El joven ensayista y poeta poblano Iván Vázquez Rodríguez reflexiona entorno a la poesía de Alejandro Palma (Estado de México, 1972), que ha publicado los poemarios Nuncamente (2002), Inédito (2003) y, recientemente, Mañana. Alejandro Palma es animador del Festival de Poesía y Poética que organiza anualmente la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP.
ALEJANDRO PALMA CASTRO, LA POESÍA DEL MAÑANA
Un poeta, por su condición de nómada en búsqueda del alimento esencial de su poesía, la palabra, nunca está sujeto a un registro poético. En la trayectoria poética de Alejandro Palma nos topamos con matices literarios distintos que nos llevan a pensar en su poesía como un constante proceso de experimentación del lenguaje, en la que el “Yo” busca certezas por los espejos versales donde aparecen sus reflejos.
Alejandro Palma, Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Kentucky, E.U., actualmente funge como Director de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP. Ha publicado poesía y ensayo en las revistas Tierra Adentro, Dos filos, Magistralis, Amilamia, Cariátides, Romance Quarterly, Espéculo, Revista de Literatura Mexicana Contemporánea y Elementos; asimismo, formó parte de los poetas de Tierra Adentro (Conaculta, 1994). Entre sus reconocimientos destacan Beca FONCA Puebla de Creación Literaria y Beca CONACYT para estudios de posgrado. Hasta ahora han salido a la luz tres poemarios bajo su autoría: Nuncamente (2002), Inédito (2003) y, el recién salido del horno, Mañana.
Más allá de cualquier tradición poética, Alejandro Palma es un poeta de raigambre coloquial. Desde su primer poemario, Nuncamente, nos manifiesta –a una manera disfrazada de ars poética– el territorio vasto al que se sujetará su poesía. Imágenes empapadas de hambre, pobreza, depravación, pornografía, normas de la parole juvenil que enmarcan una ruptura con la significación del lenguaje en la que el poeta se encuentra solo con su otredad a la bien conocida fórmula de Rimbaud: él soy otro finalmente yo es cualquier otro. Quizá esté en lo cierto Enrico Mario Santí, aquel crítico y lector riguroso de Paz quien prologa Nuncamente, al afirmar que la causalidad e intensidad de este libro esté contenido en el último poema que enmarca la pobreza ontológica en la que se encuentra inmerso el poeta. Se trata pues de un libro que pesa por la urgencia comunicativa con el lector y por la condición de letárgico lamento que nos atrae desde su agónico y doble adverbio doloroso: “nuncamente”.
En 2003 aparecería su segundo poemario titulado Inédito editado bajo el sello de Lunarena. Mediante la misma táctica que cerró el poemario Nuncamente, éste abre con una cita de Rimbaud que enmarca todo el contexto existencial de la nueva obra: ¡Yo! ¡Yo que me califiqué de mago o de ángel, dispensado de toda moral, soy devuelto a la tierra, para que me busque un deber y abrace la rugosa realidad! En efecto, estamos ante un poeta maduro, consciente de su condición real y de su tradición poética. En él se va construyendo una obra plural provista de diferentes matices poéticos. Se percibe un poeta más lírico y citadino, un poeta que apuesta su palabra a lo amoroso y erótico. Conducido por el guiño del deseo su poesía entraña formas de sensibilidad en las que subyacen los apetitos del eros, la seducción del deseo: tus jadeos se enredaban en un laberinto/ entre el cuarto y quinto piso/ con un vaho como rezo de animal. En contraste -mejor dicho: en paralelo- resalta en los últimos poemas una sobrecarga religiosa con toques de ironía, encausados a cultivar una construcción humorística ya percibida en su anterior poemario: Los dos creemos en la divinidad/ sólo que yo escribo poemas / y tú/ olfateas el escape de los autos/ en busca de dios. El poeta se sujeta a esa cotidianidad en una mezcla sui generis con el elemento místico como posible salvación ante una ciudad avasallante y sin refugio.
Siete largos años tuvieron que pasar para que saliera a la luz, en 2010, el último poemario de Alejandro Palma titulado Mañana y editado por la serie Los antagónicos. En esta nueva reproducción poética, de verso a verso, toma forma una carga de furia superior al primer poemario. El hermetismo –parte axial del poemario y guiño de una ausencia de significados- abunda entre el caudal de los versos sin título que sostienen todo el libro de inicio a fin, como para leerse de una sola sentada y reventar el libro en contra de las palabras que lo contienen. Así, de parte aguas con el último poemario, Mañana comienza con una aliteración cifrada que proyecta la palabra “baba”, como final de un verbo en copretérito (aba), inconcluso, lleno de subversivo misterio: Babas del vaso/ babas del diablo/ babas embaladas/ babas y babas. No sólo hay un alejamiento temporal entre sus poemarios, sino un alejamiento existencial y religioso. El poeta, que encontró su otredad en el primer poemario y la recogió como un bálsamo para soportar el embate de la soledad, nuevamente se descubre en este último como un sujeto desprovisto de su propio tiempo donde no tiene cabida en el presente ni el pasado, acaso sólo sospecha su futuro, por eso Mañana abre una puerta y la deja entreabierta para posteriores poemas en búsqueda de aquellos que lo acerquen a colorear los matices de su existencia.
Hay que darle la oportunidad al poeta de explorar nuevos caminos a la palabra, porque después de todo ¿Qué poeta está o estuvo encasillado a una posibilidad exacta de hacer poesía? ¿A quién no se le dio un mañana para abarcar la palabra?