Presentamos una serie de inéditos del poeta Guatemalteco Allan Mills. Ha publicado los libros Los nombres ocultos, Marca de agua, Poemas sensibles, Testamentofuturo, Síncopes y Caja Negra XX 2012.
Poemas (inéditos) para Círculo de poesía
Éste es el Último Libro escrito desde el Futuro.
Va reventar como las olas adentro de tus sueños,
No será el mar sino apenas la memoria
De lo que ya no vendrá más.
Y menciono a las olas porque Estas Páginas
Se mueven ahora entre tus manos:
Son como peces anunciando el final de una enfermedad
Que jamás sufriste.
El Futuro es parecido al mar pero con hojas,
Toda nuestra materia corresponde al símbolo negro
Que ahora toca tus dedos,
Una letra besando a otra letra que besa a la otra,
Hasta formar la idea de lo que va a venir.
Nos da miedo, pero ha llegado el momento
De leer este Último Libro.
Utopía
Éste es el poema que me pediste que no te escribiera:
Es verdad que habría sido más fácil
Dejar a la perfección actuando como un espejo
Frente a tu rostro,
Pero ahora lo estoy escribiendo,
Y sólo me queda pedirte que lo olvides
Cuando llegues al punto final,
Es más hermoso lo que no se podrá ver,
A esto algunos le dicen Utopía,
Una palabra altisonante cuando no se sabe usar,
O cuando se aparece como una estrella apagada,
En medio de otros versos que desearían brillar
Como la luz del sueño donde estamos juntos,
Leyendo un poema invisible.
Megatemplo
Una iglesia es una tumba del cielo.
Nuestros vínculos, un accidente,
La historia de lo que vemos,
¿Qué es ahora o qué fue?,
Repetidas redes del hallazgo,
Se desdibujan al iluminarnos,
Que es lo mismo que mirarse
Y ser de frente un ser sin velos,
O con la cera de una vela interior,
Esplendiendo desde la pantalla
Donde se escriben restos de historia,
El deseo del recuerdo no vivido.
El cielo es un jardín que se evapora.
Leche
Dejé correr la leche en su boca.
Me recordó a una cantante de arias
Y su gesto parecido a la desesperación.
La piel se le puso transparente.
El descenso de una serpiente blanca
Le andaba por adentro del cuerpo.
Al notar mi cara de espanto,
Me preguntó si seguía siendo ella,
O qué diablos estaba sucediendo.
No tengo en mente mi respuesta,
Tampoco sé cuántos años pasaron,
Desde su última palabra,
Hasta que me quedé en blanco.
Quería hacerle el amor a su fantasma.
Hablé con el aire y el vacío.
Fueron siglos de espera por la palabra
Que sólo ella podía darme,
Pero carecía de habla,
O le era difícil articular algo,
Por tener la boca llena de leche.
Le pregunté si era dulce
Y abrió los ojos con desmesura,
Tragándose toda la luz
Esparcida en el área.
Galletas
Había constelaciones y galaxias,
Con otras constelaciones adentro,
Estrellas y planetas estrellándose
Contra las estrellas,
Caían los meteoros como galletas
En el plato de leche,
Una serpiente con plumas
Dibujaba espirales de infinitud,
La luz invadiéndolo Todo,
Y el firmamento se traslucía,
Como una forma de repetir
La piel de esa hembra encendida,
A través de una pantalla:
Hacía de protagonista en una película
En la que me expulsaba de su Universo,
Como cuando una se cansa del otro
Y lo echa a patadas a la calle,
Para verlo morir en una ciudad extraña.
El amor ya no existe en estos
Campos siderales.
Apenas repetimos la performance
De algo que imaginamos existirá
En el futuro de otros mundos:
Esos que se sueñan al duermevela,
Mientras intentamos transmutarlos
A la página.
