Presentamos a continuación, una muestra representativa de la poesía zacatecana actual, a partir de autores nacidos en los años sesenta, herederos, de algún modo, de Ramón López Velarde. La muestra fue preparada, por la poeta y periodista Ana Carolina Corvera (1984).
Agustín Castillo es integrante del Taller de Poesía del Instituto Zacatecano de Cultura (IZC), coordinado por el Dr. Javier Acosta (Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2010). También forma parte del Taller de Ensayo coordinado por Sigifredo Esquivel, del mismo Instituto. Participa desde hace dos años en el Taller Universitario de Creación Literaria Altaller, en Guanajuato y ha publicado en una de sus antologías bajo el seudónimo de Agustín Segundo. Publicó poesía en la versión electrónica de la revista Alforja y en el suplemento Piedra de Sol de El Sol de Zacatecas, así como en la revista Reitia bajo el heterónimo Emilio Villalobos.
Correspondencia entre tanatólogo y jubilado
Remite:
Te regalo el filo de mi navaja
construye un hogar
almacena tus treinta y un mil
cuatrocientas noches
Destino:
Este suelo es católico
no acepta propaganda
de otros santos
mi sangre no será llanto en baldosa
Remite:
Tres noches y tres días
la espera también cansa
aguardo tu decisión
Destino:
Búscame
lunes primero del mes
nota roja
esquela
o tercera plana
Entre la ducha y el afeite, yugular de octogenario revienta. Se busca culpable.
Parábolas
para un matemático
Amor:
soledad y miedo
elevados a la máxima potencia
para profetas y mesiánicos
Sordera:
incapacidad noble
Quien no escucha ni oye
será libre del arte del necio
para huéspedes de asilo
cuando alguien dijo:
el tiempo es un sueño
cayeron sus párpados
con el peso de ochenta y cinco años
Estética terminal
Dios me fabricó
con el soplo de Samuel Colt
su pólvora me hundía
Compartí el destino de otros:
malabar
incertidumbre
ojos de arma
Un disparo
colmaba el vacío
Él
omnisapiente
no previó mi oráculo:
calibre a punto de sien
percutor cuarenta y tres
un telón
Emergí loto en marea de sangre
Olga Fabiola Romo Enciso (1988) estudia Letras en la Universidad Autónoma de Zacatecas. Asiste al Taller de Poesía del Instituto Zacatecano de Cultura, impartido por el Dr. Javier Acosta. Es miembro del Consejo Editorial de la revista Reitia además de publicar en suplementos culturales y revistas virtuales. Ha participado en las Jornadas Lopezvelardeanas 2009, el Festival Internacional de Poesía Zacatecas 2009, el Ciclo Nuevas Voces de la Literatura Mexicana y fue ganadora del Premio Estatal de Poesía Roberto Cabral del Hoyo 2009.
Madera de carnavalero
Regatee a lágrimas
retazos de tus labios
mas te marchaste sin darme
la extremaunción de tu desnudez
Yo gusano sin alma
me quede
marchita
loca
violenta
y ciega
a la orilla del zapato que olvidaste
Dejaste también mi alacena vacía
un corazón y un celular rotos
una lista de amigos en común
y un viento miserable
que ya no me acaricia
Te fuiste carnavalero
meneando el culo
en el tren de las seis
Zorra, Vacía, Infeliz
en silencio
me tumbe sobre la cama,
derrame lagrimas
Me llamaste
Zorra
Vacía
Infeliz.
No lloraba por Zorra,
serlo me divierte.
Tampoco por Vacía
se supone que tú, debías llenarme.
Lloraba por infeliz,
pero después de un rato
cuando mi almohada se humedeció
y sentí frió,
decidí salir,
buscar a otro
que me encienda.
Aunque después me llame
Zorra.
Vacía
Infeliz.
Sólo faltó un oso de peluche para ser una niña normal
Y cuando nos vimos,
ambas miradas demostraron
que nuestra miseria era similar
La ausencia del uno marco al otro
y las heridas y los despojos
eran semejantes
Al tomarlo
lo apreté contra mi pecho
Y él
lloró lagrimas de felpa
A veces
cuando me siento sola
dejo la cama sin hacer
para que el diablo
se acueste en ella
Citlaly Aguilar Sánchez estudió Letras en la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ). Ha sido columnista de los suplementos culturales La Soldadera y Piedra de Sol del periódico El Sol de Zacatecas. Ha colaborado en la revista literaria Puntos Suspensivos con cuentos y reseñas. Algunos de sus poemas aparecen en la revistas Reitia y Letralia (la última publicación virtual). El año pasado formó parte del Festival Internacional de Poesía a Juan Manuel Roca y actualmente promociona su libro Pájaros que se escurren de los sueños, publicado por editorial La Cartonera.
