Foja de Poesía No 259: Antonio Correa Losada

Antonio Correa LosadaEn seguida, una aproximación a la poesía del poeta colombiano, ya con pasaporte ecuatoriano, Antonio Carrera Losada (1950).

 

 

 

 

Un nudo de agua en la garganta

heredé de mi madre

 

La blasfemia el gemido

y el sol 

sobre el mantel de los domingos

 

La sumisión en el sabor

oscuro de la tierra

y la espuma

de hojas gigantes en mi boca

 

De pie

a golpes

en los salones turbios

de un prostíbulo

 

A tientas

soporté las derrotas del cuerpo

De la sed a la calle

sobre moscas zumbantes

el olor del vómito y la urea

 

El fraude     los sueños

 

La copa escamoteada

 

La miseria en la hora

sola de la madre

 

El sosiego

en las hojas de un libro

 

y en el bolsillo

el trébol de la indecisión

 

Esa espina inquietante

con que siembra el delirio

sólo flores carnívoras

 

 

Eclipse

 

El niño viene en el camión

cegado por una cortina de agua

 

Del cielo caen

navajas transparentes

 

Se atropellan

salpican con furia

el parabrisas    la carretera

la ventana

 

El mundo es horadado por la lluvia

 

Atraído por el sonido purificador

extiende la mano que se eriza

por millares de agujas

 

 

De pronto el día

es una granada abierta

 

El sol cubre el sendero

que restalla al paso de las ruedas

y deja

una polvareda densa

un breve vendaval de arena entre los ojos

 

“No llueve en todo el mundo” piensa

y asombrado comprueba ese prodigio

 

El hombre cierra la página del libro

escruta el horizonte ennegrecido y repite

 La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado

 

 

 

La casa

 

¿Con cuál máscara se cubre

este valle

para pasar

por la memoria?

 

Los ojos escudriñan

el árbol de arrayán

donde cientos de azabaches

caen y tapizan

un círculo de sombras

 

Los labios azules

crujen

por el roce del miedo

y el asombro

 

La sonrisa de mi madre

aleja con su mano

todo el cansancio de la casa

 

Y el rito de las curaciones

suelta sus vapores

como barco sin rumbo

Mientras el padre

sumerge los pies

en un plato hondo

de aguasal

 

El sombrero cuelga en la columna

en la puntilla larga

donde cae

la serpiente trenzada

de la verga de un toro:

 

Símbolo de la quietud

y el orden de la casa

 

La cama blanca

blanda masa de harina

donde escucho palabras masticadas

 

Y despierto sediento

por el olor morado del amanecer

 

Y de pie el mundo empieza a cantar

sus alabanzas

con una espada de tierra

húmeda y oscura

 

Por el sendero del jardín

la luz cae

en la ingle del atardecer

y deja

en las mujeres

un soplo oprimido en el pecho.

 

 

 

De volcanes dormidos

 

Cenizas cubren el corazón

 

La nieve     el amor

resbalan en monedas mordidas

por el arrepentimiento de mi boca

 

Su limo endurecido

levanta mi sexo

con dos manos

 

Mujeres por la calle desierta

tejen a su paso

una cuerda de gusanos

 

Desnudo bajo el abrigo

martillo las tablas de un cajón

 

Terrones caen

y golpean uno tras otro

la cabeza impasible del deseo

 

Inútil  ejercicio

de ofrendas y palabras

 

Cenizas

 

Mares de agujas

asfixian mis pulmones

 

El aire empuja con crueldad

la mano que asesina

 

 

La mudanza

 

Al atardecer

busco clavos y martillos

 

desempaco pertenencias

traídas desde lejos

 

de la adolescencia

 

del peregrinar por la ciudad

salpicada de sangre

 

Ahora vivo en una ciudad rodeada de volcanes

donde los días se tamizan en mallas de presagio

 

con la paciencia de los derrotados

despego

lenta

amorosamente

 

hojas carcomidas por la humedad

 

letras enmohecidas

 

Intento recordar a los amigos lejanos

 

golpeo el muro

donde cuelgo la riqueza

de una exposición en ruinas

 

Luego

de la viga

cae una soga

 

y borra en desamparo de la habitación

 

 

Datos vitales

Antonio Carrera Losada (Pitalito, Huila, Colombia, 1950) realizó estudios sobre procesos editoriales en México y Bogotá, y de gestión cultural en Madrid, actividades que ha desempeñado en Ecuador, México y Colombia. Ha sido impulsador de la revista de literatura Común Presencia y fue colaborador del periódico Tinta Fresca, de la Cámara Colombiana del Libro. En 1990, apareció su segundo libro, Húmedo umbral (Museo Rayo, de Colombia), reeditado en 1992 por la Editorial Magisterio. Después de vivir cinco años en el Amazonas, publicó Desolación de la lluvia (Colección Piedra de Sol). En 1999, la Universidad Nacional de Colombia entregó, en su colección “Viernes de Poesía”, una selección de sus poemas amazónicos. En 2004 publica Secreta mudanza con la Casa de la Cultura Ecuatoriana. En 2001, aparece el ensayo Crimen y castigo o la expiación que no cesa (Editorial Panamericana). En 2002 publica  Un camino abierto, libro de crónicas sobre la curación y el chamanismo en las selvas amazónicas. En 2003 se dio a conocer su libro de arte El corazón del pan, historia de la levadura en Colombia, editado por Levapan S. A., con fotografías de Jorge Múnera. En 2008, el Gobierno del Ecuador le concedió la Ciudadanía Honoraria por su trabajo cultural en el país.

 

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