Luis Flores Romero (Ciudad de México, 1987) es uno de los poetas más interesantes de su generación. Lirismo, y un eficaz ejercicio de la metáfora y de los recursos prosódicos de la lengua animan a sus versos. Flores Romero recibió en 2009 el premio de poesía joven Jaime Reyes y en 2010, el Premio Punto de Partida. Es becario de la f,l,m..
Zeta para una mosca
¿Cómo es que esta mosca
suelta tanto ruido
si sólo es una cifra, una pelusa inquieta
y una diminuta morona de la noche?
¿Cómo es que le cabe tanto ruido
si sólo es una letra con alas y patitas?
¿Por qué tanto zumbido en una sola zeta,
en esta armónica brevísima
que vuela en si menor, en miniatura,
y en disparejos círculos? No entiendo:
la luna es un enorme y silencioso cráneo,
y este zopilote minúsculo y casero
se trae no sé qué aguda y puntiaguda música;
es como si un flautín
no sacara más que una corchea
y de repente fuera mosca esa corchea,
y de ahí todo el sonido, todo este
hilo motorizado y prolongado como un verso
de más de veinte sílabas seseantes,
yo por lo mientras llevo veinte versos y ninguno
me convence tanto como el verso de esta mosca.
Piano para una mariposa
Vivo en la ciudad, escucho un piano, es mediodía;
ya qué, la podredumbre, la inmundicia, la ciudad
grisácea, rancia, cascarienta, lejos de
la intervención explícita de Dios, y por fortuna
algo le pasa al aire, algo sencillo, algo se enciende
como un color de Modigliani;
algo pasa en el aire, algo arcangélico, algo así
como un haikú pero en insecto;
el aire está gozoso por un filo de arco iris,
por un vuelo de acuarela, por un pétalo
simétrico; ya qué, las bailarinas
no son tan naturales en su vuelo, por fortuna
la mariposa pasa porque la
música del piano se mariposifica.
Evocación para una libélula
Iré al parque a buscar una libélula,
en el camino cantaré: libélula,
libélula, libélula y la lengua
se me pondrá melosa, dócil, casi líquida;
la buscaré por todos lados; y si no
la encuentro, volveré a cantar: libélula,
metal ultravioleta, dónde estás; si no
me escucha, seguiré: libélula, libélula,
dragón de serpentina, ven; y si no viene:
libélula pincel aliterado lento chorro indivisible,
luz de doble filo ven temblor serpiente a cuatro alas,
flotante fluorescencia ven; si todavía no aparece:
libélula carajo dónde estás azul esdrújulo fulgor,
estalactita dónde dónde rápida y cosmética te busco,
dónde estás espiga que me desespero ven exploto
de no verte; si la lengua
se me seca, volveré
con un silencio
doloroso.
Réquiem por Mercedes Sosa
Por si Mercedes vuelve, por si acaso
la trae el bombo o la guitarra, si tal vez
vuelve en el galope de una chacarera,
o vuelve en el oleaje de una zamba, y ojalá
también la traiga el tango y, de una vez por todas,
todas las canciones que ha dejado, todas las
palpitaciones que ha dejado, toda la
flora y fauna que ha dejado contentísima de haber
sido concebida por el canto de la negra;
por si Mercedes vuelve, digo, por
si no la trae ningún avión, ningún concierto y aun así
Mercedes vuelve con su pura voz más pura, con su pura
voz capaz de hacer nacer panes o aves de repente;
por si Mercedes vuelve, por si acaso,
aparto dos lugares de hasta en frente: uno para
sentarme y escucharla, y otro para
sentarme y sonreírle.
Repetición
La luna tantas veces y uno se
tiene que aguantar, disimular las ganas
porque la repitieron hasta en la lechería,
porque es una obviedad, porque la luna ya,
la luna ya desde hace mucho, yo no sé
decir lunaba luneciente lunitílico, yo vengo
demasiado impuntual para la luna, yo no sé
desarrollar la luna en español, uno creció
sin saber cómo conjugar la luna, sin saber
cómo replantear la luna, sin saber qué gato
me enseñará a lamer la claridad; hay que aguantarse
las ganas de decir: la luna me cae gorda,
porque esta afirmación,
si se dice en octubre,
se vuelve una metáfora.
Borgiana en Gorostiza
La sentencia es de Borges.
Hay en Muerte sin fin, entre los versos
ciento ochenta y ocho y ciento ochenta y nueve,
una cantidad indefinida,
y tal vez infinita,
de versos adyacentes. En ellos, Gorostiza
hace un recuento prodigioso
de todo cuanto hizo, hace, hará,
el ser humano.
