#poesíacontraelmuro / #poetryvsthewall / #poésievsmur: Poetas del mundo, tercera parte

En Círculo de poesía, Valparaíso México y el Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México hemos convocado a una acción global de resistencia para contrarrestar los impunes ataques a todas las libertades por parte del tirano estadounidense Donald Trump, poetas de todos los continentes nos envían sus poemas para construir un espacio de entendimiento entre los pueblos del mundo a través de la poesía.

 

 

 

Lecciones a un padre

Javier Gutiérrez Lozano

 

Cuando en tu arma

no reconozcas el dolor

ni la fuerza del gatillo,

 

adviértele a tu hijo

que el odio también se hereda.

 

 

 

Las fronteras sin murallas

Arturo Cruz Flores

 

El mundo es circular, esférico estructura de ideas

la humanidad ha dado ejemplos catastróficos de paredes,

que han cortado los sueños y esperanzas de la raza de carne,

y sus huesos se han quedado

en la orilla de las fronteras por el deseo de cruzar.

 

Las fronteras son para romperse

para fracturarse, para que los viajeros pasen y conozcan

y entonces puedan regresar a sus natales terruños

y cantar lo que vieron

en esos caminos donde esta raza de carne y huesos

necesita viajar y desplazarse.

 

Somos una raza que tiene alas en sus pies

La humanidad tiene alas en sus pies, para emprender vuelos y desplazarse

El mundo debe estar sin fronteras, ideales ni conceptuales

Sin fronteras ni límites en los corazones, en las misiones de los hombres.

 

Si pudiéramos ser gigantes titánicos, y caminar sobre la Tierra,

Nuestros pies derrumbarían las paredes, los muros, nuestros pies

Todo lo romperían sobre la arena, sobre el olvido,

No sería bueno tener impedimentos para darle la vuelta al mundo.

 

Nuestras almas no se contienen en el límite de nuestros cuerpos,

Nuestras almas en sus partículas atómicas atraviesan todo,

Los pensamientos se alejan y vuelan en partículas, no hay fronteras

Nuestras almas no son detenidas por los muros levantados por manos necias.

 

El mundo es circular, los pensamientos se expanden en la luz y en las tinieblas

No debemos sobrevivir la esclavitud de un muro que no nos permite avanzar

Hay que romper aquellas cadenas, y muros, que nos limiten en la Tierra

No hay momentos de quietud si no de elevación y evolución ultraterrena.

 

Hay que romper, fracturar y eliminar los muros que se eleven desde las tinieblas,

Nada detiene a la luz de nuestro corazón,

Nada detiene a nuestra voz que se eleva, que lo rompe todo el silencio,

La noche no es límite, ni su día las fronteras, son complementos de ellos.

 

Nuestras almas romperán tus muros,

nuestros espíritus fracturarán tus fronteras,

somos el lamento de una raza que cree en ella misma,

somos la noche que cree en ella misma,

nada detiene a nuestros sueños.

 

 

 

La libertad

Inaxio Goldaracena

 

La libertad

es una jaula desplumada.

 

Seguir a un ave

con intención de vuelo. El aire

que agrieta las nubes. Tener menos

prisa que el tiempo.

 

Irse antes

de que otros se marchen. Guiarse

por el sol y la sed. La hipnosis

de la luna en los ojos. No

comulgar con la gravedad.

 

La lejanía

del dogma. La victoria de la palabra.

El vértigo de los payasos. La extática

de los columpios. La inutilidad

del patrón oro.

 

Una catarata

navegable. El próximo suspiro.

Un árbol de largas manos

y suaves caricias. Ser tempestad

y beso. Piedra y perfume. Roble

o nómada. Ser.

 

El primer

intento con lo imposible.

 

 

 

The Mysteries

Devon Balwit

 

The sound that I thought was a brook

trickling outside was really the coffee maker

 

running a river into the cabinet drawers

and under the refrigerator, carrying a silt of grinds

 

into every crevice.  I want a magician’s wand

to transform outsized rage at small thwartings

 

into music, to presto curses into laughter, helping me

move on.  Little in life is what we expect, but much

 

is better, an upthrust seed dome of Echinacea, a hawk

hanging in an updraft, a child speaking wisdom

 

unprompted.  Even if we break, we come apart in a world

beautiful somewhere, like the jaeger fledgling

 

I found huddled in sand, spending its final hours

looking at surf and horizon.  I would die in such a spot,

 

waves shushing regret.  Hack at our lightless places,

and we come away with glittering, the mineral,

 

something that bruises when clenched and outlasts

the sweat of release.  We imagine truth distant

 

and then trip on it on our way to the bathroom

at night, a castoff shoe, a book, the dog’s bowl,

 

mysteries requiring no other novitiate

than our attention.  Endlessly, we work

 

our trowels, shoring up walls that a single

quake jars and a second brings down.

 

 

 

Las fronteras

Alejandra Machuca Gutiérrez

 

¿Las fronteras,

son capaces de llenarnos los zapatos de polillas,

de clavarnos los tentáculos de un pulpo venenoso,

de ahondarnos nuestros miedos y ensancharnos las vejigas?

