En el marco de la serie “poesía argentina”, presentamos la poesía de Nicolás Pinkus (Buenos Aires, 1969). Es profesor e investigador universitario en Comunicación Visual. Co-dirige la editorial Zindo&Gafuri. Su último poemario es Mayorías de uno. Pinkus es uno de los poetas argentinos más leídos actualmente en México.
(de Affidávit)
Casa de la moneda
Si caés de canto
un hijo te hago,
lo adopto
lo anoto
a mi nombre a veces
agua, le tiro pan.
El misterio del rechazo
El misterio del rechazo
o su trama sensorial
–una distancia cristal,
inabarcable-
el apartheid de bares, mesas de iniciación
gregarias rampas con juntas
diseñadas por un ingeniero que me conoce
pero nunca saluda
la acumulación original donde lo propio
aja el misterio
del rechazo, su inserción laboral
dótanme de un rictus
facial, cierta ropa
de innata inalegría soy
siempre el mozo el dependiente
el encargado de precios
rebajo, quién sino
estaría solo el día entero en lugares abiertos
las 24 horas
el flechazo del rechazo
legado socavado marca
en el orillo un made in
oteando desde afuera los círculos
centrípetos
con visados en las charlas
cifradas para el
bárbaro, el paria
el que saca al perro el sábado por la noche de los otros.
(de Ersatz)
La vida en Marte
¿habrá sido igual
que acá, una lucha rabiosa de polímeros
en ambicioso tren evolutivo que proyecta materia
a un futuro por venir?
¿Una charca en perpetuo
licuado a punto ebullición, bate
y da un solo producto: incertidumbre,
sobrevida del más
apto ha sabido
desplegar alas y ganar el cielo,
rebatir escama, afirmarse, bajar del árbol
y enhiesto de a vértebra la frente alta
con moral de estreno,
ganar un nombre
propio de especie superior que puede
descubrir lo vasto inimaginable, superior
a lo demás reducido
a comida y coto
en la voz la gregaria estrategia de ir siempre
tras el cebo histórico-biológico, el progreso
como prueba de que es posible
la materialización pedestre del alma, entreverada
con el cuerpo de la continuidad personal
y social, cada desafío
malogrado nos pregunta
para qué
tanto esfuerzo estos millones de años,
apearse de la liana y lamerse
para qué las heridas
y asar
y aleluya por la inédita autorregulación térmica
dérmicamente el poder de excretar
lo residual
ya no sirve tanto
sudor y llanto, como acá, tan muerto
de cansancio se estuvo algunos días
tan muerto que ni daba
Para levantarme de nuevo.
Ersatz
Ersatz
del encogimiento, la historia común
condona la miseria de los países
menos favorecidos
-pero no los llames así, ellos se creen
en el top five del concierto mundial;
five, no twenty que los ubicaría en lo mejor del 2º pelotón;
top porque “menos favorecidos en qué, decime”,
y te lo dicen
como si tuvieran tantos recursos naturales como nuestros cinco climas; si
son paisitos apretados já
en el mapa como una arruga en un saco de poplín; invierno
verano
otoño y primavera ¡esas son las cuatro estaciones,
Imbécil! Ah, subtropical con estación seca,
árido y semiárido, volcánico
y antártico-mediterráneo… así sí,
como le gusta a nuestro Ersatz
conformarse
y no planificar quinquenal un futuro mejor
y encima echarle la culpa
al “efecto arrastre” así,
cuando la cosa se pudra y no haya a quién,
¿o pensás que tu república va a saltar
por vos, te va a defender
a capa y a espada? ¿qué te hace
pensar eso? ¡MINGA!
¡¡TODOS
SE CREEN
UNOS TOP
FIVE!! (en la cima
del ranking, éxtasis del éxtasis,
el Eeeeeeeerrrrrrssssssssaaaaaaaaattttttttzzzzzzz).
Filip
In the dark you can love this place.
Philip Levine
Placer malayo:
cansarse de la felicidad.
Placer malayo:
abjurar, abjurar
del goce que las manos donan;
resignar la civil hueste
en cada guerra de nervios. El placer
despliega en la renuncia, un torrente
con tanta tergiversación humana
se me infectan los surcos
-porque en algún lugar tiene que nacer
y alimentarse
tanto odio- prendió bien
en esta tierra fértil, cómo no, ¡si es
un vergel! La gente
deja papelitos con plegarias, suben, volátiles
las volutas del incienso nube visual donde juegan
las miradas, maceradas
en jugos aéreos racimos levitando
desconfianza mayor deleite
al lubricar con sueños este antro
arrasado. Y no,
no es lindo lo malayo, pero de algún
lugar hay que ser.
(de Mayorías de uno)
Pródigo
Not peace, but other things
(Philip Larkin)
En el albor resabio, la tranquila edad
de la transformación; en el baño maría de la avefenixación, mirá
cuán cerca estuve, quizá la próxima hoy
seguro que no, corroborado en el cuerpo;
seguro que afónico el espíritu de tanto
decirlo y decirlo para qué
si aquí ha pasado menos
de lo anunciado, una vanguardia pálida
pasó víspera y se dejó estar
en el albor, la llama eterna desvanece
un respirador porque a esta tráquea una otomía qué bien le vendría
ahí cuando se afirmaba y la veíamos crecer, gatear los pasos…
mmmmmmm otra vez la reptación,
peinarse el buclecito de a féretros; otra vez
la infrarroja denunciando que donde parecía haber cambio
-de movimiento, de vida, de espacio- no,
y un “no” grande como una reja,
como un castillo estrellado en el destello del día, la continuidad
triunfante del Mandamás Celeste; aquí estoy,
irresponsable de mis actos, no si ya Te entendí
qué signos más claros, ¿sabés porque no Te mando a la concha de Tu madre?
