En seguida, una aproximación a la poesía del poeta colombiano, ya con pasaporte ecuatoriano, Antonio Carrera Losada (1950).
Un nudo de agua en la garganta
heredé de mi madre
La blasfemia el gemido
y el sol
sobre el mantel de los domingos
La sumisión en el sabor
oscuro de la tierra
y la espuma
de hojas gigantes en mi boca
De pie
a golpes
en los salones turbios
de un prostíbulo
A tientas
soporté las derrotas del cuerpo
De la sed a la calle
sobre moscas zumbantes
el olor del vómito y la urea
El fraude los sueños
La copa escamoteada
La miseria en la hora
sola de la madre
El sosiego
en las hojas de un libro
y en el bolsillo
el trébol de la indecisión
Esa espina inquietante
con que siembra el delirio
sólo flores carnívoras
Eclipse
El niño viene en el camión
cegado por una cortina de agua
Del cielo caen
navajas transparentes
Se atropellan
salpican con furia
el parabrisas la carretera
la ventana
El mundo es horadado por la lluvia
Atraído por el sonido purificador
extiende la mano que se eriza
por millares de agujas
De pronto el día
es una granada abierta
El sol cubre el sendero
que restalla al paso de las ruedas
y deja
una polvareda densa
un breve vendaval de arena entre los ojos
“No llueve en todo el mundo” piensa
y asombrado comprueba ese prodigio
El hombre cierra la página del libro
escruta el horizonte ennegrecido y repite
La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado
La casa
¿Con cuál máscara se cubre
este valle
para pasar
por la memoria?
Los ojos escudriñan
el árbol de arrayán
donde cientos de azabaches
caen y tapizan
un círculo de sombras
Los labios azules
crujen
por el roce del miedo
y el asombro
La sonrisa de mi madre
aleja con su mano
todo el cansancio de la casa
Y el rito de las curaciones
suelta sus vapores
como barco sin rumbo
Mientras el padre
sumerge los pies
en un plato hondo
de aguasal
El sombrero cuelga en la columna
en la puntilla larga
donde cae
la serpiente trenzada
de la verga de un toro:
Símbolo de la quietud
y el orden de la casa
La cama blanca
blanda masa de harina
donde escucho palabras masticadas
Y despierto sediento
por el olor morado del amanecer
Y de pie el mundo empieza a cantar
sus alabanzas
con una espada de tierra
húmeda y oscura
Por el sendero del jardín
la luz cae
en la ingle del atardecer
y deja
en las mujeres
un soplo oprimido en el pecho.
De volcanes dormidos
Cenizas cubren el corazón
La nieve el amor
resbalan en monedas mordidas
por el arrepentimiento de mi boca
Su limo endurecido
levanta mi sexo
con dos manos
Mujeres por la calle desierta
tejen a su paso
una cuerda de gusanos
Desnudo bajo el abrigo
martillo las tablas de un cajón
Terrones caen
y golpean uno tras otro
la cabeza impasible del deseo
Inútil ejercicio
de ofrendas y palabras
Cenizas
Mares de agujas
asfixian mis pulmones
El aire empuja con crueldad
la mano que asesina
La mudanza
Al atardecer
busco clavos y martillos
desempaco pertenencias
traídas desde lejos
de la adolescencia
del peregrinar por la ciudad
salpicada de sangre
Ahora vivo en una ciudad rodeada de volcanes
donde los días se tamizan en mallas de presagio
con la paciencia de los derrotados
despego
lenta
amorosamente
hojas carcomidas por la humedad
letras enmohecidas
Intento recordar a los amigos lejanos
golpeo el muro
donde cuelgo la riqueza
de una exposición en ruinas
Luego
de la viga
cae una soga
y borra en desamparo de la habitación
Datos vitales
Antonio Carrera Losada (Pitalito, Huila, Colombia, 1950) realizó estudios sobre procesos editoriales en México y Bogotá, y de gestión cultural en Madrid, actividades que ha desempeñado en Ecuador, México y Colombia. Ha sido impulsador de la revista de literatura Común Presencia y fue colaborador del periódico Tinta Fresca, de la Cámara Colombiana del Libro. En 1990, apareció su segundo libro, Húmedo umbral (Museo Rayo, de Colombia), reeditado en 1992 por la Editorial Magisterio. Después de vivir cinco años en el Amazonas, publicó Desolación de la lluvia (Colección Piedra de Sol). En 1999, la Universidad Nacional de Colombia entregó, en su colección “Viernes de Poesía”, una selección de sus poemas amazónicos. En 2004 publica Secreta mudanza con la Casa de la Cultura Ecuatoriana. En 2001, aparece el ensayo Crimen y castigo o la expiación que no cesa (Editorial Panamericana). En 2002 publica Un camino abierto, libro de crónicas sobre la curación y el chamanismo en las selvas amazónicas. En 2003 se dio a conocer su libro de arte El corazón del pan, historia de la levadura en Colombia, editado por Levapan S. A., con fotografías de Jorge Múnera. En 2008, el Gobierno del Ecuador le concedió la Ciudadanía Honoraria por su trabajo cultural en el país.