Presentamos la poesía de Fernando Carrera (Guadalajara, 1983). Es autor del poemario “Expresión de fuego” Mantis Editores-Sec. de Cultura, 2007. Recibió el Premio Nal de Literatura joven Salvador Gallardo Dávalos 2010 por su poemario “Donde el tacto”.
DUALIDAD
En el centro de la flama
palabra y caricia
forman un silencio
En el centro del silencio
la palabra
es caricia que arde
En el centro del concepto
caracol y pájaro
forman un movimiento
En el centro del movimiento
el pájaro es concepto
caracol en el instante
En el centro
blanco y negro funden
una sola transparencia
LUZ QUE PRECEDE
En el agua que se hace orilla
en el tiempo que espera
en donde el ansia se transforma en beso:
soy el detenido
aquél que consumió los vegetales de la aurora
el que descansa en la estructura callada de la noche
Soy el ala
que recorre las enredaderas del aire
momento que precede a otro relámpago
(la vibración más temprana)
Algo en mí, dentro de mí reclama
Algo de arcilla y de agua con raíces
Un poco de polvo y de la sangre del polvo
: a veces aire
ceniza agonizante
Ven y duerme esta noche
entretejida en mis manos, no por mis manos
Mira este vacío y verás el precoz esperma de mi padre
antes que el primer trago de leche
la primera galaxia
Mira un poco más
: verás la muerte
De “Expresión de fuego” (Mantis 2007)
QUIZÁS hubiera estado en mis manos. Quizá lo estuvo, aquí. En mi mano, abierta siempre, está lo que puede ser. Lo que puedo, al menos. Un topo cava el sueño (su olor): en la oscuridad del cuarto empujo a pesar del entumecimiento. En el muslo, detrás, debajo, se tensa el arco del pie que no es aleta. No dispara. No
te vas. No te vayas, dijiste y rojo, un beso como navaja. Tus ojos ─no te vayas─ me dijeron fijos. Quizás estaba en mis manos tu cuerpo, la noche completa y aquella ciudad. Lima y de pronto el océano “Lima la aspereza que la nostalgia trabajó en mi gesto”, te pedí en el puente aquel donde Vallejo dibuja profecías. Sumerjo el rostro en las sábanas, se forman nuevas ondas en la marea. Luego tu peso, el olor que me provoca dientes y manos (no aletas) que nadan. Empujo a pesar del entumecimiento, el tiempo se acalambra al tambor de nuestro espasmo. Un topo cava en mi memoria / en la oscuridad
del cuarto el olor es una antorcha
A GUSTO navegas la incertidumbre, tocas unos senos como astros: serán tu guía en la noche, en el abismo que habrá de llamarte. Se mueve todo el tiempo, piensas, la quietud momentánea, la ondulación de este instante sobre el cual el pensamiento fluye. Te recuerda aquella tarde frente al muro o en la punta de la azotea, donde la ciudad es otro mar que puebla la memoria. Ahora, cama adentro, viajas e identificas el lugar que duele, el espacio donde no está la isla que espera un nombre, que regala nombres a la visión del que busca
El viento ¿cuántas veces el viento te acompaña? el aliento que respira a tu lado, o de frente, marca las posibilidades del viaje inesperado, de romper el cerco de mareas aún no descifradas. Empuñas un signo con tu mano en alto, sin esperar que un rayo de luz atraviese la alcoba para retar lo conocido, que, como una madre milenaria, te invita a sembrar, a honrar la agricultura de lo que permanece, de lo que perdura en la tranquilidad de estar ahí, del buenos días y las buenas noches. Te levantas de nuevo, miras los labios, el sello que te ha quemado. Sabes que la sed de huracán es mutua, y muta cada vez
Segunda nota
And the ancient empty street’s too dead for dreaming.
