En el marco de la serie “Poesía argentina actual”, preparada por Nicolás Pinkus, presentamos la poesía de Mario Arteca (La Plata, 1960). Publicó: “Guatambú” (Tsé- Tsé, 2003; Cascahuesos, Arequipa, Perú, 2011), “La impresión de un folleto” (Siesta, 2003), “Bestiario búlgaro” (Vox, 2004), “Cinco por uno” (Vox, 2008), “Cuando salí de La Plata” (CILC, 2009),
7
Una casa con dos pinos es tropo, genitori
genitroque, casa que finaliza al comienzo de circuito;
hay brecha entre dos mundos que son árboles,
foresta por acumulación de proyectos. Un árbol
es un proyecto, cierto círculo zampado
por un desplazamiento mientras tenga sentido
para quien lo escuche. Murmur, whisper, todo
removido para un ojo en un concentrado de visión.
Casa, pinos, tropos, universos que se miran.
“La tala es indiscriminada, pero el oxígeno
entiende de su límite”. Devenir pelado, porque
caer en una formación de tamariscos es rodearse
en lo yermo. ¿Había tamariscos? Son señas
de identidad de una próxima nada, quitadas
a un koan, y a pedido de una lámpara de noche
conque descifrar códigos de embarque.
Circular, vuelta del perro, inscape,
todo aquello antes visto lo engulle:
cierta saña de circunvoluciones.
¿Otra vuelta? En cada corteza haya vida
en proceso. Es el fin ese claro, en un bosque
donde Bernhard dispusiera un cono y un circuito
para ese cono, y una mujer sin hijo se reserva
para díctica. Un dicto, un numen, dispuesto
para locus. Un tractatus.
10
Esto es un dispensario venéreo. Las mujeres
hacen fuerza; las criaturas gritan como gatos.
Un monopolio es un adaptador miserable,
ni más ni menos. “¿Aquí venden impertinentes?”
Con ellos verás las estrellas a plena luz, si te ponés
detrás del coro. Estás largando más que a paso,
si no querés sacudirte por la fuerza. Anonadado,
permaneció sin moverse, sudando de gusto,
tomando las abarcas, y con sigilo las casetas
símiles de casamatas, después largándose
al trote largo. Por un lado, lo acechaba
un nuevo sobresalto, siniestro manchón
oscuro en el rosicler. El regocijo, prematuro;
la casa, dos últimos golpes; en la cocina,
flaquean las piernas; un berrido,
hasta desgañitarse; todo de pasada,
tomando nota de algunas circunstancias.
En el cementerio, el vivo se siente pesaroso.
Un olor a materia flotaba en la tierra,
en tanto un charco no paraba de secarse.
La necesidad obliga al ojo a proteger las especies.
La cosa no se marcha; cualquier nido no tarda
en ser visto. “¿Creías que no daríamos
con vos, en esta madriguera?” Se recuesta
a su lado, en el almiar, recogida las piernas.
Una aclaración: “Eso de sacado es suave.
Mejor decir robado”. Y un dispensario
no es un monopolio, ni más ni menos
que al acecho de un nuevo sobresalto.
Oscura es la mancha en el rosicler.
17
“De jóvenes tuvimos dos, pero no prendieron
en este mundo”. Era joven, frescota, pero le pasó
no sé qué y sanseacabó. Por más esfuerzo,
todo fue en vano. “Traéme de allí en el faldón
aunque sea un chiquitín ucraniano”. Lo llamo
“tonto tiznado”, me santiguo ante los íconos,
pongo lo mío en camino.
La fresca estaba sumida en penumbra;
por las rendijas de las maderas se filtraba
una luz amarilla. El piso olía a extracto
y a hierbas de la planicie, mientras saco
de la bodega una cazuela con leche fría.
“¿Me preguntás qué pruebas tengo?”
Algo de eso hubo, porque indisponerse
con él es delicado (delicado), y hace
unos años tuve palabras por su causa.