Alebrije
Me mira el alebrije,
el alebrije sueño de colores con su cola pez
o papagayo en pleno vuelo, su nariz también un pez
azul y vertical. El alebrije,
mezcla de dragón y de rebozo,
me mira con lo negro, con lo duro, con lo sapo
de sus ojos y se mueve por mi sueño, baila, va
de un lado a otro. Me mira el alebrije
y otra vez se acerca, se ríe, se columpia,
lagarto patas de paloma; rústica entelequia
con alas elegantes pero inútiles y brazos
de tridente inofensivo; taurino y sigiloso
se desliza de mi sueño, camina por mi almohada,
salta de mis sábanas al mundo,
se esconde en la madera de copal y la madera
la talla un artesano, la pule, la ilumina,
la transforma en alebrije y en la plaza
de los miércoles lo vende. Yo también
lo miro, lo descubro como tigre pavo real,
irrealidad brillosa, panzón y más festivo
que un borracho. Lo miro misterioso,
colorido y feliz como una feria,
juguete saurio y esperpento con su magia
de caballo; con su cuerpo lleno de
lunares rojos, blancos, lilas, semicírculos y flores;
con su lengua pétalo de lumbre,
sus orejas en zigzag, farol su cuello, su cabeza
graciosa, tensa, casi humana, y cuatro cuernos
encendidos su corona. Yo también lo miro,
miro cómo se sale de mi sueño, se me escapa
de pronto y yo no quiero despertar hasta encontrarlo;
después comprendo que se ha ido. Me despierto
suspenso y resignado, sin saber lo que me espera.
Salgo a comprar dulces
porque es miércoles
y hay plaza.
¿Será?
A Yael Escamilla
¿Cómo será el amor de esa muchacha?
¿Será como una víspera de luz?
¿Una geoda cerrada?
¿O todo lo contrario?
¿Su amor es la advertencia
de una sombra o ceniza inevitable?
¿Cómo será su olor cuando ella ama?
¿Cuántos aceites medirá?
¿Cuando ama es ingrávida
o mucho más pesada?
¿Es posible enumerar su amor por frutas?
¿Acaso por caricias? ¿Por veneno?
¿Esa muchacha ama de repente?
¿Ama sin zapatos? ¿Con insomnio?
¿Tiene filo cuando ama?
¿O ama cautelosa?
¿Con instintos de venado?
¿Cómo se debe amar a esa muchacha?
¿Con una sola mano?
¿Con todas las entrañas de la tierra?
¿Esa muchacha tiembla cuando ama?
¿O permanecerá casi intocable?
¿Como una flor de cactus?
¿Esa muchacha ama?
¿Cómo será el amor si ella no ama?
Poesía visual
Nada más predecible que escribir
en espiral un caracol,
o hacer letras redondas
que digan plenilunio,
o escribir en un círculo
círculo muchas veces
sin salirse del círculo,
o escribir descender
con letras que desciendan, o escribir
micrófono con forma de micrófono;
yo escribiré un poema
con forma de poema, y haré otro
que hable de la idiotez
con forma de idiotez.
Soneto en contrarrima
Amor, agrediré cada palabra
porque tengo una torrencial urgencia
de romper este pésimo silencia
y exigir tu figura y tu mirabra.
Antes pacientemente me guardabra
los ruiditos, la voz, la murmurencia,
pero no conseguí tu cercanencia
sino la soledad más despiadabra.
Por eso, a pleno amor, a pleno aire,
a plena maldición de Baudelaire,
con gritos y con hígado te evoco.
Oh, mira, estoy urgente y doloroco,
ven ya porque después será muy taire
y besa la sequía de mi boco.
(Poemas del libro Gris urbano de próxima publicación)
Canto de los amigos
A Javier Pulido Luna
Ya viene el pájaro cerveza,
ya esparce su abundancia,
ya se alegran los que tienen afligido el hígado,
ya se alegran nuestros pies.
Gocemos, oh amigos,
al ave de la sangre clara o de la sangre oscura,
gocemos al ave del plumaje de vidrio,
al ave del pico de corcholata.
Oh amigos,
si en verdad vamos a perecer
allá en la región de la resaca,
allá en la región de la cruda moral;
si es verdad que existen los separos
donde dicen que nadie perdura,
donde se tiene miedo;
entonces choquemos nuestras copas
para que suene un cascabel alegre,
para que cante el pájaro cerveza.
Él ha llegado
de la tienda del señor del delantal de hule,
de la tienda del señor del delantal florido,
él ha llegado para derramarse,
ya se sacrifica en nuestras bocas,
su canto embriagador ya se propaga,
nos da sus flores de espuma,
adormece nuestras lenguas.