Artesanía berlinesa
He aprendido a escribir poemas,
Disuelvo millones de letras,
Mientras canto sin sonido,
Olas turbulentas de la página,
A mis amigos les nacen ojos,
Ahora los llamo Lectores,
Ya me es imposible mirarlos,
Antes bebíamos por las noches,
Sus sombras eran mi sombra,
Vivían al interior de mi mente,
Pero nadie nos dijo que un libro
Era una secuencia de tiempo,
Apenas llenábamos las copas,
Mientras se escuchaba el oleaje,
Como el rumor de algo muriendo,
La página se llenaba de colores,
Cuando no sabía escribir poemas
La tinta era un despliegue negro,
Y los Lectores no eran mis amigos,
Sino las sombras de sus sombras.
IPad
El cielo desapareció frente a mis ojos.
Ahora sólo veo una armonía exagerada
De flores secas y resplandores.
El agua se empapó de sí misma
Y ahora parece la cosa más seca
Que se nos ha introducido en la garganta.
A esta hora comienzo las lecciones
De la carne entristecida.
Mi Ipad escribe sola,
La insurrección de una lengua muerta,
Estrellándose contra la pared.
Las nubes más lentas que he visto
Comienzan a salir por mis ojos,
Con la violencia del agua que ya no moja.
Soy una pirámide de arenas volcánicas
Asediada por la desaparición,
Una duna acosada por la sed.
Cosas que uno comienza a decir,
Para olvidar al Futuro que se esclarece
Desde el cuerpo perdido.
El sol es terrible y no cesa,
Me dan ganas de cambiarle de nombre
Para que salga en los momentos de oscuridad,
Cuando las memorias de la tragedia danzan
Por mi piel a la manera de un deseo.
Sé que voy a olvidar mis peores visiones:
Floreceré como un mar,
Donde los peces respiran centellas.
Polaroid
Finalmente he podido tocar
Al engendro que fui.
Lo hice a través de una fotografía polaroid,
Pegada en la pared.
Al principio parecía yo mismo,
A mi edad actual,
Nada denunciaba el hallazgo
De ningún ser sin Tiempo.
Todo fue comenzar a rascar el material,
El papel con la luz acumulada perdió capas
Y más capas hasta que perforé el muro.
Frente a mí se abrió un agujero negro.
Parece el interior de un caracol.
Avanzaba hacia a mí una especie de luz,
Una iluminación imposible de explicar.
Y pude verme partícula por partícula,
Me sentí pasando por cada poro de mi piel,
Era la energía ya caminando dentro de mí,
La psique de un agujero negro,
Tragándose al Universo.
Black latex
Tenías varias bocas
Y varias entradas a ti,
Se te hacía normal
La humedad de un orificio
Llenada por unos cuantos sables
De dolor y de odio histórico,
Parecían antorchas olímpicas
Para un sol en el vacío,
Al verlos con tanta feliz negritud
Pensaste que eran buenos
Y que esos esclavos gozarían
Vidas de maravilla y fluorescencia,
Saliendo de ti o entrando,
Nunca imaginaste que tal escena
Era un laboratorio a escala molecular,
Tu cuerpo ocupado un Jardín de las Delicias
Donde tus bocas eran incapaces del habla,
Les recordaste a una mucosa invadida
Por siglos de luchas de clases y guillotinas en piel,
Fantasmas blancos adentro de cuerpos negros,
Igualmente brillantes y sombríos,
Toda la leche que bañó tu rostro
Servirá para pintar 250 frescos y 456
Capillas Sixtinas,
Tendrán la apariencia de estalactitas
Llorando al interior de una cueva africana,
Y esa obra se va a llamar
Un mestizaje que fracasó.
Me estoy desembrujando,
Ayudan los árboles y los colores,
Hay ángeles por todas partes,
Ahora puedo reconocerlos,
Debemos fijarnos bien
En las marcas de su piel,
Son invisibles pero resplandecen,
Me recuerdan al niño que sobrevivió
Al ataque de las hormigas gigantes,
Luego viajó a un lugar que lo hizo soñar
Con el África llena de lagos de miel,
Creo que la comparaba con su soledad
Y con la nostalgia de su vejez,
Es como si todo esto fuera
El lenguaje mudo de los ángeles.
De la compilación Testamentofuturo
Vox dei
Allá ellos
que brinquen
y se desmayen.
Que se abstengan
de los vinos.
Que me busquen
en un muro
de lamentos.