Pero una noche empezó a arder la cocina.
Todo era una misma tea. Se dice ribetes
de una vieja ofensa. Así sucede cuando
uno se indispone con él. El estampido
de un revólver, sin dar siquiera cinco
o seis días, vivo o muerto.
No salir tarde de casa, ni encender la luz.
Eso es todo lo que se requiere. Bien,
manos a la obra, porque nadie duerme.
Si huye pondrá tanta tierra de por medio
que no daremos más con él.
“No te preocupés, no escapará”. La noche
tendida en un cáñamo. La noche completa.
(de CIRCULAR, inédito)
El sentido de la oscuridad
Las hojas no eran movimiento; la crónica, sucedida sólo por freaks de contraseña.
¿Qué de mí? ¿Pueden darme las películas de mi vida, no siendo ellas cosa a simple vista?
Este libro de Dylan Thomas es un programado de nada; los jugadores en sus palabras, sobre un bosque de leche, todavía con la frecuencia de muchos años de ligereza. Pude sentir que mi único dolor fue, por sí solo, un negocio.
Ahora, la película de mi piel, y un piso donde moverme.
Por si oscurece
La noche avanza. Mantengámonos juntos, es de noche. La tormenta vuelve, creció en paz, con la maleza encima y un pañuelo como árbol. Quedémonos quietos.
El viento avanza. Y los que están en el límite saben qué se les avecina, como si estuvieran dentro de un silbido de colectivos frenando a coro en tiempo muerto.
“La señora me encargó de decirle que se queda a dormir…”.
Va tras ella. Fue él. Nadie podrá decir que no se ha defendido.
Dos policías azules se sientan en el cordón de la vereda y detienen gente. Que si no han visto a uno con la cara colorada y el pelo amarillento. Lo que ha hecho o va a hacer, aún no lo saben.
Convulsión, pliegue
Un toro embiste contra un manojo de sábanas, y atraviesa una vivienda destruyendo todo a su paso, incluso a él mismo. Qué pobreza existe en toda reversión de un mito, aunque esta actualización de la bestia cretense es menor por donde se la analice. Esto no causa gracia ni dolor; sí tal vez cierta misericordia, por la manifiesta escasez de imaginación en un escritor enfrentado a sus limitaciones, que son copiosas.
Si tuviera cualquier imitador la gracia de Jonathan Swift, habría entendido que la risa no tiene mediación sin la tragedia. Ah, esa carcajada, como la prolongación eficaz de cualquier mirada oblicua sobre el mundo.
Pero en ciertas novelas no hay mundo, apenas suceso sin historia.
A nadie puede darle un atracón de risa por causas invisibles.
El objeto se posiciona ante la risa
¿Qué es lo que provoca tal ruido? ¿El perchero de Charles Simic ofreciendo propina o que haya aprendido a darla? Ese dato, que puede abrir a cocazos una ventana, sin embargo afirma nuestra intriga. El hecho es que allí, en esa danza macabra de objetos, está la marca de un aprendizaje.
No se puede tolerar que una cosa indefinida reciba instrucción para nada. Cualquier desperdicio consciente pueda mutar en materia solidaria.
Y además, quién no se familiariza con la propina.
(…)
Se puede exigir un mundo con sentido del humor, a riesgo de volvernos cuña de perversidad. ¿Qué otra cosa puede ser esa recomendación de la palmera a un espejo que descree de la representación, sino la condición misma de todo destino que no puede refractar la corrosión por mímesis?
Si no se cree en la normatividad antes de publicitarse como naturaleza, entonces la resistencia a un espejo no será mera incomodidad: habrá estallado y esparcido esos cristales con que multiplicar por fin su reflejo.
Ante la posibilidad de una realidad, miles.
Rewind
Es preferible que la comicidad no descanse en el absurdo (Samuel Beckett es un ejemplo directo de esto): donde funciona la autoconsciencia se construye una moral discursiva, y lo cómico no tiene moral, es el reverso de la autoconsciencia. Presta oídos a lo imitativo y lleva con eso la risa.
