Foja de Poesía No 192: Roberto Sosa

Roberto SosaA continuación, presentamos algunos poemas de Roberto Sosa (Honduras, 1930), referente de la poesía hondureña actual. Fue declarado Huésped Distinguido por la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México durante su participación en el Ier Encuentro Iberoamericano de Poesía Ciudad de México 2006. Ha obtenido los premios Juan Ramón Molina 1967, Adonais 1968, Casa de las Américas, 1971, Ramón Rosa 1972, Ramón Amaya Amador, 1975 e Itsamná.

 

 

 

De Un mundo para todos dividido (1971)

 

 

Límite

 

Estoy enfermo. Mi yo

no es sino un bulto abandonado

en un lugar con flores de doble filo.

Me arrastro como puedo

Entre hombres y mujeres de sonrisa perfecta

condicionada

al cambio de las monedas falsas.

Me sobrevuelan círculos concéntricos

de sombras

con brillo

de navajas

que me escarban el fondo,

y nada digo.

Estoy enfermo, claro, muy enfermo,

todos

están enfermos en la ciudad que habito.

Anda drogado  y sucio el odio por las calles y sufre

oscuramente

de frío en la cabeza.

Lejos esté el amor. Muy lejos de estos crueles edificios.

 

 

 

 

La batalla oscura

 

He vuelto.

El caserío se desploma y flota u nombre

solamente.

Beso la tarde como quien besa una mujer dormida.

Los amigos

se acercan con rumor de infancia en cada frase.

Los muchachos

pronuncian mi nombre y yo admiro sus bocas con animal ternura.

Levanto una piedra como quien alza un ramo

sin otro afán que la amistad segura.

La realidad sonríe

tal vez

porque

algo

he inventado en esta historia. He vuelto, es cierto,

pero nadie me mira ni me habla, y si lo hacen,

escucho una batalladle palabras oscuras entre dientes.

(las brasas del hogar amplían los rincones

y doran las tijeras del día que se cierra).

Un esfuerzo violáceo

contiene mi garganta.

 

 

 

 

Los elegidos de la violencia

 

No es fácil reconocer la alegría

después de contener el llanto mucho tiempo.

El sonido de los balazos

puede encontrar de súbito

el sitio de la intimidad. El cielo aterroriza

con sus cuencas vacías. Los pájaros pueden alojar la delgadez

de la violencia entre patas y picos. La guerra fría

tiene su mano azul y mata.

La niñez, aquella de los cuidados cabellos de vidrio,

no la hemos conocido. Nosotros nunca hemos sido niños.

El horror

asumió su papel de padre frío. Conocemos su rostro

línea por línea,

gesto por gesto, cólera por cólera. Y aunque desde las colinas admiramos el mar

tendido en la maleza, adolescente le blanco oleaje,

nuestra niñez se destrozó en la trampa

que prepararon nuestros mayores.

Hace ya muchos años

la alegría

se quebró el pie derecho y un hombro,

y posiblemente ya no se levante, la pobre.

Mirad.

Miradla cuidadosamente.

 

 

 

 

La hora baja

 

Eran los años primeros.

Cruzábamos entonces la existencia

entre

lineales zumbidos,

difuntos calumniados

y ríos poseedores de márgenes secretas. Éramos

los vagabundos hermanos

de los canes sin dueño.,

cazadores de insectos,

jurados enemigos

de torpes

implacables policías;

guerreros inmortales

de la mitología, no distinguíamos un ala

del cuerpo de una niña.

Dando vueltas y cambios crecimos duramente.

De nosotros

se levantaron

 los jueces de dos caras; los perseguidores

de cien ojos, veloces en la bruma y alegres

consumidores de distancias; los delatores fáciles;

los verdugos sedientos de púrpura; los falsos testigos

creadores de la gráfica del humo; los pacientes

hacedores de nocturnos cuchillos.

Algunos dijeron: es el destino

que nos fue asignado, y huyeron

dejando la noche enterrada. Otros

prefirieron encerrarse entre cuatro paredes sin principio ni fin.

Pero todos nosotros -a cierta hora- recorremos

la callejuela de nuestro pasado

de donde

volvemos

con los cabellos tintos de sangre.