P
Me trago los guantes
Para calentar el corazón
Y mis manos se quedan heladas
Las meto a la boca
Lamo sus dedos
Trago las uñas
Para la comezón del estómago
Me convierto en la P
De la palabra prohibida.
La selva
Amanece
en tu cuerpo
un árbol fresco
tus vellos suaves
se mecen cuando respiro
me hundo en ellos
nazco como una flor.
Tercera transformación: de cielo a animal
Si mi cuerpo de rayas
No es suficiente
Puedo volar
Puedes sentirme en el río del cielo
Puedes tocarme si levantas las piernas
Seré la guitarra eléctrica
Seré una pieza de pan caliente
Podrás morderme y luego dejarme
Podría ser lo que quisiera
Y quiero ser tu cebra.
Elizabeth Murcia es estudiante de la Licenciatura en Letras en la Universidad Autónoma de Zacatecas. Ha publicado en la revista Barca de palabras y en el suplemento cultural La Soldadera del periódico El Sol de Zacatecas. Forma parte de la revista Reitia en su nueva etapa.
120 kilómetros por hora
Las luces de la avenida
se precipitan
a mis costados,
como las figuras
de una máquina tragamonedas.
Aquí no hay ganadores.
La noche cae
sobre aquella niña prostituta,
sobre tu detestable recuerdo,
que se agolpa en mi memoria.
Mis manos sobre el volante
extrañan el hipotético tacto
de tu piel.
Me siento solo,
en medio de tanta
mojada oscuridad;
solo entre tantos rostros,
carentes de alma.
120 kilómetros por hora,
fuegos fatuos
al margen de mi campo de visión.
Carretera en línea recta,
si tan sólo tuviera
a dónde ir.
Nublado
Hoy está nublado
las personas,
como moscas,
huyen de la lluvia.
Hoy está nublado,
yo sigo esperando afuera,
como ese viejo perro
que siempre he sido,
a que tu piedad
se atreva
a lanzarme un trozo de mirada.
Hoy está nublado,
el aire convierte en hielo
mi sangre
el corazón está más frío.
Hoy está nublado
y pienso,
que la sarna que provocas
no es lo peor
que ha sucedido.
Antropofagia
Nos comemos uno al otro,
porque no hay comida suficiente
para calmar el hambre
que brota desde el alma.
Devoro las migajas de tu aliento
porque no quiero que nadie más lo haga,
porque son tan dulces al contacto con tu cuello,
porque hay muy poco espacio en mi cama.
Te atragantas de mí
porque aún soy joven,
porque mis pechos no te han quitado el hambre,
porque los días comienzan a saberte a años.
Nos comemos uno al otro
para colmar tanto vacío,
para cruzar la soledad,
por pasar el tiempo.
José Ángel Higuera Solano (1958) egresó del Instituto Politécnico Nacional de la Carrera de Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica. Participó en los talleres de Creación y Crítica Literaria de la Coordinación de Extensión Universitaria de la U.A.Z, de Ensayo impartido por Sigifredo Esquivel Marín y de Poesía impartido por el Dr. Javier Acosta. Ha publicado en las revistas: Tiempo de Zacatecas, Babel Conjurada, Pléyade y en los periódicos El Sol de Zacatecas y la Jornada. Publicó los libros de poesía El espejo roto del río y Gasepia.
*
como el tornado
vuelo sin rumbo
doblo las palabras y la esquina
desciendo en el cruce de caminos
donde una la flecha apunta al futuro
otra al pasado
la tercera al presente
la cuarta hacia mí
ahí me desvanezco
donde reposa abierto
en este instante
el libro del destino
*
la tristeza camina sola
qué lástima me da
verla ensimismada
sin compañía
dirijo mi paso hacia ella
estiro mi brazo
ella lo toma
y los dos recorremos
la vida
sin prisa
*
me pierdo
en el rizo negro
de tu pubis
no hay quien tienda la mano
para sacarme de la hendidura.
la i griega con signo de interrogación
es el anclaje a mi pregunta
permaneceré aquí hasta que desfallezca
Raúl Morones Muñoz (1980) es Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Diplomado en Filosofía y Teoría de las Artes por la Unidad Académica de Docencia Superior de la UAZ y el Instituto Zacatecano de Cultura. Es pasante de la Maestría en Filosofía e Historia de las Ideas, por la Unidad Académica de Docencia Superior de la UAZ y miembro del Taller de Poesía del Instituto Zacatecano de Cultura impartido por el Dr. Javier Acosta. Ha publicado en la revista Filosofía, de la Unidad Académica de Filosofía de la UAZ y en el suplemento “La Soldadera” del Periódico El Sol de Zacatecas. Publicó dramaturgia en la revista Reitia del Instituto Zacatecano de Cultura y CONACULTA. Escribe canciones para el grupo de rock progresivo Arbatel. Hace Poemas.
