Foja de poesía No. 105: Rafael Tiburcio García

Rafael Tiburcio GarcíaRafael Tiburcio García (1981) radica en  Pachuca, Hidalgo. Actualmente publica la columna cultural Idiosingracia en el diario El Independiente de Hidalgo y gestiona los blogs ajaltokov.blogspot.com e idiosingracia.blogspot.com

 

 

Y la vida es esto, la niebla. 

Y para amar algo, ¿qué basta? ¡Vislumbrarlo! 

Miguel de Unamuno

 

 

Primera tribulación: 30 de marzo

 

¿Por qué no vemos a Dios, mamá,

cuando miramos al cielo,

porque es inmenso

o porque es muy pequeño?

 

 

 

Segunda tribulación: 17 de septiembre

 

¿Para qué sirve el ayuno?

Sacrificar algo propio

para que un familiar enfermo reciba bendiciones.

 

¿Y si no fuera así,

si la vanidad me hiciera creer

que puedo someter a Dios a mi necesidad,

obtener su condescendencia?

 

De todos modos continúo.

Eso es fe.

 

 

 

Tercera tribulación: 5 de diciembre

 

Intento hablarte, Señor, pero no respondes;

busco fuera de estas paredes un signo que te revele,

en los árboles del jardín,

en los juegos de los niños,

en los mendigos, en las palomas,

y sólo encuentro el eco de un mundo al que arribé tarde.

 

No es sólo la gente que camina como muerta en vida,

el murmullo de los cuchillos en el ambiente,

el flujo de palabras que apenas parecen ruido…

el polvo en los zapatos anuncia la ruta,

las manos son fauces cuando saludan,

el viento, animal domesticado,

la luz fría,

las máquinas, las ventanas, los insectos:

sinfonía que apaga cualquier ánimo.

 

Olvidé que las fiestas deben santificarse para obtener significado

que los libros se dedican, las casas se bendicen, los actos se consagran,

olvidé hasta el sitio de mis manos al despertar.

 

¿Será que agoté todas las formas de hablarte,

será que el silencio ha comido mi pecho,

por eso ya no hay calor en mis oraciones?

Tal vez no escuché a las catequistas

y su doctrina máxima —la felicidad— parecía una meta y no un sendero…

 

O tal vez sea una rabia antigua

enraizada en el alma

y podría quitarla hasta con las manos,

pero no me atrevo.

 

Tu canto descansa en una caja dorada que los profanos no tocamos

no en los libros escritos en tu Nombre,

no en los edificios donde te alaban,

no en el prójimo que nos desea la muerte y cree que nos bendijo.

No estás más allá de la voz al otro lado del teléfono,

en la mujer desnuda que recorre mi alcoba,

en el agua que refresca mis manos, a veces

el único placer en las jornadas repetitivas.

Ya no te conozco, Padre,

Tus ojos detrás de las nubes dejaron de buscarme.

 

Aunque cada uno de nosotros dibuje un camino,

la suma de todos nuestros pasos permanecerá en el caos:

el pasto será tragado por la hierba que creíamos arrancada,

llevaremos nuestros muertos a sus tumbas,

lloraremos en sus novenarios,

los traeremos por años pegados a la ropa;

el cielo volverá a llenarse de huracanes,

nuevas Atlántidas nacerán en los mapas,

pero esa lluvia en el horizonte

no retrocederá.

 

 

 

Cuarta tribulación: 30 de enero

 

Tal vez fue el cielo nublado,

el frente frío número 39,

pero esta mañana, los animales parecían muertos:

y la gata sobre las cobijas,

el perro tendido en la hierba,

respiraban con la calma de quien ve la muerte

rondando cerca,

sin ofuscarse:

los cuellos relajados,

el pelaje cubierto de pequeñas gotas de arco iris.

Incluso las aves en los campos de cebada trinan con debilidad,

los ratones devoran a sus crías

y el ruido de la autopista es más fuerte mientras te acercas.

 

 

 

Quinta tribulación: 8 de junio

 

Hay una orilla que me sirve de banca,

un pequeño muro de contención de un puente a ras del suelo

donde me siento a esperar el transporte

que me llevará a casa.

 

Diariamente camino un par de kilómetros cuesta abajo

desde la oficina al parabús,

mientras un valle y sus cerros distantes me observan;

y sólo esta carretera, que no se detiene,

que resulta insoportable sin uno o varios cigarros,

irrumpe con violencia el paisaje y el camino

de las abejas, los nopales, el tezontle,

las serpientes.

 

Cada día mientras espero sentado, con el sol a mis espaldas,

encima de ese canal (seco) de aguas negras,

regresa aquel sentimiento

parecido a la desolación, pero que es otra cosa,

y sólo ocurre en esa esquina…

 

¿Cuantos sitios más,

en la ciudad, en el mundo,

—la banca de un parque, algún semáforo,

el farol de una plaza a cierta hora del día—

latirán con esa misma vibración

que borra al resto de las personas y me lleva

con un pequeño salto

al porvenir?

 

Me pregunto si así va a sentirse

el corazón, como ese valle muerto,

como esa esquina del puente poco antes del crepúsculo,

cuando el último hombre pise esta Tierra

el día de Tu juicio.