Sí, a todos

Porque todos

Las fronteras se nos dan a todos

Las fronteras y los muros y los fuertes

Y las fobias y los parques minados

Y los hombre minados

Y las ciudades minadas

Y los gobiernos con mano de arsénico y ganas de excavar

De excavar y dejarnos bien abajo

Ahogando nuestros nombres

Convirtiéndonos en eco

Que se muere en el smog

 

Yo no sé si la aporía se deshace en un abrirse hacia la lucha

Yo no sé si la aporía se deshace cuando juegan el vinagre y el carbón y los cuchillos y los llantos

Pero la aporía se deshace

Cuando una mano deja de buscar el arma

Y busca en cambio otra mano

Que a su vez

Busca otros dedos

Y otros corazones

Y otros labios

Y otras mesas donde reunirse a compartir el pan

 

Hay amores

Que traspasan fronteras

Pero existen muros

que no pueden penetrarse

 

Y a dónde los dedos

Y a dónde las manos que no pueden abrazarse

 

 

 

Unidos

Cristina Quintanilla

Luchen hermanos

que desde aquí pondremos manos

para arrastrar piedras

y cantar el asalto

Recuerden que cayeron

los castillos y las pirámides

las catedrales y los bancos

y seguimos respirando

Mantengamos fuerte

la esperanza holística

de que mañana seremos

más viejos y sabios.

Luchemos hermanos

caigamos los muros de la Tierra

porque entre pares no hay frontera

si no ignorancia.

Este lado del muro

Pedro Arturo Estrada

 

I

 

Sólo queda resistir tras el muro, olvidados de Dios y sus rosados monstruos, aguardando la última floración de la miseria antes que la noche devore los ojos. Si quedan ojos.

Sostendremos esta brasa de infierno entre labios, esta palabra con la que todavía podemos nombrar algo, contar eso que tal vez no hemos dicho nunca. Como la sed, el deseo, la carne trémula que de algún modo juntamos, deslizándonos, desbordándonos, abriéndonos a una imposible música, agua del sueño a la que no tenemos más que confiarnos, abandonarnos.

Sin embargo, aún el aire fluye a ráfagas inesperadas, suficiente para mantener despierta el alma, esta quemadura, esta hambre de durar subiendo por las venas, atragantada hasta decir basta.

 

II 

Pero no podemos gritar, porque la muerte grita por nosotros. Ella, en vigilia o sueño, siempre a punto, suspendida en nuestro mismo aire, trazando nombres y fechas en su desastrado cuaderno. Ella, la que pulsa nuestras más íntimas cuerdas y sabe aguardar, como nadie, a que se desaten bien los hilos secretos del sueño. No quisiera interrumpirnos nada. Sólo el grito. Sólo la voz a deshoras que no puede tolerar. Ni el reclamo, ni la queja. Esa descortesía inadmisible.

Días vienen también en los que parece no estar. Como la nieve, como el paisaje de una ciudad que sólo imaginamos de niños. Y entonces saboreamos la luz, la miel que deja la mañana en los cristales. Aunque alguien al fondo insista en recordar que no hay verdadera luz al otro lado, que la mañana no es más que una proyección, restos de memoria perdida que sólo intensificarán luego el vacío, la sombra del muro, su peso entre los párpados.

Noches también, en las que un tigre de fuego ronda en la espesura, del otro lado, como si nos llamara, como si quisiera mantenernos siempre insomnes, ansiosos, atentos a sus zarpas que hieren la oscuridad.

 

III

 

Alguien cuenta que allá nadie sabe de nosotros, nunca lo supieron o siempre lo ignoraron, y si lo supieron lo olvidaron, porque, además, han pasado siglos desde entonces. Alguien dice que el tiempo terminó también del otro lado. Que no hay mundo más allá del muro.

Pero si estamos acá, tiene que haber un allá. Tiene que haber mundo. Algo que no somos nosotros, algo que sospecha que este lugar existe, este adentro, este espacio después de todo contiguo, colateral.

Cómo será el otro lado, dice otro. O cómo no será.

Tal vez allá es otro adentro, responde alguien. Tal vez allá es este adentro en el que estamos y no sabemos, porque hay otro adentro acá adentro.

El adentro de los ojos que arden por fuera. El adentro de las vísceras que voltean hacia afuera, el adentro de los huesos que se quiebran hacia afuera, dulcemente, resistiendo la gravedad del vacío.

 

IV

 

Mas ¿cómo podría florecer nuestra miseria? ¿No es la miseria ya una floración, un jardín en el adentro mismo de la indiferencia?

Por siglos aguardando la nada. Por siglos aferrados a dioses de luz o de sombra sobre la pared.

Por siglos invocando el amor de cosas que nunca fueron del todo nuestras. Por siglos manteniendo las manos en perpetuo movimiento, amasando el aire, esculpiendo espejismos, trazando signos sobre el vacío.

Cuando sólo estábamos, desde siempre, abandonados a nosotros mismos. Habitando este lado del muro, incluso bajo el sol y un infinito mar de estrellas cuyo bramido estalla en nosotros, cuyo oleaje crece desde nuestra propia sangre, desbordándonos.