Poesía semiautomática. Tres
Ayer me acordé de ti, pensaba en prender fuego a mis uñas, pero el color amarillo simplemente se me antoja absurdo. Las venas de mis brazos se inflaman, la vista aclara. Un poco de absurdo en mi sopa, por favor. Si estás escuchando, ¡grita!, si no, galopa ligero hacia el oriente, para verte a contraluz. Así, así eres más hermoso, cuando eres completamente negro. ¿Se acabó?
Poesía semiautomática. Seis
Ssssss… Inclínate otra vez, ¿que no vez que se me agota el piano? Anda, sssssss, otra vez. No es bueno poner letras fuera de lugar. ¡Mis principios, mis principios! Esto es grave, no sé cómo cruzarme de pestañas. Será… será… se… sssssss… ¡Bah!, será una broma seguramente… ¡sss!, ¡sss!, ¡sss!, ¡ssssssssssss! ¿Lo ves?, ya empezaste a llorar. Uno no puede sudarte porque luego luego lloras. ¡Suda, suda! ¡Suda!, así, así, quedito, quedito, ¿ves como todo es fácil con aritmética?
Poesía semiautomática. Dos
Yo soy el que pensé todavía ser. De las pestañas al vacío, con cuidado, que el aire rebota en la lengua, caída libre, caída. Todos somos vértebras, somos calor del infierno cociendo párpados. Las alas no serían nada sin nosotros, ¿o sí?, ¿quién lo sabe mejor que tú? Sí, yo, claro está. Toca el claxon cuando llegues, sabré entonces que estoy iluminado. En mi calabozo individual cabemos dos, igual que siempre, pero tres, o tres más, o quizá tres más, son imposibles. Resbala despacio, cuidado, con cuidado, sin volar o podrás arrepentirte. Si puedes, si es que sigues escribiendo, verás frente a ti un hombre con anteojos, no confíes en él, te hace creer que lo ves, poniendo sus ojos en tu capuchino, agítalo bien para que salgas de la mentira, o quizá te mate. Sinceramente espero que no, te amo demasiado.
César Venegas (1982) Miembro fundador y coordinador de Ediciones de Botella. Ha publicado en diversos periódicos y revistas locales y fue antologado en Palabras sin piel, Editorial Shamra y En la barra, Ediciones de Botella. También ha participado como narrador oral en algunos festivales, intentó ser cantinero y coime.
*
Te quejas de mi cansancio
hacia la lluvia que baja desde la lengua,
no aceptas el crujir de mi costillas
paseando por las sombras, el llanto
de mis restos se deja caer en la palabra
que nunca dijimos y seguimos olvidando
desde la fragilidad de nuestros deseos,
qué importa ya la agonía de los que no mueren,
si la presiento aquí a mi lado
tan temerosa de esta noche que no perdona
la inmediatez de los cuerpos desnudos,
te olvidas del polvo amotinado
en el filo de la navaja
buscas en fotografías el eco del espejo
marchitándose en el ojo del que no ha visto
la transparencia de la ceniza
formando tulipanes, escombros y adioses
para el día que realmente nos hagan falta
*
las campanas atrapan
la alharaca ajada
pasan almas largas avasallan
anclas apalabradas al alba
aplastan al alacrán
a la araña avara
atrás las parcas batallas
cantan la mañana
bajan al mar
tragan la argamasa arcana
arrasan las malas llamas
las trampas
las ratas
la alrrastrada ala
matan la paz flaca
la ya cansada paz
la mansa
la callada
la apantanada paz
tan ancha
tan amarga
*
Desde aquí,
desde esta ausencia de tu cuerpo en mi cuerpo,
la noche se va acercando
sin ningún difunto descansando en mi sala,
sin nadie que me mire o me ofrezca un pan.
Desde aquí, desde esta noche sola,
los hombres salen a las calles
confundidos en el humo,
se esconden por las esquinas,
acechan a las palomas,
se dejan llevar por el ruido tembloroso de las campanas,
son ellos, los hombres que no olvidan
y tragan puños de tierra,
y gritan
y cantan
y sienten un dolor en los ojos
como si les clavaran agujas en la espalda,
porque no hay río que los lave de su lengua agria,
de sus manos tiesas que no acarician nada.
