Presentamos, a continuación, un acercamiento a la poesía del poeta cubano Rodolfo Hasler (Santiago de Cuba, 1958). Actualmente es codirector de la revista Poesía080 de Barcelona. Entre otros, ha publicado los poemarios Cabeza de ébano, Mariposa y caballo y su Antología poética (Editorial Pequeña Venecia, Caracas, 2005).
La infancia acaba devorada por los lobos,
la infancia final con la piel hermosísima
y sin pausa hasta el agotamiento.
La pasión arranca hacia la muerte como las
semillas íntimas de una encina sacudida.
La muerte acaba devorada por los lobos
como roja sangre, como roja lumbre sin
extinción.
(del libro Tratado de licantropía, Editorial Endymión, Madrid, 1988)
ORFISMO
De las tinieblas de la casa inferior,
una figura llena de majestad ascenderá por un momento,
en cuerpo de diosa, acaso una heroína.
No es seguro cuál sea su destino,
presa de amor, bajo el peso de sus faltas,
en el fuego de la lira, Eurídice,
la amada de Orfeo que vive en el infierno.
Descansa la doncella elegida con los pies descalzos
y el vestido holgado cae en numerosos pliegues.
El movimiento apresurado de la cabeza
puede quizás indicar que acaba de llegarle la noticia,
en la oscuridad más completa,
de mi requerimiento.
(del libro Elleife, Editorial El Bardo, Barcelona, 1993)
Como una actinia oscura, rojo púrpura,
ni hablo mi lengua ni habito en mi país,
soy, eso sí, el heredero de una inteligente familia fenicia.
Heme aquí el fenicio del célebre poema de Eliot
para seguir siendo el ahogado para siempre.
Como se sabe, los poetas no tienen vida propia,
mueren lacerados por el agua, ciervos sin dominio,
oteando los retirados predios que les sirven de morada,
esquivos como piezas de un viejo juego de ajedrez,
sin sangre para manchar el suelo de la alcoba.
El invierno es la estación idónea
para que las mujeres me cierren definitivamente los párpados,
y la intensidad con que un día descifré largos poemas griegos
convertida ya en nieve prodigiosa,
pierde, entre tanto, todo su calor.
(del libro Elleife, Editorial El Bardo, Barcelona, 1993)
EVOCACIÓN
Coloco en la estancia un ramo de anémonas
y observo con detenimiento su lenta evolución,
uno tras otro hasta fumar mi cajetilla de cigarrillos Abdula,
hierático en la pureza de los ojos.
No sé cuánto va a durar el proceso,
dependerá del clima, del grado de humedad, prefiero creer.
El discurrir de los días como recuerdo de las anémonas
en espera de eclosión, seguidas de muerte,
atento entre sus pétalos rojos, azules y violados
mientras insisto, por delicadeza, en perder la vida,
como quería Rimbaud,
pendiente de la metamorfosis,
impasible ante el inminente cambio
no puedo imaginar otra situación en estos momentos,
si el negro espacio me sostiene
como parte del reflejo de un diamante, de la luna,
y me devuelve a mi raro receptáculo vegetal,
transitorio exilio
entre hojas verdes y ramas en flor.
(del libro Elleife, Editorial El Bardo, Barcelona, 1993)
OLOKUN
Anterior a la felicidad, antes incluso de la creación,
luchaban una contra otra el agua y la tierra
por la posesión de la ira de tu cabeza.
Cuando la blanca paz interviene para salvarte,
una cuerda de dieciséis cauris te detiene
para que no me desbordes, para que no me asaltes.
Amarrado has de vivir, dominado por tu cólera,
en el fondo del mar la luna nueva te alimenta,
de no ser así pobre de mí, pobre si de ti me olvido.
Las conchas y las piedras guardo en la húmeda oscuridad
para salvar tu condición de sirena, mitad hombre mitad pez,
para acercarte a mis ojos, para afirmar, con toda certeza,
que el peso de tus sentimientos te abruma, no te deja hablar.
Tu color es el azul ultramar, lapislázuli, el misterio,
y para poder continuar beso los dedos que te han tocado,
tres veces me inclino, y pido la bendición, para encontrarte.
(del libro De la belleza del puro pensamiento, Editorial El Bardo, Barcelona, 1997)
(Ciclo del agua y del fuego)
El infinito contiene todas las posibilidades,
todas las promesas,
y si en el agua te sumerges no saldrás sin disolverte en parte
en una muerte simbólica.