 

 

 

Sexta tribulación: 21 de octubre

 

No me asustaron las aves

que comen las semillas de los árboles junto a mi cuerpo,

su réquiem vespertino.

No me espantó el aullido de los perros.

Incluso ahuyenté a los reptiles del jardín,

a los peces que me acompañaron en la caleta,

al gato que sin conocerme acarició mi ropa.

Tu creación a mi servicio

desperdiciada.

 

Y más que preguntarte, oh Señor,

de dónde les viene esa confianza que aumenta con el paso de los años,

cerraré mi puerta y esperaré, en el rincón menos oscuro,

a que se vaya la noche

y hasta el murmullo de las alas de un escarabajo

sonará como el grito de un demonio

cubriendo el desierto.

 

 

 

Séptima tribulación: 25 de noviembre

 

Igual que la luz

revelas el color

de aquello que tocas.

 

Igual que el fuego

te alimentas de todo

lo que alcanzas.

 

 

 

Octava tribulación: 1 de julio

 

Casi siempre, el arco iris

nace porque Dios cumple su palabra:

mientras se aleja la tormenta.

Pero hay ocasiones que podemos verlo

un poco antes,

cuando las nubes apenas vienen

a lanzarse contra nosotros.

 

 

 

Novena tribulación: 8 de julio

 

El río que cruza tres estados

y fecunda el mar con un poco de su dulzura

no es el mismo río

que los cartógrafos dibujan en los mapas.

 

Río era ése que atravesaba

una lancha de motor, de Tuxpan a Santiago,

mientras algunos tiburones la seguían

unos metros abajo,

en el agua que el mar del Golfo

filtraba tierra adentro.

 

La casa de mi bisabuelo Joaquín

a la cual se entraba pisando

un lecho de tréboles

hacia su expendio de cerveza

(en la ribera).

 

Río ese camino de palmeras

siempre a la mitad de su desplome,

que los huracanes,

por piedad o por escarnio,

no arrancaban en su cólera.

 

Río la arena movediza

donde caudal y marea

(eterna batalla),

apresaban trozos de medusa y palma

mientras la olas rompían contra las sucias

escolleras de la termoeléctrica.

 

Y así como el mar no tiene comienzo,

así el río es sólo ese pequeño edén

de agua y rocas circulares,

de comida fría y familiares húmedos,

entre los naranjos y el solar

y sólo hasta donde llega la vista;

y sólo hasta que volvemos a casa.

 

Porque el resto de su cauce

lo sabemos, lo imaginamos

y como a ti, Padre, no podemos verlo,

más que en esa línea azul

que los cartógrafos dibujan en los mapas.

 

Por eso el río,

en nosotros,

siempre será

sólo un fragmento

del río.

 

 

 

Gran tribulación: 9 de diciembre

 

¿Recuerdas aquellos años

cuando separaba las ramas del abeto

y acompañaba a mi madre al mercado

para comprar el musgo con las indígenas sobre el piso;

cuando me acercaba a esa figura de porcelana

y entre los niños la arrullábamos antes de llevarla al nacimiento;

cuando la familia se reunía porque tu hijo había nacido

una vez más en la Tierra?

 

¿Lo recuerdas, Padre,

cuando alzaba la mirada para verte junto al sol

y te preguntaba, entre lágrimas, por qué los centuriones

daban latigazos a tu hijo mientras cargaba la cruz;

cuando mi alma se sentía abandonada, después de las tres de la tarde,

porque el mundo se quedaba a merced de los demonios;

y cuando, tras la misa de media noche,

celebraba la resurrección?

 

Esos días, Padre, no vuelven,

como no vuelve la culpa por olvidar las oraciones

o el deseo de disolver una ostia en la boca;

se fue el hábito de calmar la angustia con un salmo

o de hablarte por las noches, imaginando que escuchabas.

 

Creí que el mundo sería mejor así:

sin reclamarte cada vez que la maldad se apoderaba de todo.

 

Por eso ahora que mis hijos caminan sin temer tu ira,

sin alzar la cabeza buscando aprobación,

o respuestas a la enfermedad y la muerte,

una parte de mí sabe que los traicionó,

pues caminan sin conocer esperanza alguna

y como a ti, no la necesitan.

 

 

Datos vitales

Rafael Tiburcio García nació en Villahermosa, Tabasco, el 14 de octubre de 1981 y desde 1982 vive en Pachuca, Hidalgo. Es licenciado en Ciencias de la Educación y actualmente cursa estudios de postgrado en Estudios Humanísticos, con enfoque en Literatura. Ha cursado estudios en Historia del Arte en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, así como talleres de creación literaria con Mario Bojórquez, Luis Jorge Boone, Jair Cortés y Diego José. En el ámbito profesional se ha desempeñado como productor radiofónico, locutor, periodista y docente.

En 2009 participó en la plaquette Anatomía poética, en la cual realizó, además, el diseño de portada y la edición electrónica. Algunos de sus poemas fueron publicados en 2008 en la antología Voz de jaguar, vuelo de cóndor, de la editorial Etcétera, en Chile. Actualmente publica la columna cultural Idiosingracia en el diario El Independiente de Hidalgo y gestiona los blogs ajaltokov.blogspot.com e idiosingracia.blogspot.com

paidofilia@hotmail.com

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