Bob Dylan
PASA algo raro. Pasan la voz y el tacto, que hechos caricia nadan en la línea de los ojos. Invisibles se nutren, confabulan en la memoria de la carne (fuego nuestro) que se muerde y flagela en la inconsciencia de estar, de revivir la calle para la germinación de nuestros sueños esenciales
Hablemos. Sé lo más sincero conmigo, para si pasa algo, podamos arreglarlo, dijiste
¿Cómo se ordena la médula espinal de la noche? ¿Cómo se penetra entre las piernas lo ausente? Ante lo indescifrable, silencio. La sinceridad es la telaraña que se degusta en esta lengua que antes te lamía: te nombró alguna vez
Pero el cielo es un mar que se oscurece, otra la voz del movimiento en la luz de estos ojos. Tal vez se levanten las torres del beso y en la carne nuevas grietas testifiquen el galope de la sangre, de otro hombre, otra mujer con nuevo rostro y palabra curiosa
La ruina es ruina, y queda; el cuerpo es cuerpo
Revelación de Tláloc
CUERPO que vas a la deriva, cuerpo. Espíritu en la mano, a flor de piel la luz nos existe. No soy el Dios de la lluvia: es la lluvia de fuego que al caer forma a quien ama, el que engendra, soy. La doble serpiente en la mujer, el cuerpo sin rostro que domina al tiempo
Miras tus ropas extendidas en la cama, vacías: sabes que el azar no tiene geometría, ni el recuerdo. Así, evocas el agua que fue agua en tu boca; el café y el verde compartidos en la mirada; en el olor desprendido de tu cabello y el árbol; en el mar volviéndose, de pronto, tierra
Templo de la doble efigie, no soy la lluvia, no soy el fuego. El cuerpo que gira en el centro del aire, la caricia en la mujer desmembrada, soy. Cuánto dolor la sangre en la piedra, amor de estas garras que son rostros: gesto inicial de lo creado
En tus manos hay una línea nueva “¿Podremos caminar sobre esta cuerda, juntos?” dices y me tocas, como quien mira el mar por la tarde. Nunca fuimos tan poderosos, tan plenos como en esta luz que es cielo de todo: sobre la hierba donde extendimos alimentos y vino (siempre el rojo que amanece), hacemos el amor ─el fuego que así se nombra─ y derivamos mínimos, fugaces como río que se escucha, viento que se huele, al fin nombre que se besa
En mi rostro el hambre de los siglos, primera voracidad en la mirada, la bocanada de aire en la desolación de los hombres al nacer; los colmillos que ves, la incisión de la luz en tu nuca cuando el sol no puede ser ignorado. Cuerpo que guardas el sabor y el tacto que será, el poder en sí mismo posible. Todos los sentidos y la lluvia responde, el fuego y la tierra germinan: cuerpo mujer que es hombre y mar. En el rostro de la piedra mira el reptil definitivo, el águila que soy
Última nota
VIENTO del sur, algo ha cambiado, un gesto una palabra, el viento se me nota. El mar está, llama de frente y a veces se me olvida, de pronto se me vuelve sangre en las manos, detrás de la piel esconde lo que la furia Quisiera no ser más el que aúlla en pleno mediodía, por algo que no sabe, apenas presiente
El mar estalla, ama de frente a lo que ha sido orilla: lo que lo mira desde arena. Adivino el pasado Es oficio de quien busca robarle al silencio tu voz y comerla hecha fruto de la espera: tocarla en su sabor, al fin, definitivo y rojo. Éste, el aliento robado a tanto gris tejido, nuestro nombre, en el aire se volvió pez, trazo en el hondo bajo fondo de una noche extendida hasta el cansancio de las cosas: hasta la mueca de una cama, siempre ruina, con el rostro distendido y honesto de los paisajes abandonados Levanto un brazo, entrego al viento mi mano abierta, llena de vacío y tacto. La alcoba es horizonte siempre incierto para quien hace las preguntas correctas. Soy apetito que no se resigna, metal ardiente en el centro de la duda: he jurado hundirme con mi barco. O descansar de nuevo, triunfante, en el color en la luz de tu saliva, de tu secreto hecho boca y música
del mar, esta llama En mi frente
una sola isla, un solo nombre
De “Donde el tacto” (ICA-Conaculta) Premio Nal de Literatura joven Salvador Gallardo 2010
Datos vitales
Fernando Carrera (Guadalajara, 1983) es autor del poemario “Expresión de fuego” Mantis Editores-Sec. de Cultura, 2007. Recibió el Premio Nal de Literatura joven Salvador Gallardo Dávalos 2010 por su poemario “Donde el tacto”. Recibió Menciones honoríficas en el Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén 2009 y en el Premio Nal. de Poesía Efraín Huerta 2006. Becario del Programa de estímulo a la creación y al desarrollo artístico, del CONACULTA y la SC de Jalisco 2008-2009 y de nuevo en 2010-2011. Publicado en diversas antologías y en medios impresos y electrónicos a nivel nacional e internacional. Ha sido invitado a dar lecturas en diversos encuentros de escritores, foros culturales y académicos del país, y recientemente en algunas ciudades de España y Venezuela.