El movimiento nunca se detiene y cada ola te colma
de energía,
incansablemente, en su eterno fallecer. Ese es mi bautismo.
El espíritu del génesis se eleva a partir de lo tangible
y no concibes la vida sin alabanza ni regeneración.
El fuego se justifica en el ardor y en la entrega
más altruista,
lengua que me agota y en su arrogancia me vuelve a mentar.
Disuelve la envoltura para unir el alma con el cuerpo
que es salamandra incombustible en su trance espiritual.
El fuego se asienta en el lugar de la definición,
el estado más sutil. Su origen es terrestre y su destino
es celestial,
y en la cúspide te nutre de sorprendente naturaleza.
(del libro Poemas de la rue de Zurich, Miguel Gómez Ediciones, Málaga, 2000)
SOUK-EL-HAMRA
Si hubiese creado el mundo abigarrado
y alguien me exigiese cuentas por ello,
lo llevaría a oler la fruta aplastada en el suelo.
Desde el inicio tenía la certeza de que las hormigas
recorrían continuamente mis piernas, decididas,
como luna inmóvil en el recuadro de la plaza.
La mancha verde del gomero, por encima de la puerta,
hundida en la sombra, es testigo de mis visitas,
y el joven que soñaba con el cansancio de sus amantes,
regateando a gritos, como mercadería,
es vendido ante mis ojos en la impiedad de un gesto,
casi pornografía.
Qué alivio que esos aburridos europeos
hayan dejado de fotografiar la mezquita del viernes.
Metamorfosis de la vida,
así nombro lo que los muros atesoran,
pues una vez conoces el precio de las manzanas en el zoco
y qué dátiles transparentan la luz,
no hay ya modo de olvidar
ni razón para exaltar mayor encantamiento.
(del libro Paisaje, tiempo azul, Editorial Aldus, México D.F., 2001)
LA HABANA
(en la casa de Lezama Lima)
Qué impresionante silencio en la angosta saleta,
en el exacto lugar donde la voz atronadora
reclamaba cada tarde su café, en fina taza china,
colado y servido con amor de madre. Remedio certero
para aplacar el ritmo entrecortado, entre risotada y risotada,
y recomendar a Góngora, leer cada día a los franceses,
los de la rosa. Adorando a Casal, maldiciendo a Virgilio,
logró ensalzar las sombras ante la oscura ventana,
oh los mayas, Ariosto, la impertérrita herencia española.
La ventana ahora clausurada es un tokonoma del vacío.
(de la plaquette Mariposa y caballo, El Toro de Barro, Cuenca, 2002)
BERNA
Desde arriba contemplo a la bestia dentada
y recuerdo que en la infancia jugaba con una réplica
en peluche, mucho menos imponente,
presente en la formación sentimental de todo niño alpino.
El foso es la salida del laberinto medieval,
un camino sinuoso de piedra arenisca ocre
en la que han sido labradas las agujas más sorprendentes
y las ventanas de las viviendas.
En una de ellas, mi padre, que ahora es mi hijo,
tocaba la viola con método insistente
mientras yo aprendía el dialecto gótico de mis antepasados.
Los almacenes subterráneos de patatas y manzanas,
los barriles de mosto campesino, las sedes de los gremios
y sus emblemas, la cigüeña azul, el devorador de niños,
la carpa dorada, el ojo de la aguja,
acaban en la rueda de la muerte que acucia a los berneses
junto al símbolo del oso, el animal.
Desde la altura de la nieve desciendo a la casa de las bestias,
y apoyado en el borde, me asomo a ver sus fauces.
(de la plaquette Mariposa y caballo, El Toro de Barro, Cuenca, 2002)
BOGOTÁ
Maresmer ver
desmeral dar
dar
ver
verd
verd smerald
Visio smaragdina. Juan Eduardo Cirlot
Un manto de materia verde cubre la montaña.
Verde, verde y verde. La alternancia con el rojo
y la rosa que abre entre hojas verdes, el verde helecho arborescente
y la verde piel del lagarto puntiagudo. Un viaje al centro del color verde
con un cuerpo nuevo, relámpago de la tierra que muestra su tesoro,
una savia resbaladiza que todo lo inunda, bella,
pero no hay forma de poderla tocar aunque los dedos
corren hacia el grueso fuego verde de la esmeralda.
La complementariedad entre hombre y mujer,
el hombre rojo y verde, la mujer roja y verde, todo es impulso
en el equilibrio entre vida y naturaleza virginal.
