Amor y destino en Attila József, ensayo de José Manuel Recillas

José-Manuel-Recillas[1]Presentamos un ensayo de José Manuel Recillas (1964). Es poeta, ensayista y traductor. Publicó el grupo de ensayos Aproximaciones al expresionismo (2004) y en España vio la luz Los senderos interiores. Ensayos sobre el destino del escritor y la escritura (2010). Ha publicado los poemarios La ventana y el balcón (1992), El sueño del alquimista (1997)

 

 

Amor y destino en Attila József

 

La imagen trágica de Attila József suicidándose al paso de un tren el 3 de diciembre de 1937, corresponde al perfil de un autor al que se le considera de culto en ciertos círculos sumamente estrechos. De culto significa reverenciar a un autor por encima de cualquier consideración razonable debido a una falta de información. De József no existen prácticamente datos en castellano que nos aclaren, justamente, el motivo de su suicidio a orillas del Balaton. Es el caso de un solo acto final que parece explicar toda una existencia y que, en cierto sentido, tranquiliza y da sentido a una imagen que responde más a un morbo literario que a la realidad. Confieso mi culpabilidad de haber pertenecido a esa pequeña cofradía que veneraba al poeta y cuya única fuente de información era esa vieja edición de Material de Lectura de la unam que reproducía una antología más amplia, y cuyo paradero en mi biblioteca es hoy incierto. En aquellos días mencionar su suicidio significaba una especie de contraseña que daba acceso a un supuesto grupo de elegidos.

Sin embargo, los escasos comentarios de que disponemos en castellano son de una parquedad tal, que deberían despertar alguna sospecha: algo falta. Esto ocurre con el prólogo de Miklós Szabolcsí a la única edición castellana de poesía suya,1 pero también en las escasas antologías más recientes, las de John Bátki y la de Peter Hargitai, en inglés,2 y la de Marinka Dallos y Gianni Toti, en italiano.3 En las de Bátki y la de Dallos-Toti la mención al suicidio es nula.4 Hasta donde sé, el único comentario crítico disponible en castellano es el de Michael Hamburger,5 igualmente parco al resumir desde una perspectiva sumamente simplista la poesía de József.

Sin duda, es importante asomarse a su poesía, desde la poesía misma, pero en este caso también lo es observar el énfasis puesto por los diversos y escasos comentaristas en el sentido de valorar su creación lírica con su relación política y su carácter eminentemente ideológico,6 lo que nos lleva a no perder de vista la relación de los hechos externos con respecto a la creación lírica. Más aún, el periodo final de su poesía ha merecido generalizaciones tales que desconciertan: «A partir de 1936 […] alcanza su cima más alta y el poeta se convierte en portavoz de toda la nación oprimida, de toda la humanidad amenazada y contagiada por el fascismo.»7 Infortunadamente, ni la antología de Fayad Jamís ni la de Toti establecen una diferencia con respecto a las diversas etapas en la producción lírica de József -por lo demás, algo que está presente en toda manifestación artística-. Sí lo hace, en cambio, la de Bátki, aunque se remite más bien a los años de composición que a los periodos estilísticos.

Es un hecho que el calificativo de poeta proletario, revolucionario, con que se le suele identificar es justo, y probablemente sea tal apelativo el que ha operado en su contra para su difusión y apreciación entre nosotros, donde los aspectos éticos y estéticos se suelen separar y diferenciar con particular énfasis. Pero es necesario reconocer que también influyen tanto el hecho lingüístico puro -no hay en México traductores del húngaro- cuanto las convenciones académicas -si hace años se hizo una antología o una traducción, inconseguibles por lo demás, ¿para qué hacer otra?-, entre otros aspectos. Pero esto no es algo exclusivo de József, sino incluso de toda la literatura magiar. No existen prácticamente referencias propias para nombres como Janus Pannonius, Miklós Radnóti, Miháli Babits, Sándor Sík, József Erdélyi, Pál Gulyás, entre un largo elenco de figuras de primer nivel de las que nadie habla en México.