Desde aquí,
desde esta noche que no escapa a mi ventana,
yo los veo pasar,
bajar por las piedras como si fueran un alma,
y me siento triste,
como si tuviera que llorarles,
como si esperara el temblor de tu pecho
bordeando mis manos
llenando mi cara.
Ana Carolina Corvera (1984) es Licenciada en Letras por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Formó parte del Taller de Poesía impartido por el Dr. Javier Acosta. Obtuvo el Premio Estatal de Ensayo “Mauricio Magdaleno” 2006 y fue becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de ese Estado. Trabaja desde hace varios años como redactora y correctora en diversos medios de comunicación. Cuenta con publicaciones en La Cabeza del Moro, Revista Mexicana de Fotoperiodismo, Letralia, tierra de letras, y el libro Pensamiento Novohispano Número 7, editado por la Universidad Autónoma del Estado de México. Se interesa del mismo modo por la literatura que por los temas científicos. Desde 2008 labora como reportera, especializándose en el área de la salud humana.
Involución
Hoy retrocedí como doscientos pasos y olvidé los deseos de encontrarme con el mundo. Mañana, cuando mis días terminen, no sabré nada, acaso dónde empezaba la ruta que iba hacia mí.
La diosa niña
Extiende sus manos húmedas, luego de tocarse el rostro. Se cuentan batallas perdidas, incendios de mares, pero el llanto de la niña desconoce el arrepentimiento, el olvido, la conmoción o la tristeza.
Cada lágrima huye añorante de aquel segundo, in illo tempore, donde quedaron las mejores risas. Mientras, la pequeña se embriaga con su propia agua salada. Le vuelve frágil saber de su felicidad genuina, de su inmortalidad, por eso escapa a los deberes fingiéndose lejos.
Debe entregar su aroma, legendario consuelo inaugurado por los dioses. Sólo ella conoce la tesitura de su alma y la antigüedad en la negrura de todos los ojos. Teme decir a los sacrificados que ella es aún más débil, quizá tanto como un pájaro erguido en la sombra. A pesar de todo, sigue ahí, con su diadema de flor, sonriendo a ese hombre que no duerme en los calores de la noche y bebe, enamorado, canciones de luna. Él tiene la verdad, aunque sea ella, la ignorante, quien deba responder.
Espejo por el espejo
Detrás de mí está
la que nació para atormentarse
por cada suceso
de la vida.
La autista voluntaria,
la adivina, la temerosa,
la que sigue el ejemplo
de los mártires.
Delante
se posa la ligera,
la del hilo amarrado
a la cintura.
La amante del azul
en las calles, la valiente,
la que pende de una nube
sin agua.
En medio
yo decido entre mis hijas
predilectas.
Gerardo del Río (1964) es poeta y artista gráfico ha escrito e ilustrado algunos libros y colaborado en revistas y suplementos culturales. De aquí y de allá. Amigos y enemigos han escrito sobre su obra.
Teoría de la gravedad
La gravedad cumple
implacable su cometido
el árbol sucumbe
sin oposición
la tarde en fuga
una obertura del viento.
Al ritmo de tu andar
Hasta qué punto la noche
la sibila y su oráculo
precisan del ritmo de tu andar
si el giro de tus manos
cauterizan la llaga y la herida
si basta una palabra tuya
para saciar la sed
flama y desvelo
mengua el ritmo
ebrio que recorre
de cantina en cantina
tu sendero alunizado.
Demasiada felicidad
Quizá demasiada felicidad
desborda el margen del vértigo cotidiano
y la taza de café se torna un predictivo
del noticiero matutino
tal vez porqué la noche se sella con disparos de kalashnikov
la mañana trae en su brisa la sensación de los ejecutados
la contundente fraseología del narcomensaje
el acre sabor de la angustia fermenta el pan tostado
por esa simple razón demasiada felicidad
puede ser una peligrosa entrada
en la indiferencia mundana y el adormecimiento de la conciencia.
Leticia López Saldaña (1970) estudia Letras en la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ). Es integrante del Taller de Poesía impartido por el Dr. Javier Acosta y sus poemas han aparecido en publicaciones culturales como la revista Puntos suspensivos y la antología Destilando de sueño.
naces con ojos pegados
labios abiertos por el llanto
dedos versátiles sobre el aire
apenas el aroma penetra tu garganta
pronto te das cuenta que todo es hologramas
sólo eso
nada existe ni siquiera tú
el olor de la leche materna
te vuelve hambriento
piensas
tu vida le pertenece
a una mujer de aspecto grotesco
eres grotesco
aprendes a ver tu rostro
en el espejo de sus pupilas
desde tu nacimiento
una madre que nutre
no es madre después de todo
lo dices pero
nadie puede entenderte
el aire te alimenta
y te sientes libre
libre dentro de la nada
la nada te hace más fuerte
y cuando caminas
caminas sobre la nada
hasta que un día
decides ser materia
de la nada bajo el suelo.