La divina providencia tiene su color en el extremo del mundo
donde decae la flora, el cielo y la tierra
a igual distancia de la superficie
donde lo invisible se vuelve la causa más buscada,
el color de la revelación más esperada.
La luz del espíritu de los alquimistas, luz oculta
en lucha contra las tinieblas.
El camino intenso hacia el peso de la cosecha
de hojas verdes, tallos verdes, bosques verdes,
dominio inescrutable donde lavar la sangre de la herida.
(de la plaquette Mariposa y caballo, El toro de Barro, Cuenca, 2002)
SUEÑO DEL OBELISCO
Subir, ascender, acercarse al sol y ser traspasado
por la seca luz hasta convertirse en ceniza,
en grisáceo polvo que fertiliza la estirpe.
El poder pasa de una generación a otra, Apolo,
di lo que tengas que decir, toca tu lira y lee los poemas,
no dejarás de viajar, barrido por el viento, de Delfos
hacia Egipto, Persia, hasta el ojo de Varuna, Surya,
el que todo lo ve.
Es el cielo y su camino de estrellas lo que señala
cada noche con su enhiesta espada.
Es oro derretido y luz que decae en el horizonte
para renacer en las plegarias, para darme fuerza,
para vencer los obstáculos que su categoría impone.
Siendo masculino cuando se acuesta se transforma en mujer
preparada para actuar, utilizando la belleza.
El ascenso definitivo lo hace en forma de falo,
dador, para convertirse en pámpano, racimo, vino
que mancha el lecho sediento de Danae.
(inédito)
SUEÑO DEL PASTROUDIS
(para Manuel Forcano, en Alejandría)
No queda apenas nada dulce sobre la mesa
o multiplicado en el vacío de los espejos,
la atención del camarero es todavía más oscura
de lo que la realidad puede tolerar,
pasan las horas y nada se mueve en el establecimiento,
sólo en la terraza se vuelve insoportable el color azul
y la aspereza del salitre se propone perderte.
Mastica la carroña que tanto te nutre
y que un viejo arrincona en la esquina del inmueble.
Todo por el precio de un pensamiento.
El evangelio de la misericordia está en tus manos
para poder encarar tanta ruina, el cambio de nombre
de las calles, el letrero que ennegrece un alfa y un omega
y una dirección donde apenas se ve.
No queda nada azucarado sobre el velador,
derrotado presente que huye en la distancia,
no busques nada, no observes, no intrigues más,
arriba se balancea el recuerdo, el cuerpo desolado
que baja en una nube. Su sombra te está esperando.
(inédito)
CARNE DE PORCO À PORTUGUESA
El vino es para acompañarte con mayor deleite,
a la portuguesa, ya ves, en las grandes ocasiones,
un sabor acre a carne cocinada
que deja en la boca la lujuria más honda,
el colmillo para hincar, para morder el suave haz
del pedazo de espalda, humeante, azul al paladar.
Si sigues sollozando no podré parar de masticar,
de ingerir vino del odre rojo de tu embriaguez,
sobre el líquido fermentado espera la carne de puerco
que anuncia, al comerla, la entrada hacia las sombras,
casi sexo, casi putrefacción, para exaltar su aroma.
Con el olor a sangre dando a la nariz
degluto con furor la fibra deshecha, sin pensar en más,
equívoca igualdad que aterra a la materia,
despacio, sin pausa, la lengua es mi instrumento.
No se puede transmitir con palabras limpias,
es un acto impío que me reclama al verte.
Quién trincha tu carne, quién la prueba,
del fondo del cuerpo el paladar consumado asciende,
pies de cerdo, carne magra en salsa de hojarasca,
y de los dientes, se adentra en mi garganta.
(inédito)
EL BAÑISTA
El bañista I
Y el tiempo desteje el oro de la isla
con una espina de pez; procura el rayo de sol,
el reclamo de la terca insistencia de la vida.
El cuerpo se deja llevar, la ola en la cintura
lo suspende como enigma que asedia el cristal,
una palabra hecha de alucinaciones marinas
roza la felicidad por un momento.
La orilla es verde por el reflejo del ojo,
ojo avizor, ojo por ojo que se asombra
en la alegría de tanto ojo suelto.
Como un delfín atrapado a su suerte
en busca del renacimiento,
retiene entre las piernas
el azúcar del abrazo para remontarlo
hasta la boca del mar, el lugar más seguro,
al borde de la entrega, donde poder degustarte.
