La poesía de Raúl Renán

El narrador Óscar de la Borbolla celebra la poesía de Raúl Renán (México, 1928) adentrándose en la fascinación del autor de la Gramática fantástica por la grafía de las letras, “del ideograma que dibujan las palabras”. Raúl Renán, a través de su magisterio, es uno de los poetas más representativos de nuestro presente poético.

 

 

 

 

 

Homenaje a Raúl Renán, hoy que cumple dos bolitas encimadas y una a la derecha*

Hay escritores que no aman el lenguaje, se valen de él, pues lo que aman son las historias o las ideas; entre ellos están no sólo los guionistas que apuestan, sobre todo, a la eficacia del discurso visual, sino también muchos ensayistas (yo he padecido a los filósofos), muchos narradores y, por supuesto, todos los periodistas. Esa mediatización del lenguaje no necesariamente demerita sus obras, pues pueden, y de hecho algunos lo hacen muy bien, levantar historias intensas o explicaciones que obligan a pensar y hasta reportajes instantáneos que resisten el paso del tiempo: simplemente para ellos el lenguaje no es lo primero. Y, por supuesto, en la acera contraria hay escritores que aman el lenguaje por encima de todas las cosas y ese amor, a veces se da en ellos de forma tan obsesiva y excluyente que algunos son capaces de desviar las ideas o de evaporar hasta el último rastro de historia con tal de que el lenguaje no pierda su ritmo, su cadencia, su sonoridad. Este amor, obviamente, tampoco es garantía de nada. Y si no que lo diga Hugo Ball y sus poemas onomatopéyicos-eufónicos que una noche casi ocasionan la destrucción del Cabaret Voltaire.

     Entre estas dos actitudes ante el lenguaje y en toda la gama se inscriben la mayoría de los escritores. Alejandro Dumas no necesita ninguna de las miles de imágenes de Gabriel García Márquez, ni éste, ninguna de las miles de escenas cinematográficas del otro. Pero a ambos se les nota en seguida una distinta actitud ante el lenguaje.

     Hay, sin embargo un tercer grupo de escritores que más allá o más acá de esta clase de amor por el lenguaje presentan lo que podría llamar una fascinación fetichista por el aspecto cósico del lenguaje, es decir, están enamorados de la grafía de las letras, del ideograma que dibujan las palabras, del sonido de las vocales y hasta de ese andamiaje de cacharros de lógica estructurante que son los signos de puntuación. En este tercer grupo colocaría A Raúl Renán sin olvidar que también, por supuesto, como todo buen poeta es un amante del lenguaje en el sentido clásico, y sin olvidar tampoco que la veta experimental de la obra de Raúl no se reduce a este amor como de grafólogo o calígrafo que me gusta llamar fascinación fetichista.

     A este ángulo de Raúl Renán quiero referirme, pues es ahí donde más afinidad siento con él, ya que también yo, cuando ya no puedo controlar mi barca en el mar de los significados para llegar a buen puerto con mi mensaje, me quedo como ido viendo la costra del lenguaje, como hipnotizado por la filigrana que forma en el papel las letras, como embobado por su reverberación en el laberinto de mi oído y, sencillamente, me gusta, pues en esos momentos de cansancio, cuando ya no soy capaz de traspasar del signo al símbolo y me quedo en el signo, en el ático que forma la letra A con su evidente techo de dos aguas, o en el peine para calvos que forma la letra E, o en el seno pequeñito de la i con su pezón-tilde dislocado (por supuesta hablo de la i en letra palmer), o me pierdo en el hoyo del lenguaje y regreso por la herradura que mi imaginación vislumbra para completar las vocales. Cuando eso me ocurre recuerdo algunas Greguerías de Ramón Gómez de la Serna y la Gramática fantástica donde Raúl Renán con una serie de textos breves, ahora llamados “minificciones”, crea y recrea un mundo donde los personajes son las letras, las palabras, el lenguaje personificado.

     Así, por ejemplo, en el abecedario de Raúl la B no es una simple letra, sino que fue hecha, nos dice, con grandes y carnosas nalgas para amortiguar el impacto de sus explosiones. Y uno descubre que tiene razón: piénsese si no en palabra Bomba y se descubrirá lo exacta que es la imagen de Raúl, pues “bomba” suena menos explosiva que “petardo”, por lo que ciertamente tiene razón Raúl: las nalgas, que es todo lo que tiene la B, son amortiguantes. Al que lo dude que haga el experimento de caerse poniendo una parte menos noble y verá las consecuencias.