En el atardecer del reloj
cayó una gota de sangre
llena de vida y muerte
de flama y agua
de amor y odio
de todo y nada
de aroma
de mi
los microánimos escaparon
al pueblo desértico de fantasías
ahí hubo noches y soles inverosímiles
a toda prueba de vida
los micros echaron por tierra toda su voluntad
los ánimos decidieron seguirlos
el pueblo desértico sigue buscando sus ahoras
antes de que llegue la tormenta de sal
un grito de infante se hunde en el reloj de arena
Salvador Lira (1987) es pasante de la Licenciatura en Letras por la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ). Ganador del Concurso Nacional de Creación Literaria Revuelta- Montblanc 2007. Su serie “Del poema impertinente” será traducida al inglés por el Centro de Traducción y Estudios en Traductología (CETET) y publicada en la Antología Voces Zacatecanas. Forma parte de la Antología de Poetas Jóvenes de Zacatecas realizada por Alforja, Revista de Poesía. Becario del Décimo Verano Científico de la Región Centro-Norte, con la investigación “La generación Decadentista de México” (publicada en la revista Conacyt en línea) y dos veces becario por la Academia Mexicana de la Ciencia. Ha publicado en distintas revistas y suplementos nacionales e hispanoamericanos y ha participado en congresos de literatura locales, nacionales e internacionales.
POEMAS PANEGÍRICOS
Para Alejandro García
Tu silencio de pájaro
Yo sólo admiré las alas abiertas
y la caída en pánico, aturdida,
sin aliento.
Nunca quise imaginar las olas,
la línea insegura en que parecía
una y mil veces caer en hundimiento,
morder los ciclos regulares,
para el rasguño necesario del viaje.
Como poner aura – hacia la sombra.
Parecía acto sencillo.
Era poner los ojos clavados
la astucia por delante
y el delirio bajo del brazo.
Era dejarse, sin consentir la forma
el modo operativo de fingir cada silueta
para luego mantenerse de muerto
mantenerse a la corriente opuesta
y no subir, sino bajar en la marea nocturna.
No era prestar atención a las pupilas.
Era saber el momento preciso
seguido por el montículo redondo,
si por asares se lograra un camino exacto,
una verdadera geografía del movimiento.
Sólo que admiré la forma del ritual
o la estética del acto.
Crearse un tino a la salida
la primera, sobre – montar la carreta y subir,
como bajar en abismo y sin la cuerda.
Creerse de entero panegírico
cargando dioses en la espalda
en su dorada sonrisa de figura.
Matarse a gritos, con las olas,
y beberse a estragos cada copla,
batalla o aleteo que significa
varar en la punta del aire.
No pienso más, no lo actúo.
No sufrago tu palabra,
a cascada, que vaciló tu pico
en ausencia libre.
No cargo en la conciencia el juicio,
la salida – imagen que pereció tu cara
al toparse, de frente, con el centro.
Me queda esa imagen que dice
y que no habla.
Me sienta esa nota de fraseo,
el séptimo salmo judío,
arrancando la obra perdida
de cantares a tope, a tientas.
Me queda y no me queda:
los labios partidos en los dedos
los labios secos, hacia abajo,
sin labios fríos, ni silencio.
Gata en el espejo
El ciclo aferra la entrada.
Estás ahí, al salto nocturno
y el instinto.
Sutiles marcas en pesquisas
se encuentran fijas; su mirada
–lamiéndose el costado–
al Otro.
¿Soy Alicia?
te preguntas.
No hay lugar; recurres tus escombros,
tejidos negros y animales.
¿Parece una sombra de ausencia,
un simulacro de voces a la nueva imagen?
Te levantas – en dos
seduciendo al viento y las miradas.
Salida de Pentápolis
Los vi caminando
a lentas,
una mano sobrepasaba mi rodilla
en labios abiertos.
Experimenté los gritos
ya antes,
ya ahora, – ¿habrá mañana?
Comprendí habitar en tierra de in/válidos,
bastardos, ilegibles.
Vaya Fortuna,
caminar jalando a cuentas una espalda
de insomne y curiosa,
unos ojos habitables
y los deseos de incrustarse en la nuca.
Un repliego de avispa,
la entraña que se tuerce en alarido,
un jadeo extraño y los cadáveres;
ya antes,
ya ahora, ¿habrá final?
He de obligarle, a su vista,
y no perderme en el hechizo.