El bañista II
No te cae del cielo, no viene desde arriba,
hala del caracol que te sostiene en la base,
el pistilo de la floración, hala de todas las rosas,
rosa de Lancaster, rosa prendida, rosa de la hondura,
hala y llegarás al centro donde avanza la raíz
de lo que desesperadamente buscas.
Escribe el nombre verde del amor que te mece
en la corriente, la rosa de ceniza en su campana
de luz de estallido impredecible,
el significado dictado por el santo dedo de la sal,
pura sal, pura sed que arde hasta quemar.
Vida que comienza en la primavera de la flor,
el bañista la toma y acepta su cometido.
El bañista III. Galatea
Para ganar lanza la flecha hasta dar en mí,
en su vuelo topa con la resistencia del aire
por romper el centro; no llega por ser flecha,
llega por buscar, el agua es agua enardecida
que insiste en su declinación.
La flor del mar se despereza de su sueño
y borracha se mece en el espejo
que todo lo toca, que todo lo traspasa.
El pez de la poesía nace empapado de espuma,
dices que es bueno, pero quién sabe,
no sabe a dónde va el ser que no se conforma.
El bañista IV. La almendra
Puede ser la aterciopelada piel de la cáscara,
la que todo lo envuelve, todo lo que ha de envolver,
lo que ha de preservar el macho
ante la mirada de su depredador. No es el color
ni es la forma lo que enaltece al ojo,
o puede que el ojo no sea más que otra almendra,
quién sabe, el tiempo que se prolonga
hasta completar un acontecimiento más
se tiñe al caer la tarde en el baño del bañista.
El bañista V. Fin de verano
El sol incide donde obtener su ganancia,
a fuerza de hervir lleva el ocaso en su combustión,
una promesa que siempre vuelve a aproximarse,
un reclamo de fruta estival que toma su aroma
en el núcleo de la carne deseada.
Se trata de la insistencia de la marea
que da brillo al verso del ahogado,
un almuerzo sofisticado donde hundir el tridente,
un fin de verano, no más alto, no más intenso,
enquistado en el tacto resbaloso del salitre.
El baño es un símbolo que cuenta una historia,
un exceso que en el corazón reposa,
una vida que busca refugio entre las olas,
no te entregues al soplo del viento sur,
yo soy yo para indicarte que nadie sigue allí.
CINCO FUEGOS
I
La voz oscilante se empeña en arder,
un lirio denso
entrando en la casa y en el jardín,
un colibrí vibra en la visión,
dobla su misterio al pronunciar la palabra
que esconde maravillas,
es un decir, marca un punto en la memoria,
un aljibe, una conmoción.
Se esfuma el estupor como un trigal
arrasado por el fuego,
prende el fuego hechicero,
llama sanadora despierta la escritura
de su retiro, soplo limpio de la virtud.
Rueda del pavo real, árbol rotando
que desviste el pistilo
para acrecentar el escozor.
Te creces en el aire, únete al aire
que es incienso y es humo,
el conocimiento regresa
al cuerpo preñado,
dominio aéreo, un peso, el crepitar
de una brizna de estopa, un parpadeo,
un perro que aventaja al viento
creyéndose mercurio, en la centella,
una frase compite con el bosque
y en su travesía me deja sin sabor.
II
Asciende, sólo asciende
hasta el buche candente de la caverna,
fuego que distingue el hallazgo,
si se pudiera detener por un momento
la asfixia del corazón,
un pastel de violetas, un salero de rosas,
una gruta en apremiante deseo,
húmeda flor que deshoja los sueños
en su ascenso helicoidal,
un rasguño en el brazo, la fuerza mermada
de tu muñeca, en un tapiz medieval
se sienta la liebre que mordisquea el libreto,
el crótalo que marca una danza estrellada
acumula la fuerza de su veneno,
un poder para rechazarlo,
un matiz de plenitud,
un delfín retenido en el lecho del aprendiz
sopla su lengua fulminante,
oscuro despojo, ligero ardor salado
en el jaspe de la pronunciación,
me induce a masticar un ascua tuya.
III
El pulso del sol
apremia la florescencia de marzo,
mes para rogar, el ángelus de Millet,
llueva, llueva sobre las cabezas,
llueva viento lejano
al arrancar el azahar, llanto del néctar
por la repetición de los ciclos,
la seca respiración, lo que se amasa
sin rechistar, es la cosecha.