O que hagan el amor
mirando hacia la Meca.
Fotografía con autorretrato
De engaño a engaño va la luz y no calla.
Da un salto la luz y es el vacío entre dos cuerpos.
Ese espacio iluminado recuerda a la permanencia
o a la necedad de querer ver y ser en la luz.
De engaño a engaño va la luz y no cesa.
Nada termina si no hay un límite oscuro.
Ese límite oscuro somos nosotros.
Flash.
Poema escrito en un templo
Haz que el hombre vuelva a sentir
que tú, hombre, subiste hasta a ti mismo
por el dolor sin fin.
GIUSEPPE UNGARETTI
No señales las estrellas.
Tú las pusiste fuera de alcance.
Nadie roza lo que tiene dentro:
la tiniebla es íntima
está latente al subir la escalinata.
(En un insecto hay muchas almas
reunidas por la agitación del polvo
y el trabajo de las aguas).
No estás cerca del fuego y te consumes.
Tú volverás de la muerte a morir.
(Las estrellas gozan alma o calor y brillan:
son distantes entre sí
mas se congregan para que tengas cielo).
¿Quién sabe del alma?
No mates insectos en vano
(las rocas del templo sostienen todo
y no tienen razón de existir).
No hables con el cielo.
Desciende la escalinata.
No eres el jefe de la tribu
pero sin ti el mundo es menos.
Algo letal más allá de palabreras.
Algo capaz de desquites,
de sellar destino con cuerpos
sangrados y duros.
Venganza para aquellos que no dijeron,
ni alcanzaron a decir ni pudieron.
Ellos sí saben de la pérdida y no lo saben.
Aunque, quizás, mejor relax,
entrarle al billar y que lo sonado
golpee a lo que está por sonar, sí, casi
como darle al billar: que una palabra
empuje a la otra y retumben las esquinas todas
de este mesón estupendo.
Carambolazos encendidos,
ardiendo sonares de sí a sí,
sin revanchas.
Hay que ver que no se use
ningún material extraño,
así, si quiere hablarse de niños
reventados contra los árboles,
habrá que decirlo sin omitir la sangre
escurriendo las cortezas;
no vale la pena desbancar dolor
por ideas, mejor apresar la hinchazón
nerviosa que traen los ramalazos;
no meter palabra y palabra
donde el plomo sabrá armar su vacío.
Hay que evitar sucedáneos;
si la carne arde, gruñir macizo;
en cada impacto, mostrar su trayectoria;
a cada estallido, la savia roja de los árboles.
Las líneas de ese otro libro que lees
te indican que no estás a salvo,
que no lo estarás nunca,
que nunca serás salvo.
Ni las flores adormecedoras,
ni los picos más altos, donde las banderas
ondean ese orgullo un poco tonto,
ni el mar que es todo deseo.
Nada, nada te salva.
No vuelvas a sintonizar el noticiero,
haz un graffiti en tu cuarto
que diga algo lindo o algo sucio,
pero que diga y ensucie esas paredes
que te conocen tanto.
Súbele el volumen a la música,
decídete a quemar ese libro,
viaja y llévate las cenizas
al sepulcro de Kafka.
El indio no es el que mira usted
en el catálogo de turismo,
cargando bultos
o llevándole comida a la mesa.
Tampoco el que ve desde la ventanilla
y pide monedas haciendo malabares,
ni el que habla una lengua muy otra
y resiste fríos nocturnos.
No, el indio está adentro,
y a veces se le sale, acéptelo,
aunque lo entierre en apellidos,
aunque lo socave bien
y niegue su manchita de infancia,
ahí está, acéptelo.
Y si aparece esa agua rancia,
voraz, el aguardiente que inflama,
ya verá que se le sale,
el indio empuja con su fuerza de siglos,
emerge ardoroso y se le sale,
con lo guardado,
con lo que dura doliendo.
No, no es otro,
el indio soy yo,
a ver, repita conmigo.
Datos vitales
Alan Mills (Guatemala, 1979) ha publicado los libros Los nombres ocultos, Marca de agua, Poemas sensibles, Testamentofuturo, Síncopes y Caja Negra XX 2012.