Óscar Édgar López (1984) Reconocido vagabundo de los fraccionamientos de las reales villas del Guadalupe, sacristán de sagrados secretos para marinar champiñones, esforzado alarife de versos románticos y lujuriosos. La providencia y algunos editores han tenido la buena gracia hacerle publico el oficio: Seis palabras para un mundo deshabitado, Ella ama lo puerco que soy, Solo y sin bolsillos para meter las manos antes de llorar, Cuando los locos ya no se crean Napoleón. De tarde en tarde se le encuentra vaciando el refrigerador de las cervezas, es profeta de su desgracia y alumno de la abadía que está en la montaña, llamada por varios: Unidad de Letras.
XV
Con vuelo de tierra va la bolsa,
navío de latex en el pastizal,
primero algunas luego más,
un cerro de bolsas y un nido de conejo,
¿vendrás este verano a la pradera?
Esa loca tiene la delgadez suprema en el verbo y la obra,
lamería su vagina,
con el frío que silva bajo el mezquite,
de ojo a esquina checando que no asome la trompa la patrulla,
ofrecería los robustos torsos de toro que son la fila de tinacos de las casas,
dariamonos toques gordos enjuagados los buches con cerveza,
besos cochinos bailarinas las lenguas,
olería su pedo relajado al caer por completo la luna,
no exagero, está uno apendejado en el camastro
como si el desierto fuese traición y broma,
sin reclamarle al engañador una entretención
para soportar la asfixia en que nos nacieron.
Entonces, exijo se conjure para delicia de mi entendimiento
la cadera mítica de la flaca que a Cioran invoca,
soportar el mundo tampoco es nuestro oficio,
digo para ella cuando bambolea por nuestra nariz
un destello oloroso de la cañería.
XVI
De la altura no queremos nada,
replica la benévola muerte,
de la agusanada tierra
lo queremos todo.
Denle a este cadáver de gato
un estirón,
un jalonazo de cola para que
las tripas le revienten lejos.
De grasa y sangre va el pavimento.
Pensar que apenas miraba las nubes
me sentí de vuelo, con alas nacido,
pero soy terrestre,
me arrastro.
XVII
Ya lo sabemos, desde antes,
ronca purgación de envidia aclaró la autentica flacura.
Livianos vinieron los días, éramos livianos como ellos,
aunque la suerte siga tejiendo,
¡déjenla perseguidores¡,
esa su prenda paciente, ese su regazo
de muchacha que me quiere.
Engordamos al miedo atiborrado de pastillas,
benditas benzodiacepinas del bien dormir.
Una bestia jodida no embiste, no exhala aire de combate,
es una bestia vieja mi fastidio tan citado,
manoseado por oficio de falsos mecenas.
Como al pez en las albricias
de la última centuria,
manifiesto es mi amor por todo lo que hiede,
tus pechos con tres pelos,
el arpón siempre que hace roncha,
la carta código del amor que es mentira.
Celebramos dos mil años de poesía para fugarnos
de la paciente floración en el campo,
de la flemática concupiscencia en el tráfico,
de la onda y la tranza de la banda.
Hasta aquí doy con tino en la tinta
dejemos los besos para más tarde.
Angélica Delgado Guardado (1971) es Licenciada en Derecho y en Economía por la Universidad Autónoma de Zacatecas y Maestra en Filosofía e Historia de la Ideas por la misma casa de estudios. Publicó el libro de Poemas Que tiene de Eterno, ha publicado poemas en las revistas Le Couteau Revue littéraire et artistique, Reitia, Funes, Finisterre, Diálogo, Pléyade, entre otras. Ha sido antologada en el cuadernillo de poetas zacatecanos 1950-1990 El verso que nos reclama, así como en el libro virtual Del silencio hacia la luz: Mapa Poético de México. Ha participado en el Festival Internacional de Poesía Abbapalabra, en San Luis Potosí y en el Tercer Encuentro de Poesía Caracol, Tijuana 2008. Formó parte del Taller de Crítica y Creación Literaria de la UAZ, coordinado por Juan José Macías.
