Presentamos dos poemas de José Luis Rivas (Tuxpan, 1950) pertenecientes al volumen Por mor del mar. Ha obtenido premos como el Carlos Pellicer en 1982, el Nacional de Poesía Aguascalientes (1986) o el Xavier Villaurrutia (1990). Es autor de Tierra Nativa, Relámpago la muerte, La balada del capitán, La transparencia del deseo, Asunción de las islas, Libro de Faros, Luz de mar abierto, Estuario, Río, Por mor del mar, Un navío un amor. Su obra está reunida en los volúmenes Raz de marea y Ante un cálido norte. Es traductor de, entre otros, T. S. Eliot, Michel Tournier, Georges Shehadé, Saint-John Perse, Jules Superville, Joseph Brodsky o Derek Walcott. En 2009 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Arte. La fotografía de portada es de Rayo Reyes.
VI
…Es un puñado de nombres muy ligeros: vilanos que se esparcen al hilo desde las reventadas axilas de las ceibas.
Al pie del pardo morro, las primeras viviendas se socorren al socaire.
Y luego de las casas con tejados de dos aguas (como las que asientan tonos de blanca cal y rojo ladrillo al largo de mi ribera natal),
se alzan dos puentes de troncos sobre el estero; o avanza la panga, rechinando, de una a la otra orilla.
Luego pasos de apretada pita y bejucos, y más adelante, una pasarela de lianas que cruzan sobre los arroyos hacia el derroche frutal de río arriba,
en pleno monte, donde crece de pronto la hierba en las conchas gigantes de abandonadas caracolas,
y allí mismo la oropéndola guinda, al viento de las lianas y bajo el domo de los más tupidos mangales, sus nidos: esas enormes mecedoras…
En aquel cerro se fincará un bullante batey con su trapiche, y en el medio, en pequeñas piletas amarilleará, como mangos en junio, una nutrida camada de pollos recentísimos.
Y los tordos disputarán a los chanchos un puño de maíz; los dominicos, el payantle -nixtamal molido con epazote- a los totoles…
Se cavarán dos pozos en el rudo tepetate: hogar de los galápagos, que acostumbran a comer la cinta de musgo y helechos que señala el nivel de las aguas.
Y el gran aljibe ha de aparar el agua llovediza: espejo cabrilleante e sol en los días lucientes.
XXXII
He aquí la ninfa istmeña
La que imprime sus formas
En la retina
Sólo un segundo
Pero deja en las aguas
De mi temblante cuerpo
La gota de una dicha
De virtud homeopática
O atómica visión