Porque pensar en Tu madre y en Su concha enloquece al mortal;
porque la matanza de lo esperado es un lujo y yo tan franciscano;
porque espero acopiar ductilidad para tender
de nuevo sobre el sudario
el picnic; con la confianza muerta
sobre el césped, ya más relajado
te intimo a revelarme
el Plan de cuánto más me hay reservado;
por qué cuando llego tan cerca del salvazo,
justo ahí
se Te hace tarde.
El apagón de New York
And when you want to live,
How do you start? Where do you go?
Who do you need to know?
(The Smiths, The boy with a thorn in his side)
Fear is an instructor of great sagacity and the herald of all revolutions
(Ralph Waldo Emerson)
I.
La noche en que se fue la luz
yo estaba en la plaza; cerca de un jazmín
pero no me viste
ni viste la flor
ni a los chicos en sus uniformes
de acné, esa noche
la luz se fue de pronto
antes de que hubieses intentado
mirarme, allí
sentado en Astor Place
con nuevos ojos
en vano
porque ahora oscuros los pétalos,
mi cara tallada en el deseo
sofocante: estábamos
en julio, a mediados de mes,
y yo quería experiencias,
emociones que no se compran
ni siquiera ordenándolas
por catálogo
-envueltas
como regalo- yo quería tu experiencia,
la noche en que se fue la luz.
II.
El aire huele a devastación
y a vidrio. Bella corrosión del sentido
nasal, como mi voz; como el néctar que escapa del estambre
-y sin la tentación visual-
reina,
descolla y me corona como el gran testigo
de su polen: la sexualidad vegetal irrumpe
y no se ve
nada de Manhattan
llega hasta mí
la alerta insular se siente
todo 1977 en mi verga
dura contra el apagón bajo el pantalón,
huelo como los atardeceres de verano:
húmedos y untables, satinados por
y para mí
este ágape nocturno sin contornos
sin previo aviso, como si fallara el suministro de ergonomía social
y los transportes
y los teatros
claudicaran
resignadamente ante la cancelación, el estupor
ajeno que contagia cómplice, al rato
-todos encogiéndose de hombros en el tren,
donde una mujer encontró fósforos
de cuando fumaba;
-todos arremolinándose contra bolsos y carteras
para no perder lo poco
y lo mucho, multitudes sin vocación
para el instinto, la sombra nos decreta
intrascendentes porque de todas las maneras visibles
posibles le sobramos
III.
Sobre los árboles, la Cintia Menor y otras constelaciones
brillan sin alumbrar
la Rauda Calixto, la Septeyma
y esa otra no sé bien
cómo se saluda a los extraños
cómo tener miedo y estar solo
–y a un mismo tiempo- estar tan, tan
caliente
bajo la fronda del Parque Central- he caminado
a tientas- la ciudad es una anguila
que chilla, vieras cuán
erguido el rozar del jean entre mis muslos qué apetito
soberano, yo anuncio
mi vanguardia en esta isla al aire
libre
y liberado
a pocos metros de la estatua de Martí.
(del libro inédito Tándem para un animal pink)
Icaro
A punto de caer en mi habitual puna, retórica de cactos,
la primera impresión es neutra,
porque esto no puede estar pasando
otra vez
esta desolación del Ser que riega un semicírculo de malvas y el púrpura
confunde la visión serena con la serenidad en si; no hay
tal cosa
se interrumpe la caída
por fugaces instantes donde un viento de recuerdo aliviana
la certeza de estar más lejos del reaseguro
que de esta conmoción, ¿se puede amar en tal estado?
¿se puede decirle al Otro, “te hice una casa confortable para que vivamos
juntos toda la vida”?
¡Y que sabemos del Otro,
de la Vida, de la Casa Confortable! A punto del cisma,
el pronóstico fragmentario de arrancarse
el cuerpo del sueño contra el piso de la angustia
parece inevitable,
y sin embargo,
la gravedad cesa: el sistema de objetos vuelve a su soliloquio
de funciones maquínicas
y servidumbres técnicas: la coffee-maker hace espresso,
la tostadora lanza las tajadas al aire como si fuesen cheer-leaders de pan…
y yo quiero que sepas
que nunca vas a entender mi Dolor;
que ni lo intentes, no estás para eso
yo estoy para eso,
vos tenés que saber
lo que ya sabés:
que soy un tipo extraordinario, lleno de placeres y conquistas vitales
y que me río mucho
y que, a pesar de las gangrenas del alma,
disfruto un montón
y que amarte es una bendición
y un paracaídas que no necesito
y un avión,
para planearle al mundo desde el cielo nocturno…
y cuando bajemos con el sol de la mañana,
tendrás que mirarme atrapar el pan en el aire y planificarle un colmo de jalea
de higos con arándanos
maduros;
servidos en un plato Celeste,
para que te despiertes de a poquito
y sin noticias de posibles
catástrofes aéreas…
Datos vitales
Nicolás Pinkus nació en Buenos Aires en 1969. Es profesor e investigador universitario en Comunicación Visual. Como poeta, ha publicado: Postmortem daguerreotypes (Tsé-tsé/ 2002), Los formalistas rusos (Tsé-tsé/ 2003), Affidávit (Gog y Magog / 2004), Ersatz (Huesos de Jibia, 2007) y Mayorías de uno (Zindo&Gafuri). Co-dirige la editorial Zindo&Gafuri, donde publicará este año su aun inédito libro Tándem para un animal pink.