Pero, ¿está justificado ese extraño silencio en torno a su suicidio y su relación con su neurosis? La ausencia de información llevaría a pensar que sí. Por fortuna, la documentación al respecto esclarece tanto los últimos días de József cuanto la evolución final de su poesía. Gracias al volumen Flóra, amore mio. Poesie e lettere d’amore di Attila József a Flóra Kozmutza,8 que reproduce sus últimos veintitrés poemas y cuarenta y cinco cartas, que van del 18 de abril al 3 de diciembre de 1937, podemos tener una perspectiva más clara, más justa, y menos imaginativa, romantizada, de sus días postreros.

Las cartas y los poemas de amor que recopila el libro son un fascinante documento que aclara la imagen que tenemos del poeta y su poesía, así como de sus días postreros y su suicidio. Sin perder fuerza, la furia de la poesía precedente se transforma, surgiendo una potencia nueva, que lleva a su expresión lírica por senderos de una extraordinaria madurez y complejidad, entremezclando el tono lírico precedente de protesta y conciencia ideológica, con una depuradísima forma de expresión simbólica sin precedentes en József, pero también en la poesía lírica moderna, lo que justifica el enorme aprecio que se tiene por la poesía de su último periodo vital.

József conoció a Flora Kozmutza merced Kálmán Sándor -escritor y editor- el 20 de febrero de 1937. Flora nació en 1910 y falleció en 1995; en 1939 se casó con el poeta Gyula Illyés (1902-1983), con cuyo apellido, Gyuláné, firmaría sus libros y publicaciones; adquirió renombre en Hungría por sus trabajos de pedagogía rehabilitativa, a través de libros como Psicología de la pedagogía rehabilitativa (1968, 1987) e Introducción a la pedagogía rehabilitativa (1981); publicó József Attila utolsó hónapjairól (Los últimos meses de Attila József, Szépirodalmi könyvkiadó, Budapest, 1987). Cuando se conocieron, ella trabajaba como auxiliar y colaboradora del doctor Lipót Szondi, cuando éste era director del laboratorio de terapia y pedagogía en la Facultad de Magisterio de Pedagogía Rehabilitativa de Budapest.9 El descubrimiento de ella significaría una absoluta transformación en su poesía y en su percepción del mundo. Ciertamente, el amor transfigura al poeta, quien parece abandonar el pesimismo que no sólo su poesía sino su célebre Curriculum vitae, de 1937,10 reflejaban de manera persistente. En éste, de acuerdo con Nicoletta Ferroni,11 atribuye su infelicidad a su triste infancia y a la ausencia de afecto familiar -la madre, Borcza Pőcze,12 muere a causa del cáncer en 1919 y el padre, Aron, abandonó a la familia, como refiere en un doloroso poema de 1928 dedicado a ellos.

Este documento, el Curriculum vitae, resulta sumamente significativo, pues de él se pueden sacar conclusiones que ayudan al lector a entender la transformación que sufre el poeta. En el origen humilde es posible hallar la causa tanto de su débil salud,13 de los problemas emocionales que sufriría, cuanto de los deseos suicidas que lo embargarán en diversos momentos y que lo llevarían finalmente a tomar sesiones de análisis con especialistas.14 Es probable que los juveniles trastornos de que habla, a los que atribuye los intentos de suicidio, se refieran a las típicas crueldades y abusos de la pubertad y que en no pocas ocasiones determinan el carácter de los adultos.

En la carta del 13 de julio,15 le confiesa a Flora de su primer intento de suicidio: «Durante la época en que permanecí en casa de la familia de Ödön Galamb, mi maestro, me besó luego de ingerir 50 aspirinas», un rico abogado, casado con la hermana mayor de Attila, Jolan (1899-1950), quien en 1940 publicó una biografía de su hermano.16 Galamb (1882-1944) era profesor en el liceo de Makó, de donde vendría su apellido Makai, y al percatarse del talento de Attila, lo envió al liceo. Este periodo de apoyo e inserción social, posterior a la muerte de su madre, duraría poco tiempo. Como sea, habría dos intentos suicidas más: el primero, en 1914, cuando ingirió una sustancia que pensaba era tóxica, y un tercero, en 1923, cuando se arrojó a un tren que pasaba sobre Makó.17 En ninguno de los casos Nicoletta Ferroni informa sobre las razones que lo llevaron a tales decisiones, si bien sobre el tercero envía al lector al estudio introductivo de la antología italiana de los ensayos de József, La coscienza del poeta, editado en 1988 en Roma, agotado casi de inmediato y que merecería una reimpresión, en el cual, al parecer en las páginas xxxi-xxxii, hay una referencia más precisa.