 

 

 

Secreto Militar, 1985.

 

 

Secreto Militar

                                (Respuesta a Rafael Heliodoro Valle)

 

La Historia de Honduras se puede escribir en un fusil,

sobre un balazo, o mejor, dentro de una gota de sangre.

 

Llegará, en su día,

la sombra al lirio

           A Otto René Castillo, poeta guatemalteco capturado, torturado, mutilado y quemado vivo          

         en la base militar de Zacapa, en 1967, durante el gobierno de Julio César Méndez

        Montenegro.

 

Para ellos,

los adoradores del Primer Gallo

que al principio de la creación del Universo

se balanceó sobre la línea del horizonte,

los mismos

que planearon incendios y matanzas en frío,

se habla

de los Sandoval Alarcón, de los Videla, de los Pinochet,

de los D’Abuisson tocados, cada uno, por la magia

del crimen

que poseía

Truman, la Parca alucinada de Hiroshima – Nagasaki:

para ellos llegará, en su día, la sombra al lirio.

 

 

 

 

Pinochet en la balanza de pagos

 

El pueblo de Chile, que no se equivoca

sino en lo que debe equivocarse,

afirma de claro en claro

que Pinochet –cazador pura sangre-

vino a este mundo, la verdad sea dicha,

envuelto en un rollo de alambre de púas.

 

 

De: Los pobres.

 

 

 

Los pobres

 

Los pobres son muchos

y por eso       

 es imposible olvidarlos.

Seguramente

Ven

en los amaneceres

múltiples edificios

donde ellos

quisieran habitar con sus hijos.

Pueden

llevar en hombros

el féretro de una estrella.

Pueden

destruir  el aire como aves furiosas,

nublar el sol.

Pero desconociendo sus tesoros

entran y salen por espejos de sangre;

caminan y mueren despacio.

Por eso

es imposible olvidarlos.

 

 

 

 

Si el frío fuera una casa con heno, niño y misterio

 

El frío

tiene

los ademanes suaves

pero sus claros pies de agua dormida

no entran

en las habitaciones de los poderosos.

Penetra

en las chozas

con la tranquilidad de los dueños

y abraza la belleza de los niños.

Los desheredados

dudan

de esas delicadas actitudes

y esperan la tibieza

-se diría calor humano-

temblando como ovejas en peligro.

Su poderío aniquila los castillos de arena

habitados por sirenas, y a los inválidos

que en los días de ventisca

no poseen abrigo alguno.

Los caballos salvajes

galopan hacia el mar

cuando sus instintos

perciben

los movimientos

de su profundo corazón de nieve.

 

 

 

 

Piano vacío

 

Si acaso

deciden buscarme,

me encontrarán

afinando mi caja de música.

Podrán

oír entonces

la canción que he repetido

a boca de los anocheceres: ustedes

destruyeron

cuidadosamente

mi patria y escribieron su nombre en libros secretos.

A nosotros

nos transformaron en espantapájaros.

Si acaso

deciden

buscarme,

estaré esperándoles

junto a mi silencio de piano vacío.

 

 

Datos vitales

Roberto Sosa, nació en Yoro, Departamento de Yoro, Honduras, en 1930. Es autor de Muros, Mar interior, Los pobres, Un mundo para todos dividido, Obra completa, Diálogo de sombras, Prosa armada, Máscara suelta, Hasta el sol de hoy, Antología personal, Digo Mujer, entre otros libros. Ha obtenido los premios Juan Ramón Molina 1967, Adonais 1968, Casa de las Américas, 1971, Ramón Rosa 1972, Ramón Amaya Amador, 1975 e Itsamná. Su libro The return of the river (El regreso del río) edición bilingüe publicada por Curbstone Press, traducido por Jo Anne Engelbert, obtuvo el premio National Traslation Award 2003 otorgado por The American Literary Asosiation (Alta).

Su obra poética ha sido traducida al francés, inglés, alemán, ruso, chino y japonés. En 1990 fue distinguido por el Ministerio de Cultura de la República de Francia con la orden de las Artes y las Letras en el Grado de Caballero.

 

Librería

También puedes leer