En Círculo de poesía, Valparaíso México y el Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México hemos convocado a una acción global de resistencia para contrarrestar los impunes ataques a todas las libertades por parte del tirano estadounidense Donald Trump, poetas de todos los continentes nos envían sus poemas para construir un espacio de entendimiento entre los pueblos del mundo a través de la poesía.
Lecciones a un padre
Javier Gutiérrez Lozano
Cuando en tu arma
no reconozcas el dolor
ni la fuerza del gatillo,
adviértele a tu hijo
que el odio también se hereda.
Las fronteras sin murallas
Arturo Cruz Flores
El mundo es circular, esférico estructura de ideas
la humanidad ha dado ejemplos catastróficos de paredes,
que han cortado los sueños y esperanzas de la raza de carne,
y sus huesos se han quedado
en la orilla de las fronteras por el deseo de cruzar.
Las fronteras son para romperse
para fracturarse, para que los viajeros pasen y conozcan
y entonces puedan regresar a sus natales terruños
y cantar lo que vieron
en esos caminos donde esta raza de carne y huesos
necesita viajar y desplazarse.
Somos una raza que tiene alas en sus pies
La humanidad tiene alas en sus pies, para emprender vuelos y desplazarse
El mundo debe estar sin fronteras, ideales ni conceptuales
Sin fronteras ni límites en los corazones, en las misiones de los hombres.
Si pudiéramos ser gigantes titánicos, y caminar sobre la Tierra,
Nuestros pies derrumbarían las paredes, los muros, nuestros pies
Todo lo romperían sobre la arena, sobre el olvido,
No sería bueno tener impedimentos para darle la vuelta al mundo.
Nuestras almas no se contienen en el límite de nuestros cuerpos,
Nuestras almas en sus partículas atómicas atraviesan todo,
Los pensamientos se alejan y vuelan en partículas, no hay fronteras
Nuestras almas no son detenidas por los muros levantados por manos necias.
El mundo es circular, los pensamientos se expanden en la luz y en las tinieblas
No debemos sobrevivir la esclavitud de un muro que no nos permite avanzar
Hay que romper aquellas cadenas, y muros, que nos limiten en la Tierra
No hay momentos de quietud si no de elevación y evolución ultraterrena.
Hay que romper, fracturar y eliminar los muros que se eleven desde las tinieblas,
Nada detiene a la luz de nuestro corazón,
Nada detiene a nuestra voz que se eleva, que lo rompe todo el silencio,
La noche no es límite, ni su día las fronteras, son complementos de ellos.
Nuestras almas romperán tus muros,
nuestros espíritus fracturarán tus fronteras,
somos el lamento de una raza que cree en ella misma,
somos la noche que cree en ella misma,
nada detiene a nuestros sueños.
La libertad
Inaxio Goldaracena
La libertad
es una jaula desplumada.
Seguir a un ave
con intención de vuelo. El aire
que agrieta las nubes. Tener menos
prisa que el tiempo.
Irse antes
de que otros se marchen. Guiarse
por el sol y la sed. La hipnosis
de la luna en los ojos. No
comulgar con la gravedad.
La lejanía
del dogma. La victoria de la palabra.
El vértigo de los payasos. La extática
de los columpios. La inutilidad
del patrón oro.
Una catarata
navegable. El próximo suspiro.
Un árbol de largas manos
y suaves caricias. Ser tempestad
y beso. Piedra y perfume. Roble
o nómada. Ser.
El primer
intento con lo imposible.
The Mysteries
Devon Balwit
The sound that I thought was a brook
trickling outside was really the coffee maker
running a river into the cabinet drawers
and under the refrigerator, carrying a silt of grinds
into every crevice. I want a magician’s wand
to transform outsized rage at small thwartings
into music, to presto curses into laughter, helping me
move on. Little in life is what we expect, but much
is better, an upthrust seed dome of Echinacea, a hawk
hanging in an updraft, a child speaking wisdom
unprompted. Even if we break, we come apart in a world
beautiful somewhere, like the jaeger fledgling
I found huddled in sand, spending its final hours
looking at surf and horizon. I would die in such a spot,
waves shushing regret. Hack at our lightless places,
and we come away with glittering, the mineral,
something that bruises when clenched and outlasts
the sweat of release. We imagine truth distant
and then trip on it on our way to the bathroom
at night, a castoff shoe, a book, the dog’s bowl,
mysteries requiring no other novitiate
than our attention. Endlessly, we work
our trowels, shoring up walls that a single
quake jars and a second brings down.
Las fronteras
Alejandra Machuca Gutiérrez
¿Las fronteras,
son capaces de llenarnos los zapatos de polillas,
de clavarnos los tentáculos de un pulpo venenoso,
de ahondarnos nuestros miedos y ensancharnos las vejigas?