Reírse es rebobinar el olvido.
Los libros consiguen arribar al umbral donde los objetos conversan sobre sí mismos, en un universo de proporciones oníricas, sin escala.
Es complejo pertenecer a un mundo cuya única virtud es deslizarse fuera de la gravedad, como si los trucos no tuvieran explicación posible, y jamás pudieran ser desarmados como piezas de un solo juguete.
Chuvachi
¿Quién conoce Chuvachi? De allí nos viene Guennadi Aigui (родившийся 1934–).
Escribe en ruso,
funciona como ruso,
se lee en ruso,
nos viene de Chuvachi.
El hombre de Chuvachi dice que “no basta una vida para descubrir la verdad.” Tampoco basta una verdad para convencerse de la existencia de una sola vida.
Cuando un árbol se seca no afianza por necesidad la certeza de la muerte. Es sólo árbol seco fuera de sus deudos.
Algunas ocasiones sirven para valorar qué cosa es un mundo cuyas raíces desaparecen.
Eso es Chuvachi.
(de EL PRONÓSTICO DE OSCURIDAD, a editarse en 2011, por Bajo la luna)
IV. Villa Caballero
Un espigón es un punto en el mapa,
pero también una zona donde poner
el mar en su lugar, atrasarlo en su corrosión
sobre una piel ahora ligada a pequeños
sucesos en escamas, como un libro olvidado
en la arena que repasa páginas en soledad;
un ejercicio de lectura veloz para nadie
en medio de fantasmas con media sombra,
creados por la incidencia de un aire quitándose
un puñado de sonidos y la carcasa de peces
devueltos por la marea. Entiendo lo que
sucederá conmigo si sigo así, el rápido,
mecánico sorbo de las cosas delante de uno,
ubicando un sitio para después despejarlo,
ofreciendo la idea de que aquello al alcance
de la mano debe ser tomado sin corregir
el curso y hacerlo vinculante de un equipo.
“Doy un portazo a la puerta” (Oli). En tres
segundos de duda (origen: Renacimiento)
cabe la decisión de una vida; debe ser así
y jactarse uno por ello. En la sacudida ya
necesaria se afirma cualquier anexo que
pudiéramos darle a un sinnúmero de certezas:
así los hechos nos apuran a una velocidad
superior a la advertida. Esa pérdida sostiene
la posibilidad de otras y peores ausencias,
hasta que alguna vez necesidad y voluntad
atrapan al insecto en pleno vuelo con pinzas
de rasuramiento. Y así corremos con ventaja.
Lo incondicionado vence al tiempo, aquel
milagro de la domesticación jamás funciona
por duplos, y así la prestación de servicios
queda desairada para nuevas ocasiones.
Ya lo sabíamos, aunque decidimos no darnos
por enterados. En una de las márgenes
se extienden escalinatas de hormigón;
en la orilla opuesta, un paisaje desértico
anuncia el vacío que se contrapone
con la superpoblación del balneario: el casco
viejo de la ciudad ahora son angostas callecitas
de tierra que se retuercen en clave de laberinto.
Villa Caballero. Una procesión de ladridos
guía lo imperfecto del lugar hacia un puñado
de personas que retroceden a una velocidad
mayor que la de la luz. Comimos y bebimos
hasta el hartazgo; la pequeña Oli durmiendo
junto a un caniche llamado Simón, el comerciante.
Las pruebas del editor son correctas, las reviso
mientras descuento una pizza a la parrilla,
cocida con brasa de eucaliptus y el viento
sur avivando la combustión. Afuera, los lanchones
por donde resultara opípara la jornada, doblan
una cuña de aire bajo cadenas que escinden
la inacción de mil volutas. Acaso un cuarteto
de berninis pica en punta, y acorde golpecitos
de fortuna refugia en número de cajas
la salvación en cualquier siseo.