Celebremos, oh amigos,
al pájaro cerveza,
con los caracoles que salen del cigarro,
con las mariposas del eructo.
Oh, que nunca cese el canto
del pájaro cerveza.
Flores amarillas
A Leopoldo Laurido Reyes
Vi flores en el patio de mi abuela,
o quizás no eran flores,
sino dulces, mi infancia, desnudeces,
recuerdos amarillos, labios, tiempo,
montoncitos de luz, ecos de sol
inmersos en la noche,
oropéndolas que penden
del aire o de los tallos;
vi flores y quizás no eran flores,
quizás era mi abuela lo que vi,
mi abuela en amarillo,
en múltiples retratos,
en pétalos retratos.
Carrusel para Emilia
I
Séme la inventora de otra tierra
donde el corazón suelte su galope
sin rendirle cuentas a la incertidumbre.
Séme para mucho. Séanme tus ojos
un alojamiento sin fantasmas.
Séme totalmente en la nariz.
Llénense de Emilia mis pulmones.
Gócense mis dedos, húmedos y firmes,
en tus laberintos. Seas de repente
casa de mi olfato. Sea mi saliva
para celebrarte. Poco a poco seas
más en mis entrañas. Llévenme las calles
a donde contigo. Séanme tus labios
cada que los llame. Séanme tus pies
ruta de mis besos. En tu piel yo sea
lo que el panadero es en la harina.
Un elevador, un baño público,
o la habitación doscientos cuatro,
vuélvanse lo que otros sitios eran
(valles solitarios nemorosos),
cuando otros amantes se imantaban.
Séme permitida. No seas con ropa.
Séame tu cuerpo junto, dentro, cerca,
bajo, con el mío. Y al fin y para siempre
conmigo sea, pues, tu desnudez.
II
Ponte de nuevo desnuda y de frente al espejo,
dame dos veces tu luz aromática y láctea,
riega tus mármoles vivos en dos manantiales,
siembra y derrama dos veces los astros,
ponte de frente al espejo,
quiero mirar doble vez lo que llevo a la boca,
y que te salgan luciérnagas dulces
cuando se copie tu piel en la piel del espejo,
oh suculencia bimembre, sonámbula doble,
no solamente el espejo bifurca tu carne:
sino también se duplica tu alma,
pero no sólo tu alma:
todo tu aroma se vuelve dos veces más tuyo,
pero no sólo tu aroma:
dos veces míos son míos tus lentos pezones,
dos veces hondos son hondos tus besos,
dos veces eres un aire pesado,
oh bilunar encendida, mujer bidesnuda y vibrante,
¿cuánto neón, cuánta sal, cuánta sed, cuánta seda
se ha dividido en dos causes de idénticas lumbres?
¿Quién bipartió la hermosura en dos cuerpos iguales?
¿Quién reproduce tus pétalos? ¿Quién te hace dos?
Ponte de nuevo desnuda y de frente al espejo:
déjame vivo en dos aguas,
déjame muerto dos veces.
IV
El abajo aquí firmante
recibe de conformidad
a la mujer liviana; por más señas,
la mujer que es eólica, la misma
que es evidencia de la luna
cuando la noche es inlunada;
recibe encantadísimo la boca, la indudable
influencia de Rubens en Dios cuando la creó;
recibe los veinte dedos, los dos ojos
de mujer de cine mudo,
de veneno incandescente y persuasivo;
recibe también los ambos senos
tanto dormidos como frenéticos;
recibe, antes que al agua, a la mujer de avena y viento,
ésa que lasciva es un festín de pirotecnia,
y cuando está desnuda no es más que un solo pétalo;
recibe, cómo no, el sexo férvido y lacustre,
el ombligo circuncéntrico y gozoso,
arácnidas las manos si me toca;
recibe, desde luego, la página turgente de la espalda;
recibe íntegro el gemido y muy gustoso el buen olor,
el epitelio lácteo,
la seducción de los dos hombros,
la geometría de los muslos;
recibe, pues, al organismo entero
con todas sus estrellas,
sus perversiones y sus llagas
habidas y por haber.
Datos vitales
Luis Flores Romero, nació en la Ciudad de México en 1987. Estudiante de Letras Hispánicas en la UNAM. En 2009 obtuvo el premio de poesía joven Jaime Reyes, que otorga la UACM, con el libro Gris Urbano, que pronto será publicado. En 2010 ganó el primer lugar en el concurso de poesía Punto de Partida. Actualmente es becario de la Fundación para las Letras Mexicanas.