Un atisbo a la obra de una de las voces más sobresalientes de la lírica ecuatoriana, Iván Oñate (Ambato, 1948) quién ha publicado, entre otros: La nada sagrada (1998), La frontera (2006), El país de las tinieblas (2008). Además la imagen de un manuscrito del autor.
Biografía apócrifa de Borges
a María Esther Vázquez
Madre
apiádate de Borges
el enamorado. Cuídalo
que no resbale. Tu niño está preso
de la peor de las cegueras,
esa que permite ver la luz
del otro lado, de todo
lado.
Luz que no pudieron sospechar
y peor
tocar las palabras.
Ayúdalo a vencer
los oscuros temores
que heredamos en la sangre y
esos otros,
más profundos y terribles,
que se esconden entre las páginas
de los libros.
Madre
consuélalo por la fatiga,
por el insensato propósito
de renunciar a ser Borges, aquel
en cuyos brazos
jamás desfalleció la mujer amada.
Anúnciale
que los materiales de un poeta
son la humillación y la angustia.
La convicción inexorable
de un destino desdichado.
Recuérdale
que conocerá la gloria. A su alrededor
se levantará un universo, un mundo
embellecido por su álgebra y por su fuego,
una ciudad
querida y detestada.
Una ciudad
donde millones de seres
tomarán el ascensor o el subterráneo
pero con la certeza
de haber perdido su destino.
Una ciudad
donde existe la única mujer. La única.
Y ella no lo ama.
(de La nada sagrada, 1998)
Estación Cochabamba
Era la tarde de un día
hecho para siempre. Yo venía del Sur
sin resignarme todavía y
con un número en la mano
buscaba una puerta
o una tumba, yo no sé.
Pero di con plazas, con calles
que no conducían a ninguna parte,
Con muros negros como los abismos que salían a detenerme o
a empujarme
hasta dar con los andenes de una estación
de fierros detenidos y tristes.
Y allí
con el papel en la mano
como una llave o un cirio inútil
fue que los vi, a los tres,
Al viejo al hombre y a la niña
o tal vez me equivoco
A la vieja
al hombre y al niño
o tal vez
A los tres viejos o a los tres niños
pero ella era hermosa y el hombre era fuerte
y el viejo pensativo y venían
sucios
agotados
moribundos pero con furia, como si una tormenta
de rayos y polvo
los hubiera humillado en su miseria, o fueran
los ángeles sobrantes
de una caída brutal sobre su propia tierra.
Y pasaron
sin siquiera verme,
pasaron simplemente,
Y yo dejé caer esa llave
que no sonó
porque no hay sonido
cuando algo cae al abismo.
(de El Ángel Ajeno, 1983)
El acusado
Yo,
que he sido cruel, tierno, torpe,
lúcido y
alguna vez
en ojos de un amigo que amé y
luego olvidé en una taberna: poeta,
deambulo
borracho y desnudo a medianoche. Por ciegas
y gimientes salas
tropiezo con vagos hombres vestidos de enfermero
y algo sufre
algo se lamenta interminable
cuando la noche cae
y me da a beber
su sombra y su veneno. ¿Quién está aquí?
¿Quién está aquí? Algo pasa,
una bandeja donde flota un algodón, un niño y
un guante muerto
pasa. Y mientras busco una salida,
entre los dedos del médico, desesperadas
laten todavía unas vísceras antes de caer
en las fauces del perro. ¿Estás acaso por aquí
Carlota, mi hermana? ¿Dime?
¡Por Dios,
ya es tiempo de que paren esta lluvia!
¿Cómo saber
si eso que me lastima desde la niebla roja
es la realidad
y esta agua y esta sangre y este dolor
solamente frutos de mi repodrida cabeza?
Cómo saber
si todo está empapado. Y desnudo,
no hay lugar para un fósforo, peor
para el resplandor de un ángel
o de un rayo
señalándome la tiniebla exacta
donde habito. Porque entonces,
en su definitiva luz
yo vería la soga que espera
y sabría por fin,
quién es el acusado y
quién acusa.
Pero no os desesperéis
mis buenos hijos de cura párroco, ya tendréis
tiempo
para todos mis traumas
servidos en una mesa. Juro
que los legaré a la posteridad
como aquel magnánimo que legó el riñón, o su testículo derecho.
Por ahora,
tiradme una manta, una ironía
con su corrosión amable dentro del pecho,
que ya no aguanto con este frío,
con esta culpa.
(de Anatomía del Vacío, 1988)
La caída
Señor Dios del insecto,
de la ameba
que desasosiega al intestino recto. Dios
de la fatiga que levantó al Duomo de Milán
para que en la niebla
se manifieste. Dios
del ingenuo
que se toma fotografías
arrimado a la torre de Eiffel. Dios,
del otro ingenuo
que se toma fotografías
arrimado a la brevedad de un ángel. Dios,
de la música y del silencio
pero también del verdugo
que afina su instrumento. Dios,
de lo vivo y de lo muerto
De los que deliran
olvidados
en la estantería atroz
de una morgue. Dios
que se nombra cuando se alcanza la cima de un orgasmo
pero también
cuando hay que reconocer lo querido
en el fondo de un cajón
o de un abismo. Dios,
de lo que nace y muere
y en el trayecto se corrompe. Dios
de mis padres y de mis hijos
venidos o no pero al fin hijos. Dios solitario,
colega que tachonas ciego
un borrador incesante, afrentoso. Dios
sin Dios para tu perdón, sin Quién
para que te corrija.
