El poeta tabasqueño Álvaro Solís (Villahermosa, 1974) comparte con los lectores el poemario Cantalao (Premio Clemencia Isaura de Poesía, 2007), íntegro y en formato PDF (para Acrobat Reader) que el lector puede descargar gratuitamente en nuestra Galería de Armas.
Al principio del libro, Álvaro Solís comenta, a modo de introducción:
Pablo Neruda quiso fundar un pueblo no muy lejos de Isla Negra. Para ello adquirió un terreno, que terminó de pagar en los últimos años de su vida. Se trata de un lugar donde las olas golpean con tanta fuerza, que se levantan a varios metros de altura y era llamado por los araucanos como Punta de tralca, que quiere decir “Punta de trueno”.
Era la intención del poeta chileno construir varias casas para que los artistas pudieran llegar a trabajar en sus obras. Desgraciadamente el régimen de su país impidió la edificación de aquel lugar del que hoy, solo queda el nombre: Cantalao.
A continuación, los primeros ocho textos de este libro, “conjunto ascendente de introspecciones” en palabras de Jorge Fernández Granados.
C
Piedra sobre piedra y en medio la arcilla
que se niega a los estruendos.
Arriba rústicos maderos soportando el tejado
y más arriba la tormenta, el cielo allá afuera,
amplitud numérica de astros.
Adentro la casa, las herramientas,
las manos duras que nunca serán utilizadas,
el agua que penetra por debajo de la tierra.
Adentro la casa que resistirá al invierno,
un par de ventanas cubiertas con bolsas
que han persistido ya varias noches.
Adentro la casa y el tálamo,
la noche matizada por la luz de las velas.
Allá el frágil cementerio junto al mar.
En medio de la arcilla está la piedra,
invisibles telarañas que he tejido en las noches de insomnio.
Afuera el viento,
y aquí
esta casa vacía.
A
En el fondo del mar
el agua pesa como una tumba.
N
Al inicio fue la noche,
todo era sombra de la luz que no nacía.
Al inicio fue el canto de la muerte,
el invierno sin la nieve,
ruina bajo la tierra, sin forma aún,
la sombra luchaba,
desprotegida luz negra.
Al inicio fue la noche,
la del alma que no conocía el cuerpo.
Luego con las manos todo fue dicho,
antes la roca y el fuego,
el cielo azul y el agua clara,
antes del hierro de la mujer y el barro,
silencio.
Sólo se escuchaban pasos
que venían y se alejaban sobre la tierra,
Dios no había descendido de su reino.
Al inicio los días se medían por el cansancio,
por la llegada del sueño
donde tampoco la luz había fundado sus encantos.
Los hombres dormían sobre los árboles
cerca del agua oscura
de los ríos sin fondo,
también del mar
que era una noche invertida.
En el principio fue la sombra.
T
Cantalao a media noche
es como el velorio de mil hijos.
A
Desde aquí se escuchan las palabras que dicta el mar,
y habrá que transcribirlas sin su forma nocturna.
Mejor ser como el marino que evita el nado en el naufragio,
inerte cuando arrecia la tormenta,
tres veces hasta que de nuevo el mar nos regrese del silencio.
El mar adentro robándose los sueños de huérfanos y viudas,
28 días ardiendo en la entrepierna de la tierra fértil.
Quebranto del mar.
Sin calles, sin casas,
escribo en la noche de diciembre,
en los gemidos de estas ni siquiera paredes,
en esta metralla de incendios bajo estrellas que nada dicen ya.
Aquí en esta sangre verde y azul,
en esta tinta donde las palabras son un cansancio
por la llegada de la noche y de la lluvia otra vez.
Digo que algo marino vive dentro.
También en la partida algo se incendia debajo de la piel.
Quebranto del mar.
Nada queda en pie bajo la sombra.
L
Si anuncias la muerte, llévame a tu lado.
Si anuncias la palabra, dímela en secreto.
A
Dulce o salada,
oscura en el abismo.
El agua dormida por dentro,
la del reino de las sombras.
El agua rodeándolo todo,
en crispación,
en sí misma
ampliando sus dominios
sobre la tierra mojada,
ora lodo,
ora arcilla,
ora roca debajo de la tierra
o a la orilla del mar,
que se descubre a los ojos
de quien mira sin recelo.
Dulce o salada,
el agua forjando la costa
donde un pueblo, sin lugar sobre la tierra,
se anunciará mañana.
O
Este es el pueblo sin lugar bajo la noche.
Todo termina en el abismo. Punto.
Es hora del trueno.
Datos vitales.
Álvaro Solís nació en Villahermosa, Tabasco en 1974. Ha publicado los libros de poesía Los ríos de la noche oscura (Gobierno del estado de Nayarit, 2008), Los días y sus designios (Educación y Cultura/El errante editores/Profética, Puebla, 2007), Cantalao (Universidad de Guanajuato, 2007), Solisón (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2005), También soy un fantasma (Gobierno del Estado de Tabasco, 2003), y el libro infantil Querido Balthus, yo también perdí a mi gato (Gobierno del Estado de Tlaxcala/Alas y raíces/CONACULTA, 2007). Es coautor de La luz que va dando nombre: Veinte años de la poesía última en México 1965-1985 (Gobierno del Estado de Puebla). Ha obtenido los siguientes reconocimientos: el Premio Tabasco de Poesía José Carlos Becerra 2003, el Premio Nacional de Poesía Amado Nervo 2006, el Premio Nacional Clemencia Isaura de Poesía 2007 y el Premio Nacional de Poesía Joven Gutiérre de Cetina 2007. Ha sido becario en dos ocasiones de la Fundación para las Letras Mexicanas, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en la categoría de Jóvenes Creadores en la emisión 2005-2006 y del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Tabasco.
Lee la reseña de la poeta Stephanie Alcantar sobre Cantalao.
Revisa la Foja de Poesía de Álvaro Solís.