Jorge Dávila Vázquez (Cuenca, 1947) es uno de los escritores más representativos de la literatura ecuatoriana actual. Es el único escritor ecuatoriano que ganó dos emisiones del Premio Aurelio Espinoza Polit, el más importante reconocimiento literario del Ecuador.
Hora 29
A veces te recuerdo
con el asombro
que contemplaste
un loto en los jardines
de aquel palacio florentino
convertido en albergue
A veces vuelvo a mirar tu rostro
frente a las catedrales
góticas
A veces retorna tu estupor
ante la música escuchada
en un teatro inmenso
y lejano
perdido entre la bruma
del recuerdo
de una ciudad
con su medialuna de mar
entre las casas.
A veces cuando azotan
mistrales a mis velas
y caen a lo lejos arboledas enteras
tu rostro de Granada
fascinado
regresa
y te siento
remota,
pero también más cerca,
íntimamente amada
piel a piel
sueño a sueño
A veces
no retornan
ni tu voz,
ni tus manos,
todo vaga en remotas aldeas
de infortunio,
todo es piedra de olvido
y raíz de tiniebla,
sólo me queda entonces tu rostro desvaído
ante la luz asida
por los impresionistas
o tu voz en la noche helada
de un febrero en que todas las aguas
cantaron
como un coro
de sirenas de plata.
Hora de erratas
Dice sol
debe decir oscuridad
dice tú
debe decir adiós
dice Novena Sinfonía
debe decir tristeza mortal
dice manos entrelazadas
debe decir mentira
Pero también
en ciertas líneas
dice sombra
y debiera decir luz
dice cuervos
y debería decir palomas
dice cardo
y debería decir crisantemo
dice ceniza
y debería decir hoguera
dice nosotros dos
y debiera sin duda
decir todos
Dice tantas cosas
y no debiera decir nada.
(De Libro de horas)
Memoria de la Poesía
(Fragmentos)
Ella es
la poesía,
nace de la palabra como el día
y muere en las sombras del silencio.
Ave fénix eterna, de la ceniza surge,
vuela, se confunde con el sol y se consume en él,
mas retorna a los hombres y los ilumina.
Momentánea,
parece que se extingue,
pero renace siempre:
en el llanto del hijo, en su alegría,
en la primera, imperfecta
y balbuceante carta enamorada,
en el cuerpo junto a nuestro cuerpo,
en la mano que llega en el dolor,
en el gesto heroico y silente que cuesta la vida,
en la frase hermosa e inesperada,
en la luz, el agua, el pájaro y la rosa
que sin estar está, como dijo Dulce María Loynaz.
Ella es
la poesía,
el verbo,
y se hace carne en tantas voces diariamente
y gracias a Dios habita entre nosotros
y vemos su gloria
y aunque a veces no la recibimos,
sin embargo, permanece, según Dávila Andrade,
aun en medio de la miseria, y hasta cuando tiene que inclinarse
ante el plato de azafrán de las posadas,
porque pese a ser de sombra y sueño, como diría Shakespeare,
es inmortal,
y solo se extinguirá el día en que los hombres
desaparezcamos de esta tierra,
materia prima de toda creación,
el más hermoso y cruel, el más intenso y perenne
de todos los poemas.
6
La noche
a veces
un árbol
que crece
sin medida
en el abismo
de lo oscuro.
(De Sólo la noche)
9
Peregrino en la noche
Henry Klein
solo
y callado
—tal vez un poco
triste—
apagas tu lámpara
acá abajo
y allá arriba
se extingue
una estrella.
(De Peregrino en la noche)
Remoto
Y Sheherezada
se instalaba
en una silla destartalada
entre las dos camitas
de los hermanos
y narraba cada noche
el cuento de dormir.
Y cuando crecieron
Sheherezada
leía a la luz escasa
de una lámpara
usada
las interminables historias
de las mil noches
y una.
Pasó la vida.
La voz de la princesa
que imaginaba cuentos
se ha callado.
Solo queda en el aire
la magia de algún eco
de surtidor
o de canción extraña
entonada por esclavos
bajo los naranjos floridos
un jirón de esos velos
bordados
de las favoritas
o el brillo de los ojos
melancólicos
de un sultán taciturno.