(fragmento de GÉMINIS, inédito)
[XIV] Un poem întrerupt de un apel telefonic (de la “Hotel Babel”)
a Andrés Ajens
Unos personajes con morrales quiteños
llevan de distintivo tornillos de cabeza
chata: la cuña que los arrrima espera
tres modos diferentes de escandir el sitio,
donde antes pudo escarbarse su género
cierta persona bigotuda y cuya parte curva
desde la nariz hasta la barba, semejaba
un zapato de mujer. Uno percibe cosas
en el lenguaje, ni bien cae en la cuenta
del funcionamiento de la cultura. También
de otras, para las que uno ha nacido,
y siquiera mira. La primera vez que entendí
qué significaba alguna cosa, fue en 1977.
Vivía la vida como una oferta que siempre
estaba llegando. Por eso, la mayor influencia
en mi vida fue nacer. Luego comenzó
la dictadura y estuve ahí, bajo los escombros
de silo de madera de los años posteriores.
Y aún después, los años del infierno puro,
dije al Servicio de Noticias el 25 de octubre,
a las 4.06 PM. Veintisiete grados Celsius
(27°C). Escobillones barrían esos gatos.
Y más tarde: “cuando uno llega a una ciudad
así, todo comienza a parecer increíble.
Las paredes todavía grises por la enemistad
del tiempo, siempre echando ruinas,
y donde lo posible era una vieja partitura
para invertebrados. Pero fue una experiencia
maravillosa. De chico amaba el paraíso
psicodélico de ciertas canciones anómalas,
descentradas, con su aire de demonios pegados
a la cabeza de un alfiler. Más tarde quise pintar;
y como no supe hacerlo comencé a escribir.
Así conocí a quienes se presentan como
la versión doblada de una misma frase
sin sonido. Y como en la adolescencia,
no darlo todo era darlo todo por sentado”.
(Más tarde, identifiqué a aquellos a los que
mi padre me advirtiera quiénes eran. Siempre
retengo esos nombres. Vivieron en un casa
durante algunos años, y mucho después
se retiraron. En todo caso, eran sólo manchas
confusas en forma de bola cuya proyección
es un tracto de tinta china. Ahora se recortan
en negro, sobre el fondo gris claro de un cielo
barrido por la niebla). Teléfono.
[XVIII] Il sogno di dell’incubatore (Të gjithë pushtetin për të “Hotel Babel”)
a Titina Falcón
Primeros pasos, para leerlos.
Para leer en ellos, tal como
se anuncia bajo una forma muy
determinada. Un sonajero, pues
no tenías. Es el pensamiento cuando
quiere desligarse de la última materia:
dar un paso lejos de la vida, pasar
la vida. La señora de Vismara:
una batita amarilla, que lucías
en la incubadora. ¿Y qué dice
el espíritu del merquero argelino,
pisado por el lumen de un semáforo
en rojo, también pisado porque sí,
a puntazos de acelerador? Dice:
“El pasado y el futuro han sido
siempre determinados como presentes
pasados o presentes futuros”. Otros
regalos recibidos: de familiares
y la señora de Pasos. Primera semana:
un kilo quinientos cincuenta gramos.
Estatura: 47 centímetros. Segunda
semana: un kilo cuatrocientos gramos.
Te miraban a través de los vidrios
de la incubadora; Regina Rizzi,
Chichita, Enrique, papá y Gustavito,
Cata y Mamina, Liliana y sus papás.
Compañeras de mamá. Las paredes
con la palabra VENCEREMOS,
grasa de carnero quemada, pues
entonces ¿qué?¿Qué es aquello
de lo que no se puede hablar?,
con un fusil al hombro y el pecho
desnudo de un color rojo ladrillo.
———–> Color de cabello: dorado.
———–> Color de los ojos: castaño.
———–> Tez: blanca.
———–> Complexión: muy delgadito
y pequeño.