Aunque en el Currículum no lo menciona, József guardaba sentimientos encontrados hacia su madre. En la carta del 13 de junio, József confiesa sus sentimientos al respecto, gracias a sus sesiones de análisis que llevaba tiempo tomando. Por esos días la salud de ambos no era muy buena, si bien la de József siempre había sido débil a causa de su origen humilde. Ella padecía de una hipertrofia del corazón.18 Durante el último año de su vida, las visitas a diversos médicos se hicieron más frecuentes. No sólo las sesiones de análisis psicológico, sino estancias en hospitales a causa de viejos padecimientos que se recrudecían. Sin embargo, debido a la pobreza endémica que el propio József reconocería en una carta del 31 de julio, le era casi imposible mantener cualquier terapia de rehabilitación o pagar los costes de atención médica. A ello habría que agregar un enamoramiento casi instantáneo por las mujeres que conocía, seguramente el fruto de la temprana pérdida de la madre, lo que lo llevó a interrumpir, hacia fines de 1936,19 las sesiones con la doctora Emy Gyömrői, de quien se enamoró rápidamente, retomándolas con el doctor Robert Bak (1908-1974), neurólogo y psicoanalista que en enero de 1937 publicaría en la revista Szép Szó (Hermosa palabra) un artículo sobre la enfermedad que padecía József, József Attila betegsége. De acuerdo con el comentario de la Ferroni,

 

Bak analiza la situación social y política de la época en que vivió el poeta y las diversas influencias que ella ejercitó sobre su enfermedad. Entre otras, esclarece cuáles pudieron haber sido las causas por las cuales el poeta rompió con el Partido [comunista], y se detiene sobre la constante sensación de Attila de que su actividad en el Partido clandestino nunca hubiera sido adecuadamente valorada.

En el mismo artículo publicado en Szép Szó, Bak afirmó que si bien Attila József se habría enfermado definitivamente cuando comenzó la terapia con la Gyömrői, no se agravó a causa del amor no correspondido por esta mujer, ni por la insoportable situación social. Por el contrario -sostiene Bak-, ya desde su infancia los problemas personales de József habían surgido por la incapacidad de adaptarse a la época en que vivió y por la falta de medios económicos (cfr. József Attila betegsége, La enfermedad de Attila József, Ibíd. [Szép Szó], pp. 106-107). Además, según Bak, tal y como había sucedido con Edit, también en su relación con Flora, Attila se sentía inferior, débil, feo, no suficientemente adulto. Por tanto, el suyo era un complejo que había probado con más de una mujer (cfr. József Attila betegsége, Ibíd., pp. 109-110).20 

 

En la carta del 8 de agosto József le dice a Flora: «El doctor Bak (con una k) dijo que mejoro “relativamente”. Yo respondí que o sano del todo o muero. Esa es la verdad»;21 en cartas anteriores le había indicado que sin ella no podría vivir, que la vida no tendría sentido sin ella. Pero en esta carta el sentido es muy distinto. ¿Es un indicio de su siguiente intento suicida?

Desafortunadamente, no hay forma de saberlo con un asomo más o menos científico. Cuando Kálmán Sándor presentó a József con Flora, la intención inicial era que ella le aplicase la prueba de Rorscharch, consistente en una serie de diez gráficas de tinta simétrica, presentadas en un orden específico, que el paciente debe interpretar libremente. Flora interrumpió el examen al llegar a la quinta gráfica, y jamás lo continuaron. De acuerdo con Ferenc Mérei, «la sexta gráfica tiene que ver con la esfera de la vida sexual del individuo, en tanto a través de la quinta es posible analizar la tendencia al suicidio de un individuo».22 De modo que no es posible sacar una conclusión definitiva con respecto a una posible latencia de deseos suicidas en József. Empero, tampoco hay razones para suponer, como lo hacen Marinka Dallos y Gianni Toti, que todos los demonios que persiguieron a József no tienen relación alguna con su obra y su suicidio, porque es evidente que su obra es el resultado directo de las condiciones de vida y época que le tocaron vivir.

