Novedades editoriales: Poemas pendientes, de Rodolfo Alonso

Rodolfo Alonso

Presentamos algunos de los “Poemas pendientes”, nuevo libro de Rodolfo Alonso Buenos Aires, 1934), con prólogo del gran poeta brasileño Lêdo Ivo (Alción Editora, Córdoba, 2010). Está por aparecer una reedición en México (Editorial de la Universidad Veracruzana, Xalapa, 2011).

 

 

 

Dones para donar

 

Te doy lo que me dieron:

aquel sagrado olor

a la tierra mojada,

y esa voz que es el viento

entre las ramas altas.

 

Devuelvo lo que tuve:

los árboles hermanos,

las flores que modula

la niebla, el grillo, el pájaro

cantando en la garúa.

 

Ni herencia, ni legado.

Sólo pasión y tiempo.

La intensa vida, el aire,

la mañana radiante

y cielos en los ojos.

 

No nos llevamos nada.

¿Es que lo merecimos?

La llama del instante,

colores en el sol,

el crepúsculo juntos.

 

El fuego de la hoguera

donde vamos ardiendo.

 

¿Y veo lo que me ve?

En el momento justo,

el liso resplandor

del neto mediodía

sobre una mesa blanca

 

y frutas entonadas

como parientes próximos:

la luz, la gama, el iris,

limones con bananas

y la manzana verde.

 

En la lluvia cabemos,

instantáneos, de pronto,

íntimos y gregarios,

cercanos y distantes.

La lluvia es nuestro templo.

 

La canción evidente,

la palabra encarnada,

lo que llegó de afuera

porque sonaba dentro.

¿O es que no somos, lengua?

 

Y el fuego de la especie,

horizonte y pasado.

 

 

 

 

 

 

 

No hay día de la muerte 

a la memoria de José Augusto Seabra

 

Inmóvil, incesante,

la muerte, árida, impura.

 

Infiel, infame, injusta,

la dura muerte dura.

 

Impaciente, infecunda,

la inútil muerte, muda.

 

Indudable, no duda

la muerte ávida y pura.

 

 

 

Epifanía

 

Como luz en la luz

suena el invierno, al sol.

Serena madurez,

sabor desnudo

que suspende y sostiene

sin sospechar que sabe,

secreto, sólo en sí,

siente sin sentimiento,

a simple sed,

a simple ser,

solo y sumo en el sol

sagrado del silencio

seco, soberbio, suelto

sobre ese frío encendido.

 

 

 

 

Antropofagia

 

Sobre la playa apenas mancillada, casi virgen aún, no espanta el pie de Viernes sino la implícita amenaza: otros, el Otro, que acaso nos incluye.

 

 

  

En lo alto de la colina de los pájaros

 

El mismo mar, después de todo, de cobalto entre ramas, a esta hora. Y el sordo retumbar del tsunami al otro lado del planeta, rebelión de la Tierra, tortura que la Tierra se inflige, sin proyecto ni enigma.

Aquí las golondrinas abrumadas de calor continúan trazando de improviso, aceleradas, en la comba del aire, la precisa fugacidad de sus ondas de vuelo. Y hay torcacitas, loros, tijeretas, palomas, tordos, chalchaleros, gaviotas y hasta desconocidos de vistoso plumaje, de bellos pardos y aún grises, revoloteando indiferentes, abajo o en lo alto, volando desplegados, entre el mar y nosotros.

Entre el azar y la necesidad.

 

 

 

Consecuencias

 

Un día, mirando sin haberlo previsto el hueco entre el pulgar y el índice de mi mano derecha, yo me he visto latir. Es decir, me he sorprendido vivo, he visto a la vida haciendo su trabajo, a mi cuerpo haciendo su trabajo, por su cuenta, sin que yo tuviera nada que ver en todo eso.

 

 

 

Azucena Villaflor

“Già vola il fiore magro”

Salvatore Quasimodo

 

Vuela flor

Azucena

 

sobre el río

 

Desde la tierna feria

con bolsa y con monedas

a su cena a su mesa

 

a su escena

 

que la vuela

 

sobre el río

sobre el frío

 

Bella flor Azucena

de dolor y dolor

 

 

 

A la luz del Limay

 

Cuando nada nos queda

cuando tanto nos falla

 

En la pura memoria

relumbra el río Limay

 

Se aparece de pronto

la serpiente turquesa

 

Y los ojos se lavan

en la luz del Limay

 

Sol de la Patagonia

que acaso no podemos

 

No todo está perdido

luce lumbre el Limay

 

Entre las pardas cuestas

derrama su esplendor

 

Sereno indiferente

se nos vuelve el Limay

 

Con su belleza arisca

pueden contar con él

 

Distante en apariencia

nadie olvida al Limay

 

Lima lento y alivia

los vislumbres que alumbra

 

De todo se hace cargo

libre y largo el Limay

 

Como la áspera tierra

y el cielo ilimitado

 

El Limay se regala

sin pensarlo dos veces

 

No es que nos pertenezca

se hace amigo si quiere

 

Libre luz del Limay

limando nuestros límites

 

Él guapea creciendo

suelto en nuestro recuerdo

 

No es para deshacernos

que nos llama el Limay

 

Porque a nada se achica

obliga a ser nobleza

 

Lame lomas sin límite

la luna en el Limay

 

No es prenda ni es comercio

ni vil chafalonía

 

Es amistad de orgullo

la que ofrece el Limay

 

Una cosa de hombres

una cosa de dioses

 

Cuando todo se olvide

que no cese el Limay

 

 

 

Monumento a Maria Bethânia

Música é perfume.

M. B.

 

En el aire, en el mar,

en lo neto del día

o la precisa noche,

sin crepúsculo nunca,

en Brasil que es un mundo,

en el mundo, en el mundo

crepitante y veloz

hay lugar para un mundo:

la voz que usa tu cuerpo.

 

Hay tono, hay densidad,

hay gravedad, hay timbre,

hay palabra que canta

y hay música que expresa

el latido que sientes.

Rige, Bethânia, ordena

el caos en sentido,

la altura en cante hondo,

la intensidá en aliento.

Ruge, Bethânia, ruge,

feroz delicadeza,

no hay poesía en los libros,

no alcanza la lectura,

oír no es suficiente,

y nada es suficiente

ni siquiera la música.

Porque del pueblo viene,

del humus de lo humano,

de la lengua hecha canto

la luz que te oscurece,

el resplandor orgánico:

la luz que usa tu cuerpo.

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