Presentamos a continuación una muestra del trabajo del poeta colombiano Samuel Vázquez (Medellín, 1949). Es poeta, dramaturgo, músico, pintor, crítico de arte y profesor de diseño, pintura, estética e historia comparada del arte contemporáneo en varias universidades. En 1992 mereció el Premio Nacional de Dramaturgia
Del libro
“LA PROMESA DE LOS PÁJAROS”
Viejo, uno regala tiempo todo el tiempo.
Uno sale a encontrarse con nadie
a desmentir el espejo que otro habita
a farfullar una canción borroneada
a luchar contra el ángel del olvido
a andar sobre esta sombra que conduce a
nada
La boca, una herida en mitad del rostro
Los oídos, potes donde otro arroja sus babas
Las piernas, dos grilletes cosidos hacia atrás
El corazón, leño que no recibe fuego
Los ojos, dos ratones que van por los rincones
Es preciso regresar
antes de que la propia sombra se hunda en la
noche
ahora que toda orilla ha naufragado
cuando las horas chorrean por las tapias
la apatía sube las escalas
y el espacio entra en uno y retira las
barandas.
Testarudo, el fin se niega a comenzar,
ahora que el olvido es mi no-invitado,
y este olor que no despega,
y este surco de niebla que trasiego
y este invierno embozado en los
huesos,
y este murmullo que mece la noche,
y este polvo siena de junio…
Desear es jamás,
ayer es ahora,
hoy es el eco de un puente caído.
¿Cómo no querer,
cómo olvidar
y que el recuerdo nada traiga?
¿Cómo decir nada,
no tener ya palabras
y este zumbido que crepita adentro?
¿Cómo no buscar,
cómo abandonar el deseo
y comenzar sin camino?
¿Cómo seguir,
cómo poder
antes que no pueda?
¿Cómo ir,
cómo olvidar el fin
y encontrar el día?
¿Cómo trajinar esta ciudad sin antes haber
soñado?
*****
El tiempo corre y no se va de aquí
Cuando nadie me llama me llama el tiempo. Cuando nadie me visita me visita el tiempo. Cuando nadie me acompaña me acompaña el tiempo: no me suelta, se abraza a mi cuello, se agarra de mis pies, viaja aferrado a mi sombra y no se atrasa por veloz que yo escape. Cuando nadie se acuerda de mí él se acuerda, y me arrastra con decisión a su país en el que me siento extranjero. Me resisto, me repulso, me ralento, pero para él nunca es tarde.
No me olvida un instante, mas, a pesar de sus promesas, el tiempo no cura las heridas de mi nacimiento.
*****
Había una vez.
Ahora es ruina.
Inaudible.
Ahora la tapia, y el viento que la cruza.
Ahora la lluvia que no germina la huerta de piedras.
Pero las ruinas no son iguales.
El después es de puertas.
El nunca, de copa que cae.
Los puentes han sido intencionados.
Hay que restituir el abismo.
Salvar el horizonte.
Llega el viento afanado
y lame migajas de sombras en mis manos.
La noche zahorí cava en el hontanar del silencio.
La palabra huye
con mi mirada clavada en su espalda.
No se apacientan las preguntas.
Los qué, rumian vestigios de patios sin ocio.
Al caer la tarde
mis manos destejen el aire y su mortaja.
El mañana es de polvo.
Desdice las horas y los pasos.
Desdice formas y ventanas.
Vivimos la posteridad del pasado.
Habrá una -todavía no- otra vez.
No estará en mis manos.
*****
Llega a la tierra prometida y no levanta allí su casa; reconoce que dios la ha engañado de nuevo. Llega a la belleza y quiebra su espejo; sabe que su destino no es el azogue sino la epifanía. Llega a la verdad y no se amaña allí: echa sobre sus hombros la pesada carga y descubre un sendero hacia lo inefable con su lámpara de oscuridad. Llega al domingo y no descansa entonces; ama su pie errante. Adelantada a sus propios pasos, invisible y silenciosa, no posee luz propia pero sabe encender el fuego. Sin fe en el camino, cuanto más se aleja más cerca está del comienzo hasta alcanzarse a sí misma por la espalda, pero no se reconoce. No mira hacia el horizonte que la llama. No vuelve la cabeza para reconocer el sendero de sal. Su rostro desaparece entre la bruma. Su equívoco pie importa nada. Camina con zapatos de felpa entre el simún, para que su rastro no pueda ser seguido. Sólo el orden del polvo que ha levantado en su errancia es lo que queda. Para evitar explicaciones se defiende con olvido. La poesía.
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Datos vitales
Samuel Vásquez (Medellín, Colombia, 1949). Poeta, dramaturgo, músico, pintor, crítico de arte y profesor de diseño, pintura, estética e historia comparada del arte contemporáneo en varias universidades. Fue curador de las bienales de arte de Medellín. Es fundador y director del Taller de Artes de Medellín, que congrega teatro, música y artes plásticas. Como director del grupo de Teatro del taller, ha puesto en escena quince obras, entre ellas, de Kafka, Beckett, Genet, Arrabal y de su propia autoría, como Técnica Mixta y El Bar de la Calle Luna. En 1992 le fue otorgado el Premio Nacional de Dramaturgia. Es autor de los libros: El sol negro (Teatro); Raquel, historia de un grito silencioso (Teatro); El abrazo de la mirada (Ensayo); Las palabras son puentes que nos separan (Poesía).