Al inicio de su descubrimiento, Flora es el símbolo de la salvación para el poeta, y el entusiasmo no sólo de sus cartas, sino las poderosas imágenes y símbolos que pueblan su poesía durante este periodo inicial sorprenden por su originalidad, complejidad y plasticidad, pero las negativas van minando su entusiasmo y actitud; esto sólo es parte de un entorno que lo va cercando y le impide salir del restringido espacio al que la pobreza lo ha ido confinando. Las mujeres de las que se enamora no lo entienden, no se interesan por él, y muy probablemente él resiente la ausencia de una figura femenina que lo soporte y brinde una referencia emocional; es rechazado de los trabajos, marginado de toda actividad económicamente remunerativa; el propio partido comunista húngaro censura su pesimismo y lo aísla; Gyula Illyés, y no él, es enviado a Moscú en 1935 con motivo del congreso de escritores soviéticos, y además comienza a suponer que aquel se interesa por Flora, aun cuando ella afirma que en ese entonces Illyés aún estaba casado con su primer mujer; todo esto lo va debilitando, y de acuerdo con el testimonio de Flora, haberlo aceptado no habría cambiado la situación anímica y de salud de József. Pero la poesía que escribe en este último año es extraordinaria, de una extraña intensidad y absolutamente fascinante. Sin embargo, no fue suficiente para salvarlo. Y él lo sabía. No es casual que dos de los poemas más relevantes de este año tengan títulos muy semejantes: «Por fin entiendo a mi padre»,23 y «Al fin he encontrado mi patria».24 En ambos poemas la sensación de derrota es abrumadora.

La poesía no fue suficiente para salvarlo, pese a todo lo que luchó y escribió. No hubo redención a través del amor, pese a las imágenes redentoras de poemas impresionantes como Sas, Águila, pero a través del amor halló su poesía un destino muy superior al que el proletariado, el Partido o cualquier mujer, podrían haberle dado. Finalmente pudo hallar su sitio en el mundo, no obstante haber dado testimonio no sólo de su desesperación, sino de la tierra que ruge y necesitaba una voz, la suya.

Empero tampoco hay razones para idealizar el suicidio de József, como de hecho ocurre entre ciertos círculos marginales en nuestro país, en los que la sola referencia al suicidio de cualquier escritor (Trakl, Celan, József) es casi la contraseña para ingresar a un mundo de cultos sin dioses, y de dioses sin culto.

Por eso es digno de alabanza que Maxine Kumin nos advierta sobre esta lamentable práctica, no exclusiva de nuestras esferas. Permítasenos citar in extenso sus lúcidas palabras, que hacemos nuestras:

 

Here in the West —and perhaps not only in the West— we have the unfortunate tendency to lionize our suicided poets, as if to take one’s own life confers on the work left behind a special grace.

Sylvia Plath, like József, was only thirty-two; Hart Crane, thirty-three; Anne Sexton was forty-five. Berryman was in his fifties when he leapt, weaving, off the bridge; Paul Celan, who survived a forced labor camp only to hurl himself into the Seine, fifty. In every instance, tormented by their inner demons, it was, nevertheless, the poetry that kept them alive. Plath, after all, had made a serious earlier attempt to kill herself in her adolescence; Sexton, after an initial postpartum depression, had taken a number of overdoses. Berryman had been unable to conquer his alcoholism, Crane, his frequent bouts of depression. Celan never recovered from the horrors he endured under the Nazi regime.

The general public enjoys a kind of prurient interest in these untimely deaths, perhaps taking them as evidence that poets are moral weaklings, effete creatures unlike themselves, unable to stand up to the pressures of daily life. Yes, we would have been richer Plath, József and his fellow suicides not succumbed to their separate despairs. The poems they might have been written haunt us even today. But let us celebrate what, against enormous odds, they achieved.25

 

[Aquí en Occidente—y quizás no sólo en Occidente— tenemos la infortunada tendencia a celebrar a nuestros poetas suicidas, como si quitarse la propia vida le confiriese al trabajo dejado una gracia especial.

Sylvia Plath, como József, tenía sólo treinta y dos años; Hart Crane, treinta y tres; Anne Sexton tenía cuarenta y cinco años. Berryman estaba por sus años cincuenta cuando saltó, despidiéndose, del puente; Paul Celan, quien sobrevivió a un campo de trabajos forzados para lanzarse en el Sena, cincuenta. En cada caso, atormentados por sus demonios internos, no obstante, fue la poesía la que los mantuvo vivos. Plath, después de todo, había hecho un serio esfuerzo por matarse en su adolescencia; Sexton, después de una inicial depresión postparto, tomó varias sobredosis. Berryman fue incapaz de conquistar su alcoholismo, Crane, sus frecuentes ataques de depresión. Celan nunca se recuperó de los horrores que soportó bajo el régimen nazi.