Llueve sobre la superficie abrasada
una opción, lágrima gótica, rastrojo,
un fragmento del campo de Mallorca,
la petición, el regreso, una amatista
en el plato, sin miedo a romperse,
el alma se alimenta en un lugar incierto,
lejos de la unidad, en el enjambre.
Despliega la tela, el señuelo,
nada hace pensar en un día más,
la hoguera es grande, el amor
es la carnada erizada en la mano.
La aguja exige un hilo más fuerte,
una copa de cenizas
para el cabello del señor,
el viento ulula en la caja cerrada
donde nada el pez, un horóscopo
luce el pergamino del tiempo,
un golpe derriba la punta del laurel,
un verso que acaba por llamarte:
no sé.
Me introduzco en el núcleo, en el ovillo del mar,
un enhiesto hipocampo de pelo oscuro
pasa por la ranura del espejo.
El aire se tiñe de azufre brioso,
un gesto sazonado de consonantes, un quite al azar.
Y si fuera un león que me busca:
trataría de comerme lo que cabe en las manos.
Los cipreses se mecen como cipreses preñados,
un descubrimiento milenario en la luz del mediodía,
el marco de tu infancia, la mano herida,
los libros ordenados en la estantería
tienen el brillo fresco de un mordisco inesperado,
la risa, un columpio donde mecer el milagro.
El fuego se apodera del castillo de la carne,
caracol servido en salsa picante,
el elegido duerme sobre un cuchillo
de hoja mellada, un tajo se anuncia en el momento.
La insólita presencia del monarca tuerce el asiento,
una recámara por estrenar, un sinfín de manuscritos,
la maleza del monte se pronuncia: salvia y tomillo.
Acércate al espléndido paisaje,
te espera un vuelo flamígero en la combustión del sol.
LA CICATRIZ
Una estrella de mar en movimiento
se adentra en la pirámide del dolor
y tritura el empuje de los cinco dedos.
Ni una pizca para el asombro, sereno,
el peso de la mano poderosa
hurga en la carne mansa del entregado.
Cinco improntas blancas de mi propiedad,
la urgencia de la divinidad, la razón, el horizonte
es una llamarada de esparto, una brecha,
un puñado de amor. No se desdobla, no exige,
un hombre transformado cierra los ojos
y viste el vértigo de su destino.
El fuego de la carne borra la huella,
se arrima a su jergón de luz.
Moja el tallo largo de la canela.
Datos vitales
Rodolfo Häsler (Santiago de Cuba, 1958). Desde los diez años reside en Barcelona. Tiene editados los siguientes libros: Poemas de arena (Editorial E.R., Barcelona, 1982), Tratado de licantropía (Editorial Endymión, Madrid, 1988), Elleife (premio Aula de Poesía de Barcelona, 1992, Editorial El Bardo, Barcelona, 1993), De la belleza del puro pensamiento (beca de la Oscar B. Cintas Foundation de Nueva York 1993, Editorial El Bardo, Barcelona, 1997), Poemas de la rue de Zurich (Miguel Gómez Ediciones, Málaga, 2000), Paisaje, tiempo azul (Editorial Aldus, México D.F., 2001), Cabeza de ébano (Ediciones Igitur, Barcelona, 2007) y Antología poética (Editorial Pequeña Venecia, Caracas, 2005). Ha publicado la plaquette Mariposa y caballo (El Toro de Barro, Cuenca, 2002). Ha sido incluido en la Anthologie de la poésie cubaine du XXè. siècle (Les Éditions Patino, París, 1997), Nueva poesía latinoamericana, (Ediciones de la U.N.A.M, México D.F., 1999), Antología de la poesía cubana (Editorial Verbum, Madrid, 2002), Poemas cubanos del siglo XX (Ediciones Hiperión, Madrid, 2002), Los poemas de la poesía (Editorial Praxis, México DF, 2003), Por vivir aquí. Poetas catalanes en castellano.1980 – 2003 (Bartleby Editores, Madrid, 2003), Barcelona. 60 poemes des de la ciutat (Eumo Editorial, Barcelona, 2004), Fe de errantes. 17 poetas del mundo (Otero Ediciones, Caracas, 2006) y Una gravedad alegre. Antología de poesía latinoamericana al siglo XXI (Editorial Difácil, Valladolid, 2007). Ha traducido la poesía completa de Novalis, minirelatos de Kafka y es codirector de la revista Poesía080 de Barcelona.