostro sufrido de
nuestra época.
Y ante los edificios desiertos,
ante las cercas electrificadas,
ante los galpones que guardan toneladas de
cabellera humana
ante la herrumbrosa puerta del horno donde
fueron incinerados
padres de otros hijos,
amigos de amigos desconocidos,
esposas, hermanos,
niños que, en el último instante,
envejecieron millones de años,
pienso en ustedes, judíos de Jerusalem y Jericó,
pienso en ustedes, hombres de la tierra de Sión,
que estupefactos, desnudos, ateridos
cantaron la hatikvah en las cámaras de gas;
pienso en ustedes y en vuestro largo y doloroso
camino
desde las colinas de Judea
hasta los campos de concentración del III Reich.
Pienso en ustedes
y no acierto a comprender
cómo
olvidaron tan pronto
el vaho del infierno

 

 

 

 

Pérdida del poema de amor

 

                                      Para Luis Marré

 

Ayer he escrito un poema magnífico

lástima

lo he perdido no sé dónde

ahora no puedo recordarlo

pero era estupendo

decía más o menos

que estaba enamorado

claro lo decía de otra forma

ya les digo era excelente

pero ella amaba a otro

y entonces venía una parte

realmente bella donde hablaba de

los árboles el viento y luego

más adelante explicaba algo acerca de la muerte

naturalmente no decía muerte decía

oscura garra o algo así

y luego venían unos versos extraordinarios

y hacia el final

contaba cómo me había ido caminando

por una calle desierta

convencido de que la vida comienza de nuevo

en cualquier esquina

por supuesto no decía esa cursilería

era bueno el poema

lástima de pérdida

lástima de memoria.                            

 

 

 

Cuando el tren parte

Porque cuando el tren parte
ninguno de los pasajeros sabe que unos kilómetros de vía
son suficientes
para encontrar la cabeza de humo de un poeta y
destrozarla.
Porque cuando el tren parte
con un ruido de corazón de huracán
el que dejó algo importante olvidado en la estación
el invadido por una oscura nostalgia
el maquinista distraído
no saben que viajar en tren es siempre una aventura
que es posible llegar a cualquier sitio
entre la noche y el amanecer
o no llegar
porque hay un poeta tendido en la vía
y hay que esperar por el inspector para que determine
si la culpa es del maquinista distraído o de Atila Jozef
Si el tren pasó sobre el poeta
o fue el poeta quien pasó bajo el tren.

 

Poética

Cuanto dejo en los papeles es
como la búsqueda de una
gota de una sustancia cuyo
nombre ignoro y que se parece a
la vida, o, mejor aún, que es
la vida, encerrada en
una simple gota
de una substancia cuyo
nombre ignoro. Toda palabra que
escribí trató de acercarme a
esa substancia sin
nombre.
Todo cuanto hice fue
para llegar a
ella.

 

 

 

 

Lección de dialéctica

 

Un hombre y una mujer
dejan de pronto olvidada la cartera
donde llevan
los sueños, las fotos donde están juntos,
las almohadas para tenderse en cualquier sitio,
el dinero, las victorias,
y no regresan a buscarla.
Luego otro hombre y otra mujer, prácticamente desconocidos,
encuentran en el asiento de una guagua,
en el cine, en la noche,
en los sitios más inverosímiles
la cartera,
y vuelven de nuevo a compartir
los sueños, las fotos (que ahora han cambiado de caras),
los pañuelos, las almohadas.
Hasta que un día ellos también la dejan olvidada
a la salida de un cine, en la orilla del mar, en un parque.
Y así.

 

 

 

 

La suerte está echada

 

Se acabaron los poemitas lacrimógenos
las noches de insomnio
los dos paquetes de cigarrillos al día
la falta de apetito
el mal humor
las miradas perdidas en el aire
detrás de moscas invisibles o musarañas.
Se acabaron los dibujitos abstractos
en el mantel con la punta del cuchillo
la palidez
los polvorientos sonetos con estambre al estilo de Navarro
las miradas ansiosas al teléfono
el mudo interrogatorio al cartero
A partir de hoy todo va a cambiar
¿Te fuiste con tus lindos ojos azules?
Mala suerte
Que te vaya bien
(y los hermosos ojos azules
te los puedes meter en tu inolvidable culo)

 

 

 

 

Acerca de un poema que lo hizo inmortal

I only wrote it for you and me
Billy Preston

En el sencillo lenguaje de la vida
él escribió un breve poema dedicado a tus ojos.
Ninguno de sus versos sobresaltaba por lo audaz;
no tenía giros deslumbrantes,
ni ideas originales,
ni artificiosos encabalgamientos.
Era, más bien, un poema levemente chapado a la antigua,
compuesto sólo para que tú lo leyeras,
con esos benditos ojos oscuros que provocan
estremecimientos,
y sobre los cuales, justamente, él hablaba en sus versos.

Pero un amigo le aseguró que había pasado por alto
la intensidad y la altura;
que no había tenido en cuenta
la función denotativa de las metáforas,
y, citando a Píndaro, le hizo valiosas sugerencias
para mejorar el final.
Otro descubrió confusión y redundancia
y hasta insinuó (con tacto, es cierto)
que el isomorfismo de algunos pasajes
era francamente de mal gusto,
y citando a Petrarca, le hizo modificar varias estrofas.
Otro más, blandiendo a Poe, se refirió al notorio desbalance entre forma y contenido,
y le hizo transferir el género a la especie (y viceversa).
No faltó quien le recordara
las opiniones de Platón sobre los poetas,
ni tampoco quien le exigiera, citando a Péret,
imágenes de un cierto sabor entre dadaísta y automático,
pero con un toque sutil de angustia pascaliana
ante la infinidad helada y silenciosa del Universo.
Y él cortó, cambió, agregó, modificó, suprimió, depuró, rimó, midió,
persiguiendo quedar bien con aquellos amigos
y con las ilustres autoridades que habían esgrimido,
pero también
con los que habían hecho mención
de Pound,
Pope,
Prudencio,
Proust
y el abate Prévost.
(Él no tuvo en cuenta, es justo reconocerlo, a quienes habían citado a Pemán, Pereda y Pérez de Ayala.
Los dioses los perdonen).

Por fin, la historia conocida:
El poema apareció en revistas y florilegios,
en periódicos y antologías.
Fue traducido a todos los idiomas
y por él recibió medallas, abrazos, distinciones.
Fueron pasando los años
y cultos profesores alemanes le dedicaron voluminosos estudios al poeta.
Finalmente, alguien murmuró, en tono circunspecto,
que ya era hora de que
se le otorgara ese premio sueco.
¡Y fue complacido!

Sí, parece que, después de todo,
resultó ser un gran poema.
Pero me consta que no eran ya más
los claros y sencillos versos dedicados a tus ojos,
escritos en el lenguaje de la vida
para que sólo tus bellos y oscuros ojos lo leyeran.
No era su poema.

 

 

 

Datos vitales

Luis Rogelio Nogueras (Cuba, 1944 – 1985). Apodado el rojo o el Wichy. Poeta, narrador, cortometrajista y dibujante. Fue uno de los fundadores de la revista literaria “El caimán barbudo”. Estudio Letras en la universidad de la Habana. Entre sus libros figuran: Cabeza de Zanahoria (Poesía), Las quince mil vidas del caminante (Poesía), El cuarto círculo (Novela), Y si muero mañana (Novela). Por su obra literaria obtuvo diversos reconocimientos. Fue guionista de varias películas. Es considerado el poeta más representativo de su generación.

También puedes leer