 

 

 

El mal de las fronteras

Juan Pablo Plata

 

Dicen que fueron las últimas palabras escritas por Antonio Machado:

«Estos días azules y este sol de la infancia.»

No hay en ellas una última voluntad

De apetito llena que repetiría el gozo

De lo más amado o deleitoso

Que en la vida mísera conoció.

No hay premonición.

Solo mirada en lontananza y para dentro del alma,

Para encontrar en el astro leonado los días de chico que ya se le han ido.

Era un vez más la impresión de la vista

Y su memoria sensible con el color,

Cerca de la frontera de sus toros, del antiguo Al-Ándalus dejado atrás,

pero con los ojos puestos en otro lado donde los Gallos son todos rojos.

 

Pienso a ratos en Stefan Zweig inmolándose en Brasil.

Con grandes plazos recuerdo a Walter Benjamin matándose en España,

Pero siempre y muy seguido, veo a Machado, que ha cruzado a Francia,

A salvo,

Solo para morir.

 

 

 

En defensa de los muros

Pedro Vargas

 

Cuando era niño, el rico de mi pueblo (era dueño de la Bimbo)

alzó un muro alrededor de su jardín para ocultar

al venado que metió como mascota exótica.

Cada mañana, rumbo a la escuela, nos acercábamos

y mirábamos por un agujerito en su portón:

Casi nunca aparecía a la vista. A veces, a lo lejos, una sombra     pastando.

Pero un día, al asomarme, me topé con un ojo de gigante

que me miraba asustado desde el otro lado, y comprendí

por qué los hindúes rezan a las reses.

Ese día el calvario escolar se hizo milagro.

Como dicen los Tigres del Norte, la puerta no es la culpable.

Los muros pueden ser hermosos. Incluso las cárceles tienen lo suyo.

Preguntadle a los arqueólogos, visitad las ruinas de la vieja Roma

y ved las flores crecer en derruidos muros.

Los muros son inocentes de los fusilados,

de los fornicados por la muerte en su lecho vertical,

de aquellos a los que cierran el paso, la entrada o la huida;

así como la noche es inocente de los que copulan

y de los que mueren en su interior.

 

 

 

Ese muro de tela

Eli Rodríguez

 

Nuestra tinta será poesía

para biselar

cincelar a las marimoñas del Río Bravo.

Las palabras suspendidas

nacerán del surco que hunde

que enfoque

sofoque

al cuerpo

al hado acorralado

en las trampas de la liquidez

¿Cómo harán para esnifar

esnifar la cocina mexicana

las ardillas del Central Park?

¿Cómo harán los poetas de uno y otro lado

para abrir las palabras

que desvanecen al aire?

Vamos a cariñar

vamos grafitear

ese muro de tela

con nuestras alas de crisálida.

Hallaremos al nombre que asombre

que celebre y corra las cortinas de papel

los aviones de papel

los barcos

de los poetas

de uno y otro lado.

 

 

 

Soy esos muros infames

Lucia Cupertino

 

Mi cuerpo descuartizado caliente todavía

de esa vida que huye de mí

los senos mutilados

los ojos llenos de su esperma

el sexo abierto

con alambre de púas

 

Mírame en esa zanja

mirando hacia un punto ciego

mírame en las favelas

mírame en el desierto

mírame en el Mediterráneo

mírame aflorar en el río

mira mi sangre alimentar la selva

mírame en el patio trasero

allí estoy allí estamos, ¿estarás?

 

Soy la mujer que buscaba trabajo

soy la muchacha con cinco hijos

de la mano que me cortaron

soy la que confío en el coyote

porque no había otro cuento

soy el ama de casa que recién planchó tu ropa

soy de Lima Caracas Alepo

Yuba Daca Mosul West Bank

Puerto Príncipe Uagadugú

de un lugar remoto de Amazonas

de todos los pueblos que no conoces

y que leerás por primera vez en periódicos

soy los hombres muertos por asfixia

en un camión en una cárcel improvisada

soy el vendedor del tianguis que te da asco

soy el niño lleno de mugre en el metro

soy los barrios que nunca recorrerás

soy la puta que se caga de frío

soy el luchador social en la tarima

soy el bosque cercenado como esos senos

soy el alce en cruz que quería seguir migrando

soy la cría de ese animal atrapado en la valla

soy los cuatro segundos entre el beso y la muerte

soy el olor a casa el hedor a olvidado

soy el hambre que la bolsa de las patronas alivió

soy el sábado que no llegué ni el martes

soy tu madre tu padre tu prima tu hijo

soy la cicatriz que recorre el mundo

soy esos muros infames

 

 

 

Distópicos

Jesús Enrique Sánchez

 

Qué es un muro para el hombre del Beagle,

o el desierto para el Hombre y su relato.

Quizás la piel, para la vista, muro de ilusión,

encanto y poesía.

No hay cómplice en el tiempo

para separar el viento de los chamanes.

Tampoco habrá respaldo de la luz para la audacia,

ni prueba que dé cuenta de esa fe, oscura y conveniente.

No lucirá de sangre el artificio del coraje

para remitirnos al agónico aliento de la fiera.

 

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