A continuación cuatro poemas del poeta colombiano Juan felipe Robledo. Le recordamos a los lectores que la antología Aquí brilla, es extraño, la luz de nuevo (Ediciones San Librario, 2009), íntegra y en formato PDF, puede ser descargada gratuitamente en nuestra sección Iberoamérica Libros.
A continuación, a manera de invitación a descargar este libro, los primeros cuatro textos. Los invitamos a disfrutar este libro, muestra de una poesía, en palabras de la poeta Catalina González Restrepo (Medellín, 1976), de espíritu generoso, “que busca gozar de la vida sin límites, aceptando los excesos, con un ánimo expansivo que recorre los seres de todos los reinos: las piedras y el agua, los robles, alerces y pinos, las nomeolvides y los anturios, el jazmín, la pulga y la paloma, el oso y los salmones, ballenas,halcones, ardillas, el cerdo y las luciérnagas, sirenas y centauros”.
El habla
Luchamos por hacer brotar del oscuro silencio
un momento distinto
en el que los árboles nos recuerden el hogar
y en paz estemos con los hombres.
Nos atrevemos a este himno,
sabiendo que en el alado mañana
hay una sonrisa que nos espera
y una confesión que brilla entre los nombres
y también en los verbos.
Aguardamos concluir el canto que jamás termina
para no tener que cruzar el Leteo
y saber que, en albo tiempo,
luego de las tardes,
habrá sosegada dicha y abrazos y amor comentado.
El que amó no ama más
Cómo amaina en los abismos del tiempo el corazón
y se pierde en el extraño abrazo que lo acuna.
YORGOS SEFERIS
Se va yendo, no hay un momento detenido en su fuga,
sólo se deja llevar por sí mismo, muerto peso
que un día fue la felicidad
y al dejarse llevar es hoy lucero de un día neblinoso.
Debajo de él hay pasto que no brillará.
Debajo de sus zapatos un poco de basura.
El que amó no ama más.
El tiempo calla, tiene la sonrisa amarga del triunfo y el silencio habita las galerías.
Allí no hay juglares, las damas se fueron hace rato.
Todos viven encallados en la memoria de los topos.
Es una lástima, oscuro amigo que llegaste hace dos tardes.
Un vacacionista comenta el estado del tiempo
El sol brilla.
Decir que el sol está allí, en lo alto
es una obviedad,
una comprobación tan definitiva como aceptar
que existe este mundo de abstracciones
y cerebros que se rigen por ellas.
Los que conocen el día
son dueños de la bomba hidráulica
que habita en sus pechos
y los vemos, allí,
recortados contra la línea del horizonte,
dándole vueltas a un par de consignas
que de muchachos machacaron hasta el delirio.
El azul del mar
y el azul del cielo
podrían ser el mismo,
pero no sabemos si el pintor que ejecutó esta marina lo sabía,
y dejó separados cielo y mar
porque así le iba mejor a sus sueños de teórico dedicado.
Arriba está el cielo,
abajo el mar,
en frente los hombres,
aquellos que viven para sí
en el constante olvido de los otros
y la máquina anda aceitada,
la máquina no rechina,
o rechina apenas,
lo suficiente como para que oigamos su deslizamiento asimétrico
pues es el desbalance
el que sostiene la marcha de este diorama
en el que se proyecta el mundo,
el de la ley que iguala,
no, que quiere igualar
con un tardo rasero.
Y el día brilla,
el día y sus aleros
que no se resignan
a ser burlados
por la luz del conocimiento.
Este es un día de playa,
un día para olvidar.
Lunes
Hombres que se miran con desconfianza en la calle,
buscando afanosamente en periódicos la dirección
de la casa de citas más próxima, para tropezar, acezantes,
al llegar a ella con minutos de diferencia.
Un barrio en donde podría vivir cualquier pensionado
que se deleita con recuerdos de Gardel.
El ardoroso sonido de una película pornográfica
en un aparato de televisión que parece una tostadora.
La lectura del horóscopo con una muchacha que pide no ser besada en la boca.
Alegría turbia que se va quedando en los dedos.
Elementos de la conflagración, del olvidado acento en medio.
Pues nada que merezca algún homenaje es llave que permita
el ingreso al caletre del burilador de infinitos.
Datos vitales
Juan Felipe Robledo nace en Medellín en 1968. Estudió la carrera y la maestría de Literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá, donde es profesor. Ha publicado antologías de la obra poética de Francisco de Quevedo, Luis de Góngora, del Romancero español y Rubén Darío, así como prólogos a las obras de autores españoles y colombianos y reseñas y artículos sobre poesía y narrativa. Ganó el premio internacional de poesía Jaime Sabines en 1999, concedido por el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, en México, con De mañana, publicado en 2000 y reeditado por Planeta en Colombia en 2003. Obtuvo el premio nacional de poesía del Ministerio de Cultura de Colombia en 2001 con La música de las horas, publicado en 2002. Han aparecido cuatro antologías de su poesía: Nos debemos al alba (Golpe de Dados, 2002), Calma después de la tormenta (Colección Viernes de Poesía, Universidad Nacional de Colombia, 2002), Luz en lo alto (Universidad Externado de Colombia, 2006) y Dibujando un mapa en la noche (Ediciones Igitur, España, 2008).