Cartas de un joven poeta
sobre el buró cartas relatan sospechas
reiner maria rilke
ha necesitado crear un mundo para sí
para otros
sin juegos
hallar exquisitas palabras y la soledad de la poesía
deviene íntimo
la paciencia
el sentimiento es una impresión
germen indecible
sin cálculos
no hace estadísticas
promesa por llegar:
el amor
tarea más ardua
él sabe que una es todas las mujeres del mundo
las de antes
que vendrán
no han llegado
la que es
un himen intacto
pureza sin vencer
redondas nalgas
y estrechez de las avispas
caderas que cierran mundos para el hijo venidero
Y me miras
Incrédulo
Dudas que te vea desde mi silla
frente a ti
dispuesta
las piernas cruzadas
Es tu muerte la que lloras
No otra
No otra
Muerto ya no gozarás la muerte
Qué quieres de mí
Tus bendiciones
Tus maldiciones
Ya no me alcanzan
No quiero tu miedo
Es un enigma esta aflicción
Nada
hay cifrado
Nada
El primero de tus asuntos
escribe: un arcoíris
escribe: un lago que grita
escribe: nace el verde
escribe: agua
las palabras son huida
paquidermos que miran al cielo
y los colores ofrecen el mundo
Roberto Galaviz Ávila (1986) es director del periódico en línea El Primero. Antes dirigió el suplemento cultural Piedra de Sol desaparecido a finales de 2009 en el diario El Sol de Zacatecas. Sus textos, en su mayoría poesía, crónica y crítica de arte, han sido publicados en diversas revistas culturales de México y el extranjero. Los poemas de la serie -Formas de decir adiós- serán traducidos al francés e inglés, en la Universidad de Sheffield, Inglaterra, donde será publicado como plaquette de poesía. Se tituló como docente y prepara su tesis para licenciarse en Letras por la Universidad Autónoma de Zacatecas.
Dicen que López Velarde
Dicen que López Velarde
no conoció el mar
quién sabe
yo lo he visto, muchas veces
muchos mares
indescriptibles y frágiles brisas
he visto el océano
y su música sin pausa,
la redención consumada
en la muerte perpetua de las olas;
he visto muchas playas que
son la imagen misma del límite de todas
las cosas
sin embargo,
yo tampoco conozco el mar
dicen que López Velarde
lo tenía en los ojos
dicen que andaba
con el alboroto de una marejada,
con la llanura impregnada
de un monstruo en agonía
Yo no sé quién es aquel
que puede asegurar que el mar
no se le concedió nunca al poeta
¿no será que toda esa agua, esa posibilidad
de extravío, de bondad vuelta miseria,
sea un invento del que la imagina?
Me he mojado en vastas espumas
los tobillos
(yo que soy yo, y lo atestiguo)
he roto en fuga y gritos y golpes
en cada bahía
escribí el poema del que nunca más
alguien dirá nada
en la arena fina
de las costas donde todo rompe
donde todo es violencia,
donde todo es búsqueda
Para volver un día al mar
habrá que desenterrar los huesos
de Velarde, sacudir su tumba
y dejar que una voz encerrada con
él desde siempre
nos diga el único y verdadero camino
para conocer el mar
porque yo
lo he visto
muchas veces,
pero no lo he conocido.
Poema a mi auto descompuesto en el Garage
Me duele mi auto,
tirado ahí en el garaje, como una bestia aletargada
resignado como un hombre que se sienta una mañana
a escribir su testamento – o peor aún- sus memorias
me lastima,
en serio me lastima
la temporal coma indefinida de mi auto,
me preocupa y enternece como enternece
un dardo somnífero en el muslo veloz de un león en la sabana
mi auto llora por las noches,
cuando la oscuridad es más suya que de nadie
más suya que de los gatos
incluso más suya que de los grillos
llora porqué extraña las calles
y sus esquinas
la autopista y su constante olor a muerte
y en consecuencia, a velocidad, a movimiento, a vida
¿Cómo podría evitarme estas lágrimas que parecen de aceite quemado?
¡Qué ruido más siniestro el silencio de su motor!
sus 260 caballos de fuerza en calma absoluta
su corazón fabricado de pistones japoneses en reposo
Me duele mi auto
me recuerda al panda disecado
del Zoologico de Chapultepec
no puedo evitarlo
es tan triste
semejante belleza en quietud inmensa
una bala de plata que mientras tanto no tiene destino.
Poema de los pájaros y los hospitales
La gente muriéndose en los hospitales
arrulla con sus últimas voces
la noche de los pájaros que cuelgan de los alambres bajos de la calle
(esos que los niños pueden tocar o casi con sus balones o sus risas o los proyectiles de sus resorteras)
lo hacen con un ruido de arrebato lastimero
de vez en cuando
el balón o la risa o el proyectil de alguna resortera pega justamente
en la ventana de los desahuciados del hospital;
entonces
algo blanco se enciende,
un hombre abre los ojos
le crece de los tobillos una magia de andar y anda
las enfermeras, enfermas ya de tanta enfermedad
se sonrojan ante el impacto de lo que llaman un milagro
pero, los únicos que saben lo que en realidad sucede
son esos pájaros que
en ese mismo instante
y aunque nadie lo note
caen fulminados,
pequeñas
variaciones de lo imperfecto del mundo
vertical procesión que pierde equilibrio.