Sí, a todos
Porque todos
Las fronteras se nos dan a todos
Las fronteras y los muros y los fuertes
Y las fobias y los parques minados
Y los hombre minados
Y las ciudades minadas
Y los gobiernos con mano de arsénico y ganas de excavar
De excavar y dejarnos bien abajo
Ahogando nuestros nombres
Convirtiéndonos en eco
Que se muere en el smog
Yo no sé si la aporía se deshace en un abrirse hacia la lucha
Yo no sé si la aporía se deshace cuando juegan el vinagre y el carbón y los cuchillos y los llantos
Pero la aporía se deshace
Cuando una mano deja de buscar el arma
Y busca en cambio otra mano
Que a su vez
Busca otros dedos
Y otros corazones
Y otros labios
Y otras mesas donde reunirse a compartir el pan
Hay amores
Sí
Que traspasan fronteras
Pero existen muros
que no pueden penetrarse
Y a dónde los dedos
Y a dónde las manos que no pueden abrazarse
Unidos
Cristina Quintanilla
Luchen hermanos
que desde aquí pondremos manos
para arrastrar piedras
y cantar el asalto
Recuerden que cayeron
los castillos y las pirámides
las catedrales y los bancos
y seguimos respirando
Mantengamos fuerte
la esperanza holística
de que mañana seremos
más viejos y sabios.
Luchemos hermanos
caigamos los muros de la Tierra
porque entre pares no hay frontera
si no ignorancia.
Este lado del muro
Pedro Arturo Estrada
I
Sólo queda resistir tras el muro, olvidados de Dios y sus rosados monstruos, aguardando la última floración de la miseria antes que la noche devore los ojos. Si quedan ojos.
Sostendremos esta brasa de infierno entre labios, esta palabra con la que todavía podemos nombrar algo, contar eso que tal vez no hemos dicho nunca. Como la sed, el deseo, la carne trémula que de algún modo juntamos, deslizándonos, desbordándonos, abriéndonos a una imposible música, agua del sueño a la que no tenemos más que confiarnos, abandonarnos.
Sin embargo, aún el aire fluye a ráfagas inesperadas, suficiente para mantener despierta el alma, esta quemadura, esta hambre de durar subiendo por las venas, atragantada hasta decir basta.
II
Pero no podemos gritar, porque la muerte grita por nosotros. Ella, en vigilia o sueño, siempre a punto, suspendida en nuestro mismo aire, trazando nombres y fechas en su desastrado cuaderno. Ella, la que pulsa nuestras más íntimas cuerdas y sabe aguardar, como nadie, a que se desaten bien los hilos secretos del sueño. No quisiera interrumpirnos nada. Sólo el grito. Sólo la voz a deshoras que no puede tolerar. Ni el reclamo, ni la queja. Esa descortesía inadmisible.
Días vienen también en los que parece no estar. Como la nieve, como el paisaje de una ciudad que sólo imaginamos de niños. Y entonces saboreamos la luz, la miel que deja la mañana en los cristales. Aunque alguien al fondo insista en recordar que no hay verdadera luz al otro lado, que la mañana no es más que una proyección, restos de memoria perdida que sólo intensificarán luego el vacío, la sombra del muro, su peso entre los párpados.
Noches también, en las que un tigre de fuego ronda en la espesura, del otro lado, como si nos llamara, como si quisiera mantenernos siempre insomnes, ansiosos, atentos a sus zarpas que hieren la oscuridad.
III
Alguien cuenta que allá nadie sabe de nosotros, nunca lo supieron o siempre lo ignoraron, y si lo supieron lo olvidaron, porque, además, han pasado siglos desde entonces. Alguien dice que el tiempo terminó también del otro lado. Que no hay mundo más allá del muro.
Pero si estamos acá, tiene que haber un allá. Tiene que haber mundo. Algo que no somos nosotros, algo que sospecha que este lugar existe, este adentro, este espacio después de todo contiguo, colateral.
Cómo será el otro lado, dice otro. O cómo no será.
Tal vez allá es otro adentro, responde alguien. Tal vez allá es este adentro en el que estamos y no sabemos, porque hay otro adentro acá adentro.
El adentro de los ojos que arden por fuera. El adentro de las vísceras que voltean hacia afuera, el adentro de los huesos que se quiebran hacia afuera, dulcemente, resistiendo la gravedad del vacío.
IV
Mas ¿cómo podría florecer nuestra miseria? ¿No es la miseria ya una floración, un jardín en el adentro mismo de la indiferencia?
Por siglos aguardando la nada. Por siglos aferrados a dioses de luz o de sombra sobre la pared.
Por siglos invocando el amor de cosas que nunca fueron del todo nuestras. Por siglos manteniendo las manos en perpetuo movimiento, amasando el aire, esculpiendo espejismos, trazando signos sobre el vacío.
Cuando sólo estábamos, desde siempre, abandonados a nosotros mismos. Habitando este lado del muro, incluso bajo el sol y un infinito mar de estrellas cuyo bramido estalla en nosotros, cuyo oleaje crece desde nuestra propia sangre, desbordándonos.
