Un cuento de Adrián Curiel Rivera

 curiel Presentamos a continuación, en el marco de la Antología de Narrativa Mexicana Contemporánea, un cuento de Adrián Curiel Rivera (Ciudad de México, 1969). Doctor en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha publicado, entre otros, Unos niños inundaron la casa; en 2000.

 

 

MOMIAS

 

En noviembre de 1995, antropólogos del Museo Estatal de Arizona hallaron en un desconocido paraje del desierto Salado a una momia cuya edad fue determinada mentalmente por el experto datador Arthur Hoggy. “Ya la tengo”, exclamó, luego de minuciosas pruebas y exámenes, mientras el resto del equipo salía corriendo para dar aviso a los medios de comunicación, sin percatarse de que esa empresa, debido a la reconditez geográfica, sería aún más improbable que encontrarse con la momia. Y en efecto, cuando volvieron había, si no dos momias, sí dos cadáveres. El segundo, claro, era Hoggy. Una insuficiencia cardiaca, al parecer ocasionada por la emoción del hallazgo. La imposibilidad de conseguir un médico legista o cualquier otra autoridad que diera fe de los hechos y los hiciera constar en un acta, circunstancia aunada al calor inclemente que aceleraba la descomposición del cuerpo de manera preocupante, obligó a los antropólogos a tomar una decisión audaz: enterrar a Hoggy y llevarse la momia, embadurnada con aceites especiales, a Phoenix. Por desgracia, en todos los tiempos y lugares, el firme aunque a veces lento paso de la ciencia ha chocado de cara con la ignorancia y sus acérrimos campeones, en esta ocasión la persona del sheriff del condado, a quien poco convencían los balbuceos y explicaciones incongruentes que ofrecían hombres barbones con gafas y mujeres polvorientas en pantalones bermudas. Sin importarle un pito las condiciones de refrigeración necesarias que alguien tuvo la ocurrencia de aducir, ordenó “el decomiso” de la momia, que pasó a ocupar un sitio entre las escopetas y demás cacharros del sótano de la comisaría, y encarceló a “esos hippies buenos para nada” en tanto no apareciera el muerto, que por cierto no mostraba particular interés en colaborar con la justicia. Dato curioso es que Hoggy fuera huérfano de madre y padre y que, por una extraña superstición, hubiera destruido todos los documentos acreditativos de su identidad, incluso los que obraban en el orfanato y en los registros públicos, en cuyas instalaciones y oficinas se había introducido clandestinamente. Por tanto, lo que parecía ser un importante progreso científico planteó dos nuevas incógnitas, grandes como los hoyos negros que flotan en las galaxias: ¿cuál era la edad de la momia? ¿Y la del datador?

 

 

 

 

Datos vitales

Adrián Curiel Rivera (Ciudad de México, 1969). Doctor en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha colaborado con artículos de crítica literaria, reseñas y relatos en diversos medios nacionales y extranjeros. En 1999 publicó el libro de relatos Unos niños inundaron la casa; en 2000, en España, la primera edición de Bogavante (reeditada en México en 2008); en 2003 Mercurio y otros relatos y Madrid al través (reeditado en Argentina en 2008); en 2004 El Señor Amarillo; en 2006 el ensayo Novela española y boom hispanoamericano; en 2008 la novela A bocajarro y en 2010 Los piratas del Caribe en la novelística hispanoamericana del siglo XIX. Ha sido incluido en numerosas antologías: La X en la frente. Nueva narrativa mexicana, Antología del cuento latinoamericano del siglo XXI, Antología del cuento mexicano actual y Día de muertos, entre otras. Actualmente se desempeña como investigador en el Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la UNAM en Mérida, Yucatán.

También puedes leer