::
La parte del vientre que estaba
en la sombra era de un azul
transparente, igual a la veladura
que daba una luz de frente
bajo la mirada de todos los
que se reunieron, y así verse
de nuevo torpes, con los pies
clavados en el suelo. Te aflojabas
los dientes con tesón, para que
cayeran. Hasta no ser más
que montones de trapos oscuros,
pliegues de piel amarilla
ya chafada por arterias turquí.
Como si no se renovaran nunca.
Como si nada pudiera renovarse,
o se condenara de antemano
por el estado de abandono
que siempre sigue a una fiesta
de amigos (Canto III/Ezra).
Anoche siguieron por inercia
el tránsito en las calles, con sus
automóviles enloquecidos, metidos
en las terrazas de los cafés.
La ciudad, aquella que tropieza
dos veces en su misma Dogana,
se ve cada vez más negra, desierta,
y ese sudor mezclado al pie
de un polvareda. Tropilla.
::
No podías tragar. Muchas veces
llegabas al Jardín con muestras
de zapallo en el cabello. Primero
te alimentaste con goteo. A los
nueve meses, comiste bien.
Más tarde andabas por toda
la casa. Clavabas tus zapatos
y pies en el barro. Te decías
asimismo Maiu. Abrías todas
las puertas de los muebles.
[XXI] Faible influence d’un poème d’un texte non-communiste chinois (une étape au cours de la “Babel Hôtel”)
a Sergio Raimondi
Su suerte sólo le pertenece
a él, pero él pertenece a lo
que expresa. La desaparición
de cierta unidad es incluso
presentada, cuando percibimos
lo que no logramos saber.
Quiero intervenir sobre ese
problema. Quiero conocer
lo que se aparta. Lo que sin
discusión es propiedad de
la experiencia, sin daño alguno
para eludir todo poder central.
Una manera de pronunciar será
una sentencia al parecer definitiva:
“el desciframiento de las estructuras”.
Porque este momento está tanto
más ausente de nuestro presente
cuanto que no está integrado
a la memoria. Sin embargo,
estamos lejos del uso único
del lenguaje. Tracción de fárrago;
el prisma en tanto secuencia
que pacta su latencia. Así,
fueron días, noches, semanas.
La mirada, detenida, por el agua
muerta. Una manera de pronunciar
será definitiva: “Estaban solas
en la casa, dos personas y la lluvia”.
Imagino lo que viene: somos tres.
[XXVII] Este un adevăr pe acest silogism diavolul (un test de “Hotel Babel”, vreau sa spun)
a Daniel Freidemberg
Un poema encerrado en un film de Terence
Fisher. Un film de Terence -encerrado-
Fisher, o bien un lobo temeroso en la bahía
de San Lorenzo. Nada habrá en la bahía
de San Lorenzo porque no está habitada,
y su fotograma expresa un nudo que celebra,
d’annunziano, d’annunziano, d’annunziano,
“el grande, el inefable goce de vivir”.
Celebra: el inefable goce de vivir. Inefable,
tachado. De ser joven, hincaría los dientes
“ávidos y blancos”; no soy tal para cual.
Tal para cual. Entiendo el estupor, cosa
palpable, hacia una movilidad que anticipa
el jubileo de un poema y encima de un poema
en un film de Terence Fisher. Dificulta
la celebración: tal para cual. En un poema,
los mismos silogismos. No se despeguen
del habla; no se aparten de las palabras.
¿Cuándo sentiste que pegaba duro el llamado
de la barricada? El sonido de un ave de pantano
cuenta con ventaja: su alfabeto no es traducible.
Sin embargo, son de las pocas cosas que
conocemos. Otra, muy diferente, es el lenguaje
envenenado, herido de muerte cuyo antídoto
está a la vuelta de la esquina ¿Pero de cuál?
(de HOTEL BABEL, inédito)
39.
Turpissima bestia et cloaca multorum diabolorum
(1525-1532): Melanchton. Su animosidad es
sólo comparable a la incredulidad de Fausto.