Dios sin recursos a Ti mismo.
Dios abandonado, Dios
ateo.
(de Anatomía del Vacío, 1988)
La Guerra
I
Yo volvía impreciso
de un oscuro y solitario viaje. De la felicidad
que no me esperó
con su final perfecto. Y encontré
la tierra devastada,
tajeada de ira por ríos ausentes, por charcos
de humo y sangre
como luna olvidada y muerta. Entonces,
por entre los gritos y las flamas de furia
escuché el grito
que destinado estaba para mis oídos
ciegos:
era mi niño,
lacerado y tierno
casi un susurro deshaciéndose en la ceniza
que dejó
aquel rayo. Pero,
el niño que recogí entre mis brazos
bien pudo ser el amigo
o el enemigo, o quizá
yo mismo,
cuando mi padre me olvidó
con una maleta
en algún hotel de la tierra. Era la guerra,
esa que les sucede a los otros, allá,
a lo lejos,
en el futuro o en los libros de historia, la
misma
que nos afrenta en las calles, en las camas,
en las almas, en las caries,
en las cantinas olvidadas de Dios y
de su propio dueño: la guerra.
(de Anatomía del Vacío, 1988)
Los huesos de Vallejo
Ya no veré París
porque el tren en que arribe
estará cansado, cargado de vacas, de banano chorreando moscas,
de borregos para el matadero, de jóvenes
que consultan su destino en libros prestados y
en estrellas ajenas,
de travestis
que se depilan al apuro y con dos monedas
de espuma,
de ilusiones,
de ojos como los míos
estará cargado,
y limpiándome la cara con un trapo
me iré con los brequeros filipinos, con
los jóvenes esclavos
venidos de la Arabia
a beber un litro de vino en alguna cantina,
en alguna mesa taciturna
donde apoyaré mis codos y dormiré,
dormiré
hasta dar con los huesos de Vallejo,
con la dirección
de alguien
que resultó ser un terreno baldío,
o con los ojos
de la portera
que despertándome
me lanzará fuera, afuera de la pensión
y me encontraré en una plaza
rodeado
por desconcertados muchachos, que como yo,
nada saben
de los que vinieron
o no vinieron, de los que se quedaron en el mar o
en una cantina
dándole vueltas a París,
como en este sueño.
(de Anatomía del Vacío, 1988)
Ironía
Yo que arremetí contra el futuro
Que del mundo
hice un paisaje reseco y adverso
A último momento
tornarme ecologista
Y todo
Porque habían talado
un árbol
E1 único árbol
Que yo elegí para colgarme.
(de El Fulgor de los desollados, 1992)
Banda de rock
Ah
Loco pasado
Bella juventud
Con sus ansias de vivir
No una
Sino mil veces
Sin sospechar
Que por pura simetría
Por pura paradoja
Por simple equilibrio de las partes
Quien ama más de una vez
También
Morirá muchas veces.
(de La nada sagrada, 1998)
James Dean
Enfermo de ti
Con los labios resecos de fiebre y de sed
un día desperté
en el más despiadado de los desiertos.
Desperté
Con la sabiduría irremediable
de que en mi carroña
habitaba un brusco adolescente.
Un melancólico animal
inepto para la dicha.
(de La nada sagrada, 1998)
Cómo dónde cuándo
En el centro del poema
existe un bosque
En él
se esconde un árbol
Allí
bajo su sombra
(Mientras contemplo pasar
al río de Heráclito)
Volveré
a esperarte para Ser
Por todos los instantes
del eterno retorno
El poema que existe
en el centro del bosque
bajo la sombra de un árbol.
(de La nada sagrada, 1998)
Datos vitales
Iván Oñate nace en Ambato- Ecuador el 17 de marzo de 1948. Cursó estudios universitarios en Quito, Argentina y España. Actualmente es Profesor de Semiótica y Literatura Hispanoamericana en la Universidad Central del Ecuador. Parte de su obra ha sido traducida al alemán, francés, inglés, portugués, griego, rumano e italiano. Krystyna Rodowska, traductora de Borges, Proust y Octavio Paz, tradujo su poesía al polaco. Fabienne Prat de la Sorbona de París tradujo en su totalidad los cuentos del El hacha enterrada al francés. Obras: Estadía Poética (Argentina, 1968); En Casa del Ahorcado, traducido al inglés por Steven White y al italiano por Walter Dusi (1977); El Angel Ajeno (1983); El hacha enterrada (1987, cuentos, siete ediciones); Anatomía del Vacío (1988); El Fulgor de los Desollados (1992); La canción de mi compañero de celda (1995); La nada sagrada (1998); La frontera (Arquitrave 2006), El país de las tinieblas (Universidad Autónoma de Zacatecas 2008).