El mal de las fronteras
Juan Pablo Plata
Dicen que fueron las últimas palabras escritas por Antonio Machado:
«Estos días azules y este sol de la infancia.»
No hay en ellas una última voluntad
De apetito llena que repetiría el gozo
De lo más amado o deleitoso
Que en la vida mísera conoció.
No hay premonición.
Solo mirada en lontananza y para dentro del alma,
Para encontrar en el astro leonado los días de chico que ya se le han ido.
Era un vez más la impresión de la vista
Y su memoria sensible con el color,
Cerca de la frontera de sus toros, del antiguo Al-Ándalus dejado atrás,
pero con los ojos puestos en otro lado donde los Gallos son todos rojos.
Pienso a ratos en Stefan Zweig inmolándose en Brasil.
Con grandes plazos recuerdo a Walter Benjamin matándose en España,
Pero siempre y muy seguido, veo a Machado, que ha cruzado a Francia,
A salvo,
Solo para morir.
En defensa de los muros
Pedro Vargas
Cuando era niño, el rico de mi pueblo (era dueño de la Bimbo)
alzó un muro alrededor de su jardín para ocultar
al venado que metió como mascota exótica.
Cada mañana, rumbo a la escuela, nos acercábamos
y mirábamos por un agujerito en su portón:
Casi nunca aparecía a la vista. A veces, a lo lejos, una sombra pastando.
Pero un día, al asomarme, me topé con un ojo de gigante
que me miraba asustado desde el otro lado, y comprendí
por qué los hindúes rezan a las reses.
Ese día el calvario escolar se hizo milagro.
Como dicen los Tigres del Norte, la puerta no es la culpable.
Los muros pueden ser hermosos. Incluso las cárceles tienen lo suyo.
Preguntadle a los arqueólogos, visitad las ruinas de la vieja Roma
y ved las flores crecer en derruidos muros.
Los muros son inocentes de los fusilados,
de los fornicados por la muerte en su lecho vertical,
de aquellos a los que cierran el paso, la entrada o la huida;
así como la noche es inocente de los que copulan
y de los que mueren en su interior.
Ese muro de tela
Eli Rodríguez
Nuestra tinta será poesía
para biselar
cincelar a las marimoñas del Río Bravo.
Las palabras suspendidas
nacerán del surco que hunde
que enfoque
sofoque
al cuerpo
al hado acorralado
en las trampas de la liquidez
¿Cómo harán para esnifar
esnifar la cocina mexicana
las ardillas del Central Park?
¿Cómo harán los poetas de uno y otro lado
para abrir las palabras
que desvanecen al aire?
Vamos a cariñar
vamos grafitear
ese muro de tela
con nuestras alas de crisálida.
Hallaremos al nombre que asombre
que celebre y corra las cortinas de papel
los aviones de papel
los barcos
de los poetas
de uno y otro lado.
Soy esos muros infames
Lucia Cupertino
Mi cuerpo descuartizado caliente todavía
de esa vida que huye de mí
los senos mutilados
los ojos llenos de su esperma
el sexo abierto
con alambre de púas
Mírame en esa zanja
mirando hacia un punto ciego
mírame en las favelas
mírame en el desierto
mírame en el Mediterráneo
mírame aflorar en el río
mira mi sangre alimentar la selva
mírame en el patio trasero
allí estoy allí estamos, ¿estarás?
Soy la mujer que buscaba trabajo
soy la muchacha con cinco hijos
de la mano que me cortaron
soy la que confío en el coyote
porque no había otro cuento
soy el ama de casa que recién planchó tu ropa
soy de Lima Caracas Alepo
Yuba Daca Mosul West Bank
Puerto Príncipe Uagadugú
de un lugar remoto de Amazonas
de todos los pueblos que no conoces
y que leerás por primera vez en periódicos
soy los hombres muertos por asfixia
en un camión en una cárcel improvisada
soy el vendedor del tianguis que te da asco
soy el niño lleno de mugre en el metro
soy los barrios que nunca recorrerás
soy la puta que se caga de frío
soy el luchador social en la tarima
soy el bosque cercenado como esos senos
soy el alce en cruz que quería seguir migrando
soy la cría de ese animal atrapado en la valla
soy los cuatro segundos entre el beso y la muerte
soy el olor a casa el hedor a olvidado
soy el hambre que la bolsa de las patronas alivió
soy el sábado que no llegué ni el martes
soy tu madre tu padre tu prima tu hijo
soy la cicatriz que recorre el mundo
soy esos muros infames
Distópicos
Jesús Enrique Sánchez
Qué es un muro para el hombre del Beagle,
o el desierto para el Hombre y su relato.
Quizás la piel, para la vista, muro de ilusión,
encanto y poesía.
No hay cómplice en el tiempo
para separar el viento de los chamanes.
Tampoco habrá respaldo de la luz para la audacia,
ni prueba que dé cuenta de esa fe, oscura y conveniente.
No lucirá de sangre el artificio del coraje
para remitirnos al agónico aliento de la fiera.
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