Al igual que el Simón de Samaria –Hechos,
Apóstoles– el paisano intentó elevarse por los aires
en Venecia, devorándose a mago rival suyo.
Johan Mennel, in Basilea: Locorum communium
Collectanea. Faz de Lercheimer de Steinfelden,
lugarteniente de Lutero, en Christlich Bedenken
und Erinnerung von Zauberei, reprendiendo
el maestro al médium tras amenazarlo con hacer
volar los platos por el fogaril, de modo que no
prueben bocado los comensales. Praeceptor
Germaniae. Que cierto día en un hostal Fausto
estaba triste contra su costumbre, y le suplica
al mesonero no alarmarse por lo que acontezca
esa noche. Temblor. Y enseguida el mago
hallado sin vida, el cuello retorcido, su rostro
vuelto hacia la espalda, como aquellos a quienes
el diablo estrangula.
53.
La extensión de esa lona
era de color arena, y emergía.
No debiera ser así, porque
en definitiva la funda cubría
el perímetro de una autobomba,
es decir, un tamaño preferible
a los ojos; y además se trataba
de un objeto natural a sus
contemporáneos. Embargo,
lo irreal aparecía en la forma
de proyectar las cosas; esa
naturaleza no podía presagiar
grandes anuncios: algo entre
manos. Los fieles ardían
de curiosidad, necesitaban
desenvolver el misterio
para el que habían sido reunidos.
Pero a quién se le ocurre poner
una lona durante una marcha
religiosa. Lo adecuado habría
sido un tul de seda, o un lienzo,
y una sirena repoblando sonidos
uniformes. Es la caída del sol
aguardando ese descubrimiento,
mientras la gente se desploma
hacia una suma de propósitos.
Dios estuvo cerca, y ya no
desembarca desde un futuro
al evangelio. Toca bamba.
(de VINILO, a editarse en 2012)
Datos vitales
Mario Arteca (La Plata, 1960) es periodista radial y gráfico. Publicó: “Guatambú” (Tsé- Tsé, 2003; Cascahuesos, Arequipa, Perú, 2011), “La impresión de un folleto” (Siesta, 2003), “Bestiario búlgaro” (Vox, 2004), “Cinco por uno” (Vox, 2008), “Cuando salí de La Plata” (CILC, 2009), “Horno” (Al Margen, 2010), “Nuevas impresiones” (La Calabaza del Diablo, Santiago de Chile, 2010) , “La orquesta de bronces” (Goles Rosas, Mar del Plata, 2010), y en 2011 “El pronóstico de oscuridad” (Bajo la luna). Figura su trabajo en las antologías: “Jardim de Camaleões” (Iluminuras, San Pablo, Brasil, 2004); “Actual Triantología argentina, peruana y brasileña” (Homúnculus, Lima, 2004); “El arcano o el arca no” (Casa de las Américas, Cuba, 2007. Selección de Daniel Muxica); “Pulir huesos” (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2007), “Antología de la nueva poesía argentina” (Perceval Press, Santa Mónica, CA, EE.UU, 2009), “Traverseés. Une anthologie de poètes nés en Argentine entre 1960 et 1978” (Editions Apogeé, Rennes, Francia, 2009), “El verso toma la palabra. 33 poetas argentinos de hoy” (Homoscriptum. Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México, 2010.), “Neue Argentinische Dichtung” (Luxbooks.latin, Berlín, Deutschland, 2010. Traducción de Timo Berger) “Otro río que pasa. Un siglo de poesía argentina contemporánea” (Bajo la luna, 2011. Compilación de Jorge Fondebrider, y selección de Tamara Kamenszain, Mirta Rosenberg, Jorge Aulicino, Fabián Casas, Diana Bellessi, entre otros) y “País imaginario: escrituras y transtextos, 1960-1979” (Ecuador, 2011, selección y prólogo de Maurizio Medo). Fue parcialmente traducido al inglés, alemán, francés y portugués.