Cuaderno en ruinas, de José Antonio Banda

José-Antonio-Banda[1]

La editorial Plataforma de Guanajuato ha publicado recientemente “Cuaderno en ruinas” de José Antonio Banda (Coatzacoalcos, 1982). Actualmente vive en Guanajuato, donde fue tallerista de Baudelio Camarillo y estudia la Maestría en Literatura Hispanoamericana. Estudió Ingeniería en Madrid.

 

 

 

NADA ME QUEDA SALVO TU NOMBRE

 

No sé si hubo algo entre nosotros, si realmente lo hubo. No sé si tu nombre, esa palabra que dice ser tu nombre, es una frase a la que recurro al cerrar los ojos o lo último que dijiste al partir. No sé si al andar por las avenidas empujo la hojarasca por hastío o por alguna rememoración de la última tarde que pasamos juntos. La niebla me circunda amenazante y tú no estás para hacerle huir como a las tardes de Octubre. No sé, al mirar los árboles deshojados, si fue real tu despedida o es un pasaje de alguna novela que no recuerdo. No sé si existes, si realmente existes, si mis obsesiones se han vuelto presencia, pues el silencio dice ser tu nombre.

 

 

 

 

BITÁCORA DE LAS HORAS

 

La poesía tiene una sóla realidad: el sufrimiento.

José Emilio Pacheco

 

He aquí las horas

He aquí la revelación de las horas

He aquí una lengua fatigada del polvo de las horas

Una lengua incapaz de blandir el color de los salmos

Una lengua ahogándose en el silencio fúnebre del silencio

 

He aquí los caminos que la noche recorre

La noche                     El callado abrazo de la noche

El único y fugaz abrazo de los élitros en la noche

Las bancas solitarias en busca de su hondura indefinida

 

En mis manos crece un cielo de nubes oxidadas

Huellas de doloroso aroma recorriendo mis huesos

La dureza de las avenidas                   La quietud de los lagos

Las ruinas cuyo esplendor no conoceré nunca

 

Hay en este mundo ciénagas de polvo donde nunca se refleja el viento

Almacenes derruidos en la retracción de la bruma

Y una temporada de cipreses y árboles frutales

 

Todo es lejano

en ésta época de confusa nombradía

No hay cobijo capaz en nuestra pena

                                                           No

                                                           No hay cobijo posible 

 

Nunca bajo la sombra de las habitaciones fraternales

 

 

 

 

 

PAREN LAS MÁQUINAS, SEÑORES

 

Es momento de prestar la atención debida,

señores, acallar los nebulosos teléfonos,

guardar los viejos maderos de los muelles,

quemar las cartas no enviadas, los bocetos

en duermevela a la sombra de los escritorios.

 

Es momento, señores, de borrar los dibujos

de las ventanas de la habitación y el polvo

torpe que cubre los parabrisas de los coches

donde insistente su nombre escrito está.

 

No es necesaria tanta cosa, señores.

Aquí, solo, cansado, con mis pensamientos,

me es suficiente para entristecerme

una vez más, señores, sin atavíos.

 

 

 

Cuaderno e ruinas

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