En el marco de la Antología de Poesía Colombiana, preparada por Federico Díaz Granados, presentamos el trabajo de Juan Carlos Bayona (Bogotá. 1959). Es rector del Gimnasio Moderno desde 1998 hasta la fecha. Ha publicado entre otros los libros Tres poetas bogotanos (1986); Los lagos del deshielo (Madrid, 1992) y La isla era el tesoro (1999).
Claro de luna
¿Los yunques y crisoles de tu alma
Trabajan para el polvo y para el viento?
A.M.
El mundo se hace eterno si uno espera
no es que el tiempo no pase
sólo se le oye
persiste en su raíz como de piedra
igual que esas calles
que tienen una esquina
pero no doblan nunca.
Quién sin mentir supo de sí mientras la espera
o vio pasar palomas por su frente
si todo era una estática agonía
un espasmo de luz en la garganta
un escozor de frío en el costado
imposible así el gesto o la palabra.
Hay que esperar de todos modos se nos dice
por Dios, el amor, el documento,
que ruede cada aurora hasta su centro
y su fin sea de luz y luz lo que bendice.
Yo me resisto al agua ensimismada
a volver a calcar todos los días
la culpa o el sol
equidistantemente
preferible esperar sólo una vez por lo que sea
o una segunda ma non troppo
que tener que vivir pero mañana.
Poema
Para Catherine Fierre,
en el pecho
No habrá un verde que sea verde
enteramente
ni un levantarse el musgo que no cruja
es breve el revelarse de las formas
breve su influjo
y en realidad no vemos más de lo que vemos
porque nada coincide con el aire.
Las tardes se van
la espuma cesa
y sin remedio
las ciudades se herrumbrarán de pena
y el tiempo que requiere las cosas
acabará por quitarnos el sueño.
Nada cabe esperar:
a no ser el ilusorio tenderse de los cuerpos
el rostro congelado del amor
las mañanas de octubre.
Confesión mínima
De todos modos extrañaremos algo
un vientre tibio
la cal de un muro que fue cielo
o que fue siesta de las novias perdidas
de los temores viejos.
Extrañaremos una camisa azul a cuadros
una mesa marrón
un objeto de arcilla
cosas así
no necesariamente un centro
algo que retuvo la vuelta de los días
su penoso cabeceo de animal herido
que puede ser una flor seca en la mitad de un libro
incluso el libro
acaso el aire prisionero de los besos.
Cómo surgen las cosas pereciendo
único pájaro cautivo de este mundo
que ya ocurrió
que nunca ha sido
sólo un insomne temblor lo sobrevuela
algo que entre las azucenas avanza con sigilo
es mejor que no insistas en volver
porque se ha roto el hilo.
Retrato
Para José Nicolás,
mi hermano
Yo te recuerdo delgado un poco triste
las manos suaves
como las alas de una mariposa
te recuerdo de niño en el pasillo de la casa
cuando moríamos disparando hasta la última bala
y un instante después
la vida era de nuevo
la reconciliación de los malvados
o el pacto secreto entre los bandos.
Yo te recuerdo pálido un poco ausente
mi madre pellizcando tus mejillas
y el rubor agolpado entre los dientes
defendiendo la transparencia de tu rostro.
Te recuerdo con el olor perfecto de la sopa
en frente mío
oculto bajo un cielo de espinaca
que te llevaba directamente a mi memoria
mientras tú
reflejo de una luz amada
sin sospechar mis ojos o que el tiempo se pasa.
Éramos niños entonces
y casi todo era más grande que nosotros
menos los sueños y los astros
tal vez el gato.
Salón de belleza
No es sólo el olor de la laca
disputándose el aire
ni la señora que tiñe el lunes
de amarillo profundo
tampoco son las caricias
derrotadas por el suelo
como un triste rocío.
Hay algo de jardín
algo de nube blanca
de extraña conjunción de gestos
que transparenta las formas hasta el riesgo.
A lo mejor algún día
se rebelan los astros
y morimos de miedo.
Ars poética
Porque suelo tomarme en serio los atardeceres
y mirar de soslayo el mediodía
porque creo que el aire
no nos lo ha dicho todo
que esconde en pliegues más delicados que alas
el nacimiento simple de las cosas
porque nombro el mundo
para olvidar que existe tan cerca de nosotros
le hago retroceder a su ilusión primera
le devuelvo su indiferencia apacible
si acierto a mentir intensamente
e imagino que un ave cruza tu frente
cuando llueve
hay un tigre que bebe en un pozo
si tu falda agoniza
porque no son las ramas de un chopo
lo que mis manos tienen
son los caminos secretos
de amantes desatentos
porque es preferible amar sin mesura y sin tiempo
a esta ingrata labor de vigía nocturno
porque se parecen tanto los días a los días
entrego mis versos
y espero, atento
que aparezcan señales.
Postal
Igual que tu recuerdo
(que arde sin descanso entre mis sienes)
abre un río de oro una campana en el aire.
Si has de volver vuelve
pero vuelve pronto
que la vida se acaba.
Lisboa
No voy a decir que no te he visto
cualquiera sabe
que sólo existe lo soñado
pero perdona mi tardanza de estos años
perdona aquella duda de la rua Cesteiros
perdona alguna vez
mi corazón en las aceras.
Puedes estar tranquila
durarás más allá del olvido de los hombres
porque no eres una ciudad
sino un mediodía sostenido de rosado.
Calle 72 con carrera 24
(Lamento por los troles)
Malheridos
como vientres apagados
como animales cansados
yacen los troles su abandono.
No esperan nada
quizá que el tiempo pase
y se apague definitivamente el cielo
no los toca la herrumbre
ni los toca el viento
no puede nada contra ellos
la ingratitud o el desaliento infinito de los hombres
porque son seres que la ciudad sigue viendo pasar
en el inevitable episodio del recuerdo.
Pero sufro su ausencia de esta vida
me duele verlos opacos, casi yertos
ocultos entre muros altísimos
solos para siempre solos.
Mi infancia está llena de esos seres enormes
yo esperaba feliz su eléctrica hermosura
su sonido de ballena en el aire
su paso de gigante ingrávido
yo era dichoso con sólo presentir su llegada
puedo ver a mi madre levantando el brazo
y yo en medio de la gente
con los oídos llenos de electrones magníficos.
¡Oh insensatez humana!
devolved al mundo estas formas enormes
para saber la talla exacta
de la muerte que espera.
Pájaros
Hay pájaros que mueren sin que nadie se entere
La pendiente de las tejas los arrastra
A un lecho de metal oscuro y frío
Y allí se van quedando quietos
Bajo una lluvia que les recuerda el cielo.
¿Quién se acuerda de ellos?
Quizás los árboles en la noche, los pregunten
O tal vez el aire los eche de menos
Porque nosotros
Nosotros no extrañamos nada que no haya sido nuestro.
Datos vitales
Jua Carlos Bayona Vargas (Bogotá, 1959). Bachiller del Gimnasio Moderno, estudió Filosofía y letras en la Universidad del Rosario y Ciencias de la Educación en la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido rector del Colegio del Rosario (Quinta Mutis) y del Gimnasio Moderno desde 1998 hasta la fecha. Ha publicado entre otros los libros Tres poetas bogotanos (1986); Los lagos del deshielo (Madrid, 1992) y La isla era el tesoro (1999).