(De Río de la memoria)
4
El rostro
de la mujer amada
húmedo de llanto
ante el retablo mayor
de la catedral
de Toledo.
Instante
de emoción
que vale una eternidad.
(De Recuerdos en Río de la memoria)
2. El ángel
Desconcertado vuela
en torno a tu frente.
Este ángel inexperto, madre,
no conoce la muerte.
No la conoce, este ángel,
madre, y se aterra.
(De Pequeña Canción en Río de la memoria)
4
Me miro
pienso en las largas
noches del insomnio
los túneles de la pesadilla
el dolor taladrando
el cuerpo
el alma
los sentidos
todo.
Soy la res
abierta en canal
que empezó a pintar en claroscuro
el viejo Rembrandt
y acabó de hacerlo
siglos después
Soutine.
Y con esa imagen
desgarrada
duermo
despierto
alucino
soy.
Heme aquí
ante el dolor
que azota
crucifica
corona de mínimas
espinas de sudor.
Cristo,
perdón por los
paralelismos, perdón
pero esta cama
es semejante
a una cruz
y estoy,
Señor, aquí
crucificado.
De Cuaderno del convaleciente, en Río de la memoria)
David
Iba
dicen los Libros
tocando el arpa
y cantando
delante del Arca
de la Alianza
aquella
que bajo las alas
de los querubes de oro
guardaba la Palabra.
Cuando amaba
debe también haber
entonando cantos
de gozo
y la danza quizá
le llenaba el cuerpo
de ese fuego
de la carne
fervorosa.
Debió ser una fuerza
semejante
a la que le colmaba
el pecho juvenil
de músicas guerreras
hechas de grito
de fuerza
de alarido
cuando iba
en pos de Goliath
con su silbante
honda de pastor.
Y en el dolor
entre la ceniza
que le marcaba
el rostro de elegido
y penitente
su queja
se elevó a través del tiempo:
¡Apiádate de mí,
Señor,
ten misericordia
de David tu siervo!
(De El corazón de la música)
No. 7
Nada ha de cambiar
en el libro de la eternidad
lo que se dijo
un día
con amor.
Ni el tiempo implacable
ni la terrible muerte
ni siquiera ese otro morir:
la desmemoria.
(De Canciones de amor en forma de vals)
Dios
Señor:
No soy Moisés,
sin embargo
la zarza ardiente
aún crepita
en mi sangre.
(De La palabra, el silencio)
Poética
Solitaria espera
¿de qué?
Quizás
de una luz.
De un amor,
¡quién sabe!
De una palabra
—la palabra—,
siempre.
(De Árbol aéreo)
Datos vitales
Jorge Dávila Vázquez (Cuenca, 1947) es Doctor en Filología por la Universidad de Cuenca, donde fue docente. Crítico de arte. Obras: María Joaquina en la vida y en la muerte (novela) y Este mundo es el camino (cuentos), Premio “Aurelio Espinosa Pólit” 1976 y 1980; Los tiempos del olvido (cuentos), premio CCE, 1977; Con gusto a muerte y Espejo Roto (premio CCE, 1990) (teatro); De rumores y sombras (novelas cortas), 1991; Cuentos breves y fantásticos y Acerca de los ángeles (ed. trilingüe),1995; César Dávila Andrade, combate poético y suicidio (ensayo), 1998; La vida secreta (novela breve) y Memoria de la poesía (lírica), 1999; Piripipao (novela breve) 2000; Historias para volar, Entrañables, Libro de los sueños (Premio Joaquín Gallegos Lara, 2001) y Arte de la brevedad, 2001 (cuentos); Río de la memoria (poesía), 2004 (ed. venezolana) y 2005 (ed. ecuat.); La luz en el abismo (antología de cuentos, Campaña de Lectura “Eugenio Espejo”), 2004. Minimalia, cien historias cortas, 2005, y La noche maravillosa, antología personal, Libresa, Antares, 2006. Árbol aéreo (lírica), Bienal de Cuenca, 2008. Consta en antologías nacionales y extranjeras, con textos traducidos al francés, inglés, alemán, portugués, italiano y hebreo. Colabora en numerosas revistas y en El Mercurio de Cuenca, Diario Hoy de Quito y Mundo Diners.