     A la C, Raúl le dedica el minicuento titulado “La imagen semejante”. Ahí la anécdota es muy sencilla un párvulo que al intentar copiar en su cuaderno dos CC  sebosas sólo consigue trazar dos CC flacas que la maestra tacha y le pone un modelo de C más grande. Al final, “La maestra vio en el lugar del párvulo a una raquítica C que amenazante, irguiéndose con una espada Cb se fue de punta contra su pecho y le lanceó el corazón” (p.33). Este minicuento, pese a la sencillez de su trama posee una enorme complejidad estructural, pues mezcla literatura con dibujo: en el discurso literario interviene como parte esencial el dibujo no sólo de las ces, sino el de la espadita que empuña la última ce. Y además, en una línea sencillísima y diáfana nos permite ver la conurbación de dos planos: el plano en el que están el pupilo y la maestra y el plano donde la última escuálida C cobra vida y hiere a la maestra.

     Otro texto memorable en el que la grafía de las letras es puesta en todo su esplendor es el denominado “Orgía” ahí, por ejemplo, escribe Raúl: “La h de macho introdujo suave y movedizo se palo en la e provocándole contracciones deleitantes”, quien esté interesado en la manera como el poeta erotiza el resto de las letras para hacerlas participar en la orgía diríjase al texto in extenso.

     Pero no sólo las letras son objeto de esta personificación, sino también las palabras que son capaces de hace en el texto “Proclama” con el que se inicia esta obra su declaración de independencia del sometimiento al que las ha tenido el hombre para invertir los papeles y apoderarse de nosotros.

     Y, sin duda, uno de los textos que más me gusta de La gramática fantástica es “Diálogo”, ahí Raúl descompone la palabra diálogo en Día y Logo y ambos personajes se presentan en dos columnas: Día dice: “Yo soy Día” y enfrente Logo contesta: “Yo soy Logo”. Cada columna es un poema con versos tan hondos y logrados como, por ejemplo, el que dice Logo: “Soy el sello en el aire” y esos poemas colocados uno frente al otro dialogan, cada personaje delimita su esencia.

     La gramática fantástica de Raúl Renán es, en suma, fantástica, pues, así como el escritor ingles del siglo XIX, Edwin A. Abbott consigue dar a las figuras de la geometría bidimensional –los triángulos, los círculos, los rectángulos– un mundo en su novela Planilandia, así Renán en el siglo XX monta todo un universo donde los elementos del lenguaje son los personajes. Y ambos mundos, el de Abbott y el de Renán son estupendas sátiras mordaces de los respectivos mundos reales que a cada uno le tocó habitar.

     Este amor por el lenguaje mismo o fascinación fetichista, como la llamé al comienzo, está también presente en uno de los más recientes poemarios de Raúl: A/salto de río. Agonía del salmón donde, el salmón, el alter ego del poeta, hace un viaje de regreso hacia el origen, hacia el comienzo, y nos entrega un magnífico retrato de ese esfuerzo de él y del salmón por volver a la fuente de la vida.

     Por esto y por más hoy celebro al compañero de manías fetichistas, al poeta y al amigo en sus rotundos 80 años, o sea, en sus 80: dos bolitas encimadas y una mayor a la derecha, tres orificios que, de seguro, por ahí andan en su orgía de letras.

 

 

 

 

*Texto leído durante el homenaje que recibiera Raúl Renán en el Palacio de Bellas Artes en 2008.

 

 

 

Datos vitales

Óscar de la Borbolla nació en la Ciudad de México el 8 de septiembre de 1949. Ensayista, narrador y poeta. Obtuvo la maestría en filosofía en la UNAM y el doctorado en la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido profesor de filosofía en la FES-Acatlán de la UNAM, titular en el área de metafísica y ontología; maestro en la Escuela de Escritores de la SOGEM. Premio Internacional de Cuento Plural 1987 por Las esquinas del azar. Premio Nacional de Humor La Sonrisa 1991 por Nada es para tanto. Algunos de sus volúmenes de cuento son Vivir a diario, Las vocales malditas, El amor es de clase, Dios sí juega a los dados, La ciencia imaginaria, Las esquinas del azar, Asalto al infierno, La risa en el abismo. Ha escrito las novelas Nada es para tanto, Todo está permitido y La vida de un muerto. Publicó el poemario Los sótanos de Babel.

 

 

 

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