Poema de lo que se piensa y no se dice
UNO CRECE PENSANDO COSAS SIMPLES
por ejemplo
en lo agradable que es ver a su padre volver
del trabajo
pensar cómo pasan los días
mientras esperamos
que las tardes devoren nuestro tiempo infantil
seguimos creciendo y un día
en un pleito callejero
un puñetazo desvía nuestro tabique,
entonces
nos damos cuenta de muchas otras cosas
entre ellas
comprendemos que, el destino
sabe cómo moldear nuestro rostro
para que se parezca a nuestra vida
nos damos cuenta, que lo único que existe
son despedidas
desencuentros disfrazados de hallazgos
como éste, el nuestro;
pensé, y tal vez tú también
que nos habíamos encontrado
de pronto dijiste que te irías
pensamos ahora en el último abrazo
¿quién apretará más fuerte?
en el último beso
¿quién será el que dirá basta?
pensamos en la última palabra que nos diremos
en el último gesto,
y en los pasos que al alejarse escribirán
lo que estaba dicho mil veces
y no escuchamos
pensamos que muchas cosas en el mundo
como mi tabique están desviadas,
lo pensamos
y no lo decimos
Aquel día en que ese puño
estrelló mi rostro
nuestra despedida comenzaba a tener forma
y ni una rinoplastia
podría darle forma nueva
a esta historia.
Salvador Padilla Barajas (1958) es médico dermatólogo, poeta, compositor y profesor universitario. “Poeta siempre, lo otro cuando es necesario”, dice. Ha publicado poemas en periódicos y revistas. Tiene un cuadernillo de poesía llamado Del polimorfo amor. Otros de sus poemas hacen fila, con la esperanza de verse publicados.
Sueños
Si las jaulas estuvieran solas
Sería mejor a que estuvieran llenas
No porque no hubiera pájaros
Sino porque éstos estuvieran libres.
Si las cárceles estuvieran solas
Sería mejor que llenas
No porque los delincuentes estuvieran libres
Sino porque no hubiera delincuentes.
Si los templos estuvieran vacíos
Sería mejor a que estuvieran llenos
No porque no existiesen feligreses
Sino porque existieran hombres libres
Y para que las religiones y los sacerdotes no existiesen.
Si hubiera muchos poetas y cantores
Muchos músicos y pintores
Escultores y bailarines y médicos
Sería un mundo mejor
No porque quiera un mundo de artistas
Sino porque cada artista es un soldado menos.
Si no existieran presidentes ni gobernantes
Ni dirigentes
Sería un mundo ideal
Porque al no existir aquellos
Tampoco habría presididos ni gobernados
Ni dirigidos, sólo compañeros.
Si no existieran fronteras ni países
Sería un mundo de hermanos
No de enemigos acérrimos
Porque al no haber divisiones estúpidas
Hablaríamos el mismo idioma
Y entonces podríamos entendernos.
Si nadie creyera en un dios
Sería maravilloso
No porque dios sea malo
(Ni es malo, ni es bueno, ni existe)
Sino porque se dejaran de hacer
Tantas atrocidades en su nombre
Y porque cada hombre
Sería su propio DIOS.
Si tú estuvieras conmigo
Sería mejor a estar solo
No por no estar solo
Sino porque cuando estamos juntos
Somos más grandes que nosotros mismos.
Esto quizá nunca suceda
Porque el hombre
Siempre ha sido el lobo del hombre
Pero estos son mis sueños.
Nupcias de primavera en Tayahua
En las copas del naranjo y limonero
Danzan ebrias las abejas
Del blanco licor y de primavera.
Ronda, ronda un jicotillo
Con su traje de noche
Buscando boda con una abeja mielera.
Un colibrí festivo y trémulo
Se presta de padrino.
Esta tarde de nupcias
Toca la marcha nupcial
El vuelo del enjambre
Mientras mi madre
Engarza en un suspiro sus recuerdos.
Deseo
Quiero enlazar a tu cintura breve
Mis brazos como dos enredaderas
Escuchar el fragor con que se mueve
Tu corazón al vaivén de tus caderas.
Quiero besarte prolongado, leve
Y que sean en tus labios las primeras
Caricias, el agua con que llueve
Mi torrente de amor y mis quimeras.
Comulgar de tus labios y tus senos
Hundir mi boca en tibias prominencias
Y aspirar las dulcísimas esencias
De tu piel, en los fértiles terrenos
Cuando explore y conquiste toda mía
Completa tu exquisita anatomía.