El público general disfruta un tipo de interés lascivo en estas muertes intempestivas, tomándolas quizás como la evidencia de que los poetas son personas débiles morales, estériles criaturas al contrario de ellos, incapaz para superar las presiones de la vida diaria. Sí, nos habríamos enriquecido si Plath, József y sus compañeros suicidas no hubiesen sucumbido a sus desesperaciones. Los poemas que habrían escrito nos rondarían aún hoy. Pero permítasenos celebrar lo que, contra las enormes posibilidades, ellos lograron.]

 

Las lúcidas palabras de Kumin no sólo nos ofrecen una visión más razonable, menos románticamente idealizada del poeta, sino que incluso nos ofrecen la posibilidad de evitar las lecturas ideológicamente sesgadas que nos proponen Toti y Dallos y concentrarnos en lo más importante: no en la aplicación de una teleología a modo ni la interpretación ideologizada y convenenciera de la obra del poeta, sino en la poesía, sin más. Y eso es lo que, a final de cuentas, celebra toda poesía: a sí misma, como supremo monumento lírico de un momento histórico.

 

 


1 Poesías, selección y traducción de Fayad Jamís. Corvina, Budapest, 1967. El escueto comentario de Szabolcsí dice que su suicidio se debió al agravamiento de «una neurosis que progresa con rapidez, pero no impide que su poesía vuele más alto». Debo el conocimiento de esta antología a la generosidad incomparable de Daniel Gutiérrez. Una reedición, tipográfica y editorialmente más pobre de esta misma, aparecería después en Alberto Corazón editor, Colección Visor de poesía, 54, Madrid, 1975, e inexistente desde entonces.

2 Winter Night. Selected Poems of Attila József, translated from the Hungarian by John Bátki. Field Translation Series 23. Oberlin College Press, Ohio, 1997. Perched on Nothing’s Branch. Selected Poetry of Attila József. Translated by Peter Hargitai. Foreword by Maxine Kumin. Terra Incognita Series, volume 6. White Pine Press, Buffalo, New York, 1999. 

3 La grande triade della poesia rivoluzionaria ungherese. Petőfi, Ady, József, Fahrenheit 451, Roma, 1999.

4 Toti y Dallos señalan que «las crisis personales, los amores infelices, la enfermedad nerviosa que lo llevaron a destruir su tormentosa existencia bajo las ruedas de un tren comercial en 1937, son sólo episodios privados, que no inciden sobre su conciencia ideológica y sobre sus convicciones estéticas», en Ibíd., p. 35. Por lo demás, casi todos los juicios que estos autores emiten sobre József no sólo pecan de este tipo de interpretación sino que en el fondo son el resultado de la misma conciencia ideológica, lo que los lleva a emitir lamentables juicios sumarios, como cuando de un plumazo descalifican los juicios críticos de Mario Luzi, Jean Rousselot y Orio Gregori pero justifican la reivindicación post mortem que el Partido Socialista Unitario [sic] Húngaro hizo de él, cuando en vida fue criticado «por su poesía pesimista y por no ser [sus versos] suficientemente “de agitación”» (p. 32), pero, afortunadamente, «logró contener el desencuentro con el sectario grupo de los intelectuales de izquierda y con el partido, dentro de los límites de una dialéctica interna en la gran familia proletaria» (p. 33). Por lo demás, este tipo de reivindicación postrera es una típica acusación de los socialistas hacia la burguesía, que no considera ni valora adecuadamente a los artistas sino hasta que desaparecen, y ya no constituyen un peligro. Recuérdese la lamentable frase de Ernst Fischer, «el mundo socialista toma el arte en serio», en La necesidad del arte (Ediciones Península, Barcelona, 21989, p. 248).

5 La verdad de la poesía. Tensiones en la poesía moderna de Baudelaire a los años sesenta, Fondo de Cultura Económica, México, 1990, pp. 235-236. József está incluido por Harold Bloom en el listado final de El canon occidental, Anagrama, Barcelona, p. 564. Por lo demás, el parco comentario de Hamburger resulta extraño si se considera que él fue uno de los traductores de József al inglés.

