Presentamos un texto del poeta cubano Nelson Simón (Pinar del Río, 1965). Director de la editorial Cauce, Uneac. Su obra ha merecido Premios como el Julián del Casal, Uneac 2000, Premio Oriente de literatura infantil 2002, La Edad de Oro 2002 de poesía y 2007 de cuento. Ha obtenido en dos ocasiones el Premio de la Crítica, 2001 y 2004.
RAGAZZO
La palabra ragazzo, no tiene traducción:
lo aprendí bajo la luz intensa del verano de Roma,
aún fascinado por el mármol piadoso
de la fuente de Trevi; mientras recorría,
-invisible y absorto- Piazza Venezia.
Perdido en la conversación sin sentido
que sostienen los turistas; cansado
de admirar los estragos del tiempo
que hace polvo la carne y silencio la piedra,
me senté en un banco
a ver cómo la tarde descendía hacia el Trastevere.
Con ella, envuelta en sus pañales, iba mi alma,
y alguna ilusión vana como el país del que había llegado.
(Por entonces había comprendido que la isla
siempre habrá de dolernos como un cardo, que, pobre,
se enquista en nuestro pecho).
La palabra ragazzo, no tiene traducción:
no la busquéis en vano en los diccionarios,
no preguntéis por su significado ni en las plazas más nobles,
ni en las sórdidas tabernas donde el humo del tabaco
y el olor de la cerveza, se entrecruzan como un cisne invisible
que te empuja hacia la tentación.
Los sensuales muchachos de La Habana,
abiertamente tristes como sus playas,
nunca podrán ser nombrados con la palabra ragazzi.
Los alegres chicos de Andalucía, con labios
que se ofrecen cual carnosas olivas,
nunca van a reír con la dulce perversidad
de un ragazzo. Los modernos jóvenes de Nueva York,
con sus músculos perfectos como el acero que sostiene a su ciudad,
no pueden abrazar con esa pasión antigua,
mezcla de sangre
y lirio tostado por el sol mediterráneo,
que arrastran los ragazzi.
El ragazzo se sentó a mi lado en el sencillo banco de Piazza Venezia,
y la ciudad de Roma, hasta entonces sólo esplendor de ruinas y de sueños,
fue otra de repente. Tuvo el misterio y el glamour
que yo había imaginado para ella.
Habló y apenas pude comprender,
al extender su mano, firme como los puentes que atravesamos,
que me invitaba a andar,
cuando junto a la tarde descendimos hasta el Trastevere.
Vimos pasar los botes y algún pájaro gris, cual fantasmas románticos.
Sentimos en nosotros el aroma culpable de los hombres
que antes se habían amado junto a las calmas aguas.
Nunca dejé su mano. Nunca dijo su nombre ni quise preguntarle.
Pudo llamarse Adriano, Fabrizzio, Giuseppe, o Giuliano:
nombres que siempre dejarían su música en el esmalte de mis dientes.
Su perfil me acompaña aún como las imágenes de esos jarrones
que he visto en los museos. Su boca me sigue recordando
la luna atada sobre el Trastévere. Su pelo descuidado,
su cuerpo perfecto y dispuesto
solo pueden caber en esa palabra intraducible: ragazzo.
Yo aprendí aquella tarde lo que ya Pasolini
había visto en los pepillos romanos,
lo que le hacía vivir, cada noche, al borde del abismo,
siempre dentro del puño pálido y seductor de la muerte.
Datos vitales
Nelson Simón (Pinar del Río, Cuba, 1965) es poeta, escritor para niños y editor. Director de la editorial Cauce, Uneac. Su obra ha merecido Premios como el Julián del Casal, Uneac 2000, Premio Oriente de literatura infantil 2002, La Edad de Oro 2002 de poesía y 2007 de cuento. Ha obtenido en dos ocasiones el Premio de la Crítica: en 2001 por el poemario A la sombra de los muchachos en flor y en 2004 por el volumen de cuentos para niños Brujas, Hechizos y otros disparates. En 2002 le fue otorgada la Distinción por la Cultura Nacional. Tiene publicado los libros de poesía: Ciudad de nadie, El peso de la isla, Criatura de isla, Con la misma levedad de un naúfrago, Para no ser reconocido, A la sombra de los muchachos en flor. Texto suyos han aparecido en varias antologías de poesía cubana e hispanoamericana. Ha sido traducido al inglés, francés e italiano.