6 Szabolcsí se refiere al respecto con estas palabras: «Su carrera de poeta sufre una transformación […] cuando en lucha con sus propios males, sus problemas personales y la presión creciente del fascismo húngaro crea sus grandes poemas ideológicos», Op. cit., p. 17, subrayado nuestro.

7 Ibíd.

8 Bulzoni Editore, Quaderni di Storia della Critica e delle Poetiche, Collana minor, 17, Roma, 1995. Introducción, traducción de las cartas y notas de Nicoletta Ferroni, Prólogo y traducción de los poemas de Tomaso Kemeny. Las cartas vienen numeradas consecutivamente.

9 Illyés Gyuláné, en József Attila utolsó hónapjairol, p. 35, referida por N. Ferroni, Op. cit., p. 42.

10 Reproducido en la edición española de la antología de Fayad Jamís (p. 9), sin mayor referencia que la primera publicación en castellano, en 1963 en La Habana; la versión de John Bátki (p. xiii) sólo indica «febrero de 1937». El cv le fue pedido a József por un banco, al que solicitó trabajo.

11 Op. cit., p. 38.

12 En el poema, ella aparece mencionada de esta forma, pero en el Curriculum vitae de 1937 el nombre es Borbála.

13 De acuerdo con su propio testimonio, durante su estancia en Viena para estudiar en la universidad, él vivía en la más completa miseria, vendiendo periódicos y realizando trabajos de limpieza para sobrevivir. Muy pronto recibió la ayuda del mismo director, quien lo auxilió.

14 De hecho, en la sexta carta menciona una sesión de análisis con la doctora Emy Gyömrői (1896-1987) a propósito de su amor hacia su madre. József había comenzado sesiones de análisis activo con el doctor Samu Rapaport (1888-1979) hacia 1931, si bien se conocían desde 1923 y en realidad la relación nunca fue de paciente-analista, sino de amigos, pero continuó con Gyömrői en los albores de 1935 hasta el verano de 1936. Ella lo declaró en pocas sesiones como un enfermo mental incurable, tal como lo había hecho su predecesor, sin por ello abandonarlo a su suerte. Referencia a esta carta, en Op. cit., pp. 49-50.

15 Ibíd., p. 70.

16 Ibíd., p. 52n.

17 Ibíd., p. 70n.

18 Ibíd., p. 41n.

19 Ibíd., p. 88n.

20 Ibíd., pp. 88-89n.

21 Ibíd.

22 F. Mérei, Rorschachpróba, pp. 198-199, citado por N. Ferroni en Op. cit., pp. 53-54n.

23 Reproducido en Winter Night, pp. 121-122.

24 Reproducido en Ibíd., p. 126; Poemas, pp. 125-126, y La grande triade…, pp. 265. Éste es considerado como el último poema que escribió.

25 Maxine Kumin, “Foreword” a Perched on Nothing’s Branch, pp. 11-12. Traducción nuestra.

 

 

 

Datos vitales

José Manuel Recillas (1964) ha publicado los siguientes libros de poesía: La ventana y el balcón (1992), El sueño del alquimista (1997) y está incluido en la antología Entre el sol amarillo del escombro (Sao Paulo/Montenideo, 2003). Publicó el grupo de ensayos Aproximaciones al expresionismo (2004) y en España vio la luz Los senderos interiores. Ensayos sobre el destino del escritor y la escritura (2010). De Lafcadio Hearn tradujo Insectos y poesía griega (2004) y Probervios budistas japoneses (2006); de Walter Alexander Raleigh tradujo Robert Louis Stevenson (1998). Del poeta alemán Gottfried Benn tradujo Trayectoria de un intelectualista (1999), Aforismos (1999) y Poesía (2005). En 2009 editó en dos volúmenes una amplia selección de su obra bajo el título Ein Wallung namelos / Un peregrinar sin nombre. Actualmente está preparando, para 2012, la edición de las obras completas de Juan Bautista Villaseca, de las cuales este año verá la luz su Libro de diurnos, y de quien en 2010 publicó dos breves selecciones: Este México triste (Ditoria) y Cuatro diurnos (UNAM). También prepara la primera traducción de la novela Das Kind, de Christine